"Yo soy capaz...yo puedo...". Ser positivo es eficaz para afrontar las dificultades. Si centro mi atención en lo que tengo en lugar de en lo que me falta, pienso positivamente. Pensar de manera optimista será el punto de arranque de un comportamiento positivo.
Pensar de un modo positivo por sí solo no nos solucionará la vida.
Pensar en positivo no es creer que todo se va a solucionar sin que hagamos nada.
Pensar de un modo positivo es movilizarse, es actuar.
Pensar en positivo es ver qué hay que hacer para solucionar los problemas o superar las adversidades.
Sería trivializar el pensamiento positivo si creo que con dificultades soy feliz, si estoy de acuerdo en que los inconvenientes se solucionan por sí solos.
Hay que actuar.
Y esto implica voluntad, lucha, superación, sacrificio... Todo esto, inicialmente, a las personas nos causa rechazo porque nos cuesta esfuerzo. Tendemos a economizar energía. Deseamos soluciones sin trabajo. Pero en la vida, la distancia entre el querer y el poder se acorta con el entrenamiento, con el esfuerzo, con la constancia. Es decir, no sólo pensando, sino también haciendo; como dirían nuestros antiguos: "Uniendo el gesto a la palabra".
Ser optimista es ver la roca en el camino y ver las alternativas de solución disponibles: "Doy un rodeo, retiro la piedra, salto la piedra". No me quedo instalado en la queja "tengo una piedra en el camino y no puedo hacer nada". Por el contrario, ser optimista no significa pensar "qué feliz estoy, qué piedra tan bonita..." y que esto haga que la roca desaparezca.
Desde su concepción, el cerebro está programado para la supervivencia y, por ello, está siempre atento a lo negativo que nos pueda suceder. No describe la realidad tal y como es, sino que valora aquello que no conoce o controla como un potencial peligro, de modo que anticipa lo malo que nos puede acontecer de una manera automática para que podamos evitar ese riesgo.
Pero nos hace sufrir antes de tiempo. Martin Seligman, uno de los padres de la Psicología Positiva, nos propone: "El ser optimista supone hacer el esfuerzo para encontrar soluciones, ventajas y posibilidades en todas aquellas situaciones que se nos plantean en la vida". Esto no es tarea fácil si no se está acostumbrado a hacerlo, se necesitará de esfuerzo y de fuerza de voluntad para llegar a manejarlo de modo natural. Hay que entrenarlo. No se aprende a montar en bicicleta sin esfuerzo y sin una caída antes.
Pensar y actuar de modo positivo nos ayuda a afrontar más eficazmente las dificultades de la vida. Por tanto, nos es rentable invertir tiempo y esfuerzo en aprender el modo de elegir posibilidades, de buscar soluciones y de indagar en los problemas que nos aparecen en nuestro día a día.
Haz el esfuerzo diario de aprender y te compensará su eficacia. Una vez aprendido, lo harás tuyo. Y, lo más importante, te sentirás mejor.
Pensar de un modo positivo por sí solo no nos solucionará la vida.
Pensar en positivo no es creer que todo se va a solucionar sin que hagamos nada.
Pensar de un modo positivo es movilizarse, es actuar.
Pensar en positivo es ver qué hay que hacer para solucionar los problemas o superar las adversidades.
Sería trivializar el pensamiento positivo si creo que con dificultades soy feliz, si estoy de acuerdo en que los inconvenientes se solucionan por sí solos.
Hay que actuar.
Y esto implica voluntad, lucha, superación, sacrificio... Todo esto, inicialmente, a las personas nos causa rechazo porque nos cuesta esfuerzo. Tendemos a economizar energía. Deseamos soluciones sin trabajo. Pero en la vida, la distancia entre el querer y el poder se acorta con el entrenamiento, con el esfuerzo, con la constancia. Es decir, no sólo pensando, sino también haciendo; como dirían nuestros antiguos: "Uniendo el gesto a la palabra".
Ser optimista es ver la roca en el camino y ver las alternativas de solución disponibles: "Doy un rodeo, retiro la piedra, salto la piedra". No me quedo instalado en la queja "tengo una piedra en el camino y no puedo hacer nada". Por el contrario, ser optimista no significa pensar "qué feliz estoy, qué piedra tan bonita..." y que esto haga que la roca desaparezca.
Desde su concepción, el cerebro está programado para la supervivencia y, por ello, está siempre atento a lo negativo que nos pueda suceder. No describe la realidad tal y como es, sino que valora aquello que no conoce o controla como un potencial peligro, de modo que anticipa lo malo que nos puede acontecer de una manera automática para que podamos evitar ese riesgo.
Pero nos hace sufrir antes de tiempo. Martin Seligman, uno de los padres de la Psicología Positiva, nos propone: "El ser optimista supone hacer el esfuerzo para encontrar soluciones, ventajas y posibilidades en todas aquellas situaciones que se nos plantean en la vida". Esto no es tarea fácil si no se está acostumbrado a hacerlo, se necesitará de esfuerzo y de fuerza de voluntad para llegar a manejarlo de modo natural. Hay que entrenarlo. No se aprende a montar en bicicleta sin esfuerzo y sin una caída antes.
Pensar y actuar de modo positivo nos ayuda a afrontar más eficazmente las dificultades de la vida. Por tanto, nos es rentable invertir tiempo y esfuerzo en aprender el modo de elegir posibilidades, de buscar soluciones y de indagar en los problemas que nos aparecen en nuestro día a día.
Haz el esfuerzo diario de aprender y te compensará su eficacia. Una vez aprendido, lo harás tuyo. Y, lo más importante, te sentirás mejor.