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El momento en el que quise dejar de ser madre

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Empecé a escribir cuando mis tres trabajos me lo permitían. Escribía en el bar del club de striptease en el que servía copas a hombres solos y a mujeres exóticas. Escribía cuando estaba cansada, desesperada, segura de mí misma. Escribí después de muchos rechazos y escribí a pesar de que había quienes me decían que no tenía derecho a escribir para ganarme la vida.

Entonces, empezaron a publicar mis artículos, encontré trabajos en el mundo literario y empecé a escribir para medios con una cierta reputación. Tenía una colección de redacciones que recopilé en un libro que me acabaron publicando y escribí para un periódico galardonado con un Pulitzer. Después de cenar unos cuantos cacahuetes, de lavarme el pelo con jabón de manos y de quedarme en números rojos por gastar 3 dólares en un café, por fin me di cuenta de que lo había conseguido.

Casi al mismo tiempo me enamoré de un hombre fantástico y tuvimos un hijo con unos ojos enormes, el pelo negro y una sonrisa preciosa. Compaginaba mi trabajo de escritora freelance con el cuidado del bebé. Aunque me encontraba cansada constantemente (y lo sigo estando), frustrada a todas horas (y lo sigo estando) y dudando de mí misma continuamente (y me sigue pasando), me encantaba tener un desafío así, tener una agenda apretada y conseguir compaginarlo todo. Me gustaba cumplir los plazos de mi trabajo mientras le hacía el desayuno a mi hijo, me gustaba participar en teleconferencias mientras le cambiaba el pañal a mi hijo. Después de un año con esta rutina, me sigue gustando (aunque canse un poco). No pasa un día sin que yo me sienta satisfecha, aunque eso signifique que me duerma antes de meterme en la cama cada noche.

Poco después, me dieron la oportunidad de escribir para una revista increíble en Nueva York. Solicité el trabajo, envié el currículum y los artículos de muestra sin tener mucha seguridad, y tardaron menos de un día en mandarme un mail. Me entrevistaron por videoconferencia y me ofrecieron el trabajo una semana después. Antes de darme cuenta, ya estaba rellenando formularios y proporcionando mi número de cuenta. Me sentía orgullosa de mí misma y rejuvenecida, seguía creyendo que ser madre no implicaba dejar de lado la trayectoria profesional y que tener esa trayectoria profesional no implicaba renunciar a ser madre. Todo parecía ir sobre ruedas y, aunque pasaba la mayor parte de las noches preguntándome cómo iba a poder compaginar todo en mi ya apretada agenda, estaba deseando intentarlo.

Dos días después recibí una llamada de la que iba a ser mi editora. Después de hablar con otros trabajadores de la renombrada revista, se habían echado atrás: ya no querían contratar a un teletrabajador; buscaban a alguien que viviera en Nueva York y que pudiera ir a la oficina todos los días, a jornada completa. Querían a alguien que estuviera cerca de ellos y con mayor disponibilidad, yo ya no era ese alguien porque no podía ofrecerles todo lo que necesitaban. La editora hablaba con tono de disculpa, podía notar que se sentía avergonzada, así que dije rápidamente que lo entendía y que "gracias por la oportunidad". Me apresuré a colgar para que no notara cómo se me quebraba la voz ni cómo las lágrimas caían en la pantalla rota de mi móvil.

Fue justo en ese momento cuando me arrepentí de ser madre. Miré a mi hijo y deseé que no existiera. Fue entonces cuando fui dolorosamente consciente de que si hubiera esperado a quedarme embarazada -o si hubiera decidido no tener hijos-, podría haberme mudado a Nueva York para aceptar ese puesto de trabajo en esa fantástica revista para cumplir todos mis sueños. Podría haberme mudado sin pensar en cómo afectaría a mi familia porque no tendría una familia de la que preocuparme. Me sentía culpable, sucia y horrible, pero aun así estaba enfadada y resentida: hubo un segundo en el que llegué a desear no ser madre. Quería volver a ser esa soltera con problemas económicos que tenía que lavarse el pelo con jabón y para la que los cafés de 3 dólares eran un privilegio. Esa chica podría haberse mudado sin pensárselo dos veces para conseguir ese trabajo.

Cuando ese segundo terminó, cogí a mi hijo por los mofletes (algo sucios, he de decir) y le di un beso. Le miré a los ojos y le dije "te quiero muchísimo", para después dejar que se fuera a jugar con un juguete, un libro o unos bolígrafos que se suponía que no podía coger. Le di un beso y le quise de la misma manera en la que le he querido desde que nació. No me arrepiento de nada porque, aunque Nueva York no se vaya a ir a ninguna parte, él sí que se marchará. Mi hijo se marchará de casa y así es como debe ser. Le cuidaré y estará conmigo durante una pequeña parte de su vida y llegará un momento en el que le tocará vivir un momento como el que acabo de vivir yo: creerá que la oportunidad perfecta se le escapa porque no puede compaginarlo todo.

En ese inevitable momento de confusión, de tristeza, de frustración y de arrepentimiento le recordaré que está haciendo todo lo que tiene que hacer, todo lo que yo esperaba que hiciera. Trabajo cada día para poder hacer lo que quiera.

En ese momento, se sentirá completamente vivo y yo sonreiré porque sé no hay nada más valioso que eso. Ningún trabajo vale más que eso.


Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés Armenteros

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El juguete roto de la anti-política

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Foto: EFE


Hace tan solo un año, las elecciones que tienen lugar hoy en España eran descritas como el punto de partida de una revolución que iba a cambiar la democracia española. El impresionante crecimiento de Podemos recordaba la experiencia griega, en la cual un partido emergente de izquierda había sido capaz de conquistar el Gobierno con la promesa de subvertir las políticas de la troika. Tal parecía el destino de Podemos, confirmado por un sondeo del CIS que en enero pasado otorgaba a la formación de Pablo Iglesias casi un 28% en intención de votos. Hoy, después de un año, el panorama se presenta mucho más incierto.

El éxito fulminante de la formación de Iglesias se había cimentado en un discurso que responsabilizaba en la misma medida de los efectos de la crisis a los dos mayores partidos, el PP y el PSOE. Para devolver dignidad a la política era necesario acabar por completo con la clase dirigente tradicional. Dicho planteamiento, inspirado por las teorías del filósofo argentino Ernesto Laclau, sugería la necesidad de encontrar un principio de identificación para todos los decepcionados, un "significante vacío" a través del cual repolitizar la sociedad española a partir de una nueva dicotomía, que superase la antigua entra izquierda y derecha. En los mítines e intervenciones en los medios de comunicación, los líderes de Podemos empezaron a hablar del "pueblo", empobrecido y traicionado, en oposición a la "casta", voraz y corrupta.

De esta manera, se proponía una radical reconstrucción del discurso político en torno a nuevas categorías. La opción entre derecha e izquierda perdía valor, puesto que la política en su totalidad había dado la espalda al pueblo. Demandas tan heterogéneas como las de los estafados por las preferentes, los desahuciados, los parados, los precarios, los emigrantes, encontraban, a la vez, un paraguas y un enemigo común. La nueva retórica hablaba de "los de abajo" en contra de "los de arriba", el objetivo final era hegemonizar la sociedad y ganar las elecciones.

Aun asumiendo que el voto siempre puede reservar sorpresas, a un año de distancia y sin saber el resultado de las elecciones, no parece aventurado decir que el proyecto hegemónico de Podemos no se ha cumplido. Dos razones parecen haber concurrido a dicho desenlace. En primer lugar, las traumáticas noticias sobre el rescate a la Grecia de Tsipras en julio pasado mostraron los límites del discurso anti-troika, quitando mucha fuerza al sueño de una nueva Europa. En segundo lugar, el surgimiento de otra forma de anti-política, de signo diferente, pero igualmente exitosa: el movimiento Ciudadanos de Albert Rivera. Prometiendo salvar España tanto de la demagogia de la izquierda como de los atrasos de la derecha, Rivera también propone una renovación radical de la política española. La apuesta por un mensaje retóricamente parecido al de Podemos de los orígenes -"no somos ni de izquierda ni de derechas"- pero declinado según significantes distintos -la unidad de España contra los secesionistas, el mercado contra el clientelismo- ha terminado por debilitar el discurso de Iglesias.


Definirse más allá de la política tradicional puede gustar por un momento en una sociedad angustiada, pero a la larga puede generar sospechas.


Ese pueblo al cual se refería Podemos, como a una especie de entidad homogénea, indiferenciada y harta de la casta, y que Iglesias apostaba por representar de forma exclusiva, se encontraba en realidad compuesto por sectores diferentes y aspiraciones políticas múltiples. Los fundadores de Podemos encontraron un límite a sus teorías, entendieron a través de la experiencia cómo, en una sociedad que pide cambio, hay formas de reivindicación que pueden aparecer a través de significantes de otro signo político.

Si para muchos la crisis ha demostrado que el sistema español es económicamente injusto, para otros significa que es administrativamente ineficiente. Si para algunos la crisis ha aumentado la desigualdad, para otros ha hecho patente la debilidad del modelo de Estado autonómico. La respuesta a la crisis puede ser unívoca en términos de desencanto y malestar, pero no desde el punto de vista de las aspiraciones y de los proyectos para el futuro. Obligado a definir más su discurso, Podemos empezó a presentar propuestas concretas, lo cual permitió identificarlo como partido de izquierda crítica, más allá de sus intentos por aparecer como partido transversal y anti-élite. Esto significó una pérdida de consenso entre el electorado, reflejada por unas intenciones de voto a la baja, pero también la posibilidad de actuar como partido más tradicional compitiendo con el PSOE por el liderazgo de la izquierda.

Es muy probable que un problema similar, tras el fogonazo inicial, esté afectando también las aspiraciones electorales de Ciudadanos. A pesar de que sus propuestas terminen acercándolo más al PP de Mariano Rajoy, Rivera ha apostado también por una retórica despolitizada, la de las "personas normales que hacen cosas extraordinarias". En sus discursos emerge una especie de ilusión tecnocrática, que imagina a individuos exitosos procedentes de varios sectores de la sociedad civil prestando su talento y capacidad al servicio del bien común. Se trata de una anti-política de corte más liberal-conservador que apuesta por sustituir a la vetusta clase dirigente con una especie de neo-aristocracia de "los que saben hacer."

