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7 cosas que deberías saber hoy sobre el coronavirus

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Una mujer camina por el metro de Madrid. 

 Estamos convencidos de que llegará el día, más pronto que tarde, en el que tengamos problemas para escribir este tipo de noticia. Llegará el día en el que incluso ustedes mirarán la portada de un medio de comunicación y no aparecerá ni la palabra coronavirus ni Covid ni muerte ni infectados. Pasará, más pronto que tarde.

En el sexto día desde que España activó el estado de alarma la situación es la que es, y un medio de comunicación está para contar la realidad, no para desvirtuarla. Y, a día de hoy, la realidad en España y en todo el mundo es oscura y está sembrada de muertos y contagiados, pero también de gente que lucha, de solidaridad, de responsabilidad y, por qué no, de esperanza al saber que esto pasará. 

El inicio de la primavera más triste viene marcada por el pico de fallecidos en Italia, por el repunte de muertes en España y por el clavo ardiendo que supone la mejora evidente de la crisis sanitaria en China.

España supera los 1.000 muertos 

Aunque era algo previsible los últimos días, la cifra impacta. El coronavirus deja ya 19.980 casos (2.833 nuevos, un 16,5% más que en las últimas 24 horas) y 1.002 fallecidos (235 más), según los datos confirmados este viernes por el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón.

10.542 pacientes están hospitalizados, el 52% del total de afectados, aunque la situación varía por comunidades autónomas en función de los perfiles de pacientes y la cantidad de detección, ha precisado Simón en rueda de prensa tras el Comité de Gestión Técnica del Coronavirus.

Italia alcanza su cifra récord en un día

En Italia las noticias tampoco son buenas. El país ha registrado una cifra récord en torno al coronavirus. En las últimas 24 horas, el país ha confirmado 627 muertos y ya supera los 4.000 fallecidos desde el comienzo del brote. De esas muertes, alrededor de 1.500 se han producido en los últimos tres días, registrando el pico –hasta el momento– en todo el territorio, sin que se encuentre freno en la curva de afectados.

Los casos positivos han crecido, en 24 horas, en 4.670 y ya son 37.860. El balance se amplía a 47.021desde el comienzo de la crisis hace un mes, de los cuáles 5.129 han sido dados de alta, según los datos ofrecidos por Protección Civil.

    En la UCI van a priorizar a los enfermos si se colapsan

Las unidades de cuidados intensivos (UCI) de los hospitales de zonas muy golpeadas por el coronavirus, como Madrid, se aproximan a su límite de capacidad mientras la curva de contagios sigue creciendo. Por eso los médicos intensivistas están preparándose para tomar decisiones difíciles ante la eventualidad de que no haya suficientes camas para atender a los enfermos críticos. 

 Hospital de campaña en Ifema

El Gobierno de Madrid y el Ministerio de Sanidad han puesto en marcha un plan para instalar un hospital provisional en el recinto ferial de Ifema, con la ayuda de la Unidad Militar de Emergencias (UME). Contará con 5.500 camas de hospitalización y de UCI. 

 

 Muere Carlos Falcó

Carlos Falcó, Marqués de Griñón, ha muerto con coronavirus a los 83 años en un hospital de Madrid. Fuentes familiares han confirmado el fallecimiento a El Mundo.

Falcó era padre de Tamara Falcó, que hace pocas horas compartió en redes sociales un emotivo mensaje de felicitación para su progenitor, con motivo del Día del Padre.

Johnson cierra UK

Boris Johnson reacciona. El primer ministro británico ha ordenado el cierre de bares, restaurantes, teatros, gimnasios y otros centros de ocio a partir de este viernes en el Reino Unido para tratar de frenar el avance de la epidemia de coronavirus.

El jefe de Gobierno ha afirmado, en una rueda de prensa, que “cada mes” a partir de ahora se analizará la situación para determinar “si se pueden relajar algunas de las medidas” que se están adoptando. 

 Los mensajes de agradecimiento a los basureros

Una corriente de simpatía con los trabajadores de recogida de residuos urbanos se extiende entre la población. Así lo percibe este colectivo que exhibe con gratitud los mensajes que niños y adultos les dejan en las tapas de los cubos: “Muchas gracias superbasureros”, “Gracias por limpiar la ciudad”.

 


¿Puede España superar a China y a Italia en número de muertes?

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Una mujer con mascarilla y guantes en Madrid.

Este jueves, una vez más, se cumplió el tópico que dice que las malas noticias calan más que las buenas. Lo paradójico esta vez es que ambas estaban relacionadas con el coronavirus. La parte negativa se la llevó Italia, que oficialmente superó a China en número de muertes de personas con coronavirus. La noticia positiva, la que quedó eclipsada, correspondía a China, que por primera vez no registraba nuevos contagios del virus.

En España, claro está, las miradas no se dirigieron al país asiático, sino al europeo, al que miramos de reojo desde hace semanas, con la mente puesta en que las cifras de esta crisis sanitaria en Italia acaban reproduciéndose en nuestro país al cabo de nueve o diez días. 

Este viernes España ha sobrepasado la ‘barrera psicológica’ de los mil fallecidos. Y lo peor no es el dato, sino lo que está por venir. Aunque la OMS advirtió que ya no era China, sino Europa, el foco de la epidemia, parece que a este jueves nuestras cabezas occidentales no lo asimilaron. Y, pese a todo, cuesta entender que Italia -un país de 60 millones de habitantes con la mitad de contagios que China y sus 1300 millones de habitantes- registra ya más de 4.000 bajas, y sin saber si ha alcanzado el pico de la epidemia.

Ese pico, y esa curva que hay que tratar de aplanar a toda costa, están en boca ahora de las televisiones, de los compañeros de trabajo y hasta de las abuelas. Lo que quizás no comenta tanto la gente es cómo lograrlo, cómo lo han conseguido en Asia y cómo se nos está resistiendo en Europa. 

La teoría es sencilla. Se llama quedarse en casa. “Se ha demostrado que el confinamiento es lo que funciona. Es increíble que la pandemia no haya afectado a Singapur o a Taiwán, siendo países muy próximos a China, y eso se ha conseguido cerrando las puertas”, explica Salvador Macip, doctor en Medicina y profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

Macip, autor del libro Las grandes plagas modernas, reconoce que, al tratarse de un virus nuevo, “es muy difícil predecir el curso de la enfermedad”, pero viendo lo que ha ocurrido en China y lo que está ocurriendo en Italia nos podemos hacer una idea de qué está bien, qué está mal y en qué camino está España.

En China, cuando se impuso la cuarentena, la gente se quedó en casa. Aquí, cuando comenzaron las restricciones, la gente se fue a la playa

“Lo que vemos es que en China, cuando se impuso la cuarentena, la gente se quedó en casa. En Italia, y lo mismo se repitió después en España, cuando comenzaron las restricciones, la gente se fue a la playa a pasar allí el aislamiento. Y así se transmitió el virus”, señala.

Para Macip, en esta comparativa resultan clave, por un lado, las medidas del gobierno y, por el otro, las costumbres de la sociedad. “Las medidas que toma un gobierno autoritario (poner videocámaras de vigilancia en las calles, sacar al Ejército a controlar con armas que nadie salga) nunca van a ser comparables con las que toma un país democrático y liberal. Y en este sentido, la situación del Gobierno chino juega a su favor”, apunta.

También juegan a su favor -y en nuestra contra- la idiosincrasia y la cultura del lugar. En países mediterráneos como España e Italia, a la gente no le importa tanto exponerse con tal de salir a la calle, ya sea a por el pan o a por el periódico. “Hay gente a la que he visto más esta semana que en el mes de febrero. Sobre todo gente mayor. Hoy un señor ha venido a pesarse y otro a por caramelos”, cuenta María, farmacéutica en Zaragoza. “Algunas personas, especialmente ancianos, vienen a hacer compras totalmente innecesarias sólo por tener una excusa para salir de su casa”, comenta Noelia, dependienta en un Mercadona. “La gente no es totalmente consciente de lo que está pasando”.

Helena Legido-Quigley, profesora asociada de Salud Global en la Universidad Nacional de Singapur, insiste en que “lo mejor que puede hacer la gente mayor de 70 años y con otras enfermedades es quedarse en casa”. “Será muy difícil, pero son la población de mayor riesgo y en Wuhan muchos se infectaron al ir al hospital”, afirma. 

Mientras que China cercó barrios, obligó a la gente a fichar con una aplicación móvil cada vez que salía a comprar y paralizó casi por completo la actividad laboral, en España siguen abiertos los transportes públicos, mucha gente sigue yendo a trabajar y el fin de semana pasado, cuando se anunció el estado de alarma, muchas personas aprovecharon para irse de ‘escapadita’. 

“En un futuro próximo hará falta involucrar a expertos en ciencias del comportamiento para entender cómo conseguimos que la población aguante las medidas restrictivas que nos esperan”, vaticina Legido-Quigley.

Lo más probable es que hagan falta medidas más restrictivas en poco tiempo

“El confinamiento no sirve de nada si en el momento de las restricciones se va todo el mundo a la playa”, resume Macip. “En Europa ya vamos tarde. Y el ejemplo de Italia es claro. Allí no se hizo bien y todo apunta a que en España está pasando lo mismo”, señala.

China pasó de cero a cien en sus restricciones de un día para otro. En Europa, en cambio, se ha ido paso a paso con la idea de tratar de evitar el colapso económico. “Las medidas de confinamiento se retrasaron al máximo con el pensamiento de ‘si es suficiente con las recomendaciones, vale’. Pero no fue suficiente. El pensamiento debía haber sido: ‘Vamos a salvar a las personas, y ya después hablamos de si hay que rescatar empresas’”, sostiene Salvador Macip. 

Las restricciones en España: correctas, pero llegan tarde

Helena Legido-Quigley considera que las medidas tomadas en España con el decreto del estado de alarma son “las correctas, aunque llegan tarde”. “Lo más probable es que hagan falta medidas más restrictivas en poco tiempo”, añade. Salvador Macip también cree que “después de mucho dudar y vacilar, finalmente España ha tomado las medidas adecuadas y está en el buen camino”. Pero si el confinamiento ha sido efectivo, se verá dentro de “aproximadamente una semana”, calcula Macip, cuando se supone que la curva de contagios debería empezar a bajar. 

