Desde la crisis griega, la pregunta es un grito sordo, a lo Munch. ¿Ha regresado el miedo a Alemania? La explosión sónica se extiende entre la gente, pese a lo políticamente incorrecto de la sensación y contra la voluntad del establishment de la Unión Europea, que no sabe qué hacer para eludirla.
Las empresas demoscópicas realizan encuestas de uso interno para grandes corporaciones, pero nunca se publicarán. Las preguntas llevan implícito el concepto del miedo a un nuevo Reich, ahora apoyado en la hegemonía económica. La respuesta a los institutos encuestadores es lógica: la gente está al lado de Grecia en términos de justicia, ven a los griegos como las víctimas.
Pero, cuando les preguntas a quién quieren parecerse, eligen a los alemanes. Mejor ser ganador y poderoso. Los europeos quieren ser como los ricos, respetados, y permitirse la piedad para con las víctimas, coinciden los demoscópicos.
Como disculpa al temor que asoma en el personal de andar por casa, cabe recordar que el aliento frío del vecino del Norte en la nuca de Alexis Tsipras ya lo han sentido los otros presidentes de la Unión Europea, por más que lo disimulen. Como escribía Bernardo de Miguel, el escarmiento en las barbas de Grecia ha sido para todos:
Si las tripas de nuestros líderes se contraen, ¿cómo no se van a encoger nuestras entrañas cuando vemos la senda de salida marcada a los griegos por Merkel y Schäuble por rebelarse? Hay miles de matices hacia ese temblor que se extiende por el imaginario colectivo del europeo sureño.
Por ejemplo, el comportamiento alemán desde el fin de la II Guerra Mundial. Ellos mismos esculpieron en su memoria y la nuestra el never again, never alone (nunca más, nunca más solos). O las figuras de estadistas alemanes como Helmut Schmidt y Helmut Kohl advirtiendo sobre la necesidad imperiosa de una Alemania europea, nunca una Europa alemana; la amplitud de miras con la que han contribuido a la UE tras la unificación...
Pero, con el corralito impuesto a Grecia y la humillación del tercer rescate -imposible de cumplir-, se han escalado muchos peldaños hacia la cima de una escalera montada sobre la senda de la austeridad que han dictado desde 2008 para los juerguistas del sur. Que hayan tenido escaso éxito no es culpa de la receta, sino de la forma en que nos la aplicamos. Que los alemanes no estén solos en el castigo ejemplarizante infligido a Grecia -o al menos así lo entienden los griegos, y muchos de sus vecinos- no mitiga la acidez de estómago, al contrario. Ni cien sobres de Almax en una sola dosis servirían.
Alguna razón para los ardores digestivos debemos de tener cuando hasta el sabio de entre los sabios opina sobre el oscuro futuro. El pasado fin de semana, las reflexiones del último gran filósofo alemán de posguerra vivo, Jürgen Habermas, alimentaban los temores de los pesimistas. Para Habermas, el episodio griego ha puesto en evidencia una Alemania convertida en "el disciplinador en jefe de Europa":
"Con ello, y por vez primera, el gobierno (alemán) declaró manifiestamente su voluntad de imponer una hegemonía alemana a Europa. Así, en cualquier caso, se ven las cosas en el resto de Europa, y esa percepción define la realidad que cuenta. Mucho me temo que el gobierno alemán, incluida su ala socialdemócrata, ha dilapidado en una noche todo el capital político que una mejor Alemania había acumulado en medio siglo. Y con 'mejor', quiero decir una Alemania caracterizada por una mayor sensibilidad política y una mentalidad postnacional", señala el filósofo alemán.
Habermas va más allá y pone un dedo en la llaga, ya que Grecia se ha convertido en un protectorado, lo que "contradice abiertamente los principios democráticos de la Unión Europea, y con ello se ha roto la base de la UE".
Para intentar poner algo de orden en la úlcera de estómago antes de que nos arruine el verano -las grandes crisis del siglo XX también estallaron por asuntos nimios mientras las élites descansaban en magníficos balnearios-, consultamos a catedráticos, políticos y filósofos que conocen bien Alemania. O bien porque han estudiado allí o bien por razones familiares. O ambas cosas a la vez. Unos intentan quitarnos el miedo para que no se cronifique, otros nos envían directamente al quirófano.
