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Alarma en el 'ala oeste' del PSOE

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"La única función real de un líder es producir nuevos líderes, no más seguidores". La sentencia, del activista estadounidense Ralph Nader viene que ni al pelo para reflexionar sobre la ausencia de referentes políticos en nuestro panorama nacional. Que la última encuesta del CIS haya revelado que el presidente del Gobierno inspira mucha o bastante confianza sólo al 12% de los españoles es un síntoma, pero que arroje en la misma pregunta un pírrico 7,8 para el líder de la oposición indica mucho más sobre el actual sistema de partidos y el funcionamiento de los mismos. Cuando en EEUU este mismo indicador desciende por debajo del 30%, en el ala oeste de la Casa Blanca saltan todas las alarmas.

¿Puede Rubalcaba, más allá del resultado que arrojen las urnas el 25-M, seguir en la Secretaría General del PSOE? La militancia parece tener clara la respuesta porque los síntomas negativos detectados entre sus bases en el arranque de esta campaña tienen que ver con la ausencia de un referente claro y por tanto dan la razón a quienes, como Emiliano García Page pero también otros, reclamaron sin éxito la celebración de primarias antes de las elecciones europeas.

Y es que si Almunia no resolvió la crisis de liderazgo tras la marcha de Felipe González, Rubalcaba tampoco ha logrado enderezar el rumbo del PSOE tras el adiós de Zapatero hace ya dos años y medio. Quizá porque los liderazgos se deben preparar y no improvisar, pero también porque el verdadero líder, como escribió el propio González en su último libro En busca de respuestas, no se conforma "con uno mismo ni con lo que va mal", sino que "se mantiene vivo, aprovecha las oportunidades para un cambio positivo y se distancia del optimismo ciego".

Ese cambio es lo que el PSOE pide ya a gritos. Y de ahí que incluso entre quienes contribuyeron a la victoria de Rubalcaba frente a Carme Chacón en el 38 Congreso Federal se reclame sin ambages que el actual secretario general emita señales sobre su futuro inmediatamente después del 25-M, no sólo para que los aspirantes a la carrera de la sucesión (Carme Chacón, Patxi López, Eduardo Madina...) cierren sus calendarios, sino para que el equipo del propio Rubalcaba se resitúe.

De todo esto se reflexiona estos días en un PSOE que en el Comité Federal del pasado enero selló un pacto no escrito para posponer la solución a su crisis de liderazgo hasta después de las europeas. El plazo está a punto de expirar y las federaciones bullen porque de confirmarse las encuestas, y salvo milagro de última hora, los socialistas no se impondrán al partido de la gaviota. Así pues, las alarmas, esta vez sí, han saltado en el ala oeste del PSOE. Hay ansiedad por la baja forma, y las previsiones de victoria por territorios se limitan a una Andalucía donde sí se supo resolver con tiempo y acierto la sucesión de José Antonio Griñán. En las generales de 2011, aún con el peor resultado de su historia, los socialistas andaluces aportaron el 23 % del total del voto PSOE. Hoy, la fuerza de Susana Díaz y su incuestionable liderazgo institucional y orgánico frente a un PP deprimido que acaba de elegir candidato a las próximas autonómicas puede superar notablemente aquel porcentaje. Y de ahí que la baronesa haya empezado a concertar con otros barones la estrategia post 25-M.

En caso de hecatombe Valencia, Madrid y quizá Castilla-La Mancha, estarían dispuestos a seguir a Andalucía para forzar un congreso extraordinario del que saliera un secretario general blindado para 2015. Una solución que daría al traste con las primarias para elegir candidato a las generales convocadas ya para noviembre. Pero ante una debacle, lo cierto es que la militancia no tendría paciencia para esperar ni Rubalcaba, capacidad para frenar ninguna operación.

Otros barones, como el extremeño Fernández Vara, son más partidarios de adelantar la fecha de las primarias y ordenar el tráfico de las mismas para que de entre los aspirantes haya un candidato que cuente con el apoyo de un buen número de secretarios generales y se cierre así el paso a opciones que dividan y lleven al partido al desastre electoral en 2015. Sólo una victoria clara disiparía la amenaza de acelerar la sucesión y legitimaría los tiempos de Rubalcaba. Todo ello en medio de una gran presión política, económica, mediática y financiera que, como adelantó Jesús Maraña en Infolibre, presiona para una "gran coalición" PP-PSOE tras las generales. Una operación en la que estaría más bien el Viejo Testamento del partido y de la que la gran mayoría de los socialistas no quiere ni oir hablar, salvo para asociarla a la palabra suicidio. Así que en lo que resta de campaña el PSOE tratará no sólo de combatir la abstención sino también de apagar los ecos de un posible gobierno de unidad nacional. Tan difícil le será lo uno como lo otro.

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