¿Alcanzará España a Italia en número de muertes? “Es difícil hacer predicciones”, responde Macip, “pero jugamos con la ventaja de ver con antelación los ejemplos de China e Italia. Está claro que en los próximos días seguirá subiendo el número de muertes. Tenemos que prepararnos para ver cifras altas, pero a partir de una semana debería empezar a bajar. Si no, es que lo estamos haciendo mal y se tendrán que implantar medidas más duras por un período corto de tiempo”. 

Si en una semana no bajan las cifras, es que lo estamos haciendo mal

“Ahora hace falta ponerse por delante de la epidemia y destinar toda la financiación que haga falta en el sistema sanitario”, apunta Legido-Quigley, que es autora de varias investigaciones sobre la actuación de los sistemas sanitarios asiáticos y español frente a la crisis del coronavirus.

La experta enumera varios elementos que nuestra Sanidad necesita “urgentemente”, desde material de protección para los sanitarios hasta ventiladores mecánicos, pasando por “un modelo matemático preciso de las camas de UCI que van a hacer falta en cada comunidad autónoma”. “Hay que prepararse para el peor escenario”, vaticina. “Hará falta mucho más personal de la salud, pero también mucha más capacidad en laboratorios, en personal que pueda realizar los tests y el seguimiento de los casos infectados”.

Hay que prepararse para el peor escenario

Los dos especialistas tienen claro que “cuando pase esta epidemia habrá que sentarse a mirar los datos, ver qué países lo han hecho mal y cuáles bien, y preparar los sistemas de salud para la próxima crisis”. Es evidente que Asia está en el camino correcto: aparte de China, sorprende Corea del Sur, que ha centrado su estrategia en la detección precoz.

Sin tests, se desconoce la magnitud del problema

España, en ese sentido, se encuentra con un hándicap importante: la falta de tests de coronavirus, unas pruebas que la OMS pide encarecidamente que realicen los países. “El Gobierno tiene que hacer tests a todas las personas que hayan estado en contacto directo con casos confirmados y encontrar formas más rápidas de hacerlos. Hay que seguir el modelo de Corea, donde han hecho testing masivo. Sin hacerlo no sabremos la magnitud del problema ni dónde está localizado”, lamenta Helena Legido-Quigley.

“Cuantos más tests se hacen, más fácil es aislar a los enfermos, y en Corea del Sur esto ha funcionado muy bien. Pero España está en un punto en el que ya ha superado la fase de la detección precoz”, opina Salvador Macip. 

Los expertos ya sabíamos que los recortes serían muy negativos si se diese una epidemia de estas características

Ahora lo que intenta nuestro país es “evitar la saturación de hospitales”. “Con los hospitales saturados es como realmente la enfermedad se vuelve grave. El virus, en sí, no es tan mortal como otros, pero sí es muy contagioso”, señala Macip.

“El problema de esto es que las personas que estén graves (que serán un pequeño porcentaje de los enfermos, pero las habrá) no podrán ser intubadas; con un respirador se les salvaría la vida, pero si no hay respirador disponible, morirán”, asegura. Esta es la situación en que se encuentra Italia, y lo que se teme que pase en España si el número de enfermos aumenta de forma descontrolada. “La situación es crítica. Se trata de un virus nuevo y no hay espacio para maniobrar”, insiste el experto. 

Legido-Quigley añade un factor más que afecta a nuestra Sanidad: “Las medidas de austeridad de los últimos años”. “Los expertos ya sabíamos que serían muy negativas para el sistema español si se diese una epidemia de estas características”. “Cuando nos recuperemos, espero que los gobiernos sean conscientes de ello y no vuelvan a recortar en Sanidad. Ahora los profesionales de la salud están sufriendo todos estos recortes. Espero que tengan las fuerzas para luchar y que sepan que tienen todo el apoyo de la población”.

La población, por su parte, también tiene que “tomar conciencia”, pide Macip. “Es muy importante que la gente entienda lo que nos estamos jugando. Porque hasta ahora no se le está dando mucha importancia”.

Es muy importante que la gente entienda lo que nos estamos jugando

Macip, optimista, pensaba que tras la pandemia de gripe A de 2009, la población habría aprendido la lección, pero ahora ha comprobado que estaba equivocado. “En estos diez años se ha perdido la oportunidad de crear un conocimiento sobre pandemias y virus”, asegura.

“El virus ha pasado de China a Europa en cosa de días, y la gente creía que eso era imposible. Cuando publiqué el libro Las grandes plagas modernas y hablaba de la próxima pandemia, la gente me decía que exageraba. Pero si trabajas con virus, sabes que va a volver a ocurrir. Las pandemias están ahí, y seguirán pasando”, afirma Macip.

“La población puede hacer mucho y debe entenderlo. Si no se consigue ahora, que al menos de cara a la siguiente pandemia, estemos todos más concienciados”, pide el experto. Eso, y que los gobiernos “diseñen planes y hagan los deberes con seriedad”, añade.

De momento, hay algunos que sí han tomado buena nota de la lección. “China aprendió con la epidemia de SARS. Cuando surgió el brote en 2003 fueron muy opacos, y esta vez su comportamiento no ha tenido nada que ver”, apunta Macip. Legido-Quigley también hace referencia a esta epidemia: “Países como Singapur y Hong Kong están ahora mejor preparados porque pasaron el SARS en 2003”.

Mientras tanto, a miles de kilómetros del Lejano Oriente, en España podemos ir aprendiendo de ellos otra lección, y para eso toca volver a hablar de la famosa curva epidémica. Porque “la cuestión no es cuánto tiempo vamos a estar confinados, que puede ser un mes o mes y medio; la cuestión es lograr que se aplane la curva en un par de semanas”, explica Macip. Y, para eso, el aislamiento debe ser exhaustivo: “La gente tiene que obedecer”.

El 'paciente 1' de Italia sale de la UCI: volverá a casa y verá nacer a su hija

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Un hospital italiano.

Mattia tiene 38, es aficionado a correr y se ha convertido, quizá todavía sin saberlo, en un símbolo para Italia. Una llamada a la esperanza en un momento durísimo para el país, que supera los 4.000 muertos por coronavirus. Él es el llamado ‘paciente 1’ de la enfermedad allí, el primero conocido que se se infectó. Y acaba de salir de la UCI.

Mattia llegó al hospital en condiciones desesperadas la noche del 21 al 22 de febrero. En ese momento, nadie en Italia podía imaginar la tragedia que llegaría pocos días después en forma de pandemia. 

Runner, jugador de fútbol y voluntario de la Cruz Roja, el joven es ya un símbolo de que el virus puede ser derrotado. Y, ahora, podrá cumplir su máxima ilusión: ver nacer a su hijo, que vendrá al mundo en las próximas semanas. Su mujer, embarazada, también se infectó. Pero también se ha recuperado.

Todavía hoy los médicos no entienden cómo se pudo contagiar Mattia, aunque se sospecha que sucedió el 1 de febrero, en una cena con compañeros de trabajo a la que asistió un hombre que vive entre China e Italia.

A Mattia le sometieron al test del coronavirus tras extrañarse de que un joven deportista tuviera tantos problemas para respirar.

En cuanto vieron que estaba infectado se apresuraron a aislar a su pareja, aunque ya estaba contagiada. Pero había mucho más:el joven tenía una vida social muy activa, así que el virus corrió rápido. Mattia fue empeorando hasta que pasados unos días tuvo que ser trasladado a la UCI.

“El único deseo que tengo es poder asistir al nacimiento de mi hija. Los médicos me aseguran que lo lograré”, dice ahora Mattia. Y será el símbolo de un país.

Moody´s y S&P prevén una recesión por el coronavirus pero mantienen la nota a la economía española

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Las agencias de calificación crediticia Moody’s y Standard and Poor´s (S&P) mantienen la nota a la economía española pese a la recesión prevista por la crisis del coronavirus. Ambas calculan que aumentará el déficit en los próximos meses pero que la situación mejorará tras superar los efectos del brote.

Moody´s apuesta por mantener la nota de solvencia ‘Baa1’ de la deuda soberana a largo plazo emitida por España con una perspectiva estable, según ha informado la calificadora de riesgos. Volverá a evaluar el rating soberano de España el próximo 18 de septiembre.

Por su parte, Standard and Poor’s prevé que la economía española caiga un 1,8% en 2020, frente al crecimiento del 1,5% anteriormente previsto, pero le mantiene la calificación a España en un notable medio (A) con perspectiva estable.

Tras la recesión de 2020, la agencia augura para 2021 un rebote significativo del PIB, que podría crecer más del 3,1%, frente al 1,6% inicialmente calculado, con lo que a pesar del impacto negativo del coronavirus el crecimiento será similar en el conjunto de los dos años.

Según la regulación europea en vigor desde 2014, las agencias de calificación están obligadas a publicar un calendario con las fechas previstas para la actualización de las notas de solvencia soberana y la perspectiva de las mismas.

En este sentido, la normativa sobre agencias de rating requiere a las entidades que tales fechas sean viernes y que sus anuncios tengan lugar fuera del horario regulado de negociación en los mercados europeos

Baldoví: "Lo primero que haré será abrazar a mi nieto"

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Desde su “pequeño santuario”, lleno de libros, nos recibe virtualmente el diputado Joan Baldoví (Compromís) en una entrevista en directo en la cuenta de Instagram de El HuffPost. Está en Sueca (Valencia), se encuentra “bien”, pero con “la sensación que tenemos todos: esto no ha hecho más que empezar”.

Desde el sábado, sólo ha salido al supermercado por comida y a alimentar a un perro que tiene en una pequeña casa en el campo: “De garaje a garaje”, sostiene. Se dedica mucho estos días a leer la prensa, a ver las noticias, a leer y a cocinar. Eso sí, el miércoles tuvo que ir a Madrid al pleno en el que se daba cuenta del estado de alarma. Le impactó ver el pasillo vacío de la Cámara Baja, siempre atestado de periodistas en un día normal.

Sale al balcón todos los días a las ocho para aplaudir y también ha tocado el bombo estos días mientras sonaba Paquito Chocolatero o el pasodoble Amparito Roca. Son días de tristeza también porque no se celebran las fallas. Un muy extraño 19 de marzo.

Este encierro, comenta varias veces, lo sobrelleva cocinando: en los últimos días ha hecho bacalao al horno y un hervido valenciano, con verduras, patatas, carlota y judías verdes. También ha aprovechado unos champiñones para hacer una tortilla.

 

“Se me han saltado las lágrimas con los aplausos”, reconoce más adelante. Y tiene ya en la mente grabada la imagen de las ventanas iluminadas por las noches. “En una semana he hablado mucho más con mis vecinos que en todo el año”, apostilla el diputado de Compromís.

Se le empañan los ojos cuando le preguntamos qué es lo que más echa de menos: “Confieso que lo que más me está costando, me emociono, es que no veo a mi nieto desde el sábado. Es lo más duro. Hacemos videollamada”.

Se me han saltado las lágrimas con los aplausos

 

Y revela que ha quedado este fin de semana para hacer “un botellón virtual” con sus amigos para comentar cómo están todos. Aprecia en este momento: “Internet nos está ayudando a sobrellevar el confinamiento”. Como las películas sobre la II Guerra Mundial, los thrillers policíacos y los westerns.

¿Un consejo para los ciudadanos? “Si todos ponemos nuestro granito de arena, si todos hacemos lo que está en nuestra mano, saldremos mucho más adelante. La autodisciplina de todos hará que podamos salir más pronto”, responde Baldoví.

Lo tiene claro el día que acabe el estado de alarma: “Lo primero que haré será correr a casa de mi hija mayor y abrazar a mi nieto. Lo segundo, convocar a toda la familia, haremos una gran paella o un gran puchero valenciano”.

Muere Kenny Rogers, leyenda del country, a los 81 años

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Kenny Rogers muere a los 81 años. 

Kenny Rogers, leyenda de la música country, ha fallecido este viernes a los 81 años, según informa la familia en un comunicado. 

El mensaje, colgado en la cuenta oficial de Rogers en Twitter, explica que el cantante ha muerto en su casa, rodeado por sus familiares y por causas naturales. 

Durante su extensísima carrera (comenzó a cantar a los 20 años), compuso auténticos éxitos como Lady, She believes in me, Coward of the country, The Gambler y Lucille

🔴EN DIRECTO: El Gobierno se inclina por prorrogar el estado de alarma

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Mientras que en China, por tercer día consecutivo, el número de contagios por el nuevo coronavirus va remitiendo, en el resto del mundo continúa la expansión.

España supera los 21.000 afectados y suma 1.094 fallecimientos, según el último balance oficial ofrecido por el Ministerio de Sanidad.

Italia, por su parte, cumple ya un mes desde que registrara su primer caso y adelanta al país epicentro de la pandemia con más de 4.000 muertes, el peor dato en todo el mundo.

Sigue aquí el minuto a minuto de esta crisis sanitaria global: 

10:30. Reunión de seguimiento de la crisis presidida por Sánchez

A las 10.30 horas se prevé que comience la videoconferencia del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con el Comité Científico del Covid-19, una reunión telemática en la que también estará el ministro de Sanidad, Salvador Illa.

10:25. La DGT aumenta sus controles en las salidas de las grandes ciudades 

10:20. Los plazos administrativos se suspenden, salvo los estrictamente necesarios

10:13. Ifema se convierte en un espacio de contención contra el coronavirus 

El recinto ferial de Ifema, en Madrid, se ha vaciado de ferias y ha pasado a convertirse en un muro de contención frente al coronavirus, con la transformación de uno de sus pabellones en un hospital provisional y de otro en un albergue para acoger a personas sin hogar asintomáticas. La Comunidad de Madrid ya ha comenzado a acondicionar el pabellón 9 de Ifema que acogerá el hospital provisional, una iniciativa inspirada en las denominadas Arcas de Noé de la ciudad china de Wuhan, epicentro de la pandemia. 

9:46. ERTE de Air Nostrum: 1.439 empleados afectados

Air Nostrum ha presentado un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) para toda su plantilla, 1.439 empleados, por un periodo de tres meses, desde este sábado, 21 de marzo, hasta el 30 de junio, con un mecanismo de flexibilidad que permita ajustar la suspensión a las circunstancias.

El ERTE tiene por objeto minimizar al máximo el impacto de la crisis del coronavirus y poder mantener a medio y largo plazo los empleos de la aerolínea, según indica en un comunicado a la plantilla.

El expediente se presenta por un periodo de tres meses pero incluye un mecanismo de flexibilidad para poder ajustar la suspensión del empleo a las circunstancias y la actividad de la compañía, y está sujeto a la evolución de la crisis.

9:41. Pequeños grandes momentos para la esperanza

Como este vivido en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid, donde un paciente con coronavirus que estuvo en estado crítico ha sido extubado. “Un indicio de esperanza”, indican. 

9:30. El Gobierno se inclina por prorrogar la alarma

Según Europa Press, el Gobierno se inclina a día de hoy por prorrogar el estado de alarma, pero tomará una decisión definitiva al respecto la semana próxima, cuando disponga de los datos que le permitan valorar el impacto del confinamiento.

Sólo una mejora muy drástica en el número de afectados, lo que se considera improbable, podría llevar al Ejecutivo a cambiar de opinión, señalan las fuentes consultadas, que en la actualidad ven prácticamente inevitable la solicitud de la prórroga al Congreso de los Diputados. Esta petición a la Cámara Baja para que amplíe el estado de alarma ha de ser por un periodo de tiempo concreto, sin perjuicio de que el Gobierno pueda volver a solicitar nuevas prórrogas en el futuro si lo considera necesario.

El Ejecutivo no tiene decidido aún por cuánto tiempo solicitará la nueva prórroga, si sería por otros 15 días, o por un periodo más largo o más corto. Todo dependerá, inciden las fuentes consultadas, del efecto que muestren las medidas impuestas hasta la fecha. Si empiezan a reflejar el impacto buscado, la prórroga podría limitarse a una semana más o se podría abrir un poco la mano en el nivel de las restricciones vigentes hasta el momento.

Dentro del Gobierno ven difícil endurecer aún más el estado de alarma. Consideran que hay poco margen para ello, más allá de pasar a prohibir los desplazamientos para acudir al puesto de trabajo, lo que se permite en la actualidad.

Una vecina arrasa con lo que gritó a una mujer detenida por saltarse el confinamiento para hacer 'running'

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Dos policías se llevan detenida a una mujer que se saltó el confinamiento para salir a correr.

Dos agentes forcejean con una mujer a la que habían parado por saltarse el confinamiento por el coronavirus para hacer running

Su resistencia provocó la actuación de los policías y todo la escena fue grabada por una vecina desde su ventana. 

Pero no sólo eso, la mujer que capta la escena con su teléfono móvil va, además, mostrando su enfado, a gritos, con la detenida. 

″¡Esto es injusto!”, vocifera la arrestada desde el suelo. 

″¡Lo que no es justo es que salgas a correr, gilipollas!”, responde la vecina, que añade: ”¡Poniendo en riesgo a la Policía, boba!”. 

″¡Ayuda!”, se oye decir a la detenida mientras los agentes la reducen. “Ayuda, dice, todos aquí metidos una semana ya”, comenta la vecina. 

Pero la mujer sigue gritando desde el suelo hasta que los agentes consiguen, como pueden levantarla. Aunque ella tira hacia el lado contrario para que no la metan al vehículo policial. 

″¡No te resistas y déjales trabajar, idiota!”, vuelve a responder la vecina, a la que escuchamos comentar lo que está pasando. “Ella ahí y nosotros aquí todo el día metidos. Es que me pone mala y todo. Encima se pone a gritar como si la fueran a violar o algo, ¡será estúpida!”.

Viendo que la mujer se sigue resistiendo, la vecina vuelve a estallar: ”¡Mírala, una hora para meterla en el coche, como baje yo entras de una vez! ¡Boba, entra en el coche ya, gilipollas!”. 

El vídeo se ha hecho viral y muchos lo están compartiendo desde sus cuentas, por lo que acumula ya más de 600.000 reproducciones.  


Marta Ortega da a luz a su segundo hijo

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Marta Ortega ha sido madre de un niña. El bebé, el segundo hijo de la heredera del imperio Inditex, nació por cesárea este sábado 21 de marzo a las 7:00 horas en el Hospital Quirón Salud de A Coruña. Según publica La Voz de Galicia, tanto la madre como la hija se encuentran bien. 

― NOTICIA EN AMPLIACIÓN ―

Máscaras y mascarillas

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Female is hiding her face behind a white mask on black background.

Cuando era un adolescente me explicaron que la palabra “persona” significaba etimológicamente “máscara”, y que su origen estaba en las caretas que se utilizaban en el teatro griego. Mi sorpresa ante ese significado no fue ante la idea de la Antigua Grecia de asociar esa máscara teatral con quienes la llevaban puesta más allá del escenario, sino por su vigencia actual, por esa especie de disfraz que vestimos como parte de nuestra identidad, capaz de confundir al resto de las personas, pero también a nosotros mismos.

Una crisis desenmascara a las personas y a la sociedad, las desnuda de circunstancias y las enfrenta a su propia realidad sin disfraces ni complicidades ajenas. Pero cuando sucede, no siempre se encuentra a alguien detrás de todo ese escenario que acarreamos junto a la máscara, y del mismo modo que muchas personas cercanas te abandonan ante los problemas, cuando la persona se enfrenta a sí misma ocurre como en la película del “hombre invisible”, que al retirar las vendas no hay nadie. No hay nada.

Y no hay nadie porque no existe una verdadera individualidad, porque la persona se ha convertido en parte de todo lo que la sociedad ha dicho que sea, una mera reproducción de sus ideas, valores y elementos de su cultura, pero sin nada propio, sin intimidad. Tan sólo un trozo de masa, una hoja en el viento de los acontecimientos que terminará siendo arrastrada por la lluvia de los días.

