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El empleo de las mujeres dos años después de la Reforma Laboral

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Tras pasar dos años desde la aprobación de la Reforma Laboral del PP, podemos hacer algunas reflexiones sobre sus consecuencias para el empleo de las mujeres y para el objetivo colectivo de avanzar en igualdad.

Si observamos los datos, podemos decir que en los años 2012 y 2013, y teniendo en cuenta el comportamiento del empleo en el primer trimestre del 2014, se han perdido en España 387.800 empleos que estaban ocupados por mujeres, mientras la tasa de paro consigue situarse en máximos históricos, acercándose al 27%.

Especial mención merece comprobar cómo por primera vez en 40 años disminuye la tasa de actividad, esa que refleja el número de mujeres que trabajan o están buscando empleo. Un dato realmente significativo si tenemos en cuenta que las mujeres de este país hicieron un verdadero esfuerzo para formarse y situarse en el mercado de trabajo, un esfuerzo personal que se vio apoyado por políticas europeas y españolas que entendieron que la participación de las mujeres era parte de la estrategia de desarrollo económico y bienestar social de la Unión.

Esta idea marcó las políticas de igualdad en España, y forma parte de las políticas europeas. Sin embargo, en la actualidad apreciamos cómo muchas mujeres renuncian a una infructuosa búsqueda de empleo, unas salen al extranjero y otras, simplemente, abandonan. El riesgo, en este caso, es que nuestra cultura patriarcal automáticamente ocupe a las mujeres desocupadas en esas tareas que siempre hemos realizado, las domésticas y el cuidado. Lo que se espera de un hombre parado es que dedique su tiempo a la búsqueda de empleo, de una mujer se supone que además se ocupará de cuidar a su familia.

Igualmente, la Reforma Laboral ha tenido otro efecto, que se ha visto reflejado en los resultados de la última EPA, la precarización del empleo femenino. Encontramos una importantísima destrucción de empleo indefinido de las mujeres que ha sido sustituido por empleo temporal. Lo mismo sucede con la contratación a tiempo completo, sustituida por contratación a tiempo parcial.

Y si hablamos de la brecha salarial, la situación es realmente grave. Los últimos datos de los que disponemos la sitúan en torno al 23 %, lo que significa que las mujeres tendrían que trabajar 84 días más que los hombres para recibir el mismo salario. La Reforma Laboral ha provocado una devaluación de los salarios de toda la población, que, a la vista de la evolución del empleo, con toda probabilidad será aún mayor para las mujeres.

Lamentablemente la brecha salarial se mantiene a lo largo de toda la vida de las mujeres, que cuentan con menores ingresos tanto en las prestaciones por desempleo como en las pensiones de jubilación.

El origen último de esta situación está en la desigualdad y la discriminación que siguen sufriendo las mujeres, reforzada por políticas como la Reforma Laboral, que incrementan la distancia entre hombres y mujeres relegando a estas últimas a posiciones de mayor vulnerabilidad económica.

Si a estas medidas de perfil económico, le sumamos aquellas que están recortando los derechos del Estado del Bienestar, eliminando servicios públicos tales como escuelas infantiles, comedores escolares, o servicios de atención a las personas en situación de dependencia, sólo podemos concluir que las mujeres están siendo víctimas de las políticas de austeridad de la derecha española y europea que han consagrado la reducción del déficit a costa de la eliminación de derechos laborales y sociales, utilizando la crisis como coartada para imponer su modelo ideológico.

Y aún más, que el resultado de estas políticas supone el incremento de las desigualdades en general. Ahora las mujeres tienen menos empleo, menos salario, menos pensión, y mayor precariedad, el mercado de trabajo es más desigual tanto para hombres como para mujeres, y las personas que necesitan cuidados y protección están más desatendidas. El camino esta señalado en las políticas de la derecha, es un camino de vuelta a casa, desandando las conquistas que en su día hicimos hacia la igualdad.

Pero este camino no sólo es injusto y contrario a los principios de la convivencia democrática, además es antieconómico. Es claro que la mayor presencia de las mujeres en el empleo genera riqueza y crecimiento. Hasta el nada sospechoso Fondo Monetario Internacional constata los beneficios que tendría para las economías la participación equitativa de mujeres y hombres, a la que vincula con incrementos del PIB que en algunos países se situarían por encima del 30%.

Para emprender de nuevo el camino en la dirección adecuada, la que señala el objetivo de la igualdad, es necesario sustituir las políticas actuales por medidas a favor del crecimiento y el empleo, así como garantizar compromisos a favor de la igualdad salarial, pero además necesitamos un Estado social de derechos universales, junto a políticas fiscales que no desincentiven la participación de las mujeres.

Siempre dijimos que la igualdad era un valor fundamental de las democracias europeas cuya conquista se justificaba por justicia y cohesión social, aunque siempre supimos que además era una cuestión de eficiencia económica. Su conquista requiere cambiar el rumbo y revertir los retrocesos de estos dos años, empezando por derogar esas leyes que están teniendo consecuencias dramáticas para nuestro país y para la vida de su gente, entre otras, puesto que es el origen de este análisis, la Reforma Laboral.

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