El filósofo Reyes Mate ha dedicado parte de su obra a investigar la dimensión política de la razón, la memoria y el papel de la filosofía después del Holocausto y Auschwitz. Vivió y estudió siete años en Alemania.
"Algo está pasando", responde a la cuestión de si hay miedo a los alemanes. "La semana pasada, en el Bundestag, hubo voces y críticas no sólo a las medidas económicas, sino al papel de Alemania. Hay un cambio perceptible y real desde que el canciller Kohl dijo aquello de que, pese a que 'estamos bien con el marco, los alemanes estamos más tranquilos con el euro, porque prefiero una Alemania europea que una Europa alemana'. El debate del otro día iba en ese sentido de qué estaban haciendo los alemanes. Helmut Schmidt, hace unos años, criticó a Merkel porque la generación política de después de la II Guerra Mundial tenía claro que Alemania no podía traducir su peso económico en peso político. El viejo canciller recordaba que en esa traducción había que estar un paso por detrás", señala el filósofo.
El profesor Mate habla de cómo ha aflorado una nueva generación de políticos alemanes que cree que la responsabilidad por la II Guerra Mundial ha terminado. Él escuchó al viejo Jürgen Habermas en una conferencia en Madrid hace un par de años en el Instituto de Filosofía, donde tocaba ese asunto precisamente, un tema central en la memoria del filósofo alemán, como recuerda su colega español.
"Alemania, cuando ha sido nacionalista, no ha sido democrática, y cuando ha sido democrática, no ha sido nacionalista. Hasta la caída del muro de Berlín, el SPD (el partido de la socialdemocracia alemana) acababa sus congresos con una declaración sobre la reunificación, hablando de la reconstrucción europea, no de la reconstrucción alemana".
¿Desaparecida esa generación? No precisamente; el halcón que es el ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, tiene 73 años y no ha dudado en marcar con el dedo índice el camino del exit a Grecia. Mate introduce un matiz sobre la personalidad del ministro. "Schäuble pertenece al grupo de los demócratas cristianos bávaros, que siempre han ido a remolque de esa generación histórica europeísta".
Frente a halcones como el titular de Finanzas, siempre quedan palomas -que influyen poco- como el presidente de Alemania, Joachim Gauck, el abogado alemán de Grecia en palabras del filósofo español, quien en esta crisis ha osado insistir en que no había que aparcar las declaraciones de Grecia sobre la reivindicación de la deuda alemana por la II Guerra Mundial porque, aunque económicamente se habían saldado en 1960, la deuda moral sigue vigente.
Lo que le preocupa a Reyes Mate es que "los alemanes nunca han sabido manejar su protagonismo histórico. Viví allí desde 1965 hasta 1972 y nunca oí hablar de estas cosas, ni del Holocausto ni de las responsabilidades. Los hijos exigían a sus padres que se preguntaran, pero no más. A partir de 1968, el fascismo es el extremo de la extrema derecha, pero hasta los años 80 no entra en la opinión pública la conciencia histórica. Ese capital se está gastando ahora, y voces como la de Habermas son una rareza hoy en día. Incluso los filósofos que conozco son muy técnicos, se ocupan de una parcela. La tendencia es a desaparecer la filosofía de la conciencia. La construcción de la conciencia crítica que ellos mismos crearon de una forma brillante, ahora brilla por su ausencia".
Y sin embargo, aún tenemos grabadas en nuestra retina las imágenes recientes ante los campos de concentración por el aniversario del fin de la II Guerra Mundial, en las que la misma Ángela Merkel y los viejos líderes han recordado dónde renació la Europa de la posguerra. Lo dijo siempre, y lo subrayó con todo el énfasis de que era capaz, Jorge Semprún en su último discurso en Buchenwald, cuando, dirigiéndose a los jóvenes, les recordó que la Union Europea se crea sobre la experiencia de la barbarie y "su idea nació en los campos de exterminio", recuerda Reyes Mate.
