Si no fuera porque los líderes de los partidos políticos se cambian de corbata tendríamos la sensación de habernos quedado atrapados en bucle en el Debate sobre el Estado de la Nación, como si fuese el Día de la Marmota.
A veces, no siempre, también cambian de discurso, aunque eso les cuesta más que ajustarse una corbata distinta. Rajoy, el hombre previsible y fiel a sí mismo, como insisten en describirle sus más cercanos colaboradores, es un ejemplo viviente de cómo el estado de ánimo condiciona la elección de la corbata. Abonado a la escala entera de grises, es más fácil analizar sus corbatas que su imperturbable rostro.
Estos son sus ocho debates a golpe de corbata:
A veces, no siempre, también cambian de discurso, aunque eso les cuesta más que ajustarse una corbata distinta. Rajoy, el hombre previsible y fiel a sí mismo, como insisten en describirle sus más cercanos colaboradores, es un ejemplo viviente de cómo el estado de ánimo condiciona la elección de la corbata. Abonado a la escala entera de grises, es más fácil analizar sus corbatas que su imperturbable rostro.
Estos son sus ocho debates a golpe de corbata: