Lo que hace de la memoria una herramienta única y definitiva es que, al contrario que la Historia, sólo puede enunciarse desde la individualidad, nunca es algo colectivo. Intentar hacer pasar la memoria por Historia es, como poco, una contradicción en términos, y en el peor de los casos un fraude. Se asiste cada día a una reconstrucción del pasado, vertido en forma de libros de memorias de dirigentes políticos, la mar de divertida. Razón no le faltaba a Deleuze cuando decía que la memoria no es un archivo, no es un lugar al que ir a ver "qué ocurrió". La memoria, en tanto se hace desde el presente, habla exclusivamente del presente: lo ya ocurrido se "reactualiza" en el momento en que se enuncia o se recuerda. La memoria es ficción. La Historia, el pacto colectivo que provee de una identidad a una sociedad. Naturalmente, lo mismo ocurre con el futuro, que nunca habla de lo que vendrá sino que se reduce a una modelización estética o política de las aspiraciones de un momento y contexto dado -basta ver antiguas películas o textos que nos hablan del futuro para darse cuenta de que nada tiene que ver aquello con lo que después ocurrió.
Siguiendo la línea, pues, de las memorias a las que los políticos nos tienen acostumbrados, propongo el siguiente ejercicio de reconstrucción memoralística.
1) Perdido en mi habitación, de Mecano, canción que narraba el hastío del niño y la niña bien que, cansados de tenerlo todo y tomados por un insoportable spleen, no soportaban su agotadora, inane y redundante existencia, podría leerse hoy como la exacta expresión del estado de ánimo de alguien que está en paro.
2) Me lo decía mi abuelito, me lo decía mi papá, poema de José Agustín Goytisolo que con gran éxito musicara Paco Ibáñez, y el cual irónicamente aleccionaba acerca del individualismo radical como método de dar codazos a todo el que se te pusiera por delante con tal de medrar, podría escucharse hoy como el perfecto himno del más furibundo neoliberalismo.
Este artículo se publicó originalmente en el blog del autor.
Siguiendo la línea, pues, de las memorias a las que los políticos nos tienen acostumbrados, propongo el siguiente ejercicio de reconstrucción memoralística.
1) Perdido en mi habitación, de Mecano, canción que narraba el hastío del niño y la niña bien que, cansados de tenerlo todo y tomados por un insoportable spleen, no soportaban su agotadora, inane y redundante existencia, podría leerse hoy como la exacta expresión del estado de ánimo de alguien que está en paro.
2) Me lo decía mi abuelito, me lo decía mi papá, poema de José Agustín Goytisolo que con gran éxito musicara Paco Ibáñez, y el cual irónicamente aleccionaba acerca del individualismo radical como método de dar codazos a todo el que se te pusiera por delante con tal de medrar, podría escucharse hoy como el perfecto himno del más furibundo neoliberalismo.
Este artículo se publicó originalmente en el blog del autor.