Un hombre sintió unos fuertes dolores mientras estaba sentado en un café. Sospechó que le estaba dando un ataque al corazón. Se fue a urgencias de un hospital público en el centro de El Cairo. En el hospital le pidieron dinero como garantía antes de ingresarlo, por no estar registrado en las listas de la sanidad pública. Llamó a un amigo para pedirle que le trajera el dinero. Cuando el amigo llegó, lo encontró muerto en la puerta del hospital.
Esto le ocurrió a un amigo hace diez años. Es uno más de los muchos que mueren por culpa del mal funcionamiento del servicio de salud egipcio, ya sea público o privado.
Y esta es la historia de una de mis mejores amigas desde hace 18 años, Nadine Shams.
Nadine estudió Periodismo y trabajó como periodista durante una temporada. Después lo dejó y se matriculó en el Instituto Superior de Cine de El Cairo en 1995. Allí fue donde nos conocimos y pasamos a ser compañeros en el mismo curso. Desde entonces se centró en su trabajo de guionista y escritora literaria.
Hace años se casó con un médico psiquiatra, también amigo mío. Querían tener hijos e intentaron en numerosas ocasiones que Nadine se quedara embarazada; probaron la fecundación in vitro y la inseminación artificial.
Según el testimonio de su marido y los informes médicos que ha aportado, este sería resumen de lo que le ocurrió a Nadine: ingresó en un hospital privado el pasado 9 de marzo para someterse a una operación en el útero, aparentemente sencilla, que facilitase que pudiera quedarse embarazada. Durante la operación, los dos cirujanos encontraron un tumor maligno en los ovarios, por lo que decidieron abrir y extraérselos. Al realizarlo le perforaron el colon. Terminaron la operación sin cerrarle esa fisura. El estado de Nadine empezó a empeorar y a tener fiebre muy alta causada por la septicemia que le estaba produciendo esa fisura. Tardaron más de 48 horas en abrirle otra vez y cerrársela; pero lo hicieron mal. Los médicos rechazaron las peticiones del marido y de la familia que reclamaban la ayuda de un especialista. En ningún momento reconocieron los errores que habían cometido y que seguían cometiendo. El estado de Nadine fue a peor, no sabían cómo tratar ni controlar la septicemia que le empezó a afectar al hígado, a los riñones, a los pulmones, al cerebro y al sistema nervioso. En cuestión de una semana murió en ese hospital al que entró con el deseo de quedarse embarazada y de producir una nueva vida.
El hospital privado, para protegerse y proteger a sus médicos, emitió un informe en el que señalaba al cáncer como causa de la muerte.
Nadine, a la que conocía muy bien y con la que compartí muchas batallas, personales y políticas, especialmente durante los últimos tres años de la revolución, era una persona comprometida con todas esas batallas que consideraba nobles. Se implicaba con mucha energía e ilusión. Durante los primeros 18 días de la revolución, antes de la caída de Mubarak, se quedaba callada y de repente decía, muy ilusionada y esperanzada, cosas del estilo: "Cuando hayamos vencido habrá que cambiar la bandera y quitar el águila del ejército. Este águila no encaja con un estado civil y democrático". Como si creyera que fuéramos a tener tanto poder.
Nadine Shams ha muerto por la mala práctica y por la chulería de dos médicos y de un hospital, que no quisieron reconocer que habían cometido un error. ¡Se parece mucho al destino de la revolución de la que ella misma participó desde el primer momento!
Una revolución que va muriendo por los mismos motivos, la chulería, los errores y los intereses de los fuertes. Una revolución que va muriendo como si hubiera tenido un accidente de coche y estuviera tirada en la carretera; solo quedan la batallas pequeñas, no las grandes por construir un Estado civil, laico y democrático.
Pero las batallas pequeñas no son menos importantes que las grandes. Como la que han empezado su familia y amigos para juzgar a los responsables de su muerte y abrir un dosier podrido, el de la sanidad de los egipcios.
Querida Nadine, el águila no se ha eliminado de la bandera egipcia, todo lo contrario, dos días después de tu fallecimiento el mariscal Al Sisi, jefe del ejército, se presentó oficialmente a las elecciones presidenciales inaugurando una nueva etapa del poder militar. Este poder al que nunca le pareció un problema que los egipcios muriesen gratuitamente en los hospitales públicos o privados.