A la conmemoración de los 70 años del fin de la guerra han acudido los presidentes de todas las potencias, las ganadoras y las derrotadas, Merkel y el presidente francés Francois Hollande del brazo. Hollande sólo aparece en los retratos, porque uno de los problemas graves de la nueva supremacía de Alemania en la UE se debe a la desaparición de su equilibrio natural, Francia, algo que echan de menos todos los expertos.
"El poder económico alemán ha resurgido también por falta de contrapesos como el francés o de los otros países. No hay políticos con formato histórico, han desaparecido", añade el filósofo. "Esto no hubiera pasado si De Gaulle o Mitterrand estuvieran vivos. ¿Qué va a saber Hollande, que es un acomplejado, de la conciencia histórica? Nada. Y Francia era el único país que podía equilibrar el eje. En la sapiencia de Mariano Rajoy sobre el proceso de memoria y deuda histórica, ni me paro".
La charla con Mate acaba con un regreso a su inicio, el miedo a los alemanes. Más que miedo, "sí estoy sorprendido por la rapidez del cambio con que se están produciendo estas cosas, pero hoy no es como en el periodo de entreguerras, donde la corriente antisemita se extendía por toda Europa. Ahora los alemanes son muy razonables hasta que dejan de serlo".
Ligeramente más optimista es el catedrático en Ciencia Política y de la Administración Fernando Vallespín, otro intelectual que ha pasado por las universidades alemanas y que admira su aportación histórica al pensamiento -como todo aquél que ha estudiado en Alemania- y, a su vez, conoce bien Grecia. Vallespín pone más énfasis en la ausencia de Francia.
"El miedo a Alemania es el silencio de Francia. Hasta la reunificación, estábamos acostumbrados a que el eje franco-alemán fuera del brazo, pero desde entonces ha sucedido lo que Mitterrand temía, que el equilibrio del eje se ha roto porque el potencial económico de Alemania ha aumentado, pero también por la ausencia de Francia. El poder superlativo de Alemania también se debe a que los británicos dicen: 'Oigan, a mí no me metan en ningún lío, que yo ya tengo un pie fuera de la UE. A mí no me da miedo Alemania, lo que me preocupa es la descomposición de la Unión Europea", reflexiona quien ha sido profesor visitante en Heidelberg y Frankfurt, pero también en Harvard.
Quizá por eso, el catedrático defiende que no hay que tener ese miedo tradicional a Alemania asociado a la nación alemana. "El temor ahora es a lo que representa Alemania como país que tutela los intereses predominantes en los mercados mundiales y está enfocado a imponer a Europa esas reglas, como la de que quien no innova está muerto. En realidad, impone las mismas reglas que el Reino Unido, solo que los británicos lo tienen ya representado en la City. Lo que no se esperaba quizá era que el más poderoso se pusiera del lado de los poderosos, pero eso no es visualizar a Merkel con el bigotito de Hitler, cosa que a los alemanes les horroriza".
Es obvio que Merkel y Schäuble juegan al policía bueno y al policía malo, pero el profesor Vallespín defiende que hay que hacer un esfuerzo por entender y ver cómo viven los alemanes desde dentro una situación muy compleja. "Alemania es prusiana y no está dispuesta a aguantar al gorrón, algo intrínseco en la teoría protestante. 'No vamos a dar dinero para que los griegos se jubilen a los 54 años y no paguen impuestos'. Por eso, hasta los socialdemócratas como Gabriel, vicecanciller y ministro de Economía alemán, han mantenido posiciones tan calladas, porque Gabriel estaba de acuerdo con Merkel, mirando a sus votantes", señala.
"Los griegos dicen que no a unas medidas que dependen del dinero que pongan los alemanes. Es como el que presta dinero a un amigo, una y otra vez, hasta que ve que no sirve de nada, que lo malgasta. Los hijos y los nietos del amigo puede que no tengan la culpa de que el padre sea un pésimo administrador, pero es que tú sigues poniendo el dinero y llega un momento en que lo que te planteas es que tienes derecho a cobrarlo. Para los alemanes y su protestantismo", sigue Vallespín, "el derecho a cobrar las deudas está tan claro que ni moral ni jurídicamente les supone un problema. Esa es la mentalidad protestante, mientras que la católica es más de perdonar".