La crisis originada por la pandemia del Covid-19 ha desenmascarado a la sociedad y a quienes la forman. Las ha desnudado de toda la parafernalia que las impermeabiliza de las miradas para que los ojos se deslicen hacia abajo, aunque dejen un reguero de dudas por el que nunca se asciende. Pero da igual, lo importante es que esas miradas no penetren para ver la realidad tras la máscara.

Tanto la infección por el Covid-19 como la violencia de género comparten algunos elementos.

Un ejemplo que siempre resulta importante abordar por su gravedad y significado es el de la violencia de género. Poner en relación las estadísticas del impacto de la violencia de género con los de la pandemia del coronavirus es relevante para entender la realidad enmascarada. No se trata de restarle importancia a la infección, sino tomar conciencia de lo que habitualmente se mueve entre la invisibilidad de las circunstancias.

Según los datos oficiales a 20 de marzo, el número de personas infectadas en el planeta por el Covid-19 era de 245.436, y el número de personas fallecidas 10.138. Los equipos de la OMS y otros organismos hablan de una mortalidad causada por del virus entre el 3-4% teniendo en cuenta las muertes entre las personas infectadas diagnosticadas, no entre todos los casos, puesto que muchos cursan con una sintomatología leve que no requiere asistencia específica ni son diagnosticados.

La violencia de género, según los estudios de la OMS y de Naciones Unidas, sólo en las relaciones de pareja afecta al 30’1% de las mujeres del planeta, lo cual significa que en algún momento la sufrirán unos 500-600 millones de mujeres, de las cuales, alrededor de 52.000 son asesinadas cada año en el contexto de las relaciones de pareja y familiares (ONU, 2018), con una tasa de mortalidad de alrededor del 0’9% para las mujeres maltratadas. Todo ello significa que cada 5 minutos una mujer es asesinada en el planeta dentro de los escenarios descritos. Y a esta violencia en las relaciones de pareja hay que añadir todas las otras formas de feminicidio, como las que ocurren en el contexto de la violencia sexual, la mutilación genital femenina, la prostitución, la trata de mujeres, los crímenes por la dote…

Si en lugar de violencia de género habláramos de otro virus, ni el resultado ni las políticas serían muy diferentes en su contundencia a las desarrolladas contra el Covid-19, lo mismo que no son muy distintas las medidas contra el terrorismo yihadista u otro tipo de terrorismo, ni tampoco para afrontar enfermedades víricas similares, puesto que una de las referencias para actuar se basa en el resultado y en el impacto que producen los problemas, para luego abordar con especificidad las causas de cada uno.

La crisis originada por la pandemia del Covid-19 ha desenmascarado a la sociedad y a quienes la forman.

Lo que resulta difícil de entender en violencia de género es cómo a pesar de tener un resultado tan objetivo, como lo son los 500-600 millones de mujeres del planeta que la sufren, las 52.000 que cada año son asesinadas a nivel mundial, o las 600.000 que la viven en España y las 60 asesinadas de media anualmente, no se responda de la misma manera que frente a otras causas que generan unas consecuencias similares, y que incluso se actúe con más rotundidad y se perciban como más graves algunos problemas que tienen un impacto menor que la violencia de género.

Y una de las claves para entender esta manera distinta de responder ante resultados objetivos está en la estructuralidad de la violencia de género, puesto que se trata de una violencia que nace de las propias normas de convivencia que nos hemos dado como sociedad, se utiliza para mantener el orden a partir de esas referencias, y no se ve como una amenaza, puesto que sólo afecta a las mujeres y, según esa construcción machista, no a todas las mujeres, sino a las “malas mujeres”, es decir, a las que no cumplen con sus roles y funciones según los criterios del “buen hombre”, o sea, de su maltratador.

Tanto la infección por el Covid-19 como la violencia de género comparten algunos elementos, tales como la invisibilidad, el no reconocimiento de la sintomatología hasta que se hace grave, la utilización de la normalidad para extenderse y afectar a otras personas…. Sin embargo, también hay importantes diferencias, como por ejemplo, el hecho de que no se dude de la infección por coronavirus mientras que sí se haga de la violencia de género, la existencia de una prueba específica para la primera, cuando para la segunda hay que realizar una valoración amplia y a veces compleja que no siempre se acepta, la consideración de que todo está relacionado con el virus, aunque no sea determinante, mientras que en violencia de género todo se fragmenta y se muestra como ajeno a ella, algo que no resulta gratuito puesto que lleva a que no se identifiquen factores de riesgo para la violencia y que sí se haga para la pandemia, y, finalmente, el hecho de que prácticamente el 100% de las personas fallecidas por Covid-19  hayan recibido atención, mientras que en violencia de género el 70-80% de las mujeres asesinadas nunca ha recibido asistencia por esa causa.

Muchas de las mujeres con patologías múltiples que mueren por la infección del coronavirus también son víctimas de violencia de género.

La convivencia está llena de problemas, y muchos de ellos, como la violencia de género, provocados por la propia forma de entender las relaciones. Creer que sólo lo nuevo debe ser motivo de preocupación es mantener un modelo de sociedad acostumbrado a la sorpresa, pero ajeno a sus problemas diarios y a la injusticia crónica de la desigualdad.

Muchas de las mujeres con patologías múltiples que mueren por la infección del coronavirus también son víctimas de violencia de género, lo cual es un factor de agravamiento clínico, tal y como ha recogido el reciente trabajo de las Universidades de Warwick y Birmingham, al demostrar que la mortalidad es un 40% más alta en las mujeres maltratadas respecto a las no maltratadas, y en cambio nadie ve esa relación con la realidad ni con el Covid-19.

La conclusión es clara, hay que ejercer una crítica contra la cultura androcéntrica capaz de organizar la convivencia sobre la desigualdad, y para ello no sólo hay que ponerse una mascarilla ante determinados problemas, también hay que quitarse la máscara que impone el machismo para ocultar tras su normalidad a los hombres que ejercen la violencia de género y a las mujeres que la sufren.

 

Este artículo se publicó originalmente en el blog del autor. 

La cuarentena desde un balcón de Madrid

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Varias personas en Madrid se asoman a los balcones durante el confinamiento por la pandemia de coronavirus. 

Este texto iba a ser diferente. Se suponía que hablaría de las cosas que nos están pasando en Madrid, que van siendo varias, y ya tenía algunas ideas y párrafos avanzados. Pero no será posible. ¿Cómo pretender que no pasa nada? Sería absurdo, sobre todo en estas condiciones. Aquí estamos los dos, recluidos en nuestro pequeño piso, mientras el coronavirus se expande allá afuera como una gran nube de polvo. Llevamos varios días sin salir. El país está en las noticias del mundo. Es uno de los más afectados por la pandemia y las cifras de muertos (se cuentan por miles) y contagiados (más de 20.000) se disparan y siguen aumentando en el momento que escribo esto. Una situación que definitivamente nadie tiene en cuenta cuando decide venir a estudiar a Europa, pero qué le vamos a hacer. 

K descansa en la habitación. El sol entra por la ventana y la arrulla como una manta caliente. Se ve tranquila, a salvo, y tal vez esté soñando con alguna de esas historias raras que la hacen sonreír mientras duerme. Quiero que siga así y por eso vine al balcón y me he puesto a mirar cómo la ciudad aprende a quedarse vacía. Casi no quedan personas en la calle. Está la señora que sale un momento con el perro y luego vuelve a su casa. También el repartidor solitario que pedalea con la mascarilla puesta y los asustados compradores que cargan bolsas repletas de comida y papel higiénico, como hormigas codiciosas aplastadas por el sobrepeso. De vez en cuando se asoma un autobús vacío. El chófer condenado a repetir la ruta una y otra vez, sin llevar pasajeros, y a mí me entran ganas de subir solo para acompañarlo por unas cuadras.  

Un patrullero nos despertó esta mañana: la voz metálica de un megáfono dando indicaciones de lo que podemos y no podemos hacer. Todo muy apocalíptico. Hice un vídeo de eso y se lo mandé a un amigo en Perú. Me dijo que pronto una horda de zombis atacará a los policías y que terminaremos devorándonos los unos a los otros. El caos, la falta de empatía, el egoísmo autómata. Entonces se me vienen a la mente las colas absurdas en los supermercados de Lima y Madrid, los 24 rollos de papel higiénico que compran los señores para limpiarse su traserito. Las mascarillas y el gel desinfectante al triple de su precio original, los irresponsables que organizan fiestas clandestinas. Le mando un audio a mi padre y otro a mi madre. Les digo que estoy bien. Ellos no me creen porque, según la televisión peruana, Madrid arde en llamas desde hace días. Me preocupan ellos, pero a ellos les preocupo yo. Supongo que el cariño es eso, una especie de torpe y bienintencionada reciprocidad. 

Aquí estamos los dos, recluidos en nuestro pequeño piso, mientras el coronavirus se expande allá afuera.

Luego pienso en qué rápido se fue todo al diablo. Hace unos días estaba en el bar de enfrente viendo el partido entre Liverpool y Atlético Madrid. Los españoles felices porque ganó su equipo. Se abrazaban. Todavía no te fijabas en los síntomas que pudieran tener los demás: la tos seca, el gesto alterado por la fiebre. Sobre la mesa las tortillas de patatas y los vermús. La simpleza de caminar seis cuadras y llegar al cine Golem si me daba la gana o entrar gratis al Museo del Prado a partir de las seis de la tarde y quedarme dos horas frente a Las meninas de Velázquez. Cuadros de Dalí y Picasso en el Reina Sofía, la biblioteca del Centro Cultural Conde Duque, leer ahí con las vistas del Palacio de Liria, o pasear por la Gran Vía y sentirme el protagonista de Abre los Ojos, la película de Alejandro Amenábar que me aprendí de memoria a los veinte años. Las salidas por las noches a Malasaña y La Latina, con nuestros amigos nuevos, los sufridos (pero siempre luchados) partidos de fútbol con mi equipo de franceses buena onda. 

