A propósito de las declaraciones que algunos dirigentes de Podemos han hecho en los últimos días en relación con posibles alianzas de esta formación política con el PSOE tras las elecciones Generales próximas, algunos críticos se han tirado al cuello de Errejón y de Pablo Iglesias por la incoherencia que supone el hecho de que el primero casi apostara por un gobierno de coalición entre el partido socialista y Podemos, mientras que el segundo, y secretario general de Podemos, haya desautorizado las mismas, rechazando tal posibilidad y dando por buena una posible e imaginaria coalición gubernamental PSOE-PP. No es extraño que ocurran esas cosas y no hay que tener muy en cuenta las opiniones que actualmente se lanzan sobre las posibilidades de gobierno que se plantearán el día después de que se conozcan los resultados electorales y la decisión de los votantes. Como dijo un poeta alemán, cuyo nombre no recuerdo, allá por el siglo XIX, "las críticas son como los testamentos. Solamente es válido el último".
Lo que no parece discutible es que la percepción que los votantes de Podemos tienen en la actualidad sobre el PSOE dicta mucho de la que tenían solo hace un año, cuando Podemos hizo acto de aparición en el panorama político nacional. Entonces, el PSOE era uno de los dos representantes de lo que Pablo Iglesias y su corte de aduladores llamaba la casta, en el sentido más despectivo del término. Y a la casta se la derribaba y, a poder ser, se la quitaba de en medio. Con los socialistas, ni a coger monedas de euros, se decía entonces. De igual manera que nunca se creyó lo de la renta básica, tampoco se creían lo de la casta cuando se trataba de insultar al PSOE. Ellos, los de Podemos, lo que querían era disparar contra todo lo que se moviera, pero no para matar, sino para probar su puntería. Ya han visto que esto de salir de cacería no es tan sencillo y que no todo lo que se mueve es susceptible de recibir un disparo. Ya otros, con más poder y más vengativos que los de Podemos, lo intentaron y a lo más que llegaron fue a dejarlo malherido, pero pasado un tiempo de recuperación, los socialistas volvieron a volar libremente, cambiando el rumbo pero no el destino.
Ahora dice Pablo Iglesias que no pactarán con el PSOE y dice bien. Errejón contempla esa posibilidad, pero acierta más Iglesias que su segundo, porque no creo que el PSOE se presente a unas elecciones generales con la intención de formar gobierno con quienes no se sabe en qué parte de la orilla acampan. El PSOE es un partido de gobierno y de mayorías, y como tal, sabe esperar el tiempo que haga falta para poder llevar adelante su proyecto político, sin tener que quedar mediatizado por coaliciones que desnaturalicen la propuesta socialdemócrata, que no solamente consiste en repartir la riqueza del país, sino que para ello es necesario crearla y aumentarla, para posibilitar un reparto justo pero sensible, igualitario pero elevado, acorde con lo que ha sido el Estado del bienestar en la Europa de la posguerra y en la España de los años ochenta, noventa y primera decena del presente siglo. El PSOE no debe pactar con Podemos porque nadie le va a enseñar cómo se reparte, después de la experiencia de veinte años de gobierno en el Estado, y más en Comunidades Autónomas y en municipios, y porque Podemos no es el aliado que desearía a su lado un partido que necesita crear riqueza para que las clases medias vuelvan a ser el motor que precisa España para llegar al bienestar de sus ciudadanos.
Casi todos los españoles saben qué pueden esperar de un gobierno del PSOE, pero nadie sabe qué podemos esperar de un gobierno del Podemos. Si sacamos a esa coalición de la renta básica, de los desahucios y del "ya veremos cómo lo hacemos porque estamos en ello", no queda nada de su proyecto político.
Esperemos que lleve razón Iglesias y que Errejón sea el equivocado. No es posible el pacto PSOE-Podemos por lo dicho, y porque los socialistas tenemos una ideología que se da de bofetadas con la de Podemos, y porque todavía está por llegar el día en el que los de Podemos pidan perdón a los socialistas por los insultos que les dedicaron cuando ellos creían que eran los castos y los socialistas la casta.
Lo que no parece discutible es que la percepción que los votantes de Podemos tienen en la actualidad sobre el PSOE dicta mucho de la que tenían solo hace un año, cuando Podemos hizo acto de aparición en el panorama político nacional. Entonces, el PSOE era uno de los dos representantes de lo que Pablo Iglesias y su corte de aduladores llamaba la casta, en el sentido más despectivo del término. Y a la casta se la derribaba y, a poder ser, se la quitaba de en medio. Con los socialistas, ni a coger monedas de euros, se decía entonces. De igual manera que nunca se creyó lo de la renta básica, tampoco se creían lo de la casta cuando se trataba de insultar al PSOE. Ellos, los de Podemos, lo que querían era disparar contra todo lo que se moviera, pero no para matar, sino para probar su puntería. Ya han visto que esto de salir de cacería no es tan sencillo y que no todo lo que se mueve es susceptible de recibir un disparo. Ya otros, con más poder y más vengativos que los de Podemos, lo intentaron y a lo más que llegaron fue a dejarlo malherido, pero pasado un tiempo de recuperación, los socialistas volvieron a volar libremente, cambiando el rumbo pero no el destino.
El PSOE es un partido de gobierno y de mayorías, y como tal, sabe esperar el tiempo que haga falta para poder llevar adelante su proyecto político, sin tener que quedar mediatizado por coaliciones que desnaturalicen la propuesta socialdemócrata.
Ahora dice Pablo Iglesias que no pactarán con el PSOE y dice bien. Errejón contempla esa posibilidad, pero acierta más Iglesias que su segundo, porque no creo que el PSOE se presente a unas elecciones generales con la intención de formar gobierno con quienes no se sabe en qué parte de la orilla acampan. El PSOE es un partido de gobierno y de mayorías, y como tal, sabe esperar el tiempo que haga falta para poder llevar adelante su proyecto político, sin tener que quedar mediatizado por coaliciones que desnaturalicen la propuesta socialdemócrata, que no solamente consiste en repartir la riqueza del país, sino que para ello es necesario crearla y aumentarla, para posibilitar un reparto justo pero sensible, igualitario pero elevado, acorde con lo que ha sido el Estado del bienestar en la Europa de la posguerra y en la España de los años ochenta, noventa y primera decena del presente siglo. El PSOE no debe pactar con Podemos porque nadie le va a enseñar cómo se reparte, después de la experiencia de veinte años de gobierno en el Estado, y más en Comunidades Autónomas y en municipios, y porque Podemos no es el aliado que desearía a su lado un partido que necesita crear riqueza para que las clases medias vuelvan a ser el motor que precisa España para llegar al bienestar de sus ciudadanos.
Casi todos los españoles saben qué pueden esperar de un gobierno del PSOE, pero nadie sabe qué podemos esperar de un gobierno del Podemos. Si sacamos a esa coalición de la renta básica, de los desahucios y del "ya veremos cómo lo hacemos porque estamos en ello", no queda nada de su proyecto político.
Esperemos que lleve razón Iglesias y que Errejón sea el equivocado. No es posible el pacto PSOE-Podemos por lo dicho, y porque los socialistas tenemos una ideología que se da de bofetadas con la de Podemos, y porque todavía está por llegar el día en el que los de Podemos pidan perdón a los socialistas por los insultos que les dedicaron cuando ellos creían que eran los castos y los socialistas la casta.