Tras las elecciones europeas y sus descorazonadores resultados, la inesperada convocatoria de un Congreso Extraordinario en apenas 40 días ha supuesto la voladura del escenario comprometido por el PSOE y asumido por la militancia y la ciudadanía. Un tiempo apremiante, en el que, sin embargo, conviene pararse a pensar un minuto.
Durante más de 30 años he mantenido un compromiso con el PSOE y una pasión por España y la lucha contra la injusticia y las desigualdades de las que penden los problemas más acusantes de los españoles. La he ejercido en las duras y en la maduras, pero sobre todo en las duras. Y nunca han sido tan duras como ahora. El PSOE atraviesa desde hace años una situación desafiante, que amenaza con empeorar. Ese estado de pesimismo y desazón lo he percibido en múltiples actos en Casas del Pueblo y puntos de encuentro y contacto con los afiliados y afiliadas.
He hecho muchas campañas en todo el territorio nacional, y especialmente intensa -por las dificultades- en las últimas elecciones europeas. En apenas 20 días intervine en Salamanca, Granada, Pamplona, Ceuta, Barcelona, Girona, Valencia, Castellón, Gandía, San Sebastián de los Reyes, Santander,... Además de, por supuesto, todas y cada una de las siete islas canarias. En todas las ocasiones lo hice con energía y convicción, sudando la camiseta.
Por ello, los mensajes más alentadores que he recibido de los afiliados y afiliadas sin cargos ni responsabilidades orgánicas me han incitado y compelido, además de emocionado. Los agradezco enormemente, todos y cada uno. Me han obligado a reflexionar con seriedad durante los escasos días disponibles para reaccionar.
Constato que el PSOE se encuentra en mal estado de forma. Y son muchos los que, como yo, ansían la reanimación enérgica de nuestra identidad y nuestras ganas. Pero también que es precisamente porque he estado cinco años en el Parlamento Europeo haciendo denodadamente mi trabajo -presidiendo la delegación española y la Comisión de Libertades, Justicia y Asuntos de Interior, con la mayor carga legislativa de la Eurocámara- he sido menos visible, he tenido menor frecuencia de contacto con los medios de comunicación y con los responsables orgánicos que están en disposición de activar instantáneamente la recolección de 10.000 avales en un plazo perentorio. Acabo de ser reelegido para un segundo mandato en el Parlamento Europeo, de modo que lo que se espera de mí es esa dedicación -absorbente y exigente, mucho más de lo que se sabe- en el escenario inmediato.
Esa ponderación de circunstancias objetivas, que deben ser sopesadas con realismo, no alteran lo más mínimo la rotundidad de mi compromiso y la gravedad de mi concernimiento con lo que le pasa al PSOE.
Reivindico el socialismo afectivo que nos enseña Pedro Zerolo. El PSOE precisa con urgencia un punto cero de reconciliación consigo mismo. Previo a la reconciliación con los millones de electores a los que una vez abandonamos y nos esperan con urgencia para derrotar en 2015 la insufrible mayoría absoluta del PP y su estrago antisocial.
Apelo a las candidaturas ya en liza para que, una vez se pronuncien los militantes en las urnas, aseguren una reconciliación y reagrupación de todo el PSOE contando con lo mejor de sus excelentes recursos humanos y sus referentes éticos, políticos e intelectuales. Desterrando toda tentación de autocrisis, sectarismo y exclusión. Un PSOE seriamente descapitalizado en estos últimos años ya no puede permitirse prescindir de nadie, ni menos aún de buena gente por la inaceptable razón de haber perdido un Congreso, una asamblea, un envite.
Hace falta PSOE, más que nunca. Otro PSOE, seguramente. Reinventémoslo entre todos en una revolución de fraternidad e integración de nuestras mejores propuestas, nuestros mejores activos, nuestra hambre de futuro y nuestro combate de siempre contra las desigualdades.