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La exégesis del eufemismo

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13 de febrero de 2014: Jorge Fernández Díaz compareció en el Congreso de los Diputados para hacer "el relato de los hechos que sucedieron el pasado día 6 de febrero, en Ceuta" (sic). Fue un acto de comunicación oscuro, casi tenebroso, acorde con la comunicación política actual. Habló como el ingeniero que explica sus avances con el kevlar en el XVIII Congreso de Elementos Finitos: objetivo, los números no mienten, y frío, no se siente aprecio ni desprecio por números o por datos. ¿Pero fue comunicativo? No. Solo evidenció su nula intención de comunicar.



Jerga y objetividad
El discurso está construido con palabras técnicas propias de la jerga policial: por ejemplo, los guardias que trabajan para que no se cuelen en España personas no autorizadas son "servicios de impermeabilización fronteriza" (sic).

También usa esos giros lingüísticos que salen en los chistes de guardias civiles: "el apoyo de la misma" (sic) por "su apoyo"; "al objeto de" (sic) por "para"; "las siete treinta horas" (sic) por "las siete y media". No se pide al Ministro que escriba como Cortázar, pero la frase "los mismos emprenden en grupo compacto una carrera en dirección al extremo del perímetro fronterizo" (sic) le habría valido a Fernández Díaz un suspenso en un curso básico de redacción y un castigo mayor en el aula de Juan de Mairena .

En un momento dado dice el Ministro : "sigo leyendo el informe de la Guardia Civil" (sic) [audio]. Acabáramos, es que el texto de la comparecencia no lo ha escrito él. Claro, el Ministro está muy ocupado. ¿No entra en el sueldo la interpretación de un informe policial y su transformación en una comunicación accesible, relevante e interesante para la audiencia?

Transparencia
El uso de lenguaje técnico en contextos no técnicos tiene un efecto perverso. Con esta forma de expresión se buscan la objetividad y la precisión, pero si orador y público no comparten el universo del discurso, el resultado es un mensaje opaco y sin significado para el oyente.

Los palabros y datos exactos no ayudan a construir la narración: al oyente le da igual si eran las siete y treinta y ocho o las siete y treinta y seis, lo que le importa es qué vino antes y qué vino después.

Por lo tanto, si el señor Fernández Díaz pretendía esclarecer lo ocurrido y desvelar los hechos que habían provocado confusión y alarma en la opinión pública, esta no fue una buena comunicación.

El eufemismo más hiriente de toda la comparecencia es el uso impropio -y repetido- de la palabra "inmigrante". El inmigrante es el natural de un país que ha llegado a otro para establecerse. Sin embargo, los africanos que murieron en Ceuta y los que iban con ellos intentaban convertirse en inmigrantes, aún no lo eran. Fernández Díaz usa a su favor la fuerza negativa que la palabra "inmigrante" genera en el imaginario de parte de la sociedad española: pobreza, incultura, falta de higiene, enfermedades, latrocinio. O sea, peligro. O sea, la Guardia Civil nos defendió a todos del peligro.

¡Santiago y cierra, España!

Explicación ad hoc
Pero por si alguien no comparte esta visión de la inmigración ilegal, el Ministro analiza, con la ley en la mano, el proceder de "las fuerzas del cuerpo" (sic). Explica con todo detalle que "el lanzamiento de esos medios de dotación* fue acorde a los principios de congruencia, oportunidad, y proporcionalidad" (sic). Proporcionalidad: un ejército de personas entrenadas, armadas y con ropa adecuada, algunas en tierra firme, otras en torres de vigilancia y otras en barcas, disparan pelotas de goma al mar para impedir que veintitrés personas -aunque "de complexión atlética"- alcancen la orilla a las siete y media de la mañana de un 6 de febrero.

Más adelante sostiene que "los artilugios que estaban utilizando como flotadores y chalecos salvavidas se desprendían del cuerpo de esas personas, de los inmigrantes, o bien no les proporcionaban la suficiente flotabilidad" (sic). O sea, si no querían ahogarse, que hubieran usado chalecos buenos.

Responsable de sus palabras
La exposición de los hechos pone de manifiesto, además de la escasa intención comunicativa del Ministro, que lo que cuenta no le produce ninguna emoción, ni buena ni mala. Lee tan rápido y con tan poca articulación [audio] que parece que ni siquiera entiende lo que lee. Hablar con esa distancia de los elementos finitos es comprensible, pero cuando se relata la muerte de personas... Una de dos: o es muy insensible, o trata de salvar su pellejo político.

Si uno es Ministro de Interior y comparece ante una comisión de investigación para defender la actuación de un cuerpo de seguridad que depende de su Ministerio, debe implicarse en el discurso, responsabilizarse de sus palabras; ayudar al oyente a que interprete su mensaje a través de inflexiones, énfasis y claridad de articulación. Y a lo mejor es mucho pedir, pero quizá podría mostrar algún signo de compasión por los muertos.

Esteban González Pons
Mientras recogen, Fernández Díaz le pide la crítica de su intervención a González Pons, y gracias a un micrófono que se queda abierto, asistimos a un ejercicio sonrojante de hipocresía. Ante la pregunta

- "¿Qué te ha parecido, Esteban?"

González Pons responde

- "Me ha parecido un reto muy difícil que lo has salvadooo bien, lo has planteado bien, haaaas colocado lo más complicadoooo en la primera y la última intervención [...] es un tema complicado [...]".

Referirse a un acontecimiento así como a "un tema complicado" transforma la tragedia real en un trámite necesario para evitar males mayores. O sea, consecuencias políticas. O sea, dimisiones.

González Pons alarga las vocales porque no sabe qué decir: busca alguna fórmula para no decirle: "Ministro, horroroso".

*Pelotas de goma.

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