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El fenómeno Piketty, la nueva estrella del rock (económico)

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Durante estos últimos días en EEUU no se podía leer un periódico o ver la tele sin que apareciera un cuarentón moreno, serio y de aspecto anodino. ¿Una estrella del béisbol, el protagonista de la serie de moda, el último rapero? No. En realidad, es el autor de un insólito best seller, agotado en Amazon después de varios días en el número uno de los más vendidos. Se llama Thomas Piketty. Es economista. Es francés. Y lo que cuenta en las 600 páginas de El capital en el siglo XXI está transformando la manera en que los especialistas abordan el creciente fenómeno de la desigualdad en la distribución de la renta y la riqueza.

Así lo afirma Paul Krugman, el economista de cabecera de los liberales -léase progresistas- estadounidenses, cuyos elogiosos artículos sobre Piketty en el The New York Times y en The New York Review of Books han contribuido a despertar un interés inusitado por los análisis del francés, hasta el punto que su gira por EEUU para presentar el libro parecía más bien la de una estrella del rock. Lógicamente, el entusiasmo que han provocado sus tesis entre el gobierno Obama, los académicos progresistas y algunos medios son directamente proporcionales a las críticas de los conservadores, que le tildan de marxista como si del peor de los insultos se tratara.

thomas piketty

Lo cierto es que Piketty hace un guiño a Karl Marx con el título de su libro y con su preocupación por el impacto de la desigualdad económica, aunque él no abomina del capitalismo: lo que sí hace es desmontar la tesis generalizada de que es el mejor sistema para generar riqueza. Como explica Manuel Bagués, profesor de economía en la Universidad finlandesa de Aalto, en su blog de FEDEA:

Piketty llega a la conclusión de que el "capitalismo" es un gran sistema en términos de su capacidad para crear riqueza pero, advierte, no corrige automáticamente los aumentos en la desigualdad. En su opinión, no debemos dejarnos engañar por el descenso en la desigualdad experimentado por Europa Occidental y Estados Unidos después de la segunda guerra mundial. Este se debería a una combinación de eventos extraordinarios: la voluntad política de introducir un sistema impositivo muy progresivo, la destrucción de capital causada por la guerra y unas décadas de crecimiento económico excepcional. En el futuro, en ausencia de políticas impositivas suficientemente agresivas, Piketty pronostica un aumento de la desigualdad que podría volver a alcanzar los niveles del siglo XIX.


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El valor del libro de Piketty, aseguran sus colegas economistas, está en que sus conclusiones se basan en el análisis ingente de datos y estadísticas recopiladas de los últimos dos siglos sobre la distribución de la renta y la riqueza, un trabajo colectivo que recaba información de casi 30 países. Pero, a diferencia de otros académicos, Piketty propone una lectura "histórica" y no exclusivamente "económica" de estos datos, lo que le lleva a citar a Balzac o a Jane Austen y sus épocas para ilustrar sus proposiciones, alejándose así de los modelos matemáticos que han encorsetado el discurso de los economistas en los últimos tiempos. Piketty, que estuvo en el MIT de Massachussetts y es profesor de la Escuela de Economía de París, aboga por demostrar que los flujos y resultados económicos están marcados por la acción de la política, y así se lo contaba a Alicia González en una reciente entrevista en El País:

La distribución de la riqueza hoy es menos desigual, contamos con una clase media que posee buena parte de la riqueza. La pregunta es: ¿vamos a aumentar esa clase media y el proceso histórico de redistribución de la riqueza o vamos a provocar un aumento de la desigualdad y de reducción de la clase media? Es un tema serio pero aún hay tiempo de corregirlo. Algunos han calificado mi libro como una visión apocalíptica del futuro y yo no me reconozco en esas acusaciones. De hecho soy bastante optimista especialmente respecto a Europa a largo plazo.
(...)
Una de las lecciones de nuestra investigación es que hay varios futuros posibles, según el tipo de políticas e instituciones que elijamos. Si el libro tiene una conclusión fundamental es que no hay un determinismo económico que nos lleve inevitablemente en una dirección u otra. De alguna manera, tanto Marx como Kuznets estaban equivocados. Sus predicciones eran opuestas pero el nexo común es que creían en que el futuro era inexorable y yo no comparto esa conclusión.


