"El hombre es la única criatura que rechaza ser lo que es". Albert Camus
Imagen: Always Shooting
Fieras, bestias, bichos, mascotas, ganado, fauna... Nosotros somos diferentes, mejores, más listos, audaces, imaginativos... ¿seguro?
En estos bochornosos días en que célebres leones de nombre francés pierden la vida a manos de dentistas norteamericanos amantes de la pólvora y los autorretratos, no dejo de hacerme preguntas. En estos días, en que cuatro de cada diez habitantes de la tierra no cree o no le importa el cambio climático, se me ocurre una idea. En estos días en que algunas de las más de siete mil millones de personas que habitan el planeta hablan de una sexta extinción de las especies sobre la Tierra, mi pregunta y la idea toman forma, aquí y ahora.
La pregunta es: dentro de este mundo al que sometemos y transformamos a nuestro antojo, ¿sabemos quienes somos, conocemos la esencia humana?
Y para intentar hallar respuestas a semejante pregunta, me propongo hoy una tarea un tanto más modesta, responder primero a lo siguiente: ¿somos, de verdad, tan diferentes del resto de los animales? La idea es preguntarles a ustedes antes de analizar el tema a fondo. Estas son algunas de las respuestas que he recibido a través de las redes sociales:
Aunque sería imposible tratar de abordar cada una de las respuestas recibidas, les ofrezco mi análisis sobre un par de ellas. Mi intención no es la de contradecir a los lectores o darles la razón, sino simplemente presentarles algunos estudios y reflexionar sobre ideas que tal vez deberíamos replantearnos.
Inteligencia animal
Cuando escribí La magia de Messi, el cerebro de Einstein y el pensamiento divergente, hubo algunas personas que se horrorizaron. ¿Cómo me atrevía yo a postular similitudes en ciertas capacidades cognitivas (véase, la creatividad) entre un científico y un futbolista? La mejor respuesta me la dio otro lector: tal vez deberíamos apartar por un momento la idea de que hay inteligencias que están por encima de las demás, aceptar que simplemente hay diferentes tipos de inteligencias o capacidades cognitivas. Porque esto mismo es lo que nos podría estar pasando también con los animales, que nos estamos poniendo, tal vez injustamente, uno o varios peldaños por encima de ellos. Y es que las ideas de Descartes describiendo a los animales como casi autómatas sin pensamiento no han quedado del todo atrás para muchos. Más de trescientos años más tarde, incluso ilustres pensadores y filósofos de la ciencia como Mario Bunge se refieren a los animales como "seres inferiores".
"Mientras los animales inferiores sólo están en el mundo, el hombre trata de entenderlo, hacerse señor de él para hacerlo más confortable". Mario Bunge, filósofo de la ciencia
Sin embargo, la ciencia nos está demostrando cada día que, tal vez, estemos subestimando las capacidades cognitivas y la inteligencia de los animales. Y no me refiero solamente a primates, delfines o a otros grandes animales. Un estudio reciente publicado en la revista Nature sobre una especie de pulpo llamado Octopus bimaculoides, revela que éste posee grupos de genes relacionados con el desarrollo de complejas redes neuronales. Esto podría explicar por qué esta especie animal tiene una capacidad de aprendizaje asombrosa, capaz de resolver puzzles y utilizar herramientas. El cosmólogo Ben Moore, de la Universidad de Zúrich, llega incluso a decir: "El problema de los pulpos es que no tienen manos. Pero, tal vez en un millón de años, los pulpos tendrán un programa espacial mejor al nuestro".
"Tal vez en en un millón de años, los pulpos tendrán un programa espacial mejor al nuestro". Ben Moore, cosmólogo.
Izquierda: Imagen de fluorescencia de un ejemplar de pulpo 'Octopus bimaculoides' de un mes de vida. Derecha: joven chimpancé con un palo en la boca. Fuente: Zeiss Microscopy y Tambako The Jaguar, respectivamente, via flickr.com, licencia creative commons 2.0.