Los últimos sondeos parecen prefigurar un resultado diferente al que esperaban quienes abogaban por cambios revolucionarios. Si bien el bipartidismo parecía tener las horas contadas, PP y PSOE, después de todo, podrían aguantar la embestida. Las parábolas de Podemos y Ciudadanos muestran que en una sociedad compleja y estructurada como la española, los intentos de archivar a la derecha y la izquierda, la ilusión de representar todos los intereses bajo un mismo techo, tiene sus limitaciones. Definirse más allá de la política tradicional puede gustar por un momento en una sociedad angustiada, pero a la larga puede generar sospechas. Es posible que el juguete de la anti-política funcione mientras sea monopolio de una sola fuerza. En el instante en que deja de serlo, las preguntas básicas de la política vuelven a acechar: ¿Cuál es el objetivo del proyecto? ¿A quién va a favorecer? ¿De qué manera? Si no quieres colocarte ideológicamente, pronto la realidad lo hará por ti.

Todos somos musulmanes

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Estimado Donald Trump:

Puede que recuerde (lo recordará porque, al fin y al cabo, ¡tiene usted una "memoria perfecta"!) que nos conocimos en noviembre de 1998 mientras esperábamos para participar en un programa de televisión. Pero, antes de empezar a grabar, una de las productoras del programa me dijo que usted estaba "nervioso" por estar en el plató conmigo. La productora me dijo que usted no quería que "le humillara" y que quería asegurarse de que yo no iría "a por usted".

"¿Es que se piensa que voy a enfrentarme a él y a acorralarlo?", pregunté, desconcertado.

"No", me contestó la productora. "Simplemente parece que le pones un poco nervioso".

"Yo no le conozco. No tiene ningún motivo para estar asustado", dije yo. "No sé mucho sobre él, aparte de que le gusta ponerle su nombre a las cosas. Hablaré con él, si quieres".

Y, como usted recordará, eso fue lo que hice. Me dirigí a usted y me presenté. "La productora dice que le preocupa que le diga o le haga algo durante el programa. Sin ánimo de ofender, prácticamente no sé quién es usted. Yo soy de Michigan. Por favor, no se preocupe, nos vamos a llevar bien".

Esto pareció aliviarle. Entonces, usted se inclinó hacia mí y me dijo: "Es que no quería problemas ahí fuera y simplemente quería asegurarme de que, ya sabe, de que nos llevábamos bien. De que usted no iba a meterse conmigo por cuestiones ridículas".

¿Meterme con usted? En ese momento pensé: ¿Cuántos años tenemos? ¿Ocho? Me sorprendió que usted, alguien que se describía a sí mismo como un tipo duro de Queens, resultara ser un corderito degollado.

Usted y yo salimos en el programa. No pasó nada inapropiado entre nosotros. No le tiré del pelo ni le puse chinchetas en el asiento. "Vaya un cobarde" es todo lo que recuerdo pensar al abandonar el plató.

Y ahora, en el año 2015, al igual que muchos caucásicos enfadados, tiene miedo del hombre del saco. Ese hombre del saco, en su imaginación, son todos los musulmanes. No solo aquellos que han matado a alguien, sino TODOS LOS MUSULMANES.

Afortunadamente, Donald, usted y los que le apoyan ya no se parecen en nada a lo que es Estados Unidos en la actualidad. Estados Unidos no es un país de caucásicos enfadados. Este dato hará que se le caiga el pelo: el 81% del electorado que escogerá al presidente de Estados Unidos el año que viene lo constituyen mujeres, personas de distintas razas o jóvenes de entre 18 y 35 años. En otras palabras: usted no. Ni tampoco el tipo de gente que usted quiere que gobierne el país.

En un alarde de desesperación e insania, usted prohíbe que los musulmanes entren en Estados Unidos. A mí se me educó en la creencia de que todos somos iguales, sin importar la raza, la religión o el color. Lo que significa que, si quiere prohibirle la entrada a los musulmanes, primero va a tener que prohibírmela a mí. Y a todo el mundo.

Todos somos musulmanes.

Igual que todos somos mexicanos, católicos, judíos, blancos, negros y de todos los tonos intermedios. Todos somos hijos de Dios (o de la naturaleza, o de cualquier fuerza en la que se tenga fe), todos formamos parte de la humanidad, y nada de lo que usted diga o haga puede cambiar eso. Si no le gusta vivir bajo estas reglas, puede que necesite irse a la esquina de una habitación vacía de una de sus torres, a sentarse y a pensar en lo que ha dicho.

Y a dejarnos en paz a los demás para que podamos elegir a un presidente de verdad que sea compasivo y fuerte al mismo tiempo (al menos lo suficientemente fuerte como para no asustarse por que un tío de Michigan con gorra se le siente al lado en un programa de televisión). No es usted tan duro, Donny, y me alegro de haber visto de cerca y en persona cómo es realmente.

Todos somos musulmanes. Asúmalo.

Un cordial saludo,

Michael Moore

P.D.: pido a todos los que lean esta carta que hagan clic aquí y firmen y después me envíen o publiquen una foto en la que se les vea sujetando un cartel en el que se lea "WE ARE ALL MUSLIM" [todos somos musulmanes] en Twitter, Facebook o Instagram con el hashtag #WeAreAllMuslim. Publicaré todas las fotografías en mi página web y se las enviaré a usted, señor Trump. No dude en unirse a nosotros si lo desea.

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Este artículo fue publicado originalmente en MichaelMoore.com


Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero

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El mandato de la urna

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(No, decididamente democracia no es sinónimo de porcentaje)

Energía limpia, objetivo de Iberdrola

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Foto: EFE


En la misma semana en la que Iberdrola se ha estrenado por la puerta grande en la bolsa de valores del mundo, el NYSE, gracias a la compra de su filial Avangrid, en París se cerraba la cumbre más importante del mundo sobre el Clima, y en la Universidad de Columbia se celebraba un simposio sobre energías limpias y renovables. Sin duda, la energía verde está de moda, y España cuenta con líderes en este sector.

"Estamos orgullosos de haber llegado hasta donde hemos llegado.... Y lo que queda.. ", explicaba un Galán muy emocionado en el NYSE. Iberdrola es la primera eléctrica europea, la segunda o tercera compañía eléctrica por capitalización bursátil más grande dependiendo el día, y en Estados Unidos estará presente en veinticinco de los cincuenta y un estados. "Tenemos grandes planes para Estados Unidos, y vamos a invertir mucho. Ayer recibimos la buena noticia de la licitación de nuevos proyectos energéticos limpios, y ahí vamos a estar".

Las ciudades - camino de convertirse ciudades estado- tienen una demanda de energía cada vez mayor. Y a su vez, la energía ha de ser más limpia y sostenible. Y para energía sostenible, la de Iberdrola, que se ha convertido en una de las compañías eléctricas más grandes de Estados Unidos, siendo el segundo operador eólico del país con un parque de 5.600 MW. Los datos son espectaculares: Iberdrola en Estados Unidos cuenta con más de 50.000 empleados - directos e indirectos- , activos por un valor de 30.000 millones de dólares, algo mas de tres millones de puntos de suministro y 6.700 MW de capacidad instalada. Es la eléctrica de los estados Maine, Massachussets, Conneticut y Nueva York.

Ignacio Galán celebró el primer consejo de administración de la nueva Avangrid en el propio NYSE antes de partir hacia España: "Somos una gran empresa, nuestros millones de accionistas están encantados con nuestros dividendos, que en muchos casos son el complemento, por ejemplo, para la pensión de nuestros pensionistas". Guiño del presidente de la eléctrica a los inversores, que son ya un tercio españoles, un tercio británicos y un tercio estadounidenses.

Es evidente que el mundo está cambiando su percepción sobre la energía y que existe un compromiso no solo para cuidar el medio ambiente, sino para promover energías capaces de ser sostenibles en el medio plazo.

El ejemplo más claro se encuentra en una megacity como Nueva York. El consumo de energía del parque de edificios representa casi la mitad del total de emisiones de gases de efecto invernadero en las ciudades, y alrededor del 80% en la ciudad de Nueva York. El mayor potencial de ahorro en el consumo de energía y, por tanto, de reducción en las emisiones, se encuentra en el parque de edificios existentes (o ya construidos), pero la mayoría de las medidas de mitigación se han centrado hasta la fecha en los de nueva construcción. Nueva York está haciendo un enorme esfuerzo en este sentido y, por ello, se ha convertido en un referente de buenas prácticas para otras ciudades.

Y ha sido en NY, gracias al Guarini Center de la NYU y el Sabin Center for Climate Change Law de la Universidad de Columbia, junto con la US Green Building Council (USGBC), la organización sin ánimo de lucro que promueve la sostenibilidad en el diseño, construcción y funcionamiento de los edificios en EEUU, en donde se están "discutiendo" avances, metodologías y nuevas fórmulas de ahorro energético. Nuevas fórmuñlas que pasan por expertos españoles, porque España es una potencvia mundial en energías renovables.

El panel, titulado Lessons From Afar: Innovative Energy Efficiency Policies from Across the Atlantic, y coordinado por Teresa Parejo Nájera se centró en las experiencias de Alemania y de España, con la intención de incluir prácticas tanto del norte como del sur de Europa. El profesor doctor Marcos Vaquer Caballería, catedrático de derecho administrativo de la Universidad Carlos III de Madrid, explicó el desarrollo de la certificación de eficiencia energética de los edificios y, como parte del mismo, el sistema de etiquetado, en la regulación española.

El resultado de las últimas elecciones de Venezuela no es motivo de alegría

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El pasado 6 de diciembre, el partido político que gobierna en Venezuela, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), sufrió una aplastante derrota en las elecciones nacionales venezolanas (la primera derrota desde que Hugo Chávez fue elegido en 1998). La oposición ha conseguido ganar las elecciones y el presidente Maduro y el PSUV respetarán los resultados. Llevamos años diciéndolo: a pesar de las afirmaciones y las quejas del Gobierno y los medios de comunicación estadounidenses, el Gobierno de Chávez y de Maduro era democrático. De hecho, varias de las medidas de la revolución chavista fueron reformas democráticas.

A Estados Unidos, aunque proclame a los cuatro vientos la satisfacción de -supuestamente- haber difundido la democracia, no le importa si otros países son democráticos o no: sólo le interesa si aquellos que tienen poder están dispuestos a cooperar con ellos para conseguir que sus intereses económicos y políticos se hagan realidad. Esa es la razón por la que, por ejemplo, Estados Unidos no ha tenido ningún problema en asociarse con un país como Arabia Saudí (un país con una de las peores situaciones en lo relacionado con los derechos humanos del mundo que ahora está exterminando a ciudadanos de Yemen y saltándose las leyes del derecho internacional humanitario mientras sigue cooperando con Estados Unidos).

No hay que buscar muy lejos para encontrar alianzas de este tipo. Con todo lo que se ha hablado de la supuesta "represión" por parte del Gobierno venezolano, poco se ha hablado de su vecino Colombia, aliado cercano de Estados Unidos. Su Ejército ha asesinado a más de 5000 colombianos y se ha excusado, sólo para justificar el apoyo militar masivo por parte de Estados Unidos, diciendo que eran guerrilleros.

