¡Pueblo de Maidan!
En esta plaza se encuentran reunidos todos los pueblos de Ucrania. Ucranios del Oeste y ucranios del Este. Ucranios de la ciudad y ucranios llegados del campo. Tártaros y polacos.
Cosacos y judíos. Están aquí los nietos de los supervivientes del Holodomor, aquella hambruna asesina orquestada por Stalin, y los de Babi Yar, ese terrorífico símbolo de la Shoah.
En París, tenemos la plaza de la Bastilla, donde se constituyó el pueblo francés. Vosotros tenéis esta plaza de Maidan, donde se constituye el pueblo ucranio. Y es muy emocionante, para un ciudadano de la patria de los derechos humanos, ser testigo, en esta plaza, de un excepcional fragmento de Historia como solo los producen los grandes pueblos.
Arseni Iatseniuk, jefe del partido de la Dama de Kiev encarcelada, acaba de anunciar en esta tribuna la creación de un "Gobierno paralelo": a ese Gobierno surgido de Maidan, a ese Gobierno que tiene ya más legitimidad de la que tendrá nunca ese otro Gobierno de títeres a las órdenes del Kremlin, yo lo saludo.
Vosotros tenéis, gentes del pueblo de Maidan, un sueño que os une, y vuestro sueño es Europa.
No la Europa de los contables, la Europa de los valores. No la Europa de los burócratas, la Europa del espíritu. No esa Europa cansada de sí misma que duda de su vocación y de su sentido, sino una Europa apasionada, ferviente, heroica. Y es también emocionante, para un europeo llegado de la Europa que duda, de la Europa que ya no sabe ni quién es ni adónde va, volver a encontrar aquí este ardor.
Nos estáis dando una lección de Europa.
Nos estáis recordando qué maravilla puede ser Europa cuando se aparta de eso que el filósofo alemán antinazi Edmund Husserl llamaba la "ceniza del gran hastío".
Yo soy ciudadano francés. Soy un federalista europeo. Pero hoy, en esta plaza de Maidan en la que se llama a Europa a su vocación y a su esencia, soy también ucranio.
Además, hago mal al decir que Europa es un "sueño". Pues nada hay tan concreto como la Europa que me han descrito, cada vez, las mujeres y los hombres que habéis colocado a la cabeza de vuestro movimiento: una Europa que, para todas y para todos, significa libertad, Gobierno justo, lucha contra el Estado canalla de los oligarcas, ciudadanía.
Vosotros dais cuerpo al proyecto europeo. Vosotros volvéis a darle un contenido y un programa.
Le dais a la idea de Europa un sentido, no "más puro", como dijo un poeta francés, sino más preciso y más rico. Por eso pienso que la verdadera Europa está aquí. Por eso afirmo que aquí, en la plaza de Maidan, es donde se encuentran reunidos los verdaderos europeos. Por eso Ucrania no es ese vasallo del imperio ruso que mendiga su anexión a Europa: en todo caso, a estas horas, es el corazón palpitante del continente, y Kiev su capital.
¡Pueblo de Maidan, hermanos en Europa!
Quiero deciros también que somos muchos, de París a Berlín y a otros lugares, los que hemos oído vuestro mensaje. Sé que os sentís solos. Sé que tenéis la sensación de haber sido abandonados por una Europa que, al daros la espalda, le da la espalda a su esencia.
Es cierto. Pero también es cierto que tenéis amigos en las sociedades de Europa. También lo es que tenéis, aquí mismo, en las misiones diplomáticas europeas, amigos en la sombra de los que puedo decir que están con vosotros de corazón y que trabajan en vuestro favor. Ellos son vuestra esperanza y vosotros sois la suya. Si os abandonan, vosotros perdéis; pero si vosotros perdéis, ellos también. Y ellos lo saben. Todos lo sabemos.
Somos millones los que hemos comprendido que nuestro destino se decide aquí, en esta plaza de la Independencia que habéis rebautizado "plaza de Europa".
Y, a mi regreso a Francia, tengo la intención de decirlo alto y claro: nada de visados para esos bestias que, del mismo modo que Luis XIV grababa en sus cañones ultima ratio Regis, amenazan con dar el asalto a la plaza de Maidan; congelación de sus activos en todos los bancos de la Unión Europea y en esos paraísos fiscales cuyas puertas hemos aprendido a forzar; hay toda una gama de sanciones a disposición de las democracias, y tenemos que recordarlo sin descanso.
El presidente de mi país va a reunirse en las próximas horas con el de Estados Unidos: ¿quién sabe si le convencerá de unirse, una vez más, en una operación de salvamento de esa parte de Europa que se encuentra secuestrada?
Pueblo de Maidan, una última cosa.
