En pleno siglo XXI, la disputa sobre la soberanía de los recursos naturales que esconde el Polo Norte y el Océano Ártico, parece que nos devuelve a las épocas de los grandes descubridores y a las novelas fantasiosas del gran novelista Julio Verne. Pero lo que está pasando no es fantasía, sino una realidad que condicionará nuestro futuro dependiendo de cómo se trate entre las potencias que tienen derechos sobre el Ártico, pero también el resto del mundo.
Una primera constatación es que el Ártico y el Polo Norte son espacios marítimos, esto es, mar: hielo en la superficie y agua marina debajo del hielo. Superficie helada que se derrite a velocidades alarmantes en los últimos veinticinco años. ¡Se trata de millones de metros cúbicos! Debajo del agua helada se encuentra el suelo y el subsuelo submarino, rico en recursos naturales.
Esta es la gran diferencia entre el Ártico y la Antártida (o Polo Sur), ya que este es un continente de tierra firme cubierta de nieve y hielo. Es por esta razón que en él viven y anidan especies como los pingüinos y otras aves que no encontramos en el Ártico, donde solo hay osos y focas. En consecuencia, al ser el Polo Norte nada más que aguas marinas, se regula por las Convenciones sobre el Derecho del Mar, propiciadas por la ONU, en especial el Alta Mar, Plataforma Continental y profundidades marinas. También se regula por Tratados sobre fronteras Marítimas entre los Estados que tienen posibilidad de ejercer su soberanía, que son únicamente cinco: Rusia, Noruega, Dinamarca (por Groenlandia), Canadá y los Estados Unido (por Alaska)
Se considera que en los fondos y subsuelo del Ártico existen por explorar y explotar un treinta por ciento de los recursos petrolíferos, así como de reservas de gas, oro, plata, mercurio, cobre, zinc o manganeso. Sabemos esto gracias a los muchos estudios geológicos realizados por las potencias interesadas en los recursos de la zona. Hablamos de países tan lejanos como China, Singapur o la Unión Europea.
Los cinco estados ribereños, con Rusia al frente, reivindican que sus aguas territoriales y, sobre todo, su plataforma continental, se adentra hacia las profundidades del Ártico bajo el Polo Norte y, evidentemente, pretenden que se les reconozca su uso y aprovechamiento exclusivo.
El deshielo progresivo del Ártico está provocando unas consecuencias que afectan a muchos ámbitos de nuestra vida cotidiana y a la teórica soberanía de los Estados, aunque estén alejados del Polo. A modo de ejemplo: las zonas pesqueras se desplazan hacia el Atlántico Norte y la UE pierde sus bancos de pesca tradicionales. Otro ejemplo claro lo encontramos en la navegación entre China y Róterdam, que actualmente tarda once días menos a través del Ártico que del Canal de Suez, y que además es mucho más segura, Por su parte, vuelven a adquirir una importante posición geoestratégica y militar los puertos de Siberia, que habían sido desmantelados tras la caída de la URSS y que se están reconstruyendo.
En la línea de los cambios que está provocando el deshielo en el Ártico, se han establecido en Groenlandia bases de explotación económica y de prospecciones de hidrocarburos y gas. Por último, este deshielo, por inconexo que parezca, provoca el hundimiento de economías de países del tercer mundo que tienen explotaciones minerales como fuente principal de riqueza a modo de monocultivo (cobre, zinc, oro etc.), ya que el precio baja o las grandes potencias se abastecerán directamente sin acudir a los mercados internacionales.
Por ahora estamos ante unos conflictos de carácter técnico de delimitación de fronteras marítimas, pesqueras y de explotación de los recursos naturales. Pero la conquista de nuevos territorios marinos por parte de las grandes potencias seguro que desembocara en graves conflictos de soberanía de difícil solución pacifica que afectarán a todo el planeta y a la economia globalizada. La ONU a buen seguro deberá intervenir a Instancia de todos los demás Estados.
Presten atención al tema y constataran que Julio Verne y su ingenio cabalgarán de nuevo. Como ciudadanos, no está de más también pedirles que aboquen a sus gobernantes a una solución pacifica de los conflictos.