En el fondo, es la intención de ayudar a Estados Unidos lo que define a un país como democrático a ojos de los norteamericanos. Por eso, cuando el PSUV gana las elecciones en Venezuela -como ha hecho en los últimos 17 años-, Estados Unidos tacha al país de antidemocrático; aunque ciertos expertos como el expresidente estadounidense Jimmy Carter afirmen que el proceso electoral de Venezuela es "el mejor del mundo". Por esa razón, cuando el partido de la oposición venezolana gana las elecciones -Mesa de Unidad Democrática, que representa a la élite que siempre ha gobernado para el interés de los más acaudalados y dentro de los intereses geopolíticos estadounidenses-, Venezuela se convierte en un país "democrático" y vuelve a ser bienvenido.

Por contradictorio que parezca, conociendo su supuesta preocupación por la democracia, Estados Unidos dona cada año millones de dólares a la oposición venezolana, incumpliendo la ley de Venezuela. Tanta intromisión -esa que es completamente ilegal en Estados Unidos- demuestra que Estados Unidos se preocupa sólo de los resultados, se preocupa de quién gana en lugar de preocuparse de si el proceso electoral ha sido justo o no.

En el fondo, son los venezolanos en situación de pobreza los que han perdido en estas últimas elecciones, porque la revolución chavista se ha centrado en mejorar la calidad de vida de los que antes estaban abandonados a su suerte. El día anterior a las elecciones venezolanas, Sylvia Brodzinsky, una de las pocas comentaristas de política honestas, escribió un artículo en el periódico The Guardian. La noticia se titulaba "La élite de Venezuela espera que los pobres abandonen el legado de Chávez":

Desde que en 1998 el difunto Hugo Chávez comenzara lo que él mismo denominó "revolución bolivariana", a los componentes de la élite se les llama "los escuálidos" y han sido objeto de desprecio del Gobierno desde entonces.


Hartos de políticos corruptos y de medidas económicas neoliberales que hacen que los pobres se sientan vulnerables, los venezolanos catapultaron a Chávez hacia el poder con esperanzas de cambio. Gracias a una economía que se mantenía a flote por unos precios de petróleo altísimos, Chávez pudo llevar a cabo medidas de bienestar social en beneficio de los pobres en ámbitos de educación, salud y vivienda, lo que se tradujo en la gratitud y el apoyo de millones de personas.


De hecho, el Gobierno chavista ha realizado un trabajo elogiable a la hora de reducir la pobreza y la desigualdad económica. Incluso el Banco Mundial reconoció el año pasado que:

Entre las medidas más importantes que los recursos petroleros han financiado se encuentran los amplios programas sociales llamados "Misiones". El crecimiento económico y la redistribución de recursos relacionados con estos programas han supuesto una disminución significativa de la pobreza: ha pasado de un 50% en 1998 a aproximadamente un 30% en 2012. De la misma manera, los índices de desigualdad se han reducido: el índice de Gini ha disminuido de 0,49 en 1998 a 0,39 en 2012, uno de los registros más bajos de la región.


Es cierto que estos logros son cada vez más difíciles de conseguir con la reducción de los ingresos petroleros de Venezuela (aunque no es culpa suya) por la repentina bajada del precio del petróleo que ha tenido lugar en 2015.

Debería parecernos preocupante que es esta la élite venezolana con la que se ha aliado Estados Unidos. Debería parecernos preocupante que la prensa estadounidense celebre junto con el Gobierno que se trata de una victoria "revolucionaria" por parte de la oposición, de la élite. Si los medios de comunicación fueran sinceros, dirían que la victoria es tal para los contrarrevolucionarios ricos que se han visto ayudados por los millones de dólares que les ha brindado la generosidad estadounidense. También deberían desvelar que Estados Unidos, un país que surgió de una revolución y que rechaza constantemente las revoluciones en Latinoamérica y en todo el Tercer Mundo, es una farsa. Una farsa igual de grande que el hecho de que prácticamente no exista oposición ante estas políticas tan reaccionarias, ni siquiera entre aquellos que se hacen llamar progresistas. Incluso hay antiguos agentes de la CIA que se identifican como progresistas y se les permite utilizar medios de comunicación alternativos para hablar de su apoyo a la victoria de los ricos en Venezuela.

Llámenme izquierdista antiguo, pero sigo apoyando a gobiernos de países del Tercer Mundo que, ante la agresiva oposición de Estados Unidos y de su oligarquía, hacen lo que pueden para ayudar a los pobres y a los oprimidos, sin importar cómo. El Gobierno de Maduro y de Chávez ha sido un Gobierno de este tipo, y me entristece ver cómo sufre un duro revés. Me consuelo al pensar que la historia da muchos giros y que, como es el caso de la Revolución Sandinista de Nicaragua, los revolucionarios que han perdido pueden volver a ganar.


Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés Armenteros

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¡Arriba España!: genealogía de un grito falangista

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Foto de José Antonio Primo de Rivera/EFE.


El 20N y el 20D son dos de ese tipo de fechas emblemáticas en las que uno se pregunta: ¿Qué pasó?

El 20D, hasta hace poco, no era más que el aniversario del asesinato del almirante Carrero Blanco. La explosión que elevó el Dodge Dart del entonces vicepresidente del Gobierno con Franco hasta la azotea del edificio de los jesuitas en la calle Claudio Coello de Madrid, sacudió en 1973 los cimientos del régimen franquista. De pronto, Franco se quedaba sin sucesor, sin aquel estratega preparado para hacer continuar el régimen a la muerte del dictador. Carrero había asistido a misa, comulgado y poco después dejó de existir.

Hoy Mariano Rajoy le da otro aire al 20D. Convocó para este día unas elecciones que van a ser históricas, porque cambiarán sustancialmente la composición de las Cortes y, consecuentemente, la manera de hacer política. Seguro que Rajoy simplemente se basó en elementos de estrategia electoral para convocar las elecciones, pero "manda huevos", como decía su compañero de partido Federico Trillo, vaya fecha la elegida.

El 20N, por su parte, supone la conmemoración de la muerte del dictador Franco, dos años después de Carrero, en aquella tétrica camilla, ensartado con tubos, goteros y máquinas de reanimación, que pretendían hacerle durar al máximo para evitar el previsto desmoronamiento del régimen.

EL 20D y el 20N han sido fechas paradigmáticas para los nostálgicos del franquismo, hasta que Rajoy le dio otro aire a la primera de ellas con la convocatoria electoral.

El final de Franco tuvo un poso de indignidad que contrastaba de forma clara con la triunfante imagen de sus días de vencedor de una contienda civil en la que, junto a otros militares sediciosos, decidió levantarse contra el poder legal de la República Española e instalar una dictadura que abolió la libertad durante decenios.

La coincidencia del día electoral con una de esas fechas de infausto recuerdo franquista, sirve para reflexionar sobre uno de los aspectos más llamativos de aquellos primeros días de victoria del bando nacionalista de Franco, como fue el de sus símbolos.

De pronto, el yugo y las flechas de los Reyes Católicos adquirieron un nuevo significado, el saludo fascista se impuso, y el habitual ¡Viva España! parecía poca cosa a los sublevados, por lo que decidieron cambiarlo por su grito de guerra: "¡Arriba España!

Ese lema estaba indisolublemente unido al Cara al sol, el himno de Falange Española. Aquel partido ultraderechista que tras la Guerra Civil, Franco metió en el turmix ideológico con otros elementos y creo el "frankestein" político denominado FET y de las JONS que tantos alcaldes, presidentes de la diputación y ministros produjo durante la dictadura.

Durante esa dictadura el Cara al sol fue para los niños de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo un himno habitual, de uso diario. Y lo fue porque el sistema educativo franquista obligaba a cantarlo cada mañana al inicio de las clases, puestos en pie y en fila de a uno, con el brazo extendido en saludo fascista.

Al frente, en la pared de la escuela y por encima de la mesa del maestro, se situaban los símbolos de la victoria de los sublevados contra la República, los retratos de Franco y de José Antonio Primo de Rivera y tres banderas, la rojigualda española, la rojiblanca con la cruz de San Andrés carlista, y la rojinegra de Falange.

El canto del Cara al sol de aquel coro infantil finalizaba con un sonoro "¡Arriba España!". El maestro, que en mi caso era además mutilado de guerra, se encargaba de poner el correspondiente tono de milicia infantil a aquellas jornadas matutinas. Como yo había nacido en una familia de perdedores de la guerra, aquello del cántico facha me resultaba repelente, pero no había forma de escaparse, salvo el viejo truco de simular que cantabas simplemente moviendo los labios y estando atento a que cuando el mutilado de guerra apareciera a tu lado te oyera cantar la estrofa correspondiente con especial fervor.

Tiempo después, cuando del Cara al sol pasé a lo contrario, como corresponde a la influencia inversa de una educación dirigida, me topé con un hecho curioso que, todavía hoy no deja de sorprenderme.

Llegada la época universitaria, en ese periodo de la Complutense en el que te entran ganas de investigar sobre todas y cada una de las grandes cuestiones de nuestro tiempo, di de bruces con la gran sorpresa: el Cara al sol y el "¡Arriba España!" tenían cierta ascendencia vasca.

La verdad es que lo del "arriba", era algo que siempre me sorprendió, se parecía mucho al "gora" del grito nacionalista vasco "¡Gora Euskadi!", tan prohibido durante la dictadura. Y mi sorpresa fue enorme cuando supe que ese grito se lo propuso Rafael Sánchez Mazas a José Antonio Primero de Rivera. Sánchez Mazas conocía de primera mano por su experiencia vital en Bilbao el grito de los nacionalistas vascos, y como los falangistas querían cambiarlo todo, crear una nueva sociedad, les venía bien esa sonora expresión.

Pero hay más, el "¡Arriba España" los falangistas lo incluyeron en el Cara al sol, como remate final, y ese himno de Falange con el que me hicieron tragar a diario en aquella escuela franquista había tenido un nacimiento de lo más inesperado para mí.

Descubrí que había sido el propio José Antonio Primo de Rivera quien reunió en un restaurante de cocina vasca en Madrid, el Or Konpon, a siete destacados miembros del partido y les conminó a crear en aquella reunión un himno oficial. Y de esa reunión salió el Cara al sol. La música era de Juanito Tellería, un músico guipuzcoano de Zegama, y de los pocos letristas convocados por Primo de Rivera, tres eran vascos, Rafael Sánchez Mazas, Jacinto Miquelarena y Pedro Mourlane Michelena.

El descubrimiento me dejó pasmado, en un restaurante vasco de Madrid un músico del Goierri guipuzcoano, dos bilbaínos y otro de Irún habían formado casi la mitad de aquella fanfarria creadora del himno que azotó a diario mis delicados oídos de infante.

