Ya sabemos que llevar en la cabeza una corona real exige, además de una laca de fijación no muy fuerte, un fuerte sentido de la responsabilidad y grandes dosis de templanza y equilibrio. Ahora que la princesa Letizia está a punto de cambiar de estatus, y a la vista de cómo está el patio, me permito unas observaciones para los spin doctors de la casa del rey que estos días no deben dar abasto con La Zarzuela patas arriba.
En cuestiones de estilo ya sabemos que la princesa a punto de dejar de serlo le ha cogido el punto a la cosa y el gusto al tacón de 15 centímetros. De momento no parece que vaya a figurar en la lista de las celebrities peor vestidas del planeta, a no ser que se produzca un tsunami, le cambie el metabolismo o contrate como estilista al diseñador del vestuario de Isabel Pantoja.
Nuestra princesa a punto de dejar de serlo se viste con la misma elegancia y, dicho sea de paso, insipidez, que se vestiría una ejecutiva de una oficina de seguros o la directora de una casa de cosméticos. Así que podemos estar tranquilos, que no nos va a deparar ninguna sorpresa futura tratando de emular a Lady Gaga o apareciendo en una audiencia real cosida de imperdible como homenaje al difunto Gianni Versace. De todas formas, guardo todavía la esperanza de verla en un día no muy lejano con el traje regional asturiano celebrando el día mundial de la manzana reineta.
Cubierto el flanco estilístico, que siempre tiene tanto eco en los medios de comunicación, creo que su alteza real debería dar otros pasos significativos en su conquista del corazón de los españoles, republicanos y soberanistas-independentistas incluidos. También de esa especie mixta conocida como los republicano-monárquicos, como señalaba el filosofo Javier Sádaba, y que estos días vive en un sin vivir, que diríamos, levantándose monárquicos y acostándose republicanos como el que no quiere la cosa. Un frenesí emocional que ríete tú del trastorno bipolar de Catherine Zeta-Jones.
Ahora que la reina Sofía pasará a un segundo y discreto plano, creo que nuestra próxima reina debería recoger el testigo real por lo que se refiere a la vocación ecológica y protección de los derechos de nuestros congéneres de este lado del paraíso. No se trata de pasarles todos los fines de semana el DVD de Bambi y El rey león a las infantas Leonor y Sofía. Por cierto, desde que me he enterado de que la princesa Leonor recibirá formación militar, tengo el ánimo por los suelos. Puestos así, hasta hubiera preferido como alternativa a la educación castrense aquellas clases de Formación Doméstica que impartían las señoritas de la Sección Femenina, con asignaturas tan cualificadas como Corte y Confección, Trabajos Manuales o sesiones de Coros y Danzas.
Con esto no quiero decir que nuestra próxima reina se lance a besuquear el primer oso panda o koala que se le ponga a tiro. Ni tampoco que se convierta en presidenta de honor del Partido Animalista o colaboradora en horas libres de la Fundación de Brigitte Bardot. Además, ya se sabe que las comparaciones siempre son odiosas y la reina Sofía ha dejado el pabellón muy alto en lo que se refiere a la sección de animales y plantas. Y tampoco es cuestión de darle argumentos y munición de sobra a la pluma siempre insaciable de Jaime Peñafiel.
Se trataría de comenzar con pequeños gestos, acciones que hasta seguro que merecerían el aplauso del votante mas irreductible de Podemos. Por ejemplo, y cito una así y pillada al vuelo, la visita a una protectora de animales para apadrinar algunos de los huéspedes que se encuentran allí a la espera de mejor destino. Estoy seguro de que solo la mirada de algunos de sus alojados a cadena perpetua bastaría para iluminar ese rostro un tanto antipático y de rigidez que proyecta tan a menudo nuestra próxima reina. Sería como un bonus track de ternura y filantropía para la casa real, tan necesitada desde que fuera inmortalizada con fondo de elefante difunto y pasado por las armas.
Doy por hecho que los spin doctors de La Zarzuela no piensan apuntarla de momento en ningún club de caza de la perdiz voladora o de amigos del rifle. Tampoco la veo como abonada y en compañía del futuro rey Felipe VI a ese festín de sangre a go-go y pasodobles de las plazas de toros, como tenía costumbre su antecesor en el cargo. La España del Porompompero no se corresponde con el mandato y estilo de una reina que se dice del siglo XXI.
Estoy seguro de que los directores de arte y estilistas de la revista Hola le podrían preparar una bonita sesión fotográfica en familia con atrezzo de lo más ad hoc. Ya me la imagino junto a sus hijas Leonor y Sofía jugando con un cachorro de Golden Retrevier mientras el rey Felipe observa con humor la escena. En la parte inferior de la fotografía en color y a doble página, un travieso Cocker Spaniel le muerde el dobladillo de los pantalones a la reina Letizia.
