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El Partido Popular salda otra deuda con la Iglesia

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Todos estos años de democracia se nos ha vendido la idea de que en España no había ningún partido fuerte de extrema derecha porque el Partido Popular integraba todas las tendencias conservadoras desde el centro hasta las posiciones más radicales. Por lo tanto, el extremismo quedaba diluido en visiones más atemperadas, lo que no deja de ser una falacia puesto que por la misma lógica se deduce que los más moderados dentro del Partido Popular en ocasiones han tenido que adoptar posiciones más radicales.

Cabe añadir que esta cualidad poliédrica del Partido Popular no ha contribuido en nada a la salud democrática de España, sino todo lo contrario, ha sido la causa principal del enfermizo bipartidismo que hemos sufrido hasta la fecha. Este Partido Popular en el que todo cabe con tal de sumar votos ha imposibilitado saber qué peso han tenido los democristianos frente a los liberales (en su sentido económico, claro) en la derecha e, incluso, qué peso ha tenido Izquierda Unida a la que siempre le ha perjudicado el mal llamado voto útil a favor del PSOE. En España tenemos ya asimilada la idea de que toda la derecha es igual mientras que en otros países los partidos democristianos y liberales son casi irreconciliables, como ocurre en Polonia, por ejemplo, donde gobierna un partido liberal y el principal partido de la oposición es democristiano.

De ahí que cada vez que ha gobernado el Partido Popular lo haya hecho repartiendo ministerios y promulgando una serie de leyes para contentar a cada una de las corrientes internas. Así, los ministerios relacionados con la economía han quedado en manos de liberales, frente otros que han sido asignados a democristianos. Recuerda, apreciado lector, que las disputas entre Gallardón y Esperanza Aguirre, quienes no sólo luchaban por colocar a sus afines en puestos jugosos, se deben también a que pertenecen a familias ideológicas diferentes.

En este marco se debe entender el último anteproyecto de ley del aborto propuesto por el otrora progresista ministro de Justicia, una ley que no demandaba la sociedad sino aquellos de los que el ministro es portavoz, es decir, Iglesia y