Aunque, ahora que lo pienso quizá les deba estar agradecido. Tanto canto matutino, tanto saludo franquista, tanto eslogan coreado, debió inocularme algún germen patógeno que, con el paso del tiempo se convirtió en una vivificante vacuna contra salvadores de patrias y patriotas de salón.

Ponerse en forma no requiere muchas horas de ejercicio diario

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La excusa general para no hacer algo suele ser la falta de tiempo. Eso incluye cuidarse, practicar algún deporte y mantenerse en forma. Ahora con las fiestas navideñas llenando de compromisos la agenda de cada uno, resulta todavía más difícil. Sin embargo, si en algún momento se necesita estar a punto, ese momento es ahora.

En este artículo se recogen cinco ejercicios de pilates para poner el cuerpo firme sin grandes esfuerzos ni grandes inversiones de tiempo. Sólo hace falta un poco de constancia, lo demás lo tenemos siempre disponible: el cuerpo y el suelo.

Lo ideal es realizar los ejercicios en circuito (excepto el primero, El Cien, que sirve de calentamiento y toma de conciencia corporal) con las repeticiones que se marcan al final de cada uno. Es decir, primero el cien, y después los otros cuatro. Finalizada la primera serie, habría que repetirla dos veces más.



* ATENCIÓN: el gasto calórico implica más esfuerzo, pero hay que controlar y no sobrepasarse si se nota el más mínimo dolor. Para ser eficientes, primero se necesita controlar bien los movimientos y que la respiración sirva guía.

Por qué nos gusta tanto 'La guerra de las galaxias'

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Porque es un romance tan bien bordado, una novela en fotogramas que bien hubiese podido cantarse en verso y después en prosa, por eso la amamos. La saga de Lucas es la prehistoria legendaria y del futuro que a muchos nos queda. Nuestros recuerdos han sido culturizados, colonizados por escenarios, personajes y situaciones que pertenecen a otra galaxia muy, muy, muy lejana. Los suyos son seres tan irreductibles como imposibles a los que queremos parecernos -si es que no lo somos ya-. No nos importaría pilotar un caza imperial o el Halcón Milenario junto a un felpudo con patas, ni haber sido condenados a muerte en doce sistemas solares. La inmensidad de su universo dentro del universo nos hace comprender, irónicamente, que estamos a dos pasos de la ciencia ficción y que esta se encuentra, a su vez, en el arte y en la vida. Y, de paso, el niño prodigio fue capaz de reescribir el folletín de Dumas, Verne y Stevenson.

Pero no nos gusta la última trilogía, somos cautivos puristas de la selva estelar de los tres primeros largometrajes, a la vez que de su campo gravitacional y metafórico, cuando la animación por ordenador todavía no había hecho estragos en la realidad del celuloide. La Estrella de la Muerte, ese satélite tangible, nos provocaba una desazón porque sabíamos que en cualquier momento un destacamento de tropas de asalto nos podía apresar o podíamos caer en una trituradora de residuos radioactivos, con una criatura sideral y submarina rozándonos nuestras piernas. Y era tan de verdad que mirábamos por debajo de los asientos del cine: uy, era el roce del abrigo de nuestros primos. Entonces nos enamoramos del maudit galáctico, del trasterrado planetario, del reino de las figuras y la propulsión, de la guerra de guerrillas con el fusil láser calado, rodeados de ositos de peluche que tan pronto nos iban a sacrificar como a reconocer como a sus dioses.

La guerra de las galaxias está llena de grandes hombres, de espías, de emperadores abisales que a ritmo de una sinfonía del maestro John Williams -ay, ese temazo de amor que nos habitará para siempre-, tratan de robarse unos a otros el secreto de unos planos o de la fuerza que une y da sentido al mundo. Porque fuimos criogenizados en relieve y colgados como un Tàpies en el salón de la cueva de un repugnante mercenario que devoraba renacuajos hasta que una chica enmascarada vino a descongelarnos con las microondas de sus besos en una calle del Madrid de los Austrias. Ocurrió aquella noche que jamás olvidaremos... tan lejos y tan cerca.


George Lucas reconcilió categorías y resolvió el misterio del universo, haciendo del heroísmo modesto símbolo y mito: la última frontera, la de la imaginación, solo es apta para valientes.


Porque aventurero es aquel que está fuera de la ley quisimos ser ese Han Solo sexy y after shave que está presto a sacar el arma antigua -pero tan del futuro- y, con mueca burlona, a dispararle en una cantina de mala muerte a un marciano contrabandista de ademanes torvos y ojos saltones. Fuimos un cazador de recompensas que descifraba el sentido de las razas y las especies y dibujaba el fantasma albo de una princesa de largas pestañas porque "No hay recompensa que compense esto, Alteza". Hicimos el recorrido Kessel en menos de doce parasegundos superando a los cruceros imperiales.

- Te gusto porque soy un sinvergüenza. ¿No quieres un sinvergüenza en tu vida?
- Me gustan los hombres decentes.

También fuimos el adolescente rubio e ingenuo con kimono y nos enfrentamos en un duelo terrible y freudiano a nuestro oscuro y bronco padre... y, finalmente, lo "matamos" para poder seguir creciendo y para descubrir cuánto nos amaba. Aprendimos también a resistirnos a través de nuestra fuerza mental a la autoridad.

Y tuvimos a nuestros mejores amigos en los androides parlanchines de protocolo y los de servicio doméstico o de auxilio en la batalla: oteaban el horizonte de nuestra habitación desde una balda cercana, vigilando la llegada inminente de Darth Vader, que anunciaba con metálico aliento, acaso el personaje más fascinante de la historia del cine espacial y del otro. Fuimos a la vez maestro y discípulo porque tuvimos la suerte de conocer esa progresía ilustrada de los caballeros Jedi, encabezada por Obi Wan Kenobi con el rostro de Alec Guinness, con el alma templada como una espada láser: los Amadises de las estrellas. Luchamos al lado de un general republicano que tenía una enorme testa de besugo, escapado de una novela de Lewis Carroll, pero que empatizaba más con nosotros que muchos humanos.

Recordemos con Proust que solo la metáfora hace perdurable un estilo. George Lucas rediseñó en 1977 el arquetipo durée de la aventura. La trilogía fundacional de la saga galáctica jamás perderá su eficacia ni su capacidad de hacernos soñar. Por eso amamos su universo de acuñación poética, de cruceros interestelares que viajan más deprisa que la luz y de romances inciertos: bienaventurados los que creen que sí es posible romper, tanto en el tiempo como en el espacio, con esta cotidianidad de urna prenavideña y de debate soporífero y se suban de un salto a la nave tras guiñarle un ojo a su R2-D2. George Lucas reconcilió categorías y resolvió el misterio del universo, haciendo del heroísmo modesto símbolo y mito: la última frontera, la de la imaginación, solo es apta para valientes. Nos vemos en el muelle de embarque 94.

Seju Monzón, músico y gran hermano de El Wyoming

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Seju Monzón es el hermano mayor de El Gran Wyoming y un músico de los pies a la cabeza. Fui a buscarlo a su casa y apareció silbando cuando dobló la esquina y me vio junto al Seiscientos de Autoentrevistas aparcado.

Es un tío feliz, se nota que se lo ha pasado muy bien y hoy sigue pasándoselo en grande. Desde que se hizo conocido con la mítica canción Saca el güisqui cheli allá por 1975, se dio cuenta de que podía vivir de la música. Formaba parte de Paracelso, un grupo con el que ganaron dos ediciones seguidas del Rock Villa de Madrid, integrado entre otros por su hermano Wyoming y El Reverendo.

Pero lo que más le ha marcado es la música latina. Con el grupo El Combo Belga triunfó años más tarde con el tema Abusadora ("¿Qué hiciste, abusadora?", dice el pegadizo estribillo). En gran parte fue el precursor de este estilo de música que caló tanto en la década de los noventa en España. Estuvo viajando continuamente a Cuba, donde introdujo sellos como EMI o Blue Note. En la isla trabajó como productor, parece que se cansó y dejó de tocar de la noche a la mañana para dedicarse a descubrir nuevos talentos, grandes artistas.


Hoy sigue parlanchín, simpático y se ríe con la libertad de un niño. Le encanta cogerse un avión y descubrir mundo con su cámara al hombro, "no tengo Facebook ni nada", responde mientras conduce. También ha vuelto a tocar, ahora con un grupo de amigos que se hacen llamar 4 On The Road.

El próximo 15 de enero tocan en La Cocina Rockbar. Será un concierto con gratas sorpresas rodeado de amigos ("por eso será 4 On The Road & friends", dice Seju). Se subirán esos amigos, que no son pocos, al escenario para disfrutar de la buena música que ensayan en un pequeño estudio. Al final de la segunda parte puedes escuchar varios temas. ¡Salud, Seju!

Carta abierta al hombre que gritó a mi hijo en el cine

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Al hombre del cine:

Son las tres de la mañana en Waconia, Minnesota (Estados Unidos). En alguna parte de esta ciudad hay dos hombres durmiendo tranquilamente mientras que a mí las lágrimas no me dejan conciliar el sueño. Nunca me recordaréis, pero yo me acordaré de ustedes más de lo que debería.

Fue usted el que gritó: "¡Saca a ese niño de aquí!".

En la oscuridad, como un cobarde.

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Me gustaría enseñaros a este niño. Se llama Vito. Es un niño maravilloso y precioso. Está luchando contra el cáncer. Sí, es diferente. No habla. Utiliza ciertos sonidos para expresar emoción o frustración. Expresa el entusiasmo por medio de gruñidos, chillidos y risas. Le estaba gustando muchísimo la película, así que se la pasó entera chillando. Le ha costado mucho llegar a expresarse así. Antes de tener cáncer, Vito hablaba y balbuceaba como cualquier otro niño de 11 meses. De hecho, empezó a hablar antes que sus hermanos. Pero el cáncer se lo arrebató. Le hizo enmudecer durante semanas. Cada sonido que emite Vito es fruto de una terapia con la que llevamos trabajando 9 meses.

Oh Vito. You are so loved.

Posted by Valiant Vito on Saturday, May 16, 2015



Se puso a llorar porque no podía beber del refresco de su hermano. Le sacamos de la sala inmediatamente. Cuando dejó de llorar, volvimos a entrar a la sala, donde se estuvo riendo con la película. Supongo que demasiado. Habría sido diferente si hubiéramos dejado llorar a Vito dentro de la sala, pero no lo hicimos. Usted nos gritó que nos fuéramos porque Vito se estaba riendo. Como los demás niños del cine, pero a su manera.

Siento haberle molestado.

En realidad no. Me da igual.

