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¿Quién será el primer futbolista español en declararse homosexual?

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En los últimos meses varios deportistas de primer nivel han reconocido públicamente su condición de homosexuales. Hagamos un breve repaso de los recientes reconocimientos públicos de homosexualidad. En abril de 2013, la jugadora norteamericana de baloncesto en la Women National Basketball Association, Britney Griner. Casi simultáneamente, Jason Paul Collins, jugador de baloncesto negro se convierte en el primer jugador de la NBA que manifiesta su condición de gay. Igualmente a principios de 2014, Michael Sam, jugador negro de fútbol americano se declara homosexual. Si fuera elegido en el próximo sorteo colegial podría ser el primer jugador homosexual declarado en la National Football League. Y en el ámbito futbolístico, en enero de 2014, Thomas Hitzlsperger, jugador alemán de fútbol de varios equipos relevantes de la Premier League como el Aston Villa, West Ham y Everton sale del armario.

¿Y en España? ¿No hay algún homosexual camuflado en los equipos de primera división? No deja de ser sorprendente que ningún jugador de fútbol haya reconocido su homosexualidad. Si se acepta la premisa de que aproximadamente entre un 10 y 15% de la población es homosexual, resulta anómalo que de los miles de futbolistas de primer nivel europeos, solo Hitzlsperger haya reconocido formar parte de esa minoría. También es curioso que algunas de estas salidas de armario hayan tenido lugar en una sociedad tan conservadora y tan puritana como la estadounidense. En cambio, en España donde los últimos decenios han servido para que homosexuales y lesbianas vieran homologados algunos derechos con el resto de la sociedad heterosexual, no parece que se den las condiciones sociales para que un jugador de fútbol pueda declararse abiertamente homosexual y vivir con normalidad su condición sexual. Y es que aunque el problema no sea actualmente visible, eso no implica que no exista. Piénsese como comparación la violencia doméstica que, a pesar de que durante muchos años no tuvo repercusión social, siempre estuvo ahí presente.

Hay pocos ámbitos sociales donde la imaginería homosexual esté más manifiesta que en el deporte, y en especial, el fútbol. Sin embargo, es el territorio machista por excelencia. El fútbol, según el dicho popular es cosa de hombres. Algunos aficionados, muchos en ciertas ocasiones, no tienen pudor ni ninguna cortapisa social o moral, para insultar públicamente y de forma estentórea a aquellos jugadores que por la circunstancia que sea han adquirido fama de homosexuales o han realizado algún comportamiento cercano a ese presunto modelo. Como ejemplo, la UEFA ha decidido sancionar al Bayern de Múnich con el cierre de una grada de su estadio, el Allianz Arena, y 10.000 de multa por la exhibición de una pancarta homófoba durante el encuentro de vuelta de la Liga de Campeones frente al Arsenal, inglés. Como ejemplos más cercanos, algunos jugadores españoles como es el caso de Guti o Míchel, han tenido que soportar en muchos terrenos de juego improperios homófobos varios. Aún hoy Míchel, ya como entrenador, sigue soportando el grito de "Míchel, Míchel, maricón, maricón".

No debe ser fácil para un jugador de fútbol salir del armario. El jugador alemán citado anteriormente ha realizado esa declaración una vez retirado. Haberlo hecho cuando todavía estaba en activo hubiera implicado probablemente sufrir insultos desde la grada. La vida en el vestuario tampoco hubiera sido fácil pues se habría encontrado con el rechazo de sus compañeros y probablemente hubiera puesto en peligro su carrera como futbolista. Tómense como ejemplo estas declaraciones de Antonio Cassano, jugador internacional italiano, en la pasada Eurocopa: "Yo solo espero que no haya 'maricas' en el equipo nacional, pero si los hay, es su problema". Que el tema de la homosexualidad no se lleva bien en los entornos grupales propios del deporte también se vio reflejado en Fran­cia, donde se rumoreó que el mal papel de su selección de fútbol en los úl­ti­mos mun­dia­les tuvo como motivo las discrepancias entre jugadores por razones homofóbicas. En el centro de la polémica se encontraban Yoann Gour­cuff, icono homosexual y Frank Ri­bery, uno de los reconocidos ma­chos del fút­bol fran­cés.

Un futbolista homosexual no solo se enfrentaría con los abiertamente homófobos, también con los ciegos voluntarios, con aquellos que miran para otro lado, con aquellos que con su silencio legitiman la opresión. Me refiero aquí a algunos entrenadores, directivos y periodistas. Respecto de éstos últimos es sorprendente que se toleren en muchas tertulias radiofónicas deportivas chistes y chascarrillos sobre los homosexuales que si versaran sobre otros colectivos podrían costarles el puesto de trabajo.

Sin embargo, y aunque creo que cada uno es libre de desarrollar su sexualidad libremente, de forma abierta o discreta, sería un gran paso para el colectivo homosexual, y en particular, para el más que probable subgrupo del mundo del fútbol, que algún jugador reconociera públicamente su condición sexual gay. Estamos lejos del contexto social que llevó a Justin Fashanu, primer jugador que reconoció su homosexualidad en Inglaterra, al suicidio. Para evitar represalias y a la vez concienciar a la sociedad, también sería deseable que las instituciones públicas y en especial, las deportivas (CSD, RFEF, LFP etc.) dieran su apoyo a este colectivo y llevaran a cabo campañas de concienciación entre los propios futbolistas, empezando para ello desde el fútbol infantil hasta llegar a los profesionales. De forma similar a las campañas contra el racismo o a favor del respeto, también parece justo y necesario lanzar mensajes a estos jugadores de forma que vean en el lado institucional del deporte un pilar donde apoyarse para tomar esa difícil decisión. Solo así se podrá superar la visión irracional y retrógrada que es la homofobia.

Pero lo que también supone esa visión según la cual el fútbol es cosa de hombres es una gran ignorancia histórica, pues implica desconocer que en el origen mismo del deporte algunos de los hombres que participaron en los Juegos Olímpicos griegos eran homosexuales. Y no solo eso, sino que no hay ningún factor físico, mental o de otro tipo que impida a los homosexuales desempeñarse exitosamente en cualquier ámbito competitivo, como muestran esos deportistas con los que comenzaba este artículo.


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