Dentro de ese contexto, tanto Merkel como Schäuble son conscientes de que el plan para Grecia es impagable, pero piensan: "Que lo haga el gobierno que venga detrás". "El problema es que en Europa no hay liderazgo", coincide el politólogo de la Autónoma con el filósofo Mate. "Y la opinión pública asume lo que dicen los medios de comunicación sobre que si Grecia no quiere construir un estado, nosotros los alemanes no podemos construirlo por ustedes".
Con la llegada de Syriza, se suma el elemento nacionalista que ya estaba presente. Grecia es un país nacido del nacionalismo romántico frente al turco. Fernando Vallespín también conoce bien a los griegos: "Tienen una visión de sí mismos como los fundadores de la democracia de hace 2.500 años. Que sean un poco autocríticos, que también tomaron hipotecas a 40 años y vacaciones en Tailandia, como hemos hecho los demás. En alemán, la palabra endeudarse e inculparse, SCHULD, tiene el mismo sentido, es única, lo cual explica que tú, cuando asumes una deuda, te inculpas. Los alemanes no tienen casas en propiedad, prefieren alquilar, porque no quieren deber nada a los bancos".
El catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Complutense de Madrid y cátedra Jean Monnet de Cultura Jurídica Europea, así como miembro del Internacional Scientific Committee, Centre for European Constitutional Law, entre otras actividades, estudió y vivió en Alemania, país con el que mantiene vínculos familiares.
"¿Hay que estar preocupados con Alemania? Sí, hay que estarlo. Viven ensimismados y son incapaces de ponerse en la piel del otro. Son muy dados a moralizar, a sacar el índice señalando al otro por lo que ha hecho mal. Cuando no tienen poder, con los alemanes se puede vivir muy bien, pero cuando lo tienen apuntan con el moralizante dedo índice levantado. El asunto es que ahora falla el equilibrio en la UE", explica López Pina, que como los anteriores no quiere cargar las tintas solo sobre Alemania.
"Yo soy francófilo, y en Europa sin Francia no se puede hacer nada. Las élites francesas ya no son lo que eran. La Francia idealizable está descompuesta, y eso concurre en un momento en el que Alemania puede sacar pecho, y lo hace. Cuando Varoufakis cuenta que se reúne con Schäuble y éste le dice que no hay nada que hacer, es que Schäuble ha perdido la noción de la realidad. Conocí a Schäuble en 1999, hace 16 años, porque estábamos en Frankfurt y un colega me dijo, vente a oírle, da una conferencia. Y sí, me convenció, porque entonces defendía la necesidad de que Alemania siguiera siendo ante todo europea, y ahora justo es el abanderado de la idea contraria, la Europa alemana, y eso le pone a uno los pelos de punta", reconoce el jurista.
No es el único que se sorprende de la evolución del bávaro, que en los años 90 fue precisamente Premio Carlomagno por su contribución a la creación de la Unión Europea. ¡Qué tiempos!
Lopez Pina también habla de los medios y el papel que juegan. A falta de estadistas, los alemanes de derechas "tienen a la opinión pública entregada y no cuentan con freno de ningún tipo. Ellos han sido muy críticos siempre, incluso entre ellos. Pero ahora, cuando hay un debate dentro del Bundestag y habla Die Linke (la Izquierda) -los discursos de Sahra Wagenknecht por ejemplo- los demás se carcajean, se ríen de lo que dicen y eso me preocupa".
Lo más inquietante de la situación para el exsenador y miembro de la Generación del 56 es que "el concepto de responsabilidad histórica se pierde hoy entre ellos. En el 53 les perdonaron la deuda, pero no se tiene en cuenta. Sí, estoy inquieto aunque la historia está por escribir. Como dice Romano Prodi en esa reciente entrevista en Le Monde sobre el acuerdo de rescate a Grecia: 'Hemos evitado lo peor, pero hemos creado el mal".
Las empresas demoscópicas realizan encuestas de uso interno para grandes corporaciones, pero nunca se publicarán. Las preguntas llevan implícito el concepto del miedo a un nuevo Reich, ahora apoyado en la hegemonía económica. La respuesta a los institutos encuestadores es lógica: la gente está al lado de Grecia en términos de justicia, ven a los griegos como las víctimas.