Si dijera que lo siento estaría reconociendo que mi hijo ha hecho algo mal. Pero no ha hecho nada mal. Simplemente se expresa de una forma diferente. Mi hijo tiene derecho a estar ahí. Ha tenido que luchar mucho para vivir. No es diferente de mi otro hijo de dos años que se dedicaba a dar botes en la butaca.

Supongo que eso sí está permitido porque es algo más normal.

Cuando me gritó que me fuera con mi hijo, me puso usted en una situación difícil. Verá, también tengo un hijo de 9 años. Me puso en un aprieto.

¿Qué ejemplo iba a darle a mi hijo de 9 años? Si le ignoraba, estaría enseñándole a mi hijo que permito que la gente trate a su hermano así. Así que, cuando la película acabó, me puse de pie, con el corazón a mil por hora. Como no sabía quién nos había gritado, porque decidió usted hacerlo escondido en la oscuridad como los cobardes, me levanté y dije:

"Al que me haya dicho que saque a mi hijo del cine: siento que mi hijo Vito sea un poco diferente, pero tiene un cáncer cerebral que ha modificado su capacidad de comunicación".

No se dignó a decir nada. Se hizo el silencio. Es increíble que pueda haber tanto silencio en una sala de cine, incluso aunque siguieran apareciendo los créditos en pantalla. Todo el mundo se apresuró a irse, sin mirarnos, evitando establecer contacto visual con nosotros. Aparentemente, estábamos marcados.

Es usted un cobarde, señor. Debería haberse acercado a mí, a conocer a mi maravilloso hijo. En vez de eso, decidió marcharse corriendo. Entonces, otro hombre me dijo: "Bueno, a lo mejor no deberías traerlo a un sitio así".

Estábamos viendo una película de Disney. Una película Disney. Es normal que haya niños. Los niños hacen ruido. Yo lo entiendo, he ido al cine a ver películas y me he topado con niños ruidosos. Pero es bastante normal que haya niños un sábado por la tarde viendo una película Disney en el cine. La sala estaba llena de niños.

Enseñamos a nuestros hijos que no se acepta a los que son diferentes.

Enseñamos a nuestros hijos que, cuando alguien no nos gusta, le humillamos hasta que se vaya con la cabeza agachada y avergonzado.

Enseñamos a nuestros hijos que las discapacidades son algo de lo que avergonzarse.

Enseñamos a nuestros hijos que se puede menospreciar a los demás haciéndoles sentir inferiores.

Enseñamos a nuestros hijos a esconderse para que nadie vea que son diferentes.

Enseñamos a nuestros hijos a discriminar.

Enseñamos a esos niños que pueden burlarse de mi hijo en el patio del colegio igual que nosotros nos burlamos de él en el cine.


Vito, con tan solo 20 meses, está luchando contra un cáncer cerebral. Ha logrado cosas increíbles que le han costado muchísimo. Se le ha diagnosticado meduloblastoma; ha tenido que someterse a cirugía cerebral. Vito ha recibido quimioterapia. Necesita utilizar una sonda para alimentarse y sufre parálisis de la parte derecha de la laringe, debilitación del sexto nervio craneal, ataxia troncal continua, dismetría bilateral, hemiparesia izquierda, disminución de la capacidad de habla y pérdida bilateral del oído.

Cuando nos enteramos de las discapacidades de Vito, se me encogió el corazón. No por él, porque sé que es fuerte. Sino por la gente como usted. Usted es todo lo que asusta a los padres de niños con necesidades especiales. Usted es la representación de lo horrible y lo odioso del mundo. Es usted peor que el cáncer en sí mismo. El cáncer no tiene elección, ser maligno está en su naturaleza. Usted ha elegido discriminar. Usted ha elegido ser maligno.

Al hombre que me paró para decirme que se alegraba por Vito: gracias.

Espero que lea usted esto y se dé cuenta de que no todo el mundo es como usted. Hay mucha gente diferente en el mundo. Cada uno con su propia batalla. Y todos son increíbles por superarlas. Todos tienen derecho a ir al cine a ver una película.

No le deseo a nadie algo como lo que hemos tenido que pasar. Ni siquiera a usted. Porque es algo horrible y ningún niño debería sufrir de la forma en que he visto sufrir a mi hijo. Pero le digo una cosa: si alguna vez te ves en mi situación, y resulta que alguien a quien quieres con toda tu alma es diferente como mi hijo Vito, espero que la gente con la que te topes sea contigo mucho más amable de lo que usted ha sido con mi hijo. Ningún niño se merece esas palabras que usted le dedicó.

La madre de Vito

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Sigue la historia de Vito aquí.


Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero

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Voten a quien quieran, pero voten

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Las elecciones generales de este 20 de diciembre son, por varios motivos, las más importantes de la historia de la democracia española. Primero, porque el Gobierno que salga de las urnas deberá rematar la salida de una crisis que, pese a lo que defienda Mariano Rajoy, aún queda lejana. Segundo, y más importante, porque ha de ser ese Ejecutivo, en solitario o en coalición, el que deba reconstruir una España que, a día de hoy, está hecha unos zorros.

Vivimos en un país con un problema extraordinario de convivencia --Cataluña y, ahora en menor medida, País Vasco-- cuya única solución pasa por la diplomacia y el sentido de Estado. Somos más desiguales: buena parte de la clase media ha pasado a ser clase baja, mientras una clase alta cada vez más rica se ha mantenido inalterada. Estamos menos protegidos, víctimas de una minuciosa y calculada demolición del Estado del Bienestar a la que hemos asistido con asombrosa indiferencia. Nos sentimos más vulnerables y menos defendidos por unos gobiernos desbordados ante la locura del Daesh.

Somos, en fin, más desconfiados: creemos que algo tiene que cambiar, que los problemas no se pueden solucionar de la misma forma que se han resuelto en las últimas cuatro décadas. Las estructuras políticas que han monopolizado la España democrática --con el bipartidismo como elemento principal--, amenaza derrumbe. Ya nada puede ser igual.

Esa es la teoría: todos somos conscientes de que España está enferma y necesita un desfibrilador que la revitalice. Pero nos falta llevar esa teoría a la práctica, que como ciudadanos de una democracia parlamentaria pasa por algo tan sencillo como acudir este domingo a las urnas.

Estas semanas he recibido varias llamadas de amigos con la misma pregunta: "¿A quién voto?". A todos les he respondido con la misma franqueza: tengo mi opinión, pero la opción política que considero mejor no tiene por qué ser la mejor para los demás. Ahora bien, sí tengo claro que este domingo hay que votar.

Me ha sorprendido cómo muchas de esas personas, desasosegadas por el sentido de su voto, me confesaban pocos minutos después que no tenían tan claro que fuesen al colegio electoral. "Depende de cómo se me dé el día", aducían con cierto punto de desapego. El voto es un derecho, pero también deberíamos implantarlo en nuestra conciencia cívica como una obligación. Una democracia sana y exigente requiere de una ciudadanía comprometida y preocupada por el futuro de su país. Y eso se refleja en el voto. Ni más ni menos.

Un voto, eso sí, que no sea consecuencia de un impulso de última hora, sino razonado y razonable según el pensamiento de cada uno. Por eso no tendría demasiado sentido que alguien votase a Mariano Rajoy por la bofetada que le propinó un desgraciado el pasado miércoles; o que se decantase por Albert Rivera o Pedro Sánchez por ser guapos. O por Pablo Iglesias porque es un tipo que sale mucho en la televisión. Deberíamos estar muy por encima de eso.

Debemos exigirnos el mismo nivel de calidad democrática que reclamamos a nuestros políticos, tantas veces denostados de forma tan injusta. Tendríamos --aún estamos a tiempo-- que leer los programas electorales y someternos a un examen de conciencia con preguntas como qué tipo de país queremos; a qué tipo de educación, de sanidad, de Estado, de convivencia, de transparencia, de calidad ética (y muchas veces estética) aspiramos. Y una vez resueltas estas cuestiones, ir a votar.

No nos jugamos poco en estas elecciones. Sólo tomándonos en serio a nosotros mismos podremos tomar en serio el país en el que vivimos.

El 20-D aprieta pero no ahoga a Sánchez

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Y hubo tanto ruido
Que al final, llegó el final.
Mucho, mucho ruido...

Lo cantó Sabina, pero se vivió así la noche electoral en el PSOE, y no sólo en la sede de Ferraz. En Andalucía, en Extremadura, en Castilla-La Mancha, en Asturias... Los socialistas se jugaban el ser y el estar; el perder o el perderlo todo y ocurrió lo primero. Pero el cisma está y estará.
Una sangría en votos (casi dos millones menos que en 2011); un descenso notable en escaños (19) y 6 puntos por debajo del partido más votado.

Aún así los de Sánchez no lo dan todo por perdido. La izquierda suma un millón de votos más que la derecha. España ha votado cambio y, aunque al PP como primera fuerza política le corresponde formar gobierno, la suma con Ciudadanos no le da. Y si no le da, será el segundo, o sea el PSOE, quien tratará de impulsar una alianza de cambio. ¿Con quien? La aritmética no da para mucho. España se acuesta, a priori, ingobernable. Pero hay quien sueña con un tripartito PSOE-Podemos-IU condicionado por nacionalistas e independentistas. Un alto precio que no todos los socialistas están dispuestos a pagar. Antes, prefieren nuevas elecciones en mayo. Una opción que para otros beneficiaría a un PP que en ese caso sí sacrificaría a Mariano Rajoy como candidato.

Calma, prudencia y análisis frío pedían anoche los barones desde sus territorios. Demasiados escenarios, demasiadas cábalas y una sola certeza: que el PSOE ha registrado el 20-D el peor resultado de la historia (5.300.000 sufragios, 90 escaños y sólo un 22 por ciento de los votos). Así que los datos requieren de una digestión larga, si bien el primer titular es que el escrutinio aprieta pero no ahoga a Pedro Sánchez, de momento. Quienes querían su defunción la noche del 20-D tendrán que esperar. "Primero España y después el PSOE", advertía un secretario general reticente a concertar con precipitación estrategias orgánicas.

El hecho de que el PSOE mantenga la segunda posición del tablero y acaricie la idea de un gobierno en minoría pospone la necesaria catarsis de un partido que no acaba de encontrar el rumbo ni en lo orgánico ni en lo político y que, a tenor de los resultados, necesita inexorablemente del apoyo de Podemos. Pablo Iglesias ya ha dejado claro su precio: una España plurinacional, después de una reforma constitucional que incluya una consulta sobre el encaje de Cataluña en España.

