Cada ecosistema ofrece beneficios considerables a la humanidad, sean estos económicos, sociales, culturales o estéticos.
Pero los bosques son de por sí una categoría especial. Las estimaciones más precisas indican que alrededor del 80 % de toda la biodiversidad -es decir, de toda la vida que existe en la Tierra- está vinculada a ellos. Donde quiera que estén, los bosques actúan de manera muy similar a una bomba hidráulica: regulan el flujo de intercambio del agua entre los suelos y de vuelta a la atmósfera y ayudan a reducir las variaciones extremas de temperatura y los regímenes de lluvia.
Éstas son algunas de las razones por las cuales la pérdida de cubierta forestal en una superficie igual a Manhattan cada cuatro horas causa daños más allá de la reducción de las fronteras de los bosques en sí.
Los bosques ofrecen servicios ambientales valiosos y también tienen un enorme potencial para proveer beneficios económicos sostenibles. Desgraciadamente, las tierras boscosas aún no son valoradas por los servicios ecosistémicos que prestan.
Lo codiciado son más bien la tierra y el suelo que ocupan los bosques para generar rentabilidad económica rápida a medida que los árboles ceden el paso a la obtención de productos básicos de interés global como soja, aceite de palma y carne de vacuno. Hasta que no cambiemos la forma de usar las selvas para lograr beneficios económicos, la deforestación continuará ocasionando la extinción de especies a una tasa mil veces superior al ritmo normal. Y seguirá agregando una pesada carga de gases de efecto invernadero a nuestra atmósfera, situación que contribuye al calentamiento global y a la tendencia de fenómenos climáticos cada vez más extremos.
La deforestación y degradación forestal en zonas tropicales se ha transformado en la segunda fuente más importante de emisiones de gases de efecto invernadero. Representa un 12% del total, lo que equivale más o menos a lo que expelen a la atmósfera todos los coches, camiones, trenes y aviones juntos.
A nivel global, estamos perdiendo casi 130.000 kilómetros cuadrados de bosques todos los años, una superficie igual al tamaño de Luisiana o de Grecia. A pesar de los esfuerzos desplegados, muchos bastante fructíferos a escala local, tenemos que encontrar formas de generar riqueza y alimentar a la creciente población humana sin poner en riesgo la base ecológica que permitió a nuestra especie transformarse en una fuerza dominante en todo el planeta.
La huella de los productos básicos
No es complicado comprender qué causa la deforestación. Es economía básica. Tierras forestales tristemente subvaloradas están dando paso a usos agrícolas, los cuales se estima son responsables del 80% de la deforestación en todo el mundo. Gran parte de la presión sobre los bosques que siguen en pie proviene de un grupo muy pequeño de productos o bienes básicos: soja, aceite de palma, carne de vacuno, pulpa y papel. La incertidumbre respecto de los títulos de propiedad, la falta de políticas de incentivo y una débil gobernanza hacen de los bosques un objetivo atractivo para la conversión en todo el mundo en desarrollo. El crecimiento de la población y de la clase media en estas economías emergentes alimenta todavía más la demanda de carne, soja, aceite de palma y otros productos a un ritmo sin precedentes.
Los orígenes financieros de este desastre ambiental inminente requieren una estrategia financiera para hacerles frente. Los gobiernos, las entidades del sector privado, la sociedad civil y las organizaciones multilaterales de financiamiento, incluido el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM), están trabajando juntos para mejorar la sostenibilidad de las cadenas de suministro de productos agrícolas básicos. Hay programas voluntarios, como la Mesa Redonda sobre Aceite de Palma Sostenible (RSPO), la Mesa Redonda Global sobre Carne Sostenible y la Mesa Redonda sobre Soja Responsable que han atraído la participación activa de importantes actores institucionales, entre ellos el gigante minorista Walmart y Wilmar, empresa responsable de casi la mitad de la producción mundial de aceite de palma. El objetivo de estos programas es crear incentivos de mercado para que productores, procesadores y minoristas adopten prácticas de manejo que adhieran a estándares sociales y ambientales.
Los avances han sido lentos. Ninguno de los productos básicos de alto impacto se está acercando al umbral de plena sostenibilidad. Sólo el 2 % de los 250 millones de toneladas de soja producidas todos los años tiene certificado de sostenibilidad. En el caso del aceite de palma, la certificación se mantiene inalterada en torno al 13 % de la producción total debido, en parte, a la fragmentación del sistema de producción. Por ejemplo, el 40 % de todo el aceite de palma proviene de pequeños propietarios incapaces de mejorar sus técnicas de producción sin apoyo técnico y financiero externo.
Para que los productos básicos lleguen al mercado sin dejar una huella de deforestación importante, debemos evolucionar de mercados nicho hacia la institucionalización masiva de prácticas sostenibles.
Los consumidores pueden incidir fuertemente en el resultado de estas estrategias. No es posible escapar del aceite de palma. Está en todos los pasillos de los supermercados: en el helado, la margarina, las galletas y las tortas. Pero sí pueden ayudar a alejar el aceite de palma del bosque. Cuando adquieran productos con una marcada huella forestal, como los que contienen aceite de palma, café y chocolates, deben fijarse que tengan etiquetas como las de RSPO, Rainforest Alliance y otras. Si no pueden encontrar productos certificados, deben acercarse al encargado de la tienda y preguntarle por qué no están comprando a empresas y marcas que están actuando correctamente. Mantener la presión le hará bien a los consumidores y le hará aún mejor al planeta.