Pero, cuando les preguntas a quién quieren parecerse, eligen a los alemanes. Mejor ser ganador y poderoso. Los europeos quieren ser como los ricos, respetados, y permitirse la piedad para con las víctimas, coinciden los demoscópicos.
Como disculpa al temor que asoma en el personal de andar por casa, cabe recordar que el aliento frío del vecino del Norte en la nuca de Alexis Tsipras ya lo han sentido los otros presidentes de la Unión Europea, por más que lo disimulen. Como escribía Bernardo de Miguel, el escarmiento en las barbas de Grecia ha sido para todos:
"Francia (con un presupuesto en números rojos desde 1974) e Italia (con una deuda pública del 132% del PIB) han visto pasar por encima la sartén del Grexit. Londres y Budapest, que esgrimen a menudo la amenaza de sus propias salidas, han podido vislumbrar el escenario que hay tras la puerta marcada con exit. Y el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, observa de reojo a Artur Mas y Pablo Iglesias, para ver si han tomado nota de que nadie tiene garantizada su plaza en la Unión Europea."
Si las tripas de nuestros líderes se contraen, ¿cómo no se van a encoger nuestras entrañas cuando vemos la senda de salida marcada a los griegos por Merkel y Schäuble por rebelarse? Hay miles de matices hacia ese temblor que se extiende por el imaginario colectivo del europeo sureño.
Por ejemplo, el comportamiento alemán desde el fin de la II Guerra Mundial. Ellos mismos esculpieron en su memoria y la nuestra el never again, never alone (nunca más, nunca más solos). O las figuras de estadistas alemanes como Helmut Schmidt y Helmut Kohl advirtiendo sobre la necesidad imperiosa de una Alemania europea, nunca una Europa alemana; la amplitud de miras con la que han contribuido a la UE tras la unificación...
Pero, con el corralito impuesto a Grecia y la humillación del tercer rescate -imposible de cumplir-, se han escalado muchos peldaños hacia la cima de una escalera montada sobre la senda de la austeridad que han dictado desde 2008 para los juerguistas del sur. Que hayan tenido escaso éxito no es culpa de la receta, sino de la forma en que nos la aplicamos. Que los alemanes no estén solos en el castigo ejemplarizante infligido a Grecia -o al menos así lo entienden los griegos, y muchos de sus vecinos- no mitiga la acidez de estómago, al contrario. Ni cien sobres de Almax en una sola dosis servirían.
Alguna razón para los ardores digestivos debemos de tener cuando hasta el sabio de entre los sabios opina sobre el oscuro futuro. El pasado fin de semana, las reflexiones del último gran filósofo alemán de posguerra vivo, Jürgen Habermas, alimentaban los temores de los pesimistas. Para Habermas, el episodio griego ha puesto en evidencia una Alemania convertida en "el disciplinador en jefe de Europa":
"Con ello, y por vez primera, el gobierno (alemán) declaró manifiestamente su voluntad de imponer una hegemonía alemana a Europa. Así, en cualquier caso, se ven las cosas en el resto de Europa, y esa percepción define la realidad que cuenta. Mucho me temo que el gobierno alemán, incluida su ala socialdemócrata, ha dilapidado en una noche todo el capital político que una mejor Alemania había acumulado en medio siglo. Y con 'mejor', quiero decir una Alemania caracterizada por una mayor sensibilidad política y una mentalidad postnacional", señala el filósofo alemán.
Habermas va más allá y pone un dedo en la llaga, ya que Grecia se ha convertido en un protectorado, lo que "contradice abiertamente los principios democráticos de la Unión Europea, y con ello se ha roto la base de la UE".
Para intentar poner algo de orden en la úlcera de estómago antes de que nos arruine el verano -las grandes crisis del siglo XX también estallaron por asuntos nimios mientras las élites descansaban en magníficos balnearios-, consultamos a catedráticos, políticos y filósofos que conocen bien Alemania. O bien porque han estudiado allí o bien por razones familiares. O ambas cosas a la vez. Unos intentan quitarnos el miedo para que no se cronifique, otros nos envían directamente al quirófano.