Os dejo con el corazón en un puño, pues sé que todo puede ocurrir en los próximos días y, lamentablemente, también lo peor. Si en la larga historia de los pueblos que afirman su soberanía ocupando las plazas de sus ciudades recordamos la plaza de la Bastilla, o la de Wenceslao, en Praga, o el ágora ateniense, ¿cómo olvidar el otro modelo, el antimodelo de Tiananmen y la insurrección ahogada en su propia sangre?
Pero sabed que os dejo lleno de una inmensa admiración por el ejemplo de valor, sangre fría, sensatez y comedimiento que estáis dando al mundo.
Vuestra arma es esa sangre fría.
Vuestra fuerza es esa determinación tranquila, sin patetismo, que hace que, desde Lisa, la pequeña cantinera, a Vitali Klitschko, el antiguo boxeador que tal vez un día sea presidente de la nueva Ucrania, todos vosotros me hayáis dicho que ya nada frenará al espíritu de Maidan.
Y vuestra fuerza es también ese sentido de la responsabilidad, iba a decir de la disciplina, con el que mantenéis vuestras barricadas y, detrás de las barricadas, cuidáis de la porción de ciudad que habéis liberado. Pues es la misma palabra la que expresa el cuidado de las ciudades y la excelencia de las civilizaciones.
"Civilizado", tanto en mi idioma como en el de los fresquistas que, en el siglo X, pintaron La virgen orando con las manos levantadas en señal de paz de vuestra catedral de Santa Sofía, es el nombre común del amante de la civitas y del portador de civilización.
Y vuestra fuerza, sí, es esta alta civilización a la que estáis adosados, al tiempo que os ronda, como a todos los pueblos de Europa, una parte de Historia trágica y criminal.
Ucrania y Kiev ya resplandecían antes de que Rusia existiera.
En cada ciudadano de Maidan hay más historia y más cultura de las que pueda haber en el matasiete de Sochi, ese Tarzán que no llega a Popeye, ese falso fuerte que es un verdadero enemigo de Santa Sofía y de su sabiduría.
Y por eso venceréis.
Por eso derrotaréis, antes o después, al amo Putin y a su lacayo Yanukóvich.
Bienvenidos a Europa.
Discurso pronunciado el domingo 9 de febrero en la plaza de Maidan de Kiev.
Traducción de José Luis Sánchez-Silva.
En esta plaza se encuentran reunidos todos los pueblos de Ucrania. Ucranios del Oeste y ucranios del Este. Ucranios de la ciudad y ucranios llegados del campo. Tártaros y polacos.
Cosacos y judíos. Están aquí los nietos de los supervivientes del Holodomor, aquella hambruna asesina orquestada por Stalin, y los de Babi Yar, ese terrorífico símbolo de la Shoah.
En París, tenemos la plaza de la Bastilla, donde se constituyó el pueblo francés. Vosotros tenéis esta plaza de Maidan, donde se constituye el pueblo ucranio. Y es muy emocionante, para un ciudadano de la patria de los derechos humanos, ser testigo, en esta plaza, de un excepcional fragmento de Historia como solo los producen los grandes pueblos.
Arseni Iatseniuk, jefe del partido de la Dama de Kiev encarcelada, acaba de anunciar en esta tribuna la creación de un "Gobierno paralelo": a ese Gobierno surgido de Maidan, a ese Gobierno que tiene ya más legitimidad de la que tendrá nunca ese otro Gobierno de títeres a las órdenes del Kremlin, yo lo saludo.
Vosotros tenéis, gentes del pueblo de Maidan, un sueño que os une, y vuestro sueño es Europa.
No la Europa de los contables, la Europa de los valores. No la Europa de los burócratas, la Europa del espíritu. No esa Europa cansada de sí misma que duda de su vocación y de su sentido, sino una Europa apasionada, ferviente, heroica. Y es también emocionante, para un europeo llegado de la Europa que duda, de la Europa que ya no sabe ni quién es ni adónde va, volver a encontrar aquí este ardor.
Nos estáis dando una lección de Europa.
Nos estáis recordando qué maravilla puede ser Europa cuando se aparta de eso que el filósofo alemán antinazi Edmund Husserl llamaba la "ceniza del gran hastío".
Yo soy ciudadano francés. Soy un federalista europeo. Pero hoy, en esta plaza de Maidan en la que se llama a Europa a su vocación y a su esencia, soy también ucranio.
Además, hago mal al decir que Europa es un "sueño". Pues nada hay tan concreto como la Europa que me han descrito, cada vez, las mujeres y los hombres que habéis colocado a la cabeza de vuestro movimiento: una Europa que, para todas y para todos, significa libertad, Gobierno justo, lucha contra el Estado canalla de los oligarcas, ciudadanía.