Ahora ya no hay nada de eso. Solo puertas de fierro oxidado que se han cerrado hasta próximo aviso. Están todas pintadas con aerosol de colores, pero eso recién lo he descubierto esta mañana. La discoteca The Host también ha apagado sus luces. Ya no hay borrachos cantando y peleándose en las madrugadas, justo cuando empezábamos a tomarles cariño. Ya no puedo salir a correr por el Parque del Oeste y encontrarme con Pedro Almodóvar o Mario Vargas Llosa en una de sus caminatas. Ya no puedo tomar cualquier metro hacia cualquier lugar y terminar en las puertas del Santiago Bernabéu, en el mercado de El Rastro o en la estación Tirso de Molina, muy cerca de donde vive Joaquín Sabina. Ni siquiera puedo ir al peluquero de la calle Ferraz, a dos minutos de casa, y a decir verdad eso me preocupa más que todo lo anterior. Lo demás puedo superarlo, pero la falta de peluquero es un problema diferente, alarmante. Mi pelo crece rápido, demasiado rápido, y si la cuarentena se mantiene y se prolonga, pronto correré el riesgo de convertirme en otra persona. Dos probabilidades toman fuerza cada vez que me veo en el espejo: parecerme a Bob Dylan o a mi tía Maruja. 

No soy el único que ha salido a su balcón. Hay más. El barrio entero ahora es vertical, se expande hacia arriba. Edificios de cabezas asomándose. Dejaron el trabajo y la universidad para convertirse en francotiradores que no saben esconderse. Los veo a todos. Están ahí. Algunos toman café mientras fuman, otros leen y hay quienes sacan la portátil y escriben. Cada uno en su estrecha torre de salvavidas. Los de las plantas superiores alcanzarán a ver los bosques de Casa de Campo y el Parque de El Retiro. Yo, que vivo con K en un segundo nivel, me conformo con una sucursal de banco. Estamos todos. Nos hacemos compañía sin decir palabra. Será cuestión de tiempo para que nos empecemos a saludar, a preguntar nuestros nombres y contarnos nuestras vidas a los gritos y con idiomas y acentos diferentes. Peruanos, españoles, colombianos, argentinos, italianos o rusos, da lo mismo. La incertidumbre es nuestra bandera. Quién sabe, puede que la pandemia sea el inicio de más de una bonita amistad. Tal vez, cuando esto termine, organicemos una junta vecinal, parrilladas domingueras en la casa del señor de bigote que vive en la esquina o una liga de fútbol para aficionados. O tal vez no. 

Según la televisión peruana, Madrid arde en llamas desde hace días.

El Perú es un país que te prepara siempre para lo peor. Un campo de entrenamiento para afrontar emergencias de más de un millón doscientos ochenta y cinco mil kilómetros cuadrados. Para alguien que nació y creció allá, vivir la crisis del coronavirus en Madrid es como volver a casa. Ya tuve que esperar horas interminables para comprar leche y carne (gracias, Alan García) y la muerte es un símbolo patrio que no está en el escudo nacional simplemente por falta de espacio o una demora burocrática. Tomamos agua de manguera, comimos tierra mojada, escapamos de perros callejeros, nos cuidamos de los clavos oxidados, del dengue, de volarnos los dedos con pirotecnia ilegal, de los malos hospitales, del frío de la sierra, de los atentados de Sendero Luminoso, de la oscuridad en las calles, de los violadores en los colegios, del mercurio en la sangre, del hambre y de morir electrocutados en el trabajo. Esa debilidad nos hace cada vez más fuertes. Indestructibles. A prueba de incendios, apagones y dictadores. Por eso quedarme en casa, en este pequeño espacio de 35 metros cuadrados, es un ejercicio de nostalgia. No se me pasa por la cabeza protestar: tengo comida, luz, agua, una novela de Karl Ove Knausgård de 500 páginas, Netflix y me he propuesto escuchar todas las sinfonías de Beethoven en Spotify (soy más divertido que Ibiza, lo sé). Además y por suerte, tengo la compañía de K. En Lima muchos duermen en las calles y no se quejan. Y si lo hacen, a casi nadie le importa realmente. Para estas personas el hashtag #yomequedoencasa no tiene sentido. Es casi una ofensa, una broma de mal gusto. Encerrados en Madrid, estamos mejor que ellos, y esa injusticia es otra pandemia que deberíamos derrotar todos juntos.      

Atardece. Empieza a hacer frío. Salgo del balcón y entro a la sala/comedor/cocina/oficina/lavandería que tenemos en nuestro pequeño piso. Desordeno y ordeno mis papeles. Limpio el polvo, paso la escoba, abro y cierro el refrigerador, toco la ropa recién limpia para saber si está secándose. Me siento en el sofá y veo la televisión. Las malas noticias sobre el coronavirus. Estoy un rato así, una hora o más, con la mirada fija, en piloto automático. Las autoridades dicen que con el paso del tiempo empezaremos a sentirnos más hastiados y aburridos, que no será fácil, que los primeros días de cuarentena son hasta divertidos, pero que después todo cambia. Pienso en El Resplandor, en la locura de Jack Torrance encerrado en el Hotel Overlook con un hacha entre las manos… y de pronto los aplausos. Fuertes aplausos que llegan de afuera, desde los balcones. Suenan como una lluvia torrencial para agradecer a los sanitarios que trabajan en los hospitales. Para darles ánimo, también. Están luchando por reducir el número de contagios. K se despierta, aparece y nos asomamos. Ya es de noche. En la oscuridad reconozco la cara de algunos vecinos. El hombre del bigote, la mujer que escribía y el chico que fumaba y tomaba café. Me parece que ellos también nos reconocen a nosotros. Aplaudimos juntos. Aplaudimos todos. Sonreímos como si estuviéramos ante fuegos artificiales. Imposible no emocionarse con esto. Es mejor que cualquier estadio, que cualquier museo o avenida importante. La escena de una película que no quiero olvidar. Alguien grita “¡Viva España!” y cuando todos lo imitan, yo respondo bajito, para que solo sea K quien me escuche: “Viva el Perú, carajo”. Los aplausos se hacen más intensos. Esta lluvia no parará, se repetirá cada noche. Cojo el celular y hago un vídeo. Este se los enviaré a todos en Lima. Un poco porque los extraño, pero también para que sepan que estamos bien. Que a la distancia, a nueve mil quinientos kilómetros, los aplausos de fuerza son también para ellos. Para ustedes.  

 

Gracias al coronavirus...

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Dos personas con mascarillas en Barcelona. 

Como estamos comprobando, el coronavirus se ha convertido en la gran amenaza mundial. Sumidos en una mezcla de miedo y de respeto generalizado por la posibilidad de contagio, asistimos, en alguna medida perplejos, a su inapelable coronación a lo largo y ancho del planeta. 

Gracias al coronavirus estamos viendo cómo la sacra ciencia tiene disparidad de criterios también para afrontar pandemias; por un lado la vía británica, holandesa y sueca permite la propagación del virus entre personas de menor riesgo para no colapsar la vida social y los servicios de salud pública, confiando en que así se desarrolle una inmunidad colectiva que proteja a la población de mayor riesgo; por otro lado, la vía española, italiana o alemana, la opción mayoritaria apoyada por la OMS, opta por el confinamiento estricto de toda la población reprimiendo severamente la probabilidad de contagio. Aunque ambas vías están amparadas por criterios científicos, la forma de abordar la situación es radicalmente distinta. De momento, los datos no dan la razón a unos ni a otros. Lo que está claro es que no existe una verdad única ni siquiera dentro de la propia ciencia. 

Gracias al coronavirus comprobamos cómo ante un virus o un ataque externo, básicamente sentimos miedo del poder que este tiene sobre nosotros, obviando el poder que nosotros tenemos sobre él desde nuestra fortaleza personal y desde la vitalidad de nuestro sistema inmunológico. Evidentemente, un cuerpo debilitado y un sistema inmune bajo deberá asumir mayores cuidados, pero lo que más se observa es que desde el miedo entramos en guerra con lo externo recurriendo a la ciencia y a la farmacología como salvadoras, esperando el milagro de la vacuna sin atender a nada más. Y yo me pregunto: ¿qué te está enseñando la situación a la que hemos llegado? ¿Qué estamos generando como sociedad? ¿Acaso creemos que no tenemos nada que ver con esto? 

Constatamos que los estados no tienen sistemas sanitarios fuertes para contener la expansión de un virus tan contagioso como este.

Gracias al coronavirus se confirma la eficacia del sistema cuando se lo propone. En efecto, los representantes políticos y las élites económicas tienen la capacidad de tomar decisiones sin temblarles el pulso, sobre todo cuando las aguas llegan al cuello, no antes. El cambio climático y la autodestrucción a la que sometemos al planeta, que podría llevarnos a una coyuntura similar a la actual, no parecen cuestiones tan importantes... por el momento. Asimismo, el hambre en países de subdesarrollo, la corrupción institucionalizada, el escandaloso número de muertes por suicidio en todo el mundo o la cuestionable salubridad de las redes de telefonía móvil 5G, entre otras muchas temáticas, hasta ahora no han resultado cuestiones tan urgentes como para que se tomen medidas eficientes al respecto. 

Gracias al coronavirus, a la suspensión de las actividades industriales y a la disminución del transporte mundial, el aire de las ciudades se está limpiando como hacía mucho tiempo que no sucedía. Según François Gemmene, director del Observatorio Hugo, que estudia las interacciones entre cambios ambientales, migración humana y política, el número de muertos por coronavirus sería mucho menor que las víctimas por contaminación atmosférica. Eso sí, la reducción de gases contaminantes y de polución atmosférica se está produciendo sin que ninguna de las autoridades competentes se lo haya propuesto realmente.

Gracias al coronavirus observamos cómo una mayoría se responsabiliza y asume su responsabilidad social para solidarizarse y cooperar cuando las circunstancias lo requieren. También se ha hecho evidente la actitud de una minoría que solo mira su propio interés sin considerar el de los demás; de alguna forma, todos ellos debieran asumir las consecuencias de sus actos: a quien en su casa no le enseñaron a tener en cuenta al otro, en la sociedad adulta lo tiene que aprender por ley. 

