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El partido del hombre corriente

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¿Qué pueden tener en común Costa Rica y la India? Aparentemente nada. Cultura e idiosincrasia diferentes. 1.250 millones de indios frente a cuatro millones de ticos. 3.283.000 kilómetros cuadrados de la India, 51.000 del país centroamericano. Y, sin embargo, tienen en común el partido del hombre corriente.

En Costa Rica lo encabeza Luis Guillermo Solís, que acaba de ganar contra todos pronóstico las elecciones presidenciales. En India se trata de Arvind Kejriwal (si se les atraganta su apellido, llámenle simplemente Arvind. A él, hombre corriente, le gustará). Ganó en 2013 las elecciones en el Estado de Delhi, aunque duró sólo 49 días como premier. Se fue por voluntad propia. Las dos grandes formaciones, el partido Janata, hiperconservador y racista, y el del Congreso (¿progresista?) bloquearon la propuesta con que había ganado: crear un ombudsman específico contra la corrupción. Como no pudo llevarla a cabo, dimitió. ¿En qué escuela podríamos otros aprender a dimitir?

Arvind está ahora en campaña en los comicios legislativos generales -que duran semanas y cuyo resultado conoceremos el próximo 16 de mayo. Sabe que es casi imposible ganar, pero está dando una lección. En año y medio (otros necesitaron dos décadas) ha llevado a todos los rincones del país el nombre y lema anticorrupción de su partido. Es un principiante, pero para muchos es, lamentablemente, el único símbolo esperanzador, una aberración que se distancia de lo que es normal, usual y que desafía las anquilosadas instituciones. Por todo ello, el político de impronunciable apellido ganó en 2006 el premio Ramon Magsaysay, considerado el Nobel de Asia, establecido para honrar al que fuera presidente de Filipinas (1953-57), ejemplo de integridad en el ejercicio del gobierno.

Solís es más fácil de pronunciar. Él y su circunstancia han sido abordados por Martín Caparrós en EL PAÍS. Ignoro si Caparrós conoce la existencia y circunstancia de Arvind, pero ambos hombres corrientes tienen puntos en común. Dice Solís: "Tengo un solo carro, un reloj, cuatro trajes y no necesito más". Prácticamente como Arvind, émulo de Gandhi, aunque sin llegar al extremo del mahatma. Durante la campaña Solís recibía a periodistas en la habitación de un hotel, porque en su domicilio no había espacio. Como Arvind. Y como otro insigne militante del partido del hombre corriente, José Mujica, presidente de Uruguay.

Como en la católica Costa Rica hay un solo dios, Solís no tiene problemas a la hora de elegir. Simplemente va a misa con su mujer. En India hay muchos y en su juventud Arvind se inclinó por Hanuman. Hoy se declara agnóstico a estos efectos, pero dice creer en la existencia de un poder sobrenatural, si bien ello no afecta a sus decisiones terrenales.

Hay más áreas de coincidencia entre Arvind y Luis Guillermo, quien, por cierto, se declara socialdemócrata, aunque afirma: "Ya no importa si el que viene es rojo, verde o azul, lo que importa es quitar a los corruptos de en medio. La corrupción se convierte en unificador ciudadano". Por su parte, Arvind reconoce: "No somos ni de izquierda ni de derecha. Si hallamos soluciones válidas en una u otra, las tomamos".

Otra coincidencia entre ambos surge del mal hacer de los grandes partidos durante años. Solís: "Queremos una democracia mucho más participativa, una acción ciudadana que efectivamente promueva una participación más directa de las organizaciones, de las poblaciones, en la toma de decisiones". Arvind: "En un gran país como la India, la corrupción es tan sólo síntoma de un mal social mayor. El verdadero problema está en las prácticas democráticas. Creo que la gente necesita un giro completo de la democracia representativa a la participativa".

¿Puede acusarse de populismo a Luis Guillermo Solís y a Arvind Kejriwal? Tal vez. Pero el hecho es que el primero ha ganado limpia y brillantemente los comicios por ser un hombre corriente, precisamente porque los ciudadanos estaban hartos de hombres singulares de difícil acceso. Arvind ganó en Delhi por la misma razón, aunque se le reprochó su "anómalo estilo de gobierno", porque durante sus 49 días de poder propició una querella por soborno contra el presidente de Reliance Industries, segunda empresa del país. O porque en enero de este año se puso del lado de la ciudadanía en una protesta contra la policía local.

En cierto modo, Arvind lucha contra molinos y he de confesar que opino que la democracia participativa mal entendida puede ser una catástrofe, pero el hecho es que, desgraciadamente, en el partido del Congreso hay gran corrupción y ha sido incapaz de llevar a cabo una política liberadora después de estar en el poder, casi ininterrumpidamente, desde la independencia. ¿Qué decir del gran preboste del otro gran partido? Pues que Narendra Modi, al tiempo que hace el ridículo acusando a Arvind de "agente paquistaní", vende promesas populistas y absurdas, como la de crear 250 millones de empleos en diez años. Esperemos al 16 de mayo.

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