Alemania, cuando ha sido nacionalista, no ha sido democrática, y cuando ha sido democrática, no ha sido nacionalista.Reyes Mate
El filósofo Reyes Mate ha dedicado parte de su obra a investigar la dimensión política de la razón, la memoria y el papel de la filosofía después del Holocausto y Auschwitz. Vivió y estudió siete años en Alemania.
"Algo está pasando", responde a la cuestión de si hay miedo a los alemanes. "La semana pasada, en el Bundestag, hubo voces y críticas no sólo a las medidas económicas, sino al papel de Alemania. Hay un cambio perceptible y real desde que el canciller Kohl dijo aquello de que, pese a que 'estamos bien con el marco, los alemanes estamos más tranquilos con el euro, porque prefiero una Alemania europea que una Europa alemana'. El debate del otro día iba en ese sentido de qué estaban haciendo los alemanes. Helmut Schmidt, hace unos años, criticó a Merkel porque la generación política de después de la II Guerra Mundial tenía claro que Alemania no podía traducir su peso económico en peso político. El viejo canciller recordaba que en esa traducción había que estar un paso por detrás", señala el filósofo.
El profesor Mate habla de cómo ha aflorado una nueva generación de políticos alemanes que cree que la responsabilidad por la II Guerra Mundial ha terminado. Él escuchó al viejo Jürgen Habermas en una conferencia en Madrid hace un par de años en el Instituto de Filosofía, donde tocaba ese asunto precisamente, un tema central en la memoria del filósofo alemán, como recuerda su colega español.
"Alemania, cuando ha sido nacionalista, no ha sido democrática, y cuando ha sido democrática, no ha sido nacionalista. Hasta la caída del muro de Berlín, el SPD (el partido de la socialdemocracia alemana) acababa sus congresos con una declaración sobre la reunificación, hablando de la reconstrucción europea, no de la reconstrucción alemana".
¿Desaparecida esa generación? No precisamente; el halcón que es el ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, tiene 73 años y no ha dudado en marcar con el dedo índice el camino del exit a Grecia. Mate introduce un matiz sobre la personalidad del ministro. "Schäuble pertenece al grupo de los demócratas cristianos bávaros, que siempre han ido a remolque de esa generación histórica europeísta".
Frente a halcones como el titular de Finanzas, siempre quedan palomas -que influyen poco- como el presidente de Alemania, Joachim Gauck, el abogado alemán de Grecia en palabras del filósofo español, quien en esta crisis ha osado insistir en que no había que aparcar las declaraciones de Grecia sobre la reivindicación de la deuda alemana por la II Guerra Mundial porque, aunque económicamente se habían saldado en 1960, la deuda moral sigue vigente.
Lo que le preocupa a Reyes Mate es que "los alemanes nunca han sabido manejar su protagonismo histórico. Viví allí desde 1965 hasta 1972 y nunca oí hablar de estas cosas, ni del Holocausto ni de las responsabilidades. Los hijos exigían a sus padres que se preguntaran, pero no más. A partir de 1968, el fascismo es el extremo de la extrema derecha, pero hasta los años 80 no entra en la opinión pública la conciencia histórica. Ese capital se está gastando ahora, y voces como la de Habermas son una rareza hoy en día. Incluso los filósofos que conozco son muy técnicos, se ocupan de una parcela. La tendencia es a desaparecer la filosofía de la conciencia. La construcción de la conciencia crítica que ellos mismos crearon de una forma brillante, ahora brilla por su ausencia".
Y sin embargo, aún tenemos grabadas en nuestra retina las imágenes recientes ante los campos de concentración por el aniversario del fin de la II Guerra Mundial, en las que la misma Ángela Merkel y los viejos líderes han recordado dónde renació la Europa de la posguerra. Lo dijo siempre, y lo subrayó con todo el énfasis de que era capaz, Jorge Semprún en su último discurso en Buchenwald, cuando, dirigiéndose a los jóvenes, les recordó que la Union Europea se crea sobre la experiencia de la barbarie y "su idea nació en los campos de exterminio", recuerda Reyes Mate.
A la conmemoración de los 70 años del fin de la guerra han acudido los presidentes de todas las potencias, las ganadoras y las derrotadas, Merkel y el presidente francés Francois Hollande del brazo. Hollande sólo aparece en los retratos, porque uno de los problemas graves de la nueva supremacía de Alemania en la UE se debe a la desaparición de su equilibrio natural, Francia, algo que echan de menos todos los expertos.
