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8 cosas de las que puedes prescindir en tu vida

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En 2009, me mudé a una casita de campo de unos 18 m². El alquiler y el lugar eran maravillosos, pero había un problema. No cabían la mitad de mis cosas.

Así que me deshice de ellas. Muebles, ropa vieja, libros, zapatos, arte. ¿Y sabes qué? No he echado de menos nada de eso en todo este tiempo. De hecho, ahora mi pregunta es por qué tenía antes tantas cosas.

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Esta es mi casa. Tres metros de ancho x seis metros de largo


No soy una acérrima del minimalismo, pero este pequeño espacio en el que he vivido durante cuatro años ha simplificado mi vida. Una vida más sencilla también es mucho más acorde con mis valores medioambientales (un espacio pequeño supone un menor gasto energético). Al final, acabas reflexionando sobre todo lo que compras o lo que quieres introducir en tu casa cuando, por ejemplo, adquirir un par de zapatos significa que te tienes que deshacer de otros antiguos para poder guardar los nuevos en el armario.

Si te apetece simplificar tu vida, aquí tienes una lista breve de unas cuantas cosas sin las que se puede vivir. La sencillez empieza aquí. Pero que conste que es adictivo. Pronto, querrás reducirlo todo a una de esas cabañas diminutas. Al menos, es a donde me dirijo yo.

1) El conjunto de recuerdos

Esa medalla barata que conseguiste por acabar la media maratón de hace dos años, el vaso de chupitos de la Torre Eiffel que alguien te trajo de París, la invitación de la universidad para tu graduación. No necesitas ninguna de esas cosas. Porque sin ellas puedes seguir acordándote de lo que sentiste en tu graduación o en los entrenamientos para la maratón. Ninguno de esos recuerdos se va. Dona o recicla todas esas cosas; no las vas a echar de menos.

2) Camisetas

No me refiero a esas camisetas suaves que te quedan perfectamente y que te encanta ponerte. Hablo de las que dejas al fondo del tercer cajón del armario. Esas camisetas de publicidad, esas que seguramente daban gratis. No necesitas una camiseta para demostrar que fuiste a tal conferencia, que trabajaste en tal empresa de tecnología o que fuiste voluntario en tal evento. Dónalas o haz con ellas algo de manualidades. Tu armario te agradece que guardes en él solo las cosas que te pones al menos una vez al mes. Lo demás es morralla, o recuerdos inservibles (ver punto 1).

3) CDs y DVDs
Esto es pan comido. Ya no los necesitas. Toda la música y las películas que quieres están ahora en Internet o se pueden guardar en un disco duro externo. Así que ya tienes otra forma para ganar espacio en tus estanterías. Nota: también existen centros de reciclaje de CDs y DVDs.

4) Libros

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Solo hay tres tipos de libros que merezcan un lugar en mi estantería.


Personalmente, soy anti libro electrónico porque creo que los libros de verdad tienen más vida útil, y que la mayoría de e-Books acabará en la basura. Pero, si posees uno, te resultará más fácil llevar a cabo este apartado. Hay tres tipos de libros que merece la pena conservar más de lo que tardas en leerlos. En primer lugar, los libros con un valor sentimental fuerte (si llevan una dedicatoria en la primera página, si hay una historia detrás de ellos). En segundo lugar, los libros firmados por su autor, o que sean muy valiosos para ti (como mi ejemplar firmado de Las vírgenes suicidas, de Jeffrey Eugenides). Por último, los libros que piensas leerte pronto o que relees habitualmente (yo todos los años me releo The Back Country, de Gary Snyder). Esto es todo, amigos. Te sugiero que vendas los demás a cualquier almacén de libros usados. Así, la próxima vez podrás ir allí o a la biblioteca para devorar un nuevo libro.

5) Equipamiento deportivo

Si no has ido de acampada en los últimos dos años, deshazte de la vieja tienda que guardas en el garaje. Si no has ido a esquiar desde 2002, vende tus esquís. Me sorprende la cantidad de equipamiento deportivo que la gente acumula y luego no usa nunca. ¿Sabéis una cosa? ¡Todo esto se puede alquilar! Probablemente, los modelos que alquiles sean más nuevos y mejores que todas las antiguallas que guardas en el trastero solo porque piensas que, quizás, algún día, en los próximos años, vas a irte a esquiar o de acampada. Véndelo todo y guarda el dinero en un tarro para el día en que te vayas realmente a la montaña.

6) Bolsos y equipaje

Solo necesitas una maleta, un bolso y, posiblemente, una cartera (o dos). Aunque la moda signifique mucho para ti. Gástate bien el dinero en esas pocas cosas, pero que sean de calidad para que te duren más tiempo. Todos esos bolsos y bolsas de viaje que has ido guardando debajo de la cama estarán más felices en alguna organización solidaria. Los bolsos más bonitos los puedes revender. Y listo.

7) Cacharros de cocina

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La mejor comida solo requiere dos manos y algún utensilio simple.


Vale, vamos para la cocina. Primero, tengo que reconocer que me encanta cocinar. Y mi cocina de menos de 5 metros cuadrados no me lo impide. Lo que me impide es acumular un arsenal de artilugios para hacer helados o similares. Esto es lo que he aprendido: primero, no necesitas un microondas: tú estarás más sano y tu comida más buena, pues tendrás que recalentarla al estilo tradicional. Segundo, te las puedes apañar bien con un solo cuchillo bueno. Aunque te gastes en él más de lo normal, te durará para siempre y cortará todo lo que necesites. Por último, no necesitas ninguno de los aparatos que no has usado en los dos últimos meses. Si nunca utilizas el robot de cocina porque cuesta bastante manejarlo y limpiarlo, deshazte de él. La mejor comida es la natural, la que solo requiere un par de manos y un par de utensilios.

8) Cosas que no son ni útiles ni bonitas

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Todo el mundo necesita unas cuantas cosas bonitas.


William Morris dijo una vez: "No tengas nada en tu casa que no sea útil o bello". Así que, cuando te deshagas de las cosas enumeradas anteriormente, mira a tu alrededor. Siéntate en tu silla de lectura y observa tu casa. ¿Todo lo que tienes colgado en las pareces te hace sonreír o pensar? ¿Todas tus obras de arte hacen que tu corazón cante?

Yo tengo unas cuantas cosas extrañas que ocupan espacio en mi diminuto piso, como por ejemplo, una ventana antigua, blanca y desconchada que encontré en el presidio de San Francisco y que ahora cuelga de mi pared, un trozo de madera que flotaba en una playa de Canadá y algunas obsidianas de Eastern Sierras, California. Todas esas cosas son bellas y únicas, y me recuerdan lo que de verdad me gusta del mundo.

No os deshagáis de esas cosas. Es mejor que guardéis un hueco para ellas. Son objetos que inspiran. Y sin trastos a su alrededor, podrán brillar mucho más para nosotros.


Lindsay Schauer escribe el blog lindsayschauer.blogspot.com, donde se publicó esta entrada.

Traducción de Marina Velasco Serrano

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