El desenlace de la apuesta política del florentino Renzi no es una cuestión solo italiana. Si se va más allá de los consabidos comentarios sobre la complejidad y volatilidad de la política en el bel paese, el tema afecta a toda Europa, y en especial a España. Basta con ver como la prima de riesgo de ambos países evoluciona en paralelo.
De vuelta de Roma, uno de los factores que más sorprende al hablar con personalidades destacadas es la impaciencia que muestran frente a la cortés flema del gobierno Letta en su versión latina de la Grosse koalition. Estancamiento roto con la arriesgada jugada de Renzi de pactar la reforma electoral y del Senado con un Silvio Berlusconi que vuelve a escena a pesar de su condena. Esta vez no se le puede pedir al Presidente Napolitano que vuelva a hacer milagros.
La cuestión italiana es crucial para la Unión Europea por ser país fundador y una de las cuatro grandes economías del Euro. Entró en la moneda con un endeudamiento muy elevado, reducido solo por los Gobiernos Prodi, lleva casi una década de estancamiento económico, penalizado por el deficiente funcionamiento de la Unión Monetaria. De hecho, los excedentes germanos y nórdicos frente a los déficits meridionales suponen una ruptura de la unidad de mercado en especial en relación con el crédito.
La necesidad de reestructurar su sistema financiero y conseguir que la unión económica sea real ha impulsado su posición, compartida por España, sobre la Unión bancaria. Desde la cumbre de junio de 2012, Italia y España han actuado conjuntamente con el apoyo de Francia sobre esta cuestión esencial, que en estos momentos está en juego en la negociación de la directiva sobre el fondo de resolución entre el Parlamento Europeo y el Consejo. La reticente posición de Alemania, tratando de aplazar al máximo su entrada en vigor, es muy dura porque sabe que lo que está en debate es la mutualización de la deuda. Mecanismos como el MEDE creados para hacer frente a los rescates no tendrían capacidad para responder a una crisis sistémica como la que representaría Italia.
Por eso, la evolución de la situación italiana afecta a todos los socios europeos y, en especial, a España. El argumento máximo de Renzi es sacar al país de la palude, del marasmo del pantano. De momento, tiene el valor de su confesada ambición, su voluntarismo para renovar un país presa de una profunda crisis de confianza en la política. Ojalá le ayude su escuela florentina. Es un envite en el que no cabe el farol. No será un camino fácil, pero hay que ser conscientes de que lo tenemos que recorrer juntos.
De vuelta de Roma, uno de los factores que más sorprende al hablar con personalidades destacadas es la impaciencia que muestran frente a la cortés flema del gobierno Letta en su versión latina de la Grosse koalition. Estancamiento roto con la arriesgada jugada de Renzi de pactar la reforma electoral y del Senado con un Silvio Berlusconi que vuelve a escena a pesar de su condena. Esta vez no se le puede pedir al Presidente Napolitano que vuelva a hacer milagros.
La cuestión italiana es crucial para la Unión Europea por ser país fundador y una de las cuatro grandes economías del Euro. Entró en la moneda con un endeudamiento muy elevado, reducido solo por los Gobiernos Prodi, lleva casi una década de estancamiento económico, penalizado por el deficiente funcionamiento de la Unión Monetaria. De hecho, los excedentes germanos y nórdicos frente a los déficits meridionales suponen una ruptura de la unidad de mercado en especial en relación con el crédito.
La necesidad de reestructurar su sistema financiero y conseguir que la unión económica sea real ha impulsado su posición, compartida por España, sobre la Unión bancaria. Desde la cumbre de junio de 2012, Italia y España han actuado conjuntamente con el apoyo de Francia sobre esta cuestión esencial, que en estos momentos está en juego en la negociación de la directiva sobre el fondo de resolución entre el Parlamento Europeo y el Consejo. La reticente posición de Alemania, tratando de aplazar al máximo su entrada en vigor, es muy dura porque sabe que lo que está en debate es la mutualización de la deuda. Mecanismos como el MEDE creados para hacer frente a los rescates no tendrían capacidad para responder a una crisis sistémica como la que representaría Italia.
Por eso, la evolución de la situación italiana afecta a todos los socios europeos y, en especial, a España. El argumento máximo de Renzi es sacar al país de la palude, del marasmo del pantano. De momento, tiene el valor de su confesada ambición, su voluntarismo para renovar un país presa de una profunda crisis de confianza en la política. Ojalá le ayude su escuela florentina. Es un envite en el que no cabe el farol. No será un camino fácil, pero hay que ser conscientes de que lo tenemos que recorrer juntos.