Con Nadine Shams el 30 de junio de 2013, en las marchas contra el poder de los islamistas. Foto de Ahmed Khaled.
Esto le ocurrió a un amigo hace diez años. Es uno más de los muchos que mueren por culpa del mal funcionamiento del servicio de salud egipcio, ya sea público o privado.
Y esta es la historia de una de mis mejores amigas desde hace 18 años, Nadine Shams.
Nadine estudió Periodismo y trabajó como periodista durante una temporada. Después lo dejó y se matriculó en el Instituto Superior de Cine de El Cairo en 1995. Allí fue donde nos conocimos y pasamos a ser compañeros en el mismo curso. Desde entonces se centró en su trabajo de guionista y escritora literaria.
Hace años se casó con un médico psiquiatra, también amigo mío. Querían tener hijos e intentaron en numerosas ocasiones que Nadine se quedara embarazada; probaron la fecundación in vitro y la inseminación artificial.
Según el testimonio de su marido y los informes médicos que ha aportado, este sería resumen de lo que le ocurrió a Nadine: ingresó en un hospital privado el pasado 9 de marzo para someterse a una operación en el útero, aparentemente sencilla, que facilitase que pudiera quedarse embarazada. Durante la operación, los dos cirujanos encontraron un tumor maligno en los ovarios, por lo que decidieron abrir y extraérselos. Al realizarlo le perforaron el colon. Terminaron la operación sin cerrarle esa fisura. El estado de Nadine empezó a empeorar y a tener fiebre muy alta causada por la septicemia que le estaba produciendo esa fisura. Tardaron más de 48 horas en abrirle otra vez y cerrársela; pero lo hicieron mal. Los médicos rechazaron las peticiones del marido y de la familia que reclamaban la ayuda de un especialista. En ningún momento reconocieron los errores que habían cometido y que seguían cometiendo. El estado de Nadine fue a peor, no sabían cómo tratar ni controlar la septicemia que le empezó a afectar al hígado, a los riñones, a los pulmones, al cerebro y al sistema nervioso. En cuestión de una semana murió en ese hospital al que entró con el deseo de quedarse embarazada y de producir una nueva vida.
El hospital privado, para protegerse y proteger a sus médicos, emitió un informe en el que señalaba al cáncer como causa de la muerte.
Nadine, a la que conocía muy bien y con la que compartí muchas batallas, personales y políticas, especialmente durante los últimos tres años de la revolución, era una persona comprometida con todas esas batallas que consideraba nobles. Se implicaba con mucha energía e ilusión. Durante los primeros 18 días de la revolución, antes de la caída de Mubarak, se quedaba callada y de repente decía, muy ilusionada y esperanzada, cosas del estilo: "Cuando hayamos vencido habrá que cambiar la bandera y quitar el águila del ejército. Este águila no encaja con un estado civil y democrático". Como si creyera que fuéramos a tener tanto poder.
Nadine Shams ha muerto por la mala práctica y por la chulería de dos médicos y de un hospital, que no quisieron reconocer que habían cometido un error. ¡Se parece mucho al destino de la revolución de la que ella misma participó desde el primer momento!
Una revolución que va muriendo por los mismos motivos, la chulería, los errores y los intereses de los fuertes. Una revolución que va muriendo como si hubiera tenido un accidente de coche y estuviera tirada en la carretera; solo quedan la batallas pequeñas, no las grandes por construir un Estado civil, laico y democrático.
Pero las batallas pequeñas no son menos importantes que las grandes. Como la que han empezado su familia y amigos para juzgar a los responsables de su muerte y abrir un dosier podrido, el de la sanidad de los egipcios.
Querida Nadine, el águila no se ha eliminado de la bandera egipcia, todo lo contrario, dos días después de tu fallecimiento el mariscal Al Sisi, jefe del ejército, se presentó oficialmente a las elecciones presidenciales inaugurando una nueva etapa del poder militar. Este poder al que nunca le pareció un problema que los egipcios muriesen gratuitamente en los hospitales públicos o privados.
Con Nadine Shams el 30 de junio de 2013, en las marchas contra el poder de los islamistas. Foto de Ahmed Khaled.