En cuestiones de estilo ya sabemos que la princesa a punto de dejar de serlo le ha cogido el punto a la cosa y el gusto al tacón de 15 centímetros. De momento no parece que vaya a figurar en la lista de las celebrities peor vestidas del planeta, a no ser que se produzca un tsunami, le cambie el metabolismo o contrate como estilista al diseñador del vestuario de Isabel Pantoja.
Nuestra princesa a punto de dejar de serlo se viste con la misma elegancia y, dicho sea de paso, insipidez, que se vestiría una ejecutiva de una oficina de seguros o la directora de una casa de cosméticos. Así que podemos estar tranquilos, que no nos va a deparar ninguna sorpresa futura tratando de emular a Lady Gaga o apareciendo en una audiencia real cosida de imperdible como homenaje al difunto Gianni Versace. De todas formas, guardo todavía la esperanza de verla en un día no muy lejano con el traje regional asturiano celebrando el día mundial de la manzana reineta.
Cubierto el flanco estilístico, que siempre tiene tanto eco en los medios de comunicación, creo que su alteza real debería dar otros pasos significativos en su conquista del corazón de los españoles, republicanos y soberanistas-independentistas incluidos. También de esa especie mixta conocida como los republicano-monárquicos, como señalaba el filosofo Javier Sádaba, y que estos días vive en un sin vivir, que diríamos, levantándose monárquicos y acostándose republicanos como el que no quiere la cosa. Un frenesí emocional que ríete tú del trastorno bipolar de Catherine Zeta-Jones.
Ahora que la reina Sofía pasará a un segundo y discreto plano, creo que nuestra próxima reina debería recoger el testigo real por lo que se refiere a la vocación ecológica y protección de los derechos de nuestros congéneres de este lado del paraíso. No se trata de pasarles todos los fines de semana el DVD de Bambi y El rey león a las infantas Leonor y Sofía. Por cierto, desde que me he enterado de que la princesa Leonor recibirá formación militar, tengo el ánimo por los suelos. Puestos así, hasta hubiera preferido como alternativa a la educación castrense aquellas clases de Formación Doméstica que impartían las señoritas de la Sección Femenina, con asignaturas tan cualificadas como Corte y Confección, Trabajos Manuales o sesiones de Coros y Danzas.
Con esto no quiero decir que nuestra próxima reina se lance a besuquear el primer oso panda o koala que se le ponga a tiro. Ni tampoco que se convierta en presidenta de honor del Partido Animalista o colaboradora en horas libres de la Fundación de Brigitte Bardot. Además, ya se sabe que las comparaciones siempre son odiosas y la reina Sofía ha dejado el pabellón muy alto en lo que se refiere a la sección de animales y plantas. Y tampoco es cuestión de darle argumentos y munición de sobra a la pluma siempre insaciable de Jaime Peñafiel.
Se trataría de comenzar con pequeños gestos, acciones que hasta seguro que merecerían el aplauso del votante mas irreductible de Podemos. Por ejemplo, y cito una así y pillada al vuelo, la visita a una protectora de animales para apadrinar algunos de los huéspedes que se encuentran allí a la espera de mejor destino. Estoy seguro de que solo la mirada de algunos de sus alojados a cadena perpetua bastaría para iluminar ese rostro un tanto antipático y de rigidez que proyecta tan a menudo nuestra próxima reina. Sería como un bonus track de ternura y filantropía para la casa real, tan necesitada desde que fuera inmortalizada con fondo de elefante difunto y pasado por las armas.
Doy por hecho que los spin doctors de La Zarzuela no piensan apuntarla de momento en ningún club de caza de la perdiz voladora o de amigos del rifle. Tampoco la veo como abonada y en compañía del futuro rey Felipe VI a ese festín de sangre a go-go y pasodobles de las plazas de toros, como tenía costumbre su antecesor en el cargo. La España del Porompompero no se corresponde con el mandato y estilo de una reina que se dice del siglo XXI.
Estoy seguro de que los directores de arte y estilistas de la revista Hola le podrían preparar una bonita sesión fotográfica en familia con atrezzo de lo más ad hoc. Ya me la imagino junto a sus hijas Leonor y Sofía jugando con un cachorro de Golden Retrevier mientras el rey Felipe observa con humor la escena. En la parte inferior de la fotografía en color y a doble página, un travieso Cocker Spaniel le muerde el dobladillo de los pantalones a la reina Letizia.