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El plan de privatización para Grecia debería ser un estigma en la conciencia de Europa

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ATENAS- El 12 de julio, la cumbre de los líderes de la eurozona dictó sus condiciones para la rendición al primer ministro griego, Alexis Tsipras, el cual, aterrado por las alternativas, aceptó todas ellas. Una de esas condiciones se refería a la disposición de los activos públicos restantes de Grecia.

Los dirigentes de la eurozona pidieron que se transfirieran los activos públicos griegos a un fondo parecido a la Treuhand, una liquidación similar a aquella a la que se recurrió después de la caída del Muro de Berlín para privatizar rápidamente, con una gran pérdida financiera y con consecuencias devastadoras para el empleo, todas las propiedades públicas del Estado de la Alemania oriental.

Esa Treuhand griega tendría su sede en -preste atención- Luxemburgo, y la administraría un equipo supervisado por el ministro de Finanzas de Alemania, Wolfgang Schäuble, autor del plan. Concluiría las liquidaciones en tres años. Pero, mientras que la labor de la Treuhand original fue acompañada por la inversión masiva de la Alemania occidental en infraestructuras y trasferencias sociales a gran escala a la población de la Alemania oriental, el pueblo de Grecia no recibiría ningún tipo de prestación correspondiente.

Euclides Tsakalotos, quien me sucedió en el cargo de ministro de Finanzas de Grecia hace dos semanas, hizo todo lo posible para mejorar los peores aspectos del plan de la Treuhand griega. Consiguió que el fondo tuviera su sede en Atenas y también la importante concesión por parte de los acreedores de Grecia (la llamada troika, compuesta por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) de que se pudieran prolongar las ventas durante treinta años, en lugar de sólo tres. Esto fue crucial, puesto que permitirá al Estado griego conservar los activos devaluados hasta que su precio se recupere de los actuales bajos niveles inducidos por la recesión.

Lamentablemente, la Treuhand griega sigue siendo una abominación, y debería ser un estigma en la conciencia de Europa. Peor aún: es una oportunidad desaprovechada.

El plan es políticamente tóxico porque el fondo, aun domiciliado en Grecia, será administrado en realidad por la troika. También es financieramente nocivo, porque los ingresos irán destinados a amortizar los intereses de una deuda que, como ahora reconoce el propio FMI, es imposible de pagar; y falla económicamente, puesto que desaprovecha una maravillosa oportunidad para crear inversiones locales encaminadas a contrarrestar el recesivo impacto de la punitiva consolidación fiscal que también forma parte de las "condiciones" fijadas en la cumbre del 12 de julio.

"El plan es políticamente tóxico, porque aunque el fondo esté domiciliado en Grecia, en realidad será administrado por la troika".



No tenía por qué ser así. El 19 de junio, presenté ante el Gobierno alemán y la troika una propuesta alternativa, como parte de un documento titulado Poner fin a la crisis griega:

El Gobierno griego propone juntar los activos públicos (excluyendo los pertinentes para la seguridad, los servicios públicos y el patrimonio cultural) en un holding central, independiente de la Administración gubernamental y que se gestione como entidad privada bajo la tutela del Parlamento griego y con el objetivo de lograr el mayor valor de sus activos subyacentes y crear una corriente inversora nacional. El Estado griego será el único accionista, pero no garantizará sus obligaciones ni su deuda.


Ese holding desempeñaría un papel activo en la preparación de los activos para su venta. Emitiría "un bono con plena garantía de los mercados internacionales de capitales" para recaudar entre 30.000 y 40.000 millones de euros (entre 32.000 y 43.000 millones de dólares), que, "teniendo en cuenta el valor actual de los activos", se invertirían "en la modernización y la reestructuración de los activos que estén bajo su gestión".

El plan preveía un programa de inversión de entre tres y cuatro años, a través del cual habría un "gasto suplementario del cinco por ciento del PIB por año", lo que en las condiciones macroeconómicas actuales supondría "un positivo efecto multiplicador del crecimiento de más del 1,5", lo que "debería impulsar el crecimiento nominal del PIB a un nivel por encima del cinco por ciento durante varios años".

Esto induciría, a su vez, "aumentos proporcionales de los ingresos tributarios", lo que "contribuiría a la sostenibilidad fiscal, al tiempo que permitiría al Gobierno griego ejercer una disciplina en materia de gasto sin contraer más la economía social".

"En un punto de inflexión en la historia de Europa, nuestra alternativa innovadora fue tirada a la papelera".



En ese supuesto, el superávit primario (que excluye el pago de intereses) "alcanzaría, con el tiempo, magnitudes de velocidad de escape en términos absolutos y porcentuales". A consecuencia de ello, se concedería al holding "una licencia bancaria" al cabo de uno o dos años, "con lo que pasaría a ser un banco de desarrollo de pleno derecho, capacitado para atraer inversiones privadas a Grecia y participar en proyectos de colaboración con el Banco Europeo de Inversiones".

El banco de desarrollo que propusimos permitiría "al Gobierno elegir qué activos se privatizarían y cuáles no, al tiempo que garantizaría una mayor repercusión en la reducción de la deuda de las privatizaciones seleccionadas". Al fin y al cabo, "los valores de los activos deberían aumentar en un importe real mayor que el gastado en la modernización y la reestructuración, ayudados por un programa de colaboración entre las entidades públicas y privadas, cuyo valor aumentaría conforme a la probabilidad de la futura privatización".

Nuestra propuesta fue acogida con un silencio ensordecedor. Más concretamente, el Eurogrupo de ministros de Finanzas de la eurozona y la troika siguieron filtrando a los medios de comunicación mundiales que las autoridades griegas no tenían propuestas innovadoras y creíbles que ofrecer: su consigna habitual.

Unos días después, una vez que las autoridades comprendieron que el Gobierno griego estaba a punto de capitular ante las exigencias de la troika, consideraron oportuno imponer a Grecia su degradante, pernicioso y poco imaginativo modelo de Treuhand.

En un punto de inflexión de la historia europea, nuestra innovadora propuesta alternativa fue tirada a la papelera. Y ahí permanece, para que otros la rescaten.

Este blog fue publicado originalmente en The World Post y ha sido traducido del inglés por María Ulzurrun.

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