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¡Despierta Parlamento Europeo!

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En teoría, el Parlamento Europeo está armado hasta los dientes, pero no dispara. O lo hace con cartuchos de fogueo. Ha cargado en numerosas ocasiones contra la austeridad en Europa, pero apenas la ha rozado. Ha denunciado los efectos crueles de las políticas de la troika en el sur de Europa, pero los hombres de negro no parecen darse por enterados. Una mala noticia para la democracia en Europa. Te necesitamos despierto Parlamento Europeo.

El Parlamento Europeo más poderoso de la historia de la Unión Europea es todavía un Parlamento débil, desbordado por la crisis del euro. Esta es la paradoja que le estrangula: no ha dejado de aumentar su poder en las últimas décadas y, a pesar de ello, no ha logrado ser un actor relevante en las decisiones clave que ha tomado Europa para hacer frente a la crisis. La mejor manera de fortalecerlo ahora en estas elecciones europeas es comenzar por identificar sus debilidades.

Seamos precisos: el Parlamento Europeo se ha mostrado poderoso en algunas áreas y ha ejercido su poder en ellas, con una notable capacidad para marcar la agenda. En general, alrededor del 25 % de las enmiendas legislativas que se han presentado se han terminado convirtiendo en ley (un porcentaje mayor al de los parlamentos nacionales). Veamos un par de ejemplos concretos sobre el poder que ha ejercido.

En junio de 2012 tumbó el ACTA (Acuerdo comercial antifalsificación), al considerarlo poco preciso y por poner en riesgo las libertades de los ciudadanos. Un par de años antes, rechazó el acuerdo Swift, sobre tratamiento y transferencia de datos de mensajería financiera de la UE a Estados Unidos, que aprobaría después, una vez fue modificado.

También se ha mostrado influyente en materia presupuestaria. Gracias al Parlamento Europeo, el marco financiero para el periodo 2014-2020 no tiene una estimación de gasto más reducida, como pretendía originalmente el Consejo. Aunque, en todo caso, el Parlamento no pudo evitar que por primera vez en la historia se reduzca el presupuesto de la UE (un 3,5% inferior al periodo 2007-2013). Por último, la Eurocámara ha sido también un actor clave para aprobar normativas más estrictas sobre el tabaco.

¿Qué influencia ha tenido en la orientación de las políticas económicas? ¿Qué poder ha ejercido a la hora de decidir los plazos de consolidación del déficit fiscal? ¿Se le ha consultado sobre los memorándums de entendimiento que la Troika ha firmado con los países bajo tutela en el sur de Europa? Aquí las cosas se complican. El Parlamento Europeo no tiene poderes sobre decisiones como estas, que son por otro lado las más importantes que ha tomado la Unión Europea por cuanto afectan a los intereses primarios del ciudadano medio (impuestos, gasto público, políticas sociales...). Fumar es malo, pero la austeridad es peor.

Esta debilidad relativa del Parlamento Europeo es una muestra más de las horas bajas que experimenta la democracia en Europa. Lo resumió bien hace algún tiempo Martin Schulz, presidente del Parlamento y candidato socialdemócrata: "Si esta UE solicitara entrar en Europa no cumpliría los requisitos democráticos que se exigen a los nuevos Estados miembros". La pérdida de poder que experimentan los parlamentos nacionales no se ha compensado con un aumento de poder del Parlamento Europeo. El vacío de soberanía nacional ha sido sustituido frecuentemente por fórmulas tecnocráticas que estiran como un chicle la democracia y han llenado de perplejidad a unos ciudadanos a los que la crisis y la globalización les abruma.

Europa necesita que el Parlamento Europeo culmine su eterno despertar y se sitúe en el centro de la política europea. Europa no podrá salir reforzada de la crisis si no logra mantener el vínculo democrático entre las instituciones y los ciudadanos. El Parlamento Europeo es el mejor puente posible.

La primera prueba para el Parlamento será la participación electoral, que no ha dejado de disminuir desde las primeras elecciones europeas de 1979. La segunda, librar de manera tenaz la batalla contra el conglomerado antieuropeo, que ocupará la cámara con la intención de destruirla. Y la tercera, consolidar su poder, demandar más en las áreas económicas y alzar de verdad su voz cuando los hombres de negro le dejen fuera de juego. Salvar la democracia europea requiere un Parlamento fuerte.

*Una versión extendida de este post será publicada en la revista Política Exterior en el número de mayo-junio.

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