"El poder económico alemán ha resurgido también por falta de contrapesos como el francés o de los otros países. No hay políticos con formato histórico, han desaparecido", añade el filósofo. "Esto no hubiera pasado si De Gaulle o Mitterrand estuvieran vivos. ¿Qué va a saber Hollande, que es un acomplejado, de la conciencia histórica? Nada. Y Francia era el único país que podía equilibrar el eje. En la sapiencia de Mariano Rajoy sobre el proceso de memoria y deuda histórica, ni me paro".
La charla con Mate acaba con un regreso a su inicio, el miedo a los alemanes. Más que miedo, "sí estoy sorprendido por la rapidez del cambio con que se están produciendo estas cosas, pero hoy no es como en el periodo de entreguerras, donde la corriente antisemita se extendía por toda Europa. Ahora los alemanes son muy razonables hasta que dejan de serlo".
Para los alemanes y su protestantismo, el derecho a cobrar las deudas está tan claro que ni moral ni jurídicamente les supone un problema. Esa es la mentalidad protestante, mientras que la católica es más de perdonar.Fernando Vallespín
Ligeramente más optimista es el catedrático en Ciencia Política y de la Administración Fernando Vallespín, otro intelectual que ha pasado por las universidades alemanas y que admira su aportación histórica al pensamiento -como todo aquél que ha estudiado en Alemania- y, a su vez, conoce bien Grecia. Vallespín pone más énfasis en la ausencia de Francia.
"El miedo a Alemania es el silencio de Francia. Hasta la reunificación, estábamos acostumbrados a que el eje franco-alemán fuera del brazo, pero desde entonces ha sucedido lo que Mitterrand temía, que el equilibrio del eje se ha roto porque el potencial económico de Alemania ha aumentado, pero también por la ausencia de Francia. El poder superlativo de Alemania también se debe a que los británicos dicen: 'Oigan, a mí no me metan en ningún lío, que yo ya tengo un pie fuera de la UE. A mí no me da miedo Alemania, lo que me preocupa es la descomposición de la Unión Europea", reflexiona quien ha sido profesor visitante en Heidelberg y Frankfurt, pero también en Harvard.
Quizá por eso, el catedrático defiende que no hay que tener ese miedo tradicional a Alemania asociado a la nación alemana. "El temor ahora es a lo que representa Alemania como país que tutela los intereses predominantes en los mercados mundiales y está enfocado a imponer a Europa esas reglas, como la de que quien no innova está muerto. En realidad, impone las mismas reglas que el Reino Unido, solo que los británicos lo tienen ya representado en la City. Lo que no se esperaba quizá era que el más poderoso se pusiera del lado de los poderosos, pero eso no es visualizar a Merkel con el bigotito de Hitler, cosa que a los alemanes les horroriza".
Es obvio que Merkel y Schäuble juegan al policía bueno y al policía malo, pero el profesor Vallespín defiende que hay que hacer un esfuerzo por entender y ver cómo viven los alemanes desde dentro una situación muy compleja. "Alemania es prusiana y no está dispuesta a aguantar al gorrón, algo intrínseco en la teoría protestante. 'No vamos a dar dinero para que los griegos se jubilen a los 54 años y no paguen impuestos'. Por eso, hasta los socialdemócratas como Gabriel, vicecanciller y ministro de Economía alemán, han mantenido posiciones tan calladas, porque Gabriel estaba de acuerdo con Merkel, mirando a sus votantes", señala.
"Los griegos dicen que no a unas medidas que dependen del dinero que pongan los alemanes. Es como el que presta dinero a un amigo, una y otra vez, hasta que ve que no sirve de nada, que lo malgasta. Los hijos y los nietos del amigo puede que no tengan la culpa de que el padre sea un pésimo administrador, pero es que tú sigues poniendo el dinero y llega un momento en que lo que te planteas es que tienes derecho a cobrarlo. Para los alemanes y su protestantismo", sigue Vallespín, "el derecho a cobrar las deudas está tan claro que ni moral ni jurídicamente les supone un problema. Esa es la mentalidad protestante, mientras que la católica es más de perdonar".