Uno de los argumentos esgrimidos para demostrar la superioridad del homo sapiens y su inteligencia ha sido que somos la única especie que aprende del pasado y planea el futuro, gracias a la capacidad de imaginarse a sí misma en diferentes situaciones, lo que se conoce como memoria episódica y viaje mental temporal. Sin embargo, ya existen estudios que indican que también los chimpancés podrían tener esta habilidad.
Por todo ello, asumiendo que, efectivamente, existen las inteligencias múltiples en humanos y distintos tipos de inteligencia en otros animales, uno debería tal vez plantearse marcar una línea divisoria desde varios puntos de vista entre capacidades cognitivas y qué es realmente ser inteligente. Un ejemplo de lo que trato decir, y a lo que volveré mas tarde, podría entenderse con la irónica anécdota que el Professor del MIT Noam Chomsky explicaba: "La razón de que los primates no hablen es que son más inteligentes que nosotros. Saben que si hablaran los usaríamos como esclavos".
Las habilidades necesarias para cultivar son las mismas que nos hacen humanos. Eudald Carbonell, co-director de Atapuerca
Pensamiento abstracto, creatividad y uso de herramientas
Otro de los pilares de la supuesta hegemonía intelectual de los humanos sobre el resto de los animales es el pensamiento abstracto. Sin embrago, cada vez existen más indicios de que otros animales podrían también disponer de esta capacidad. Por ejemplo, un estudio publicado en 2013 resaltaba que los orangutanes era capaces de discriminar entre grupos distintos de animales como mamíferos, pájaros y reptiles. Los investigadores también encontraron que otras especies de animales, como los perros, poseían capacidad de pensamiento abstracto mayores de lo que se pensaba.
Durante mucho tiempo se pensó también que los seres humanos éramos los únicos capaces de utilizar herramientas. Y no me refiero a los animales adiestrados, como es el caso de los famosos elefantes pintores. Muchos otros animales, como pájaros, delfines u orangutanes también utilizan herramientas en su hábitat natural. Eudald Carbonell, co-director de Atapuerca explica desde el huerto de su casa que, cultivar requiere las mismas habilidades que nos hace humanos. Sin embargo, podría ser que otras especies fueran también capaces de algo parecido. Por ejemplo, hace poco les explicaba tras mi visita a Micropia que hay ciertos tipos de hormigas que cultivan hongos para alimentar a sus crías.
Un buen ejemplo de inteligencia, creatividad y uso de herramientas lo pueden observar en el siguiente vídeo, donde un cuervo es capaz de obtener alimento al aprovechar algo que nosotros llamamos el principio de Arquímedes.
Consciencia, compasión, empatía, lenguaje y aprendizaje
El siete de julio de 2012, un grupo de eminentes científicos proclamaba en el Reino Unido la Declaración de Cambridge de la existencia de consciencia en animales no humanos. En ella se afirmaba que "Animales no humanos, incluyendo a todos los mamíferos y pájaros, pero también otras criaturas como los pulpos, poseen los sustratos neurológicos que generan la consciencia". Las afirmaciones de los científicos se hacían en base a hechos empíricos como, por ejemplo, la constatación de que otros animales también sueñan y se reconocen a sí mismos.
Pero es que la ciencia también va descubriendo, poco a poco, que hay otros animales que también muestran emociones, compasión y empatía. Existen algunos científicos, como el profesor Marc Bekoff, de la Universidad de Colorado, que mantienen que algunos animales tendrían incluso una cierta moral, lo cual les permitiría distinguir lo correcto de lo incorrecto. Por ejemplo, entre los chimpancés, existen códigos de conducta. Cuando un miembro del grupo, incumple con estos códigos, los otros miembros le castigan.
El profesor Frans de Waal, primatólogo y psicólogo que pasó años estudiando a chimpancés y bonobos, llega a proponer que el ser humano podría aprender mucho acerca del origen de la justicia y la moral de los primates.
