Una semana más de debate para argumentar si el Atlético resistirá el ambiente del Camp Nou, o si el Barcelona podrá levantar su Liga más inesperada e imprevista. Los colchoneros, con su filosofía de ir partido a partido, parten con la ventaja de no haber perdido ninguno de los cinco encuentros anteriores con el conjunto catalán, y el haber llegado mucho más lejos de lo que nadie esperaba. Los que presuponían que los del Cholo se quedarían sin gasolina a mitad de temporada, servidor incluido, han sucumbido al quehacer del argentino, motivador congénito y motor absoluto de una plantilla adherida a su discurso paciente y mordedor. La temporada del Atlético ha rescatado aquello de que querer es poder, así como ha confirmado que la voluntad es preponderante a la calidad. No hay más.
Precisamente el otro finalista, el Barcelona, ha sido acusado durante toda la temporada de una indolencia incoherente con la magnitud del club, encarnada en el traqueteo inconstante de Messi. Así, únicamente la exclusiva calidad del propio plantel blaugrana le ha permitido llegar con opciones a la última jornada, aunque con la sensación de haber perdido parte de su identidad por el camino, desde la magnificencia y esplendor, a la intensidad y voluntad de ganar.
Pero no hay juez más ecuánime que las matemáticas, por lo que a pesar de la sensación general de que el Atlético merece el título liguero más que nadie, la posible victoria local convertirá igualmente al Barcelona en justo vencedor del título. La cuestión es sumar más que nadie. La gran diferencia son las distintas sensaciones con las que ambos despedirán la temporada. Gane o pierda, el Barcelona deberá construir un proyecto nuevo que oxigene un vestuario acomodado, mientras que el Atlético se sentirá orgulloso de una temporada vibrante más allá de conseguir Liga, Champions, o ninguna de los dos. El proyecto del Cholo ilusiona, mientras que Martino pasará a la historia por su calidad humana y honradez, una vez vulgarizadas sus aportaciones en Can Barça.
El partido del próximo domingo en el Camp Nou certificará también el fin del binomio despiadado que Madrid y Barça han formado durante los últimos seis años, intercambiándose campeonato y subcampeonato del torneo con una superioridad humillante, y obligando a aquellos aficionados con ambiciones victoriosas a simpatizar con Barça o Madrid una vez el resto de equipos podían luchar solamente por objetivos más humildes. El triunfo del Atleti, puntúe o no la próxima jornada, es el triunfo de los modestos.
Precisamente el otro finalista, el Barcelona, ha sido acusado durante toda la temporada de una indolencia incoherente con la magnitud del club, encarnada en el traqueteo inconstante de Messi. Así, únicamente la exclusiva calidad del propio plantel blaugrana le ha permitido llegar con opciones a la última jornada, aunque con la sensación de haber perdido parte de su identidad por el camino, desde la magnificencia y esplendor, a la intensidad y voluntad de ganar.
Pero no hay juez más ecuánime que las matemáticas, por lo que a pesar de la sensación general de que el Atlético merece el título liguero más que nadie, la posible victoria local convertirá igualmente al Barcelona en justo vencedor del título. La cuestión es sumar más que nadie. La gran diferencia son las distintas sensaciones con las que ambos despedirán la temporada. Gane o pierda, el Barcelona deberá construir un proyecto nuevo que oxigene un vestuario acomodado, mientras que el Atlético se sentirá orgulloso de una temporada vibrante más allá de conseguir Liga, Champions, o ninguna de los dos. El proyecto del Cholo ilusiona, mientras que Martino pasará a la historia por su calidad humana y honradez, una vez vulgarizadas sus aportaciones en Can Barça.
El partido del próximo domingo en el Camp Nou certificará también el fin del binomio despiadado que Madrid y Barça han formado durante los últimos seis años, intercambiándose campeonato y subcampeonato del torneo con una superioridad humillante, y obligando a aquellos aficionados con ambiciones victoriosas a simpatizar con Barça o Madrid una vez el resto de equipos podían luchar solamente por objetivos más humildes. El triunfo del Atleti, puntúe o no la próxima jornada, es el triunfo de los modestos.