Vosotros dais cuerpo al proyecto europeo. Vosotros volvéis a darle un contenido y un programa.
Le dais a la idea de Europa un sentido, no "más puro", como dijo un poeta francés, sino más preciso y más rico. Por eso pienso que la verdadera Europa está aquí. Por eso afirmo que aquí, en la plaza de Maidan, es donde se encuentran reunidos los verdaderos europeos. Por eso Ucrania no es ese vasallo del imperio ruso que mendiga su anexión a Europa: en todo caso, a estas horas, es el corazón palpitante del continente, y Kiev su capital.
¡Pueblo de Maidan, hermanos en Europa!
Quiero deciros también que somos muchos, de París a Berlín y a otros lugares, los que hemos oído vuestro mensaje. Sé que os sentís solos. Sé que tenéis la sensación de haber sido abandonados por una Europa que, al daros la espalda, le da la espalda a su esencia.
Es cierto. Pero también es cierto que tenéis amigos en las sociedades de Europa. También lo es que tenéis, aquí mismo, en las misiones diplomáticas europeas, amigos en la sombra de los que puedo decir que están con vosotros de corazón y que trabajan en vuestro favor. Ellos son vuestra esperanza y vosotros sois la suya. Si os abandonan, vosotros perdéis; pero si vosotros perdéis, ellos también. Y ellos lo saben. Todos lo sabemos.
Somos millones los que hemos comprendido que nuestro destino se decide aquí, en esta plaza de la Independencia que habéis rebautizado "plaza de Europa".
Y, a mi regreso a Francia, tengo la intención de decirlo alto y claro: nada de visados para esos bestias que, del mismo modo que Luis XIV grababa en sus cañones ultima ratio Regis, amenazan con dar el asalto a la plaza de Maidan; congelación de sus activos en todos los bancos de la Unión Europea y en esos paraísos fiscales cuyas puertas hemos aprendido a forzar; hay toda una gama de sanciones a disposición de las democracias, y tenemos que recordarlo sin descanso.
El presidente de mi país va a reunirse en las próximas horas con el de Estados Unidos: ¿quién sabe si le convencerá de unirse, una vez más, en una operación de salvamento de esa parte de Europa que se encuentra secuestrada?
Pueblo de Maidan, una última cosa.
Os dejo con el corazón en un puño, pues sé que todo puede ocurrir en los próximos días y, lamentablemente, también lo peor. Si en la larga historia de los pueblos que afirman su soberanía ocupando las plazas de sus ciudades recordamos la plaza de la Bastilla, o la de Wenceslao, en Praga, o el ágora ateniense, ¿cómo olvidar el otro modelo, el antimodelo de Tiananmen y la insurrección ahogada en su propia sangre?
Pero sabed que os dejo lleno de una inmensa admiración por el ejemplo de valor, sangre fría, sensatez y comedimiento que estáis dando al mundo.
Vuestra arma es esa sangre fría.
Vuestra fuerza es esa determinación tranquila, sin patetismo, que hace que, desde Lisa, la pequeña cantinera, a Vitali Klitschko, el antiguo boxeador que tal vez un día sea presidente de la nueva Ucrania, todos vosotros me hayáis dicho que ya nada frenará al espíritu de Maidan.
Y vuestra fuerza es también ese sentido de la responsabilidad, iba a decir de la disciplina, con el que mantenéis vuestras barricadas y, detrás de las barricadas, cuidáis de la porción de ciudad que habéis liberado. Pues es la misma palabra la que expresa el cuidado de las ciudades y la excelencia de las civilizaciones.
"Civilizado", tanto en mi idioma como en el de los fresquistas que, en el siglo X, pintaron La virgen orando con las manos levantadas en señal de paz de vuestra catedral de Santa Sofía, es el nombre común del amante de la civitas y del portador de civilización.
Y vuestra fuerza, sí, es esta alta civilización a la que estáis adosados, al tiempo que os ronda, como a todos los pueblos de Europa, una parte de Historia trágica y criminal.
Ucrania y Kiev ya resplandecían antes de que Rusia existiera.
En cada ciudadano de Maidan hay más historia y más cultura de las que pueda haber en el matasiete de Sochi, ese Tarzán que no llega a Popeye, ese falso fuerte que es un verdadero enemigo de Santa Sofía y de su sabiduría.
Y por eso venceréis.
Por eso derrotaréis, antes o después, al amo Putin y a su lacayo Yanukóvich.
Bienvenidos a Europa.
Discurso pronunciado el domingo 9 de febrero en la plaza de Maidan de Kiev.
Traducción de José Luis Sánchez-Silva.