La campaña de publicidad que tenía como lema Pezqueñines, no gracias comenzó su andadura en los años 80 y nos sugería de una forma directa y amena que el consumo de peces de pequeño tamaño era inapropiado. Más de 20 años más tarde parece que hemos hecho caso omiso de los que nos advertían, pero... ¿Cuál ha sido la causa? ¿Por qué la talla de los peces está disminuyendo en las últimas décadas?
La respuesta es evidente, los peces son más pequeños porque no se les deja suficiente tiempo para que lleguen a estadios avanzados de adulto, en los cuales alcanzan los tamaños más grandes y también, su capacidad máxima de reproducción. Este problema no se limita exclusivamente a los consumidores, sino también a los pescadores y las políticas pesqueras que se consideran los principales culpables de la situación actual de sobrepesca en todos los océanos del planeta.
Las capturas pesqueras marinas se mantienen en torno a las 80 millones de toneladas desde hace más de dos décadas, según la FAO, síntoma de que estamos en el límite de explotación de los recursos de nuestros océanos. Pero aunque se mantenga el volumen total, la mayoría de las poblaciones de peces se encuentran en franca regresión, siendo en algunos casos, muy difícil su recuperación a niveles donde no existía la pesca intensiva. Esta tendencia es más acusada en aquellas especies de crecimiento lento y comportamiento gregario, que forman cardúmenes. La biomasa de peces depredadores de gran tamaño, como los atunes, es de un 10% en comparación con los niveles con anterioridad a la pesca industrial, y se ha observado una disminución del 80% en las capturas si se consideran todas las especies comerciales de peces a nivel mundial, según la ONU.
Las consecuencias de la sobrepesca no se limitan a la disminución drástica de los recursos pesqueros, también afecta directa e indirectamente a los ecosistemas marinos, en forma de cambios en el ciclo de vida de las especies, alteración del hábitat, pérdida de diversidad genética y variaciones en la estructura de las comunidades marinas. Estas alteraciones tienen efectos desestabilizadores en todos los niveles de los ecosistemas marinos que provocan una disminución del poder de recuperación de las especies y una mayor probabilidad de que algunas poblaciones lleguen al colapso, entre otros efectos.
No es de extrañar que un gran número de países se encuentren desarrollando leyes y prohibiciones para proteger algunos espacios que no han sido objeto de la pesca a gran escala y que en la actualidad se encuentran en el punto de mira de las flotas pesqueras, como ocurre en la actualidad con algunas montañas submarinas. Se hace necesario un marco legislativo para proteger estos recursos no explotados y para establecer limitaciones en las capturas en aquellos caladeros sobreexplotados.
Más de uno se preguntará si este fenómeno de la sobrepesca ocurre en España o en nuestros países vecinos porque se puede caer en el error de pensar que este problema se limita a caladeros en alta mar de países alejados de nuestro entorno. Pero este problema es evidente en nuestra vida diaria; si no se lo creen, intenten encontrar respuesta a las siguientes preguntas.
¿Por qué creen que la pesca del chanquete o jonquillo está prohibida en Andalucía desde hace más de 20 años en nuestro país? Pero entonces...¿Qué comemos en un restaurante cuando nos sirven una ración de chanquetes?
¿Cuál es la razón de que existan jaulas de engorde de atún rojo en el Mediterráneo?
¿Conocen las restricciones de la pesca de salmón en Asturias? Es cierto que esta especie se captura en ríos cuando va a desovar... pero ¿de dónde vienen?
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Las capturas pesqueras marinas se mantienen en torno a las 80 millones de toneladas desde hace más de dos décadas, según la FAO, síntoma de que estamos en el límite de explotación de los recursos de nuestros océanos. Pero aunque se mantenga el volumen total, la mayoría de las poblaciones de peces se encuentran en franca regresión, siendo en algunos casos, muy difícil su recuperación a niveles donde no existía la pesca intensiva. Esta tendencia es más acusada en aquellas especies de crecimiento lento y comportamiento gregario, que forman cardúmenes. La biomasa de peces depredadores de gran tamaño, como los atunes, es de un 10% en comparación con los niveles con anterioridad a la pesca industrial, y se ha observado una disminución del 80% en las capturas si se consideran todas las especies comerciales de peces a nivel mundial, según la ONU.
Las consecuencias de la sobrepesca no se limitan a la disminución drástica de los recursos pesqueros, también afecta directa e indirectamente a los ecosistemas marinos, en forma de cambios en el ciclo de vida de las especies, alteración del hábitat, pérdida de diversidad genética y variaciones en la estructura de las comunidades marinas. Estas alteraciones tienen efectos desestabilizadores en todos los niveles de los ecosistemas marinos que provocan una disminución del poder de recuperación de las especies y una mayor probabilidad de que algunas poblaciones lleguen al colapso, entre otros efectos.
No es de extrañar que un gran número de países se encuentren desarrollando leyes y prohibiciones para proteger algunos espacios que no han sido objeto de la pesca a gran escala y que en la actualidad se encuentran en el punto de mira de las flotas pesqueras, como ocurre en la actualidad con algunas montañas submarinas. Se hace necesario un marco legislativo para proteger estos recursos no explotados y para establecer limitaciones en las capturas en aquellos caladeros sobreexplotados.
Más de uno se preguntará si este fenómeno de la sobrepesca ocurre en España o en nuestros países vecinos porque se puede caer en el error de pensar que este problema se limita a caladeros en alta mar de países alejados de nuestro entorno. Pero este problema es evidente en nuestra vida diaria; si no se lo creen, intenten encontrar respuesta a las siguientes preguntas.
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