¿Lo pagará Sánchez? ¿Se lo permitirá el PSOE? De todo esto y de mucho más se hablará en la Ejecutiva Federal. Pero si quieren alguna pista, escuchen las palabras de Sánchez tras conocer los resultados: "España quiere izquierda y quiere cambiar". Y dijo más: "Hemos hecho historia y hemos hecho presente. El futuro es nuestro". Quien pensara en renuncias o dimisiones tras el peor resultado de la historia del PSOE tendrá que esperar. Incluida la federación andaluza, que anoche mismo se atribuyó el mérito de que Podemos no diera el sorpasso en España. Uno de cada cuatro diputados socialistas es andaluz, el 25 por ciento. Susana Díaz se ha impuesto a los de Iglesias en Andalucía por 625,000 votos y 15 puntos. Aún así, la reina del Sur de nuevo tendrá que esperar...

España rompe con su pasado

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Los españoles vamos a dar la bienvenida a 2016 sin saber qué gobierno nos espera: si Mariano Rajoy conseguirá repetir mandato, o si será una coalición de izquierdas liderada por el PSOE, o si tendremos que volver a las urnas el próximo mes de mayo. Son nada menos que tres escenarios, todos ellos sumamente complejos de construir, los que se abren después de un 20-D en el que la única certeza es que este país ha roto con su pasado.

"Será necesario hablar mucho, dialogar más y llegar a acuerdos", dijo Rajoy asomado al balcón de Génova. El puñetazo se lo han dado esta vez los tres millones de electores que le han dado la espalda al PP. Pero no hay que minimizar su triunfo: a pesar de los escándalos de corrupción y de los recortes de la crisis, sigue siendo la fuerza más votada, y si bien sus 123 escaños son insuficientes para gobernar, resultan una fortaleza casi inexpugnable para quienes aspiren a tejer un gobierno alternativo. Además, se ha asegurado la mayoría absoluta en el Senado, otro hándicap no menor para sus rivales. Cuenta con la abstención de los 40 diputados con los que Ciudadanos se estrena en el Congreso, pero necesitaría también la abstención del PSOE para formar gobierno. Su voluntad, pues, de lograr un 'gobierno estable' parece difícilmente alcanzable. La mayoría absoluta y sorda de la que ha disfrutado en estos cuatro años hace que sea muy difícil reconstruir puentes con otras fuerzas. Difícil, sí, pero no imposible. Los seis diputados del PNV se han convertido ya en un inesperado objeto de deseo, y no sólo por los conservadores.

Con 69 diputados, Podemos entra en el Parlamento con la fuerza de un ciclón. Es cierto que no ha conseguido su sueño de adelantar al PSOE -ni siquiera en votos-, pero la gesta de Pablo Iglesias y la formación morada va a estudiarse en los manuales de política de todo el continente. En coalición se han aupado como sorprendente primera fuerza en Cataluña y segunda en País Vasco, Madrid, Valencia, Navarra, Baleares y Galicia. En sus manos está un posible gobierno de izquierdas, si Rajoy fracasa en su empeño. Por eso resultó curioso escuchar a Iglesias la misma noche electoral anunciar que los cambios constitucionales que propone la formación morada eran 'irrenunciables'. ¿Líneas rojas para empezar a hablar? ¿Ya? Como gesto hacia Cataluña es comprensible, pero los resultados del PP hacen aritméticamente imposible cualquier cambio constitucional que no cuente con su apoyo.

Para el socialismo, los 90 escaños que ha conseguido este 20D suponen una decepción mayúscula, suavizada por el hecho de que las expectativas, durante la campaña, fueron aún peores. El PSOE pierde un millón y medio de votantes, queda relegado a cuarta fuerza en Madrid y tercera en Cataluña, pero gana de nuevo en Andalucía y, paradojas del nuevo parlamento, Pedro Sánchez podría ser presidente del gobierno casi por carambola. Eso le salva -de momento- de los enemigos internos, pero le coloca entre la espada y la pared. Hay un PSOE dispuesto a formar un frente de izquierdas a cualquier precio, y otro PSOE alérgico a Podemos que aceptará como mal menor permitir un nuevo gobierno popular. Además, arreciarán las presiones -sobre todo externas- para rizar el rizo y apuntar a una gran coalición con el PP, al estilo alemán, invocando la inestabilidad que tanto pánico despierta en los mercados financieros.

Hablando del IBEX-35: Albert Rivera se pasó toda la campaña desmintiendo que Ciudadanos fuera un producto prefabricado por los poderes económicos, asustados ante la emergencia de Podemos. Fueron perdiendo fuelle en campaña, y ahora son víctimas de las expectativas que despertaron en los sondeos. Sus 40 diputados saben fracaso, pero ser la cuarta fuerza en este impredecible y nuevo escenario político no es cualquier cosa.

Todos los escenarios necesitarán tiempo para cuajar, así que los focos vuelven ahora a apuntar hacia Cataluña. En los próximos días tendrá que resolverse la situación de ingobernabilidad: o bien la CUP cede y permite la investidura de Mas, o se convocan nuevas elecciones. El triunfo de EnComú / Podem (12 diputados) y de ERC (9), junto al batacazo de Convergencia, que pierde la mitad de los escaños y queda relegada a cuarta fuerza, hace que la operación "Salvar al Soldado Mas" sea perentoria.

Pero nada está escrito. Se busca presidente. En España. Y en Cataluña. Bienvenidos a las emociones fuertes; bienvenidos a una nueva era política.

Albert Rivera, empeñado en demostrar lo que se han perdido

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"Es un buen resultado. 40 diputados frente a los 41 que ha obtenido Podemos sin las alianzas con las plataformas y las mareas", decía Albert Rivera nada más acabar la rueda de prensa. "Estoy deseando llegar ya al Congreso y ponernos a trabajar aunque estamos en un panorama de difícil gobernabilidad".

Su actitud no dejaba traslucir una noche dura. Relajado después del susto inicial, cuando la posibilidad de obtener 25 diputados nada más arrancar el recuento de votos tensaron el ambiente entre los dirigentes que esperaban reunidos en el Eurobuilding conocer cual había sido por fin el apoyo de las urnas.

"MUY AUTOEXIGENTE Y PERFECCIONISTA"


Han sido diez días difíciles de digerir, en los que Rivera, que es "muy autoexigente y perfeccionista" como señala una persona de su máxima confianza, no ha dejado de preguntarse qué ha pasado para que las encuestas de opinión les pasasen a situar en cuarto lugar después de haberles dado empate con PP y PSOE. Nada de lo que vaticinaban a finales de noviembre los sondeos se ha cumplido."Ha habido mucha volatilidad, ayer mismo seguía habiendo un 16% de indecisos", apuntaba José Manuel Villegas, jefe de gabinete de Rivera.

Su desafío ahora, una vez que Podemos se ha revelado líder de los emergentes, es demostrar lo que se han perdido quienes en el último momento decidieron no otorgar su voto a Ciudadanos. Y para conseguirlo, su objetivo es que el Parlamento proporcione visibilidad a las propuestas por las que van a pelear como la ley electoral, tal y como ha advertido Rivera nada más iniciar la rueda de prensa: "Hoy los votos de Ciudadanos valen la mitad y tenemos cuarenta diputados para iniciar un nueva ley electoral".

"VAMOS A HACER UN BUEN TRABAJO"


Villegas, su mano derecha, insistía también que "vamos a hacer un buen trabajo, estoy seguro" como si fuera la meta en la que centrarse.En los cálculos del líder de Ciudadanos no cabe ya pacto alguno y solo quiere demostrar el potencial de cambio que tiene el partido a pesar de no cumplir con las expectativas.

Ignacio Aguado, Begoña Villacís y Francisco de la Torre se mostraban satisfechos de unos resultados que a sus propios afiliados les habían ido cayendo como un jarro de agua fría. En los corrillos, los simpatizantes con bufandas o jerseys naranjas le daban vueltas al momento en el que se torcieron las cosas. Consuelo, una afiliada madura, tenía claro que el debate a cuatro perjudicó a Rivera porque "Albert estuvo muy nervioso, moviéndose mucho e impaciente porque los otros no le dejaban hablar y explicarse. Eso no es lo que se espera de un futuro presidente. Y hay que reconocer que Podemos ha hecho una buena campaña. Hoy estoy decepcionada". Lo que más dolía a los militantes era que Iglesias hubiera arrebatado a Rivera la posibilidad de liderar el cambio prometido por los emergentes, reeditando la clásica pugna del bipartidismo.

La posibilidad de celebrar un referéndum en Cataluña, como ha prometido Podemos, es claramente una línea roja que no van a traspasar. Así su hipotético apoyo a una coalición con el PSOE y Podemos queda descartado. Aunque varios de sus dirigentes no ocultan que pactar con Sánchez hubiera sido una posibilidad de haber logrado otros resultados ambos partidos y están bastante convencido de que el PSOE se abstendrá, como ellos, en la investidura de Rajoy.

"No creo que ni la vieja guardia ni algunos de los nombres más relevantes del equipo de Sánchez permitan un pacto con Podemos", decía uno de los próximos diputados de Ciudadanos. Marta Rivera de la Cruz hacía cálculos ante las resultados que aparecían en las pantallas de televisión. Igual Pedro Sánchez no está tan dispuesto a dejar pasar su oportunidad.

Mártires de las puñeteras etiquetas

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Foto: REUTERS

Busco molestar, picar, transparentarme y hacerme notar ¿Quién soy? Soy una etiqueta de ropa en varias capas de 25 centímetros cuadrados y vengo recosida a un tanga de dos milímetros. Para deshacerte de mí, tendrás que arrancarme. Tendrás que romper la prenda o quedarte conmigo.

Soy una víctima, realmente todo los somos, puesto que quien estrene alguna prenda de ropa, sea cual sea su edad y condición, se convierte inmediatamente en damnificado de la guerra silenciosa que los precarios empleados de las fábricas textiles mantienen contra su empleadores del primer mundo. Si no, ¿por qué demonios la etiqueta de la camisa que me acabo de comprar esta cosida y recosida con hilos indestructibles? Solo dejando un agujero enorme en la espalda conseguiría desembarazarme de ese mamotreto hiriente. Y es que eso es lo que buscan quienes adosan con tanto énfasis las etiquetas -por cierto, ininteligibles- a las prendas de vestir. Buscan molestar, picar, transparentarse, hacerse notar y jorobar a quien la lleva puesta. Quizá esta sea su revancha mientras atizan durante horas la máquina de coser y limpian con esta pequeña venganza el sudor de su frente.

Toma, chulita europea que compras camisetas a tres euros, toma picor en el costado en esta sudadera, toma colgajo de quince centímetros en el tanga, y no te agaches que te asomarán por detrás los consejos de lavado. Y ¡ten cuidado! Porque cuando no puedas más y arranques con tus manos la dichosa etiqueta que te amarga la fiesta, dejarás un boquete en tu vestido.