Una primera constatación es que el Ártico y el Polo Norte son espacios marítimos, esto es, mar: hielo en la superficie y agua marina debajo del hielo. Superficie helada que se derrite a velocidades alarmantes en los últimos veinticinco años. ¡Se trata de millones de metros cúbicos! Debajo del agua helada se encuentra el suelo y el subsuelo submarino, rico en recursos naturales.
Esta es la gran diferencia entre el Ártico y la Antártida (o Polo Sur), ya que este es un continente de tierra firme cubierta de nieve y hielo. Es por esta razón que en él viven y anidan especies como los pingüinos y otras aves que no encontramos en el Ártico, donde solo hay osos y focas. En consecuencia, al ser el Polo Norte nada más que aguas marinas, se regula por las Convenciones sobre el Derecho del Mar, propiciadas por la ONU, en especial el Alta Mar, Plataforma Continental y profundidades marinas. También se regula por Tratados sobre fronteras Marítimas entre los Estados que tienen posibilidad de ejercer su soberanía, que son únicamente cinco: Rusia, Noruega, Dinamarca (por Groenlandia), Canadá y los Estados Unido (por Alaska)
Se considera que en los fondos y subsuelo del Ártico existen por explorar y explotar un treinta por ciento de los recursos petrolíferos, así como de reservas de gas, oro, plata, mercurio, cobre, zinc o manganeso. Sabemos esto gracias a los muchos estudios geológicos realizados por las potencias interesadas en los recursos de la zona. Hablamos de países tan lejanos como China, Singapur o la Unión Europea.
Se considera que en los fondos y subsuelo del Ártico existen por explorar y explotar un treinta por ciento de los recursos petrolíferos, así como de reservas de gas, oro, plata, mercurio, cobre, zinc o manganeso.
Los cinco estados ribereños, con Rusia al frente, reivindican que sus aguas territoriales y, sobre todo, su plataforma continental, se adentra hacia las profundidades del Ártico bajo el Polo Norte y, evidentemente, pretenden que se les reconozca su uso y aprovechamiento exclusivo.
El deshielo progresivo del Ártico está provocando unas consecuencias que afectan a muchos ámbitos de nuestra vida cotidiana y a la teórica soberanía de los Estados, aunque estén alejados del Polo. A modo de ejemplo: las zonas pesqueras se desplazan hacia el Atlántico Norte y la UE pierde sus bancos de pesca tradicionales. Otro ejemplo claro lo encontramos en la navegación entre China y Róterdam, que actualmente tarda once días menos a través del Ártico que del Canal de Suez, y que además es mucho más segura, Por su parte, vuelven a adquirir una importante posición geoestratégica y militar los puertos de Siberia, que habían sido desmantelados tras la caída de la URSS y que se están reconstruyendo.
El deshielo progresivo del Ártico está provocando unas consecuencias que afectan a muchos ámbitos de nuestra vida cotidiana y a la teórica soberanía de los Estados, aunque estén alejados del Polo.
En la línea de los cambios que está provocando el deshielo en el Ártico, se han establecido en Groenlandia bases de explotación económica y de prospecciones de hidrocarburos y gas. Por último, este deshielo, por inconexo que parezca, provoca el hundimiento de economías de países del tercer mundo que tienen explotaciones minerales como fuente principal de riqueza a modo de monocultivo (cobre, zinc, oro etc.), ya que el precio baja o las grandes potencias se abastecerán directamente sin acudir a los mercados internacionales.
Por ahora estamos ante unos conflictos de carácter técnico de delimitación de fronteras marítimas, pesqueras y de explotación de los recursos naturales. Pero la conquista de nuevos territorios marinos por parte de las grandes potencias seguro que desembocara en graves conflictos de soberanía de difícil solución pacifica que afectarán a todo el planeta y a la economia globalizada. La ONU a buen seguro deberá intervenir a Instancia de todos los demás Estados.
Presten atención al tema y constataran que Julio Verne y su ingenio cabalgarán de nuevo. Como ciudadanos, no está de más también pedirles que aboquen a sus gobernantes a una solución pacifica de los conflictos.