La política educativa del Gobierno del PP ha sido una auténtica catástrofe. A quienes se lamentan de la inviabilidad de un gran consenso nacional sobre el modelo educativo cabría enfrentarles ante el espejo de una mayoría absoluta de la derecha en el Gobierno cuya marca distintiva, en este pilar capital de nuestro Estado social, sigue caracterizándose a estas alturas de la historia por la misma orientación que la ha distinguido siempre: reaccionaria, neoconfesional y desigualitaria.
A quienes pretenden todavía que PP y PSOE resultan indistinguibles en sus balances de gobierno, bastaría con recordarles que con gobiernos socialistas se superó por primera vez el 5,2% del PIB en inversión educativa y hubo el mayor número de becarios y de cuantía de las becas de toda la historia de la democracia.
Ambos parámetros se han derrumbado abruptamente con el Gobierno de Rajoy y con el derroche de arrogancia fatua, despectiva y despiadada con los más vulnerables que encarna el ministro Wert.
El Gobierno del PP ha mostrado en este ámbito su propensión a confundir la victoria electoral con un poder irrefrenable y embriagado de despotismo. Ordenando y mandando con todo y contra todos, sin escuchar a nadie y sirviendo exclusiva y excluyentemente su propia agenda de prejuicios y dogmas ideológicos.
El resultado está a la vista: han arrasado con la ciencia y con la investigación. Han desarbolado los avances que con tantas dificultades se abrieron paso en las pasadas legislaturas; han humillado y empobrecido a las universidades públicas en beneficio de quien puede pagarse las universidades privadas, cada vez más carentes de estándares y regulación; han abandonado a su suerte a los desfavorecidos en oportunidades racaneando las becas; han encarecido exponencialmente la educación condicionando su acceso al pago de tasas prohibitivas, han orquestado una ofensiva ideológica de deslegitimación de la marea verde que se ha atrevido a protestar contra estos atropellos, y la han emprendido a saco contra los educadores, enseñantes, maestros, becarios, científicos, investigadores... Insisto: contra todo y contra todos. Un arquetipo de política antisocial.
Como tantos otros bienes que realmente nos importan, el futuro de la educación, la innovación, la investigación y la formación para el futuro se va a jugar en la próxima elección europea del 25 de mayo.
No solo en las becas Erasmus se ejemplifica esta batalla: los presupuestos para este Programa en el último Gobierno de Zapatero, en lo peor de la crisis, ascendieron a 60 millones de euros; en la actualidad, con Rajoy, se han derrumbado a 18 millones y ni siquiera garantizan la cobertura de un entero año académico, condenando a los estudiantes a la incertidumbre, al riesgo, o a confiar, como en la marca del PP, a sus recursos familiares.
También en los presupuestos y en los recursos disponibles para la investigación y para la ciencia aplicada, para la formación profesional y la empleabilidad de los jóvenes y para la garantía del empleo juvenil.
Tenemos todavía ocasión y oportunidad para restaurar la capacidad de generar esperanza y confianza en el futuro de una generación de europeos que arriesga su desenchufe (désengagement) de Europa, compelida como ha sido a un exilio económico de cerebros formados en España como no habíamos padecido desde mediados del pasado siglo.
¡La última EPA demuestra que continuamos destruyendo empleo digno y sustituyéndolo por jóvenes sobrecualificados y sobreexplotados, con salarios de miseria, sin prestaciones ni derecho al desempleo frente al despido!