Pero los bosques son de por sí una categoría especial. Las estimaciones más precisas indican que alrededor del 80 % de toda la biodiversidad -es decir, de toda la vida que existe en la Tierra- está vinculada a ellos. Donde quiera que estén, los bosques actúan de manera muy similar a una bomba hidráulica: regulan el flujo de intercambio del agua entre los suelos y de vuelta a la atmósfera y ayudan a reducir las variaciones extremas de temperatura y los regímenes de lluvia.
Éstas son algunas de las razones por las cuales la pérdida de cubierta forestal en una superficie igual a Manhattan cada cuatro horas causa daños más allá de la reducción de las fronteras de los bosques en sí.
Los bosques ofrecen servicios ambientales valiosos y también tienen un enorme potencial para proveer beneficios económicos sostenibles. Desgraciadamente, las tierras boscosas aún no son valoradas por los servicios ecosistémicos que prestan.
Lo codiciado son más bien la tierra y el suelo que ocupan los bosques para generar rentabilidad económica rápida a medida que los árboles ceden el paso a la obtención de productos básicos de interés global como soja, aceite de palma y carne de vacuno. Hasta que no cambiemos la forma de usar las selvas para lograr beneficios económicos, la deforestación continuará ocasionando la extinción de especies a una tasa mil veces superior al ritmo normal. Y seguirá agregando una pesada carga de gases de efecto invernadero a nuestra atmósfera, situación que contribuye al calentamiento global y a la tendencia de fenómenos climáticos cada vez más extremos.
La deforestación y degradación forestal en zonas tropicales se ha transformado en la segunda fuente más importante de emisiones de gases de efecto invernadero. Representa un 12% del total, lo que equivale más o menos a lo que expelen a la atmósfera todos los coches, camiones, trenes y aviones juntos.
A nivel global, estamos perdiendo casi 130.000 kilómetros cuadrados de bosques todos los años, una superficie igual al tamaño de Luisiana o de Grecia. A pesar de los esfuerzos desplegados, muchos bastante fructíferos a escala local, tenemos que encontrar formas de generar riqueza y alimentar a la creciente población humana sin poner en riesgo la base ecológica que permitió a nuestra especie transformarse en una fuerza dominante en todo el planeta.
La huella de los productos básicos
No es complicado comprender qué causa la deforestación. Es economía básica. Tierras forestales tristemente subvaloradas están dando paso a usos agrícolas, los cuales se estima son responsables del 80% de la deforestación en todo el mundo. Gran parte de la presión sobre los bosques que siguen en pie proviene de un grupo muy pequeño de productos o bienes básicos: soja, aceite de palma, carne de vacuno, pulpa y papel. La incertidumbre respecto de los títulos de propiedad, la falta de políticas de incentivo y una débil gobernanza hacen de los bosques un objetivo atractivo para la conversión en todo el mundo en desarrollo. El crecimiento de la población y de la clase media en estas economías emergentes alimenta todavía más la demanda de carne, soja, aceite de palma y otros productos a un ritmo sin precedentes.
Los orígenes financieros de este desastre ambiental inminente requieren una estrategia financiera para hacerles frente. Los gobiernos, las entidades del sector privado, la sociedad civil y las organizaciones multilaterales de financiamiento, incluido el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM), están trabajando juntos para mejorar la sostenibilidad de las cadenas de suministro de productos agrícolas básicos. Hay programas voluntarios, como la Mesa Redonda sobre Aceite de Palma Sostenible (RSPO), la Mesa Redonda Global sobre Carne Sostenible y la Mesa Redonda sobre Soja Responsable que han atraído la participación activa de importantes actores institucionales, entre ellos el gigante minorista Walmart y Wilmar, empresa responsable de casi la mitad de la producción mundial de aceite de palma. El objetivo de estos programas es crear incentivos de mercado para que productores, procesadores y minoristas adopten prácticas de manejo que adhieran a estándares sociales y ambientales.
Los avances han sido lentos. Ninguno de los productos básicos de alto impacto se está acercando al umbral de plena sostenibilidad. Sólo el 2 % de los 250 millones de toneladas de soja producidas todos los años tiene certificado de sostenibilidad. En el caso del aceite de palma, la certificación se mantiene inalterada en torno al 13 % de la producción total debido, en parte, a la fragmentación del sistema de producción. Por ejemplo, el 40 % de todo el aceite de palma proviene de pequeños propietarios incapaces de mejorar sus técnicas de producción sin apoyo técnico y financiero externo.
Para que los productos básicos lleguen al mercado sin dejar una huella de deforestación importante, debemos evolucionar de mercados nicho hacia la institucionalización masiva de prácticas sostenibles.
Los consumidores pueden incidir fuertemente en el resultado de estas estrategias. No es posible escapar del aceite de palma. Está en todos los pasillos de los supermercados: en el helado, la margarina, las galletas y las tortas. Pero sí pueden ayudar a alejar el aceite de palma del bosque. Cuando adquieran productos con una marcada huella forestal, como los que contienen aceite de palma, café y chocolates, deben fijarse que tengan etiquetas como las de RSPO, Rainforest Alliance y otras. Si no pueden encontrar productos certificados, deben acercarse al encargado de la tienda y preguntarle por qué no están comprando a empresas y marcas que están actuando correctamente. Mantener la presión le hará bien a los consumidores y le hará aún mejor al planeta.