El aumento desmesurado de la riqueza de unos pocos -apenas el 1% de la sociedad- en el último siglo es una de las obsesiones de Piketty, cuyo lenguaje se ha trasladado a la calle, y a movimientos como Occupy Wall Street, que han hecho bandera del 99% restante. Un reciente informe de Oxfam, previo a la cumbre de Davos, resaltaba que la mitad de la renta mundial está en manos del 1% más rico de la población, una cifra 65 veces mayor que el total de la riqueza que posee la mitad más pobre de la población mundial.

También destaca Piketty lo que califica como la meritocracia extremista, la que justifica los supersalarios de los nuevos ejecutivos por sus supuestas capacidades excepcionales, lo que ha llevado a un desequilibrio brutal entre los sueldos. Si en los años 50 un ejecutivo medio norteamericano cobraba unas 20 veces más que un trabajador de la compañía, ese ratio supera ahora los 200.

Y ahí es donde llegamos al hueso imposible de roer para los críticos de Piketty: su planteamiento de una tasa sobre el capital del entorno del 80%, que debería ser global para ser efectiva, -o al menos entre EEUU y Europa-. Él mismo reconoce que se trata de una utopía, pero insiste en que las políticas fiscales son imprescindibles para la redistribución de la riqueza, y que cada país es libre para, si no penalizar a las grandes fortunas, sí al menos aliviar el peso que soportan las clases medias.

Para ser justos, la preocupación por el aumento de la desigualdad no es patrimonio exclusivo del economista francés; desde la Fundación Alternativas hasta el FMI en uno de sus últimos informes alertaba de la brecha creciente, y situaba a España como el país europeo donde más han aumentado las diferencias entre ricos y pobres. En esta primavera preelectoral que vivimos en España, con el gobierno y sus altavoces pregonando como un sólo hombre el advenimiento de la recuperación económica, conviene no despistarse sobre las consecuencias más profundas, duraderas y letales de la crisis, y exigir respuestas claras.

Volviendo al debate en EEUU: Sebastián Royo, vicedecano en el College of Arts and Sciences de la Universidad de Suffolk en Boston, y bloguero del HuffPost, cree que hay varios factores que explican el insólito éxito del libro: "Por un lado, articula con evidencia empírica los excesos del capitalismo, y tras la crisis hay muchas ganas de una visión alternativa; Piketty viene a cubrir ese vacío. Por otro, el tema de la desigualdad está calando en la agenda política, incluso entre los republicanos". Royo cree que hay que ser cauteloso sobre el impacto de "Capital", más allá de los círculos más liberales, ya que cuestiona algunos de los valores intrínsecos de la cultura de EEUU, como el individualismo o el papel limitado del gobierno. "Eso no es fácil de cambiar y el desastre de la implementación de Obamacare lo hace más difícil aún".

Curiosamente, el segundo libro más vendido en Amazon desde el pasado jueves son las memorias de la senadora de Massachussetts Elizabeth Warren, A Fighting Chance; una de las posibles rivales de Hillary Clinton para suceder a Obama, y políticamente más a la izquierda que la exsecretaria de Estado. En ellas, Warren narra su compromiso en la lucha contra las desigualdades económicas y su papel en la creación de la Oficina de Protección Financiera del Consumidor, una de las respuestas de la administración Obama a la crisis. ¿Coincidencia, o una clara señal de que los norteamericanos -al menos los que compran libros- están hartos de las desigualdades?

Al menos, ya hay respuesta a una pregunta: en diciembre de 2007, la portada de la revista TIME retaba a sus lectores a nombrar a un artista o escritor francés contemporáneo de prestigio. El incómodo -y supuesto- silencio servía para ilustrar un artículo sobre la decadencia cultural francesa. Casi 7 años después, justo el tiempo que ha pasado desde que estalló la crisis financiera, los norteamericanos ilustrados ya pueden nombrar uno: Picketty, Thomas Picketty.

En España hay tortas entre las editoriales para traducirlo; de momento, habrá que esperar.


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