Quizá el tamaño de las etiquetas también es producto de este resarcimiento laboral, porque no es de lógica el papelón de varios tomos que se le pone a la ropa interior. ¿De verdad que una bragas necesitan tanto control de calidad y manual de uso? ¿Por qué algo tan delicado y suave como la ropa de bebé ha de llevar incrustado un papel de lija, con letras de papel de lija en forma de etiqueta?

La respuesta está en el origen, y mientras pienso que esto es obra de los explotados, que la etiqueta que me hiere, es en realidad un destello de ironía, cosido en un recóndito taller de vete a tú a saber, me siento menos mal, y más cerca de sus espaldas encorvadas, pues tal vez, esta misma postura de cirujana desprendiendo con pincitas hilos de etiqueta de mi tanga sea tomada diariamente, y por demasiado tiempo, por otras mujeres como tú y como yo, pero de peor suerte. Si ciertamente las etiquetas se consideran documentos, estamos, sin duda, ante una gran metáfora. La moda rasca.

Viajando por Turquía

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Este texto también está disponible en catalán


2015-12-17-1450346036-3401803-Capturadepantalla20151217alas10.53.03.jpgEstambul, Bursa, Troya, Assos, Colofón, Pérgamo, Efeso, Pamukkale, Hierápolis, Afrodisia, Alabanda, Alinda, Priene, Mileto, Dídima, Marmaris, Caunus, Antalya, Konya, Capadocia, Ankara, Sínope... Sonoras palabras que evocan lugares habitados por heroínas y dioses, por pletóricas columnas y grandiosos sillares, enmarcados por cielos de azules altísimos, esmaltados por el verde de adelfas y pinos, la aguamarina de tantos mares o el esplendor de baldosas y mármoles; estuche de maravillosas mezquitas. Para acabar el año, les propongo (supongo que lo sabrán perdonar) algunos fragmentos de un libro mío que los recorre con placer y los recuerda con gratitud.

1. El barrio asiático de Üsküdar es el Brooklyn de Estambul; permite ver una de las líneas del cielo más hermosas y privilegiadas del mundo. En la colina de enfrente, las siluetas orgullosas de lo mejor de la ciudad. Encaramado en la punta de su izquierda, el enorme palacio de Topkapi; a continuación, Santa Sofía, de potentes contrafuertes y colores. Un poco más allá, la gris y sobria mezquita Azul, es decir, Sultanahmet; bastante más allá, la gran mole de la mezquita de Solimán el Magnífico; delante de ella, se perfila la esbelta torre de la universidad. Si la mirada desciende hasta el mar, se divisa el puente de Gálata y, pegada a él, la bonita mezquita Yeni; a su vera se intuye el abigarrado mercado Egipcio. La torre de Gálata destaca en la otra orilla del Cuerno de Oro.

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Interior de Santa Sofia (Istambul)

Ir a Üsküdar en transbordador cuando luce el sol, entre los azules del cielo y el mar, la cara al viento, es una alegría. O en la noche ver la luna turca colgada del firmamento. Reza, sin embargo, para que no todos los días de Estambul sean radiantes de sol y de brisa. Que algún día los visite la lluvia y el viento. Entonces pueden verse nubes como el carbón, como el aluminio; nubes deshilachadas como la más fina muselina al libre albedrío del aire, y el sol jugueteando con ellas. Cortinas de lluvia como niebla espesa en el confín del horizonte, desgajadas por ráfagas de luz. Y el mar esmaltado de plata. Que haya algún día de humo y grises en que el sol se intuya tan sólo detrás del plomo. Las nubes son gris-azules; ligeros trocitos caen a un agua que se transforma en una capa densa y aceitosa, y crean una ligera neblina a ras de mar. El viaje se vuelve misterioso e incitante. Las gaviotas vuelan por este cielo fantasmagórico sin tan siquiera atreverse a graznar. El agua es más oscura, más profunda y más antigua que nunca. Que vivan para siempre los transbordadores de Estambul colgados entre mar y cielo.

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Puesto del popular mercado al aire libre alrededor de la mezquita de Fatih (Estambul)


2. Al cabo de un cuarto de hora salíamos hacia Urgüp. El paisaje se iba transformando lentamente en el paisaje imposible de la Capadocia, onírico, curvado --ni un ángulo recto--, suave --pura erosión--, erótico, sugerente, de fábula, entre el ocre y el rosado, enormemente cambiante a capricho del sol. El terreno se iba ondulante poco a poco, perdía aridez, se percibían los oscuros y profundos pozos del deseo del tiempo. Cuando entras en la Capadocia, tienes la impresión de entrar en un mundo irreal, donde no hay tiempo, todo está detenido, tienes la sensación de estar fuera del mundo.

La carretera avanza en medio de este prodigio. A ambos lados, las caprichosas construcciones rosadas por el desgaste, la profundidad de cuevas a medio imaginadas, refugios para gente perseguida: la Capadocia ha acogido amablemente entre sus curvas, en sus entrañas, desde siempre, pueblos perseguidos. Más lejos, el conjunto impresionante de Uçhisar, a medias montaña, a medias pueblo, hasta el punto de que no sabes dónde termina una y empieza el otro, porque, de hecho, ni empiezan ni terminan, forman un conjunto único, compacto. Te quedas boquiabierta ante un espectáculo no por anunciado menos impresionante.

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Templo de Atena en Priene (ciudad jónica cerca de la costa Caria)

Urgüp también es mitad pueblo, mitad montaña. Puesto que mucha gente visita la Capadocia, es una aldea llena de pensiones y hoteles; pero a pesar de este peaje, es muy agradable. Permite la felicidad de un lento pasear deteniéndose en cada puesto del bazar al aire libre mirando y revolviendo jerseys, muñecas, camisetas, turquesas y platas. Una subida fastuosa hasta el punto más alto de Urgüp permite vislumbrarlo entero, la visión fugaz de unos baños turcos, la cena en una lokanta en el fresco vivificante de la brisa de la montaña. Una delicia.

Cuento de Navidad

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Ilustración: Alfonso Blanco


Hay recuerdos que, con el paso del tiempo, se diluyen en la memoria y no sabemos distinguir muy bien si fueron del todo reales o si estuvieron a punto de serlo. Hay otros, sin embargo, que son tan nítidos que parece que hubiesen sucedido ayer mismo.

Mi madre conserva muy vivo uno de estos últimos recuerdos. Esta mañana, cercana ya a una nueva Navidad, me lo vuelve a contar. Tenía unos ocho o nueve años, a finales de la década de los cincuenta. Años de alargadas y silenciosas sombras aún. El precio de la posguerra, tan alto, seguía ahí. Y también era Navidad. Una de aquellas Navidades en las que las montañas, en el norte, solían cubrirse de una nieve densa que parecía rozar el cielo y que destacaba poderosamente entre aquellos paisajes rodeados de minas de carbón donde trabajaban la mayoría de los hombres.

A pesar de que era una buena estudiante, le gustaba quedarse en casa aquellos días de vacaciones: cerca de la cocina de carbón, del calor, de la trémula luz que surgía del carbón y de la leña ardiendo. "Te vas a quemar las manos", le decía la abuela cuando las acercaba demasiado a la cocina. Mi madre odiaba el frío y, en aquellos años, por estas fechas, hacía muchísimo frío.

Aquel frío y una enfermedad mal diagnosticada la llevaron a padecer la enfermedad reumática y degenerativa que hoy padece. Pero ésa es otra historia. La historia que hoy me ha vuelto a contar mi madre es la del pavo. El que toda la familia iba a tomar en la cena de Nochebuena. Había que ir a comprar el pavo al mercado.

Por entonces, aquellos pavos se vendían vivos, y los compradores debían encargarse de terminar con sus vidas para cocinarlos. La abuela, en el pueblo de Galicia del que procedía, había aprendido a hacerlo. Ahí van: mi madre y la abuela, de casa al mercado, muy abrigadas (gorros, bufandas, guantes, leotardos), contentas, tal vez resguardadas de la lluvia bajo el enorme paraguas del abuelo. Puedo verlas, de la mano, mientras ella, mi madre, me cuenta de nuevo la historia.

La abuela era muy alegre, y su sonrisa y su sentido del humor lo contagiaban todo. Llegaban al mercado y tenían que hacer una larga cola. Siempre se encontraban con alguna conocida del barrio durante la espera. Todo el mundo quería un pavo para aquella cena. Un buen rato más tarde, algo cansadas, regresaban a casa.

Nada más llegar, aquel pavo, tal vez consciente de su inmediato futuro, corría de un lado a otro de la cocina y del balcón. Aquel balcón en el que, cuando llegaba el buen tiempo, las mujeres se sentaban para charlar, realizar sus tareas y sentir los primeros calores en las piernas sin medias.

Mi madre recuerda las carcajadas nerviosas de la abuela. Las suyas propias, también nerviosas. La sensación cómica (y un tanto surrealista) del asunto. Llegaba un momento en que, a sus ocho o nueve años, mi madre no quería que la abuela acabase con la vida del animal. Podemos cenar otra cosa, decía tímidamente. Tal vez pescado, aunque mi madre aborrecía limpiarlo. La abuela la miraba con incredulidad y volvía a reírse. El pavo estaba listo para ser cocinado. Sólo faltaba quitarle las plumas. La abuela se las quitaba, una a una, cantando alguna de sus coplas favoritas.

Ahora, a sus ocho o nueve años, mi madre está sentada a la mesa con sus padres y su hermano mayor. El pequeño, medio dormido, aún está en la cuna. Mi madre lleva puesto su vestido nuevo y algún complemento en el pelo hecho con un retal del mismo género del vestido. El último que la abuela, modista de profesión, le ha confeccionado. El pavo está ahí, en la bandeja. Es enorme. El guiso tiene muy buen aspecto (la abuela era una gran cocinera) y huele deliciosamente.

Sin embargo, mi madre no quiere comerlo. "No puedo", susurra. Se acuerda de cuando estaba vivo. El pavo en el mercado, de camino a casa, corriendo por la cocina y el balcón. Intentando huir de su destino. Mi madre no puede quitarse esas imágenes de la cabeza. Las sonrisas nerviosas de ambas. Los abuelos la miran y le indican, sin decir palabra, que tiene que comérselo. Mi madre va partiendo aquel trozo de carne en pedacitos, desganada. Y se los lleva a la boca lentamente, reprimiendo las lágrimas, pensando en otras cosas. Pensando en los días de calor. En aquella playa, la de Gijón, a la que los abuelos solían llevarla cuando llegaba el verano. En aquella cometa que volaba de un lado a otro y que estuvo a punto de romperse varias veces cuando, al final de uno de aquellos días, se levantó una fuerte e inesperada ráfaga de viento.