Dentro de ese contexto, tanto Merkel como Schäuble son conscientes de que el plan para Grecia es impagable, pero piensan: "Que lo haga el gobierno que venga detrás". "El problema es que en Europa no hay liderazgo", coincide el politólogo de la Autónoma con el filósofo Mate. "Y la opinión pública asume lo que dicen los medios de comunicación sobre que si Grecia no quiere construir un estado, nosotros los alemanes no podemos construirlo por ustedes".
Con la llegada de Syriza, se suma el elemento nacionalista que ya estaba presente. Grecia es un país nacido del nacionalismo romántico frente al turco. Fernando Vallespín también conoce bien a los griegos: "Tienen una visión de sí mismos como los fundadores de la democracia de hace 2.500 años. Que sean un poco autocríticos, que también tomaron hipotecas a 40 años y vacaciones en Tailandia, como hemos hecho los demás. En alemán, la palabra endeudarse e inculparse, SCHULD, tiene el mismo sentido, es única, lo cual explica que tú, cuando asumes una deuda, te inculpas. Los alemanes no tienen casas en propiedad, prefieren alquilar, porque no quieren deber nada a los bancos".
Yo soy francófilo, y en Europa sin Francia no se puede hacer nada. Las élites francesas ya no son lo que eran. La Francia idealizable está descompuesta, y eso concurre en un momento en el que Alemania puede sacar pecho, y lo hace.Antonio López Pina
El catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Complutense de Madrid y cátedra Jean Monnet de Cultura Jurídica Europea, así como miembro del Internacional Scientific Committee, Centre for European Constitutional Law, entre otras actividades, estudió y vivió en Alemania, país con el que mantiene vínculos familiares.
"¿Hay que estar preocupados con Alemania? Sí, hay que estarlo. Viven ensimismados y son incapaces de ponerse en la piel del otro. Son muy dados a moralizar, a sacar el índice señalando al otro por lo que ha hecho mal. Cuando no tienen poder, con los alemanes se puede vivir muy bien, pero cuando lo tienen apuntan con el moralizante dedo índice levantado. El asunto es que ahora falla el equilibrio en la UE", explica López Pina, que como los anteriores no quiere cargar las tintas solo sobre Alemania.
"Yo soy francófilo, y en Europa sin Francia no se puede hacer nada. Las élites francesas ya no son lo que eran. La Francia idealizable está descompuesta, y eso concurre en un momento en el que Alemania puede sacar pecho, y lo hace. Cuando Varoufakis cuenta que se reúne con Schäuble y éste le dice que no hay nada que hacer, es que Schäuble ha perdido la noción de la realidad. Conocí a Schäuble en 1999, hace 16 años, porque estábamos en Frankfurt y un colega me dijo, vente a oírle, da una conferencia. Y sí, me convenció, porque entonces defendía la necesidad de que Alemania siguiera siendo ante todo europea, y ahora justo es el abanderado de la idea contraria, la Europa alemana, y eso le pone a uno los pelos de punta", reconoce el jurista.
No es el único que se sorprende de la evolución del bávaro, que en los años 90 fue precisamente Premio Carlomagno por su contribución a la creación de la Unión Europea. ¡Qué tiempos!
Lopez Pina también habla de los medios y el papel que juegan. A falta de estadistas, los alemanes de derechas "tienen a la opinión pública entregada y no cuentan con freno de ningún tipo. Ellos han sido muy críticos siempre, incluso entre ellos. Pero ahora, cuando hay un debate dentro del Bundestag y habla Die Linke (la Izquierda) -los discursos de Sahra Wagenknecht por ejemplo- los demás se carcajean, se ríen de lo que dicen y eso me preocupa".
Lo más inquietante de la situación para el exsenador y miembro de la Generación del 56 es que "el concepto de responsabilidad histórica se pierde hoy entre ellos. En el 53 les perdonaron la deuda, pero no se tiene en cuenta. Sí, estoy inquieto aunque la historia está por escribir. Como dice Romano Prodi en esa reciente entrevista en Le Monde sobre el acuerdo de rescate a Grecia: 'Hemos evitado lo peor, pero hemos creado el mal".