Por lo que al lenguaje respecta, ahora sabemos que los animales son capaces de comunicarse de modos mucho más sofisticados y eficientes de lo que pensábamos. Pero más todavía, pueden aprender otras formas de comunicación, por ejemplo, la lengua de signos. Y, tal vez, aquí se encuentre la parte más interesante: aprender las formas de comunicación de otros animales podría ayudarnos a comunicarnos y a aprender más de ellos. Esto, por ejemplo, es lo que intenta el grupo de Thad Starner de la Universidad de Georgia. Starner ha desarrollado unos algortimos que empiezan a permitir traducir los sonidos emitidos por los delfines.
El chimpancé casi humano
La historia del chimpancé Oliver es tremendamente interesante, aunque también grotesca. Este chimpancé de aspecto bastante humano y que caminaba erguido, fue objeto de curiosidad para muchos durante años. Se conjeturó con que Oliver podría ser un híbrido entre humano y chimpancé, o tal vez el eslabón perdido entre ambos. Finalmente, el análisis genético desveló que Oliver era efectivamente un chimpancé, pero de una especie poco conocida.
Lo interesante del caso es que, algunos de los científicos que lo estudiaron afirmaron: "Hay algo extraodinario en él, Oliver es más que un animal". Les expongo aquí el caso de Oliver como ejemplo de lo que trato de explicar durante todo el artículo: tal vez no seamos tan diferentes de los otros animales y realmente no sea tan bueno pretender ser más que un animal. Tal vez ninguna de nuestras características sean exclusivas del ser humano. Es posible que la diferencia con el resto de los animales sea simplemente cuantitativa: tenemos algunas capacidades más desarrolladas. Para algunos, esto viene a decir, más o menos, que nosotros somos superanimales. Yo digo: no olvidemos que somos animales.
¿Somos superanimales o ineptos desnaturalizados?
Hemos visto que muchas otras especies podrían poseer las mismas habilidades que nosotros (empatía, consciencia, creatividad, pensamiento abstracto, lenguaje), aunque probablemente desarrolladas en menor extensión o de forma diferente. Pero es también posible que no seamos los animales más evolucionados, que no seamos realmente superanimales. Es posible que nos hayamos hecho con el control del mundo porque, un par de esas características hayan propiciado nuestro momento de gloria. Puede que el cosmólogo Ben Moore tenga razón y, algún día, los pulpos sean los amos del mundo.
Por otro lado, parece que nuestras capacidades especiales deban traducirse siempre en progreso tecnológico y crecimiento, porque esto es la consecuencia necesaria y lógica de nuestra inteligencia.
¿La consecuencia? En muchos aspectos, nos hemos convertido en animales desnaturalizados. Pasamos más tiempo mirando la obra del ser humano en pantallas táctiles que observando la naturaleza. Invertimos tanto tiempo en el trabajo que nos olvidamos de nuestra propia felicidad. Competimos más que colaboramos, flirteamos con máquinas antes que con personas. Volviendo al principio del artículo, algunos también invierten su tiempo en pegar tiros a leones en África, desde un jeep y con el único propósito de hacerse fotos con el animal muerto, no para alimentarse o protegerse de él.
De este modo, aún siendo unos animales muy desarrollados, no puedo afirmar que realmente seamos superanimales y si esta podría ser nuestra esencia. Tiendo a pensar que no. Lo que sí me aventuro a postular es que nos estamos convirtiendo en unos ineptos desnaturalizados. Ineptos, porque no somos capaces de realizar con éxito la que sea, tal vez, la única tarea para la que vinimos al mundo: vivir como seres humanos.
Nota: el autor agradece a Aleix Ruiz-Falqués los comentarios y correcciones. También agradece todas las respuestas enviadas a través de las redes sociales a la pregunta: ¿Qué nos diferencia del resto de los animales? Los nombres completos de los internautas no se muestran, para preservar su privacidad.
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