11 motivos por los que sigues siendo un gay soltero (y menos mal)

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1. Porque no quieres convertirte en un florero. Muchos hombres buscan a chicos que encajen en su concepción de pareja perfecta: trabajo perfecto, aspecto perfecto, amigos perfectos y perfecto para un anuncio de Ikea. Necesitas a un chico que te quiera por ti mismo y que incluso desentone con parte de tus muebles. Está ahí, sigue buscando y luego redecora tu casa.

2. Porque tener los mismos derechos que el resto no significa que haya que casarse inmediatamente. Las leyes que permiten el matrimonio homosexual están haciendo historia, pero no existe ninguna ley que te obligue a empezar a planificar tu boda con el chico con el que llevas saliendo un mes. Para muchos, estas leyes significan que pueden casarse con el hombre de su vida. Si todavía no le has conocido, no tienes por qué hacerlo, por mucho que lo diga tu madre. Deja que lo hagan aquellos que sí están preparados.

3. Porque no puedes comprometerte. Hay ocasiones en las que muchos factores en la vida son más importantes que una relación: el trabajo, la economía, un problema con las drogas o el alcohol (tuyo o suyo), una enfermedad... No eres capaz de darlo todo cuando otros asuntos requieren tu atención y no tienes por qué fingir. Deja las páginas web de contactos y dedícate a pasar tiempo con la persona que más lo necesita: tú.

4. Porque crees en el amor. Has encontrado al chico que todos tus amigos creen que es perfecto para ti. Es inteligente, sexy, con éxito en la vida y, lo que es mejor, ¡te quiere a ti! Si os vais a vivir juntos u os casáis, os darán el premio a la Pareja Gay del Año y tendréis fotos en Facebook para demostrarlo. El problema es que no estás enamorado de él. Es algo que te cabrea y sigues esperando que algo cambie. Así funciona a veces la ausencia del amor... Si te quedas con él, dentro de un par de años te envidiarán y te admirarán, pero tú no serás feliz.

5. Porque tu pareja no es una buena persona. Tiene un cuerpo de infarto y todo el mundo utiliza fotos suyas para subirlas a sus perfiles de Grindr. Es muy bueno en la cama y tiene un físico que hace que quieras encerrarlo para que nadie lo vea. Las miradas que le echan deberían estar prohibidas. El problema es que, Míster Sexy Perfecto comparte sus fotos con todo el mundo, ha estado con media ciudad y es un mentiroso compulsivo cuando se trata de la fidelidad. Está bien soñar un poco, pero si este hombre es el Titanic de los novios, salta del barco y súbete en un bote salvavidas ya.

6. Porque a ti no te va mucho la monogamia y a él, sí. O al contrario. El asunto de la monogamia es muy importante en las relaciones y, si no estáis de acuerdo, fingir que sí lo estáis acabará haciendo daño a uno de los dos. Es posible que en el futuro lleguéis a un acuerdo, pero hasta entonces él no es el elegido.

7. O no te van los niños. Hoy en día, los homosexuales quieren tener niños tanto como un hombre heterosexual y suele ser un tema de conversación en la primera cita. No le ocultes la verdad sólo porque a él también le encante tu serie favorita o porque tu gusto para escoger calzoncillos le parezca fabuloso. La cuestión de los niños no se va a esfumar así como así; así que, si no tienes pensado tener hijos, lo inteligente, aunque te cueste, es decirle que lo vuestro no va a funcionar.

8. Porque todavía no lo has conocido. Las redes sociales nos hacen creer que el chico perfecto está a la vuelta de la esquina. Y, hoy en día, no hay que preocuparse de preguntarle a Don Culo de Ensueño si quiere que os toméis un café. También es fácil asumir que, como llevas seis meses buscando a tu media naranja y sigues pasando solo los fines de semana, tienes que tener algún tipo de problema. Conocer hombres nunca ha sido fácil -da igual dónde vivas, cuántos años tengas o en qué trabajes- y encontrar al chico que te haga sentir mariposas en el estómago no es algo que pase muy a menudo. Céntrate en ti y quiérete. Ese es tu rasgo más atractivo.

9. Porque no está disponible emocionalmente. Este chico es el elegido. Sin duda. Es guapísimo, sensible, inteligente y tenéis un vínculo tan fuerte que lo sientes físicamente. El problema es que sólo te hace daño, aunque no sea a propósito. No puedes acostarte con él sin que se sienta culpable, es totalmente dependiente de un grupo de ayuda, de un psicólogo, de una mejor amiga, desaparece varios días y, al volver, no entiende que tú no toleres que ignore tus mensajes. Cuando hablas seriamente con él, acaba siendo culpa tuya que a él se le haya olvidado invitarte a una cena con sus amigos. Tiene tantos problemas que debería montar una tienda. Aunque odies pensar en perder a alguien así, huye. Solamente podrás tener una relación sana con él cuando se enfrente a sus problemas.

10. Porque no vives en la época de tus padres. Cuando eras pequeño, le quitabas la Súper Pop a tu hermana mayor para aprender a atraer al chico perfecto para ti. Tu entorno decía que lo más importante era el amor y el matrimonio, y puede que ir a la universidad. Aprendiste en las películas y las series -desde Sexo en Nueva York a Pretty Woman- que conseguir acabar con el chico es la clave de la felicidad. Aunque tus padres estén divorciados, y también la mitad de tus amigos, sigues topándote con miles de artículos que te explican por qué no está bien ser un gay soltero. Estamos por encima de esas cosas, vivimos en un mundo en el que podemos tomar nuestras propias decisiones sobre el amor, el matrimonio, las parejas y las prioridades. La costumbre de avergonzar a los solteros es muy sutil y universal, pero tiene que parar. Tener una relación sentimental puede ser maravilloso, pero también puede ser horrible. No hay nadie más solo que quien sienta soledad estando con otra persona. Disfruta y celebra tu soltería al igual que lo haces cuando tienes una relación. Puedes enorgullecerte de las dos cosas.

11. Porque quieres. Y no hay nada malo en eso.

Foto de Chip McGoldrick.


Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés Armenteros

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Viatjant per Turquia

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Aquest article també està disponible en castellà

2015-12-17-1450346036-3401803-Capturadepantalla20151217alas10.53.03.jpgIstanbul, Bursa, Troia, Assos, Colofó, Pèrgam, Efes, Pamukkale, Hieràpolis, Afrodísia, Alabanda, Alinda, Priene, Milet, Dídima, Màrmaris, Caunus, Antalya, Konya, la Capadòcia, Ankara, Sínope... Sonores paraules que evoquen indrets habitats per heroïnes i déus, per pletòriques columnes i carreus, emmarcats per cels d'altíssims blaus, esmaltats pel verd de les baladres i dels pins, l'aiguamarina de tants mars o l'esplendor de rajoles i marbres; estoig de meravelloses mesquites. Per acabar l'any, els proposo (suposo que ho sabran perdonar) uns fragments d'un llibre meu que els recorre amb plaer i els recorda amb gratitud. Els en reprodueixo dos tastets.

1. El barri asiàtic d'Üsküdar és el Brooklyn d'Istanbul; s'hi veu una de les línies del cel més boniques del món. Dalt del turó, les siluetes orgulloses del bo i millor. Encimbellat a la punta de l'esquerra, l'enorme palau de Topkapi; després, Santa Sofia, de potents contraforts i colors. Una mica més enllà, la grisa i sòbria Sultanahmet; força més enllà, l'enorme mola de Solimà el Magnífic; un xic abans, l'esvelta torre de la universitat. Ran de mar, el pont de Gàlata a tocar de la bonica mesquita Yeni, a prop, s'hi intueix el bigarrat mercat Egipci. A l'altra riba del Corn d'Or, hi destaca la torre de Gàlata.

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Interior de Santa Sofía (Estambul)/AyaSofiaDins

Anar-hi amb transbordador quan fa sol, entre els blaus del cel i el mar, la cara al vent, és una alegria. O al vespre, veure-hi la lluna penjada. Prega, però, perquè a Istanbul no tots els dies siguin radiants de sol i d'oratjol. Que n'hi hagi algun de pluja i vent. Aleshores s'hi poden veure núvols com el carbó, com l'alumini; núvols esfilagarsats com la més fina mussolina a l'albir de l'aire, i el sol jugant-hi. Cortines de pluja com boira espessa en el confí de l'horitzó, esqueixades de llum a ràfegues. I el mar com un argent. Que hi hagi algun dia fumós i gris en què el sol tan sols s'intueix darrere el plom. Els núvols són gris-blaus; lleugers trossets en cauen a una aigua que es transforma en una capa densa i oliosa, i creen una lleugera boirina arran de mar. El viatge es torna misteriós i incitant. Les gavines volen per aquest cel fantasmagòric sense ni gosar grallar. L'aigua és més fosca, més profunda i més antiga que mai. Que visquin per sempre els transbordadors d'Istanbul penjats entre mar i cel.

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Parada del popular mercat a l'aire lliure a redós de la mesquita de Fatih (Istanbul)/FatihMercat6


2. Arribem a Priene, prop d'Efes. L'emplaçament és fastuós. Dalt d'un turó, domina tota la plana del riu Meandre, cotó i tabac. És a redós d'unes enormes muntanyes rocoses. Com que Priene no va estar mai tocant al mar, va ser poc atacat i es conserva força bé.

Passegem entre les branques dels pins tofuts empeses pel vent ben a prop del que queda del magnífic temple alçat en honor d'Atena. N'observem les ufanoses columnes que el vent no aconsegueix abatre. Columnes desafiants, segles fa que s'aguanten, al sol i a la serena, amb pluja, neu o vent per pura tossuderia.

Pots veure la textura de la ciutat en el traçat dels carrers, en l'angle recte que feia una cruïlla, en els pedaços de pavimentació. El preciós teatret s'arrecera sota l'escarpada muntanya d'imponent altura. Que Priene quedés fora de les rapinyes és la raó que mostri un dels pocs teatres grecs autèntics, sense romanitzar. Fileres de bancs fins a baix de tot, seients i més seients, la platea ben servida de pètries butaques; les dels notables, ben centrades.

Un odèon bonic petit i insòlit: en lloc de ser circular és rectangular. El buleuteri és de cara a una plana riallera que s'albira entre un devessall de carreus i columnes vençudes, oberta com una mà estesa cap al mar.

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Temple d'Atena (Priene, ciutat jònica prop de la costa Cària)/DI022

A dalt de tot, hi havia l'Acròpoli. Emociona veure encara a la roca el camí en ziga-zaga que hi duu. S'enfila per una naturalesa plena d'enormes pins de capçades denses i remoroses, de troncs a voltes retorçats. Les cigales arrenquen a cantar ben vives; tot és nou i convida a viure. I dalt de tot un cel que de tan blau s'ha enfosquit un xic. Una delícia.
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