Si no aprendemos, ni saldremos más fuertes ni saldremos mejores, sino todo lo contrario.

Gracias al coronavirus constatamos que los estados no tienen sistemas sanitarios fuertes para contener la expansión de un virus tan contagioso como este, a pesar de que declarando el estado de alarma la sanidad privada y los hoteles medicalizados puedan asumir la posible saturación de la sanidad pública. Aquellos representantes políticos y económicos que en su momento decidieron recortar presupuestos en sanidad, debieran asumir su responsabilidad hoy más que nunca. Si no lo hacen, que no lo harán, por el bien de todos tome usted nota. 

Que nadie se despiste, algo nos quiere enseñar esta crisis global. Si no aprendemos, ni saldremos más fuertes ni saldremos mejores, sino todo lo contrario. El enemigo que vemos fuera es la expresión de lo que llevamos dentro, como seres individuales y como sociedad; quizá tuvo que golpearnos así de fuerte para que lo escuchemos de una vez por todas y nos replanteemos seriamente el rumbo político, económico y social hacia el que nos queremos dirigir. Estamos todos implicados. ¿A qué normalidad queremos volver?

 

La violencia intrafamiliar: otro de los efectos colaterales del virus

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Por César San Juan, profesor de Psicología Criminal. Dpto. Psicología Social, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea:

 

El estado de alerta que ha vaciado las calles de nuestras ciudades va a tener un impredecible impacto criminológico. Hay antecedentes, como el acusado descenso de la delincuencia en Washington el 15 de agosto de 1965, coincidiendo con el concierto de The Beatles en el Shea Stadium. Nadie quiso perdérselo. Tampoco los delincuentes. ¿Pero qué ocurre de puertas para adentro?

Existe entre la opinión pública, e incluso en las referencias científicas especializadas, un amplio catálogo de conceptos para referirse a los actos violentos cometidos en el ámbito familiar o de las relaciones afectivas. Se apela a la violencia de género, a la violencia doméstica o a la violencia contra la pareja para, desde los matices semánticos propios de cada etiqueta, subrayar o poner el acento en la asimetría de las relaciones, el escenario de conducta o el rol criminógeno masculino.

Violencia entre grupos que viven bajo un mismo techo

También es frecuente el uso del término violencia intrafamiliar ya que, al margen de cómo se defina la “familia”, las conductas inapropiadas se producen en un contexto que es reconocido como “familiar”. En todo caso, en este artículo nos queremos referir específicamente a la conducta negligente, abuso de poder o conducta violenta (psicológica, física o sexual) que tiene lugar en el entorno social de un grupo de individuos que viven bajo el mismo techo.

En este sentido, aunque en algunas unidades convivenciales puede llegar a instalarse una dinámica de violencia crónica y multilineal, centraremos nuestra atención, no solo en las mujeres, sino también en las que podríamos considerar las víctimas más vulnerables en este tipo de escenarios, es decir, los menores y las personas de avanzada edad dependientes.

El peligro de la invisibilidad

En lo que concierne a la violencia ejercida contra estos dos colectivos, encontramos una realidad cuya denuncia es inaplazable: la invisibilidad. Si bien es cierto que en el caso de la violencia contra la mujer existe una inaceptable cifra negra, debemos admitir que se trata de un fenómeno que cuenta con el bienvenido altavoz del movimiento feminista. Sin embargo, los menores y las personas ancianas dependientes no tienen portavoces, ni tan siquiera “portavozas”, a pesar de que en un alto porcentaje se trata de niñas y mujeres adultas víctimas.

En lo relativo a los menores, el miedo, la sensación de culpabilidad y su corta edad inciden en esta falta de visibilidad. Por otra parte, en el caso de las personas de edad avanzada, la ausencia de registros o estimaciones reales de la dimensión del maltrato, así como la escasez de denuncias debido a la incapacidad de moverse por sí mismos y la poca credibilidad que se les otorga, ha permitido que este fenómeno sea prácticamente invisible.

Maltrato a ancianos

Uno de los factores que explica el maltrato hacia las personas ancianas tiene que ver con nuestra propia cultura en la que se ha consolidado una representación social de la ancianidad próxima a lo inservible e inútil. Las personas ancianas son percibidas como una carga, por lo que no es de extrañar que el tipo más frecuente de maltrato sea el abandono y la falta de cuidados. El hecho de que, en estos momentos, algunos medios de comunicación nos inviten al optimismo y a respirar tranquilos tras constatar que son nuestros mayores las principales víctimas del coronavirus, debemos enmarcarlo en esta perversa actitud hacia la tercera edad.

Otro bloque de factores de riesgo poco estudiado está relacionado con el contexto y el espacio físico. Efectivamente, una alta densidad ocupacional de la vivienda genera estrés y facilita la tensión en las interacciones cotidianas. De esta forma, un periodo más o menos prolongado de confinamiento forzoso como consecuencia del estado de alerta que se ha decretado en España va a poner las cosas muy difíciles a aquellas personas que padezcan unas inadecuadas condiciones de habitabilidad de la vivienda, tales como cantidad de espacio disponible, privacidad, contaminación acústica o temperaturas extremas.

Alcohol, sexo no consentido, abusos…

Si en estos hogares, además, se dan antecedentes de abusos, amenazas, sexo no consentido o consumo excesivo de alcohol, la bomba de relojería está servida. Estaría bien que, en vez de increpar a los runners durante este periodo de alerta estemos más pendientes de detectar posibles episodios de violencia intrafamiliar.

Lamentablemente, es esperable un aumento de su incidencia en el actual contexto de emergencia sanitaria.

 

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

El amor en los tiempos del virus (primavera, a pesar de todo)

'Matar cabrones'

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Un león relamiéndose. 

Por mucho que exista una corriente de cierto buenrollismo alrededor de todo esto de la pandemia, siento deciros que algunos sois unos auténticos cabrones. De hecho, este artículo iba a ir encaminado hacia las dudas existenciales que cada cual pudiera sentir en este momento y así, pensando en títulos de libros relacionados con el tema, me vino a la cabeza La insoportable levedad del ser. Un buen titular para el texto, pensé. Ya estaba dispuesto a escribir cuando eché un ojo a Twitter y leí algunos mensajes de WhatsApp. Entonces, el único título literario que me apareció serigrafiado en la mente fue Matar cabrones del inmortal Fernando Mansilla.

Cuánto le habría inspirado esta situación para componer y escribir a este filósofo de la vida cotidiana. Lo que nos hemos perdido. Si estuviéramos en la antigua Roma, sería fascinante tener la llave de la jaula del circo e invitar amablemente a que pasara dentro algún que otro individuo ad bestias -para ‘condena a las fieras’-.

Hoy mismo me comentaba un amigo cirujano que el déficit de material en su hospital es enorme y la mayoría se ha esfumado por robos. Por ello se encuentra situaciones tan surrealistas como que los acompañantes en la sala de espera estén con mascarillas FFP2, unas mascarillas con filtro especial que ya no quedan en el hospital, mientras los médicos no tienen para usar ni las de papel. Al parecer, siempre hay también un carro por planta con cajas de guantes y Sterilium -alcohol desinfectante- de los que ya no queda ni rastro. Incluso han arrancado el dispensador de Sterillium que estaba fijado a la pared. Poesía.
Recapitulando, hay personas que roban el material del hospital, después van al supermercado a hacer acopio de más productos de los que pueden consumir antes de que caduquen, y como punto final a su día, a las ocho de la tarde se asoman a la terraza a aplaudir. Verdaderos psicópatas (¡a los leones!).

Otra epidemia digna de ser tratada en el área de psiquiatría es la de las personas que reenvían audios de WhatsApp pertenecientes a supuestos médicos anónimos. O las cadenas de notas atribuidas a ‘expertos’ que se comparten, donde se habla sobre cuestiones secretas que nadie conoce, solo ellos. Ayer me pasaron un mensaje que decía que cerrásemos las ventanas de doce a cuatro de la madrugada y quitásemos la ropa tendida porque unos aviones militares iban a fumigar Sevilla, Cádiz, Málaga y Madrid. Delirante. ¿Y al que ha concebido la patraña no se le puede fumigar? Por cierto, la inventiva descarrilada de estos bulos suele ir acompañada de una terrible ortografía. Todos ellos, los farsantes y los que dan cabida reenviando sus tonterías (¡a los leones!). 

Damas y caballeros, salgan a votar a partidos no monárquicos el día de las elecciones y dejen los tímpanos de sus vecinos en paz.

No olvidemos tampoco a aquel que monta una pequeña rave desde la ventana de su casa para toda la comunidad, pinchando esa música electrónica tan estridente que solo gusta a los necios. Por favor, lacónico criminal en potencia, contrólate, no sabes si tu vecina de al lado está intentando descansar o si un anciano se encuentra enfermo en la planta de abajo (otro... ¡a los leones!).

El que ha proyectado contra la pared del edificio de en frente el videoclip de la canción Solamente tú de Pablo Alborán (¡a los leones!). No tienes por qué amenizar la jornada a nadie con tu dudoso gusto musical, colócate unos cascos y disfruta solo. ¿Es tan difícil de entender, humano inconsciente?

Me estaba acordando también de los que cantan pasodobles de carnaval en el balcón de su casa; estos indudablemente a los leones, y porque en la jaula no cabe un Tiranosaurios Rex, sino podríamos hacer un pack especial, junto a Spiriman, el bocazas mayor del reino, y todos los médicos que le imitan; carnestolendas y payasos en el mismo saco.

Ahora suena otro estruendo, una cacerolada al rey, no sé si para el emérito o para el actual. Sin duda, se lo merece el antecesor y la monarquía en general, pero esos que cogen sus cachivaches de cocina para hacer ruido, golpeándolos con un cubierto, también tendrían pase preferente en acceder a la jaula de los leones. Damas y caballeros, salgan a votar a partidos no monárquicos el día de las elecciones y dejen los tímpanos de sus vecinos en paz.

Hay personas que roban el material del hospital y a las ocho de la tarde se asoman a la terraza a aplaudir. Verdaderos psicópatas (¡a los leones!).

Aunque lo pueda parecer, a mi crítica no la mueve un ánimo belicoso, sino más bien el placer de imaginar a todos esos individuos reunidos muy lejos de aquí. De hecho, mis ataques de furia son como pequeñas tarjetas de felicitación navideña. Veo y oigo toda la inmundicia comentada y como mucho me sale un ‘váyase usted a la mierda, señor’ entre dientes.

A colación, estos días ando leyendo Calypso de David Sedaris -maravillosa novela- y en ella he descubierto una expresión rumana muy peculiar; los rumanos son líderes mundiales en materia de insultos: «me cago en la boca abierta de tu puta madre». ¿Se puede decir algo más jodido que eso?
Lástima que no me salga de manera espontánea. Al menos siempre podré recurrir al ”¡a los leones!”, y fantasear un rato, confinado en casa, hasta dibujarme una vil sonrisa en la cara.

 


Viva la televisión (V): Buenafuente o la risa que salvó a Concha Velasco

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Andreu Buenafuente y Concha Velasco, en 2017. 

Andreu Buenafuente llegó a la tele generalista, a Antena 3, en 2005. Tras años de programas de comedia en TV3, aquella noche iba a darse a conocer en el resto del país. Antena 3 estaba liderada por un “rocoso Mauricio Carloti”, tal y como dice Pedro Sangro en el libro El entretenimiento en televisión. Crónicas Marcianas era el imbatible late night de Tele 5 y Buenafuente había sido fichado por la cadena de la competencia para hacerle frente. Así que el cómico catalán tenía que: 

  • Superar el share de Crónicas de manera inmediata; como siempre, no tenía un par de años para lograrlo. 
  • Tenía que hacerlo con herramientas distintas. Sin chabacanerías. Con un humor diferente. Tenía que cautivar al público español que no le conocía, igual que había cautivado a los catalanes, que digamos, llevaban años de carcajadas gracias a sus formatos televisivos.

¿Y quién era el cómico catalán que llegaba esa noche a todos los hogares españoles, sin vaivenes, sin renunciar a sus leyes fundacionales de la risa? Hago un brevísimo resumen de lo que él mismo me ha contado hace unos días: 

“Yo era un niño pegado a la tele, aparcaba la mochila, me ponían la merienda y me dejaban ver la tele. Mis padres se lamentaban luego, pero me dejaban. Yo no estudiaba jamás. Para ser breve te diré que me han marcado muchas cosas en la tele. Jesús Hermida, por ejemplo. Aunque no entendía muy bien el valor de lo que decía, sí se me estaban quedando muchas cosas en la retina. A los 17 años empiezo a imitarle… La posibilidad de que un tipo ande por un plató y diga lo que le da la gana, no sé, se me quedó. Y luego empiezo a ver mucha tele norteamericana. Veo a Letterman, a Carson. Y llega en el 94 Joan Ramon Mainat y me propone hacer televisión. Y lo que hago es dar el salto de la radio, donde ya hacía humor, y juntar las piezas”. 

El resto lo sabemos. Así que aquella noche de 2005, ese niño televisivo, fan de los lates americanos, se marcó un monólogo para abrir boca, que funcionó como una declaración de intenciones. Entre otras muchas cosas hilarantes, Andreu citó al jefazo de Antena 3, Mauricio Carlotti, que era, es, un hombre de corta estatura. Andreu contó así su llegada a la cadena: 

“Entré y dije, voy a ver al jefe. Subo pa’rriba y me abre la puerta un niño bajito y me dice, ‘Hola, soy Carlotti’. Y yo le dije: ‘Niño, dile a tu padre que salga’. Y me dijo: ‘no, es que el director soy yo’… Primera cagada… Como era bajito…”. 

Esta broma, que parece una tontería, era catártica, era provocadora, era, decía, una declaración de intenciones. Pregunté a sus guionistas cómo se gestó aquello y todos me dijeron que el gag tenía toda la pinta de ser del propio Andreu. Y efectivamente: 

Esa frase estaba en guion porque la propuse yo mismo, sí. Estuvimos preparando ese programa durante muuucho tiempo. Tuvimos una preproducción de cuatro meses, muy larga, ahora mismo es una barbaridad. Eran otros tiempos, claro. Tuvimos mucho contacto con Carlotti, que era el hombre que me fichó, que desde el principio se mostró muy a favor de obra. Venía alguna vez a alguna reunión e intentaba aligerar. Yo tenía mucho contacto con él y vi también que tenía mucho sentido del humor. Y la verdad es que me gustaba mucho un chiste que circulaba en la época que decía “Llama un tío a la Casa Rosada de Argentina y le contestan: ‘soy Alfonsín, dígame’. ‘Pues dile a tu padre que se ponga’, responde él”. Esto es una chorrada muy grande y por alguna razón se me quedó grabado. Me pareció chulo ponerlo, la verdad. Se me ocurrió jugar con la estatura. Nos pareció siempre un tipo muy abierto, así que la frase pasó todas las cribas. Lo más divertido es que Mauricio estaba esa noche en ese plató de Sant Just Desverns, en Barcelona, que era desde donde hacíamos el programa. Desde luego él no lo sabía, solo lo sabíamos nosotros. Al acabar me dijo con retranca algo así como “hombre por favor, luego no dirás que no te dejamos hacer”.

Buenafuente siguió con su late. Consolidó su formato y consiguió el consenso del resto del país: era un buen cómico y tenía un buen equipo. Apenas un par de años después, una noche cualquiera, una Concha Velasco despechada (su sonada y dolorosa ruptura con Paco Marsó fue portada de todas las revistas y alimento de todos los magacines televisivos del momento) estaba tumbada en la cama del hotel al que se había retirado al perder su casa. Lo que ocurrió se lo contó Velasco al propio Buenafuente en el documental que hizo El Terrat sobre el cómico catalán y su universo, El culo del mundo, que se puede ver en Filmin.

“Me quedé sin casa cuando me separé de Paco y me vine aquí, a este hotel. Tenía además una deuda con Hacienda y la típica depresión de cuando te deja un hombre. Fumas, bebes más de la cuenta… Yo estaba en la cama y puse la tele. Y ahí estaba Paco Marsó diciendo: “Yo en realidad no he querido nunca a Concha, nuestra relación nunca fue autentica”, y cosas así. Y yo en la cama, viendo cómo el periodista le atacaba y él se iba metiendo en un berenjenal, diciendo que me había sido infiel, que el 99% de los hombres lo eran… Así que me fui al minibar, cogí todas las botellitas que había, y con el Lexatín que tenía…  pues eso. Y en ese estado estaba cuando de pronto dije, voy a ver a Buenafuente. Y me pongo a reír, a llorar, a reír… Y dije, bueno, me lo pensaré mañana, como Scarlata. La misma risa hizo que pudiera ir al baño y… fuera todo. La cama del hotel se quedó destrozada. Pero supe que no haría esto nunca más”. 

Así que se puede decir que Buenafuente salvó del suicidio a Concha Velasco. Si esto no es un VIVA LA TELEVISIÓN como una catedral, yo ya no sé… 

 

¿Qué es la inmunidad de rebaño y por qué Reino Unido confía en ella frente al coronavirus?

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Por Esperanza Gómez-Lucía, catedrática, viróloga, Universidad Complutense de Madrid; y José Antonio Ruiz Santa Quiteria, catedrático, epidemiólogo, Universidad Complutense de Madrid:

 

El Gobierno británico ha decidido seguir una estrategia en cuatro fases para detener el avance del coronavirus.

La primera fase, similar a la del resto de países, fue la de contención, aislando a los primeros casos, buscar a los contactos y mantener su cuarentena.

La segunda fase, denominada de retardo, es la que es radicalmente diferente a la del resto de países y a las recomendaciones de la OMS. Consiste en proteger a los más vulnerables (ancianos y enfermos crónicos) pero dejar que el coronavirus se propague por el resto de la población. El objetivo de esta segunda fase es que se infecte un número suficiente de personas como para adquirir inmunidad de rebaño.

Qué significa

La inmunidad de rebaño, también conocida como inmunidad colectiva o de grupo, se da cuando un número suficiente de individuos están protegidos frente a una determinada infección y actúan como cortafuegos impidiendo que el agente alcance a los que no están protegidos.

Generalmente este tipo de protección se busca a través de la vacunación. Pero en el caso de la infección por coronavirus, al no disponer de vacunas, la esperanza es que con el tiempo llegue a haber tantos individuos que ya han superado la infección (de forma clínica o subclínica) que el virus no encuentre fácilmente personas susceptibles a las que infectar, por lo que se cortaría la transmisión.

En el caso de SARS-CoV-2 se ha calculado que esta inmunidad de rebaño surge cuando más del 70 % de las personas están protegidas. Uno de los factores que afectan a este valor es el R₀ (número reproductivo básico), que estima a cuántas personas puede transmitir un individuo infectado un determinado agente.

Los R₀ más altos son los del sarampión y el de la tos ferina, entre 12 y 18. Esto implica que más personas tienen que estar protegidas (cerca del 94 %, que sería el valor de la inmunidad de rebaño) para cortar la transmisión, que cuando el R₀ es de 4 a 7, como en el caso de las paperas, en el que la inmunidad de rebaño es del 75 al 86 %.

En el caso de SARS-CoV-2, el R₀ se ha estimado en 3,28, aunque puede variar dependiendo de múltiples factores.

Antecedentes de su empleo

La inmunidad de grupo, para ser eficaz, necesita que haya un único hospedador (en este caso las personas), que la infección se transmita de persona a persona (sin intermediación de vectores) y que la transmisión o vacunación induzca una inmunidad sólida. En el caso de SARS-CoV-2 no tenemos suficientes datos como para entender aún la epidemiología de la infección, y además el grado de inmunidad adquirido tras la infección está por determinar.

En medicina humana se ha empleado para calcular qué porcentaje de personas debían estar vacunadas para erradicar la viruela. Se estimó que si se alcanzaba el 90 % podría conseguirse detener la expansión del virus. Este valor, que se denomina “cobertura vacunal”, aunque alto, ni siquiera garantizaba que se pudiera detener por completo, y eso que la viruela tiene un aspecto fundamental a favor de su erradicación porque sólo se transmite a partir de personas con síntomas.

En el caso del SARS-CoV-2 esto no está demostrado en absoluto, ya que se cree que las personas pueden ser contagiosas tanto antes de presentar cuadro clínico como después, lo que dificulta extraordinariamente su control.

¿Por qué el Reino Unido es el único que cree que va a funcionar?

Volviendo a la estrategia británica, en la segunda fase de retardo se cree que los individuos se irían infectando paulatinamente, lo que daría tiempo a conseguir los avances médicos necesarios para vencer al virus. Esto, combinado con la protección de los mayores, en los que la infección alcanza proporciones de gravedad más elevadas, facilitaría que el sistema de salud fuera absorbiendo los casos más agudos de forma controlada.

Puntos negativos

Desafortunadamente estamos viendo los efectos desastrosos que tiene disminuir la cobertura vacunal y rebajar la inmunidad de rebaño sobre enfermedades que creíamos controladas por existir vacunas. Es el caso de los brotes de sarampión que estamos observando en Europa y en Estados Unidos, posibles gracias a que los movimientos antivacunas, de alguna manera, concentran la población desprotegida en pequeños núcleos que resultan más vulnerables a la infección.

En el caso del Reino Unido, alcanzar la inmunidad de rebaño supondría que se infectaran 47 millones de personas en el país. Dado que se ha estimado que aproximadamente 1 de cada 5 personas infectadas desarrolla enfermedad grave y que la letalidad es del 2,3 %, si se dejara que se alcanzara la inmunidad de rebaño de forma natural se estima que 8 millones de casos serían graves, y la mortalidad sería de alrededor de un millón de personas. Incluso si se excluye a los mayores, por medidas especiales de protección, el número de muertes ascendería a casi 250 000.

Es un sueño de todos los epidemiólogos que se alcance la inmunidad de grupo en todas las infecciones y que los protegidos puedan impedir que los susceptibles se infecten. La diferencia entre la estrategia del Reino Unido y la del resto de países radica en el tiempo en el que se quiere conseguir.

El problema está en que, si todo el mundo enferma a la vez, el sistema hospitalario tiene que estar muy bien diseñado para poder absorber a todos esos enfermos. Por otra parte, el modelo que sigue el resto del mundo tiene por objetivo, además de dar más tiempo al sistema sanitario a tratar a sus enfermos, dar tiempo para que se diseñen fármacos o vacunas.


Una versión de este artículo ha sido publicada por la Oficina de Transferencia de Resultados de Investigación (OTRI) de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

China registra su tercer día consecutivo sin contagios locales de coronavirus

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Mascarillas frente al coronavirus

El Ministerio de Salud de China ha confirmado este sábado que, por tercer día consecutivo, no se ha registrado ningún caso de contagio a nivel local por coronavirus en China, tampoco en la ciudad de Wuhan, capital de la provincia de Hubei y epicentro de la pandemia.

No obstante, las autoridades han confirmado 41 casos importados. Así, hasta el viernes, se han registrado un total de 81.008 casos confirmados de coronavirus en la China continental y 3.255 personas han muerto por la enfermedad en el país asiático.

Hubei ha registrado siete muertes más a causa del Covid-19 este viernes, seis de ellas en Wuhan por lo que el número de fallecidos ha ascendido en la provincia a 3.139.

Por su parte, las autoridades sanitarias de Hubei han informado de que hasta el viernes el total de los casos confirmados de infección en Wuhan y Hubei permaneció en 50.005 y 67.800, respectivamente.

Un total de 590 pacientes han sido dados de alta de los hospitales el viernes tras haberse recuperado del nuevo coronavirus, según el Ministerio de Salud chino. En total, 71.740 pacientes han sido dados de alta tras recuperarse, según el último informe.

No obstante, los contagios por Covid-19 han aumentado en Hong Kong, donde se han registrado 48 nuevos, la cifra más alta registrada en un solo día hasta el momento. Por ello, los casos confirmados ascienden a 256, mientras que en Macao el número de contagios se ha mantenido en 17.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), tras los elevados casos de contagio del nuevo coronavirus a nivel global, ha pasado a calificar de pandemia el brote.

Los signos comunes de infección incluyen síntomas respiratorios, fiebre, tos y dificultades para respirar. En casos más graves, la infección puede causar neumonía, síndrome respiratorio agudo severo, insuficiencia renal e, incluso, la muerte.

¿Puede seguir viniendo la asistenta del hogar a mi casa mientras dure el estado de alarma?

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Quien tenga ayuda externa en casa, ya sea para limpiar o cuidar a personas dependientes, mayores o niños, puede seguir contando con ella mientras dure el estado de alarma decretado por la crisis del coronavirus. El Real Decreto 463/2020 del 14 de marzo no suspende el servicio doméstico, por lo que a prirori no hay problema, al menos en términos legales. Además, los desplazamientos al lugar de trabajo también están permitidos.

Pero el asunto es mucho más complejo: 

  • Al estar todos en casa, la ayuda extra puede resultar innecesaria.
  • Además se está dejando entrar y salir a una persona constantemente en nuestro domicilio, cuando las autoridades piden confinamiento y distanciamiento social.
  • Prescindir de su trabajo genera también dudas, tanto si se le paga en negro como si la persona está contratada.

El riesgo de entrar y salir de casa

Si algo está claro es que las salidas de casa deben limitarse a las imprescindibles durante el tiempo que dure el estado de alarma. La cuarentena preventiva es una forma de asegurar el distanciamiento social, y de esta manera evitar contagios por COVID-19. De ahí la duda: si yo no debo salir, ¿es un riesgo para la salud meter a alguien en casa?

“Si es un trabajo esencial porque ayuda a gente dependiente en las tareas que necesiten no sería una temeridad que siga trabajando”, explica el doctor Alejandro Conde Sampayo, responsable de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene (SEMPSPH). “Lo único que esa persona, igual que hacen los médicos, tiene que tener cuidado y actuar con responsabilidad”, explica. “Si tiene síntomas no debería ir a trabajar”, añade.

En caso de que preste un servicio a una persona enferma por coronavirus, “debería tomar las precauciones que tomamos los médicos al atenderla”, señala el especialista, que sí considera que “no es el momento llamar a la asistenta de hogar que va a limpiar”. “No lo veo”, aclara. 

Prescindir de sus servicios 

El problema está en cómo prescindir de ese servicio. Poniéndose en la mejor de las situaciones, cuando una persona tiene contrato, ¿se le podría aplicar un ERTE (expedientes de regulación de empleo temporal)?

“Este caso es muy particular porque el servicio doméstico tiene un Régimen General propio y porque su centro de trabajo es un domicilio particular”, explica Ibán Fernández, abogado laboralista del despacho IB Abogados. “No le afecta el cierre del Real Decreto y tiene además autorización para desplazarse, por lo que en mi opinión no entraría en las categorías que pueden acogerse al ERTE”, apunta.

Prescindir de su trabajo sería un despido al uso con una indemnización, que debe pagar el empleador. Lo que no tiene asegurado es la prestación por desempleo, eso depende del tiempo que haya durado el contrato y como lo más probable es que la cotización sea “muy pequeña con muchas exclusiones” sería difícil que pudiera llegar a cobrarla.

Si ese empleado trabaja en negro, ni siquiera habría que efectuar un despedido, aunque lo mejor en este caso y en el anterior es llegar a un acuerdo ya que se trata de la cuarentena es una situación temporal.  

Cuando el empleado está enfermo o en situación de aislamiento

Esto sólo sirve para aquellos empleados domésticos que están contratados. Tienen derecho a una baja por enfermedad, como cualquier otro trabajador. “La condición es que esté de alta en la Seguridad Social, da igual cuánto tiempo tenga de cotización previa”, explican en Unión Sindical Obrera de Madrid.

La persona de baja recibirá el 75% de la base de cotización durante ese periodo. El parte de baja se consigue a través del médico de cabecera. “Le deberá llamar por teléfono explicando su situación. Si la médica considera que está en uno de los casos previstos, le preparará el papel de baja y se lo entregará a la persona que vaya de su parte”, continúa la guía de USO, que aclara: la parte empleadora no es quien paga la baja sino el INSS o la Mutua. 

España suma ya 1.326 muertos y 24.926 contagiados por coronavirus

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Coronavirus

El nuevo brote de coronavirus deja ya en España 24.926 contagios, una cifra que roza la barrera de los 25.000, y suma un total de 1.326 fallecimientos. Son 4.946 casos nuevos con respecto a ayer según el último balance oficial ofrecido por el departamento que dirige el ministro Salvador Illa, y 324 muertes más.

Además, hay 1.612 pacientes en la UCI, 471 más que este viernes, mientras que un total de 2.125 pacientes ya se han recuperado.

Por su parte, la Comunidad de Madrid, la región más afectada del país por el Covid-19, ha experimentado un importante repunte en las dos últimas semanas: son ya 628 fallecidos con coronavirus, un 62,7% más que hace 24 horas, y 8.921 infectados.

Así queda el total distribuido por comunidades: Andalucía alcanza los 1.515 casos; Aragón 424; Asturias 486; Baleares 246; Canarias 348, Cantabria 215; Castilla y León 1.466; Castilla La Mancha 1.423, Cataluña 4.203; Galicia 739; Valencia 1.363; Extremadura 354; Madrid 8.921; Murcia 240; Navarra 664; País Vasco 1.725; La Rioja 564; Ceuta 5 y Melilla 2.

 

Reunión de seguimiento

El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, ha constituido formalmente esta mañana el Comité Científico del COVID-19. Acompañado en Moncloa por el ministro de Sanidad, Salvador Illa, ha convocado a los expertos por videoconferencia. Este grupo inicial de seis cientificos, que ya ha mantenido contactos preliminares, podrá ampliarse con la incorporación de expertos nacionales e internacionales en distintos campos de la medicina y la ciencia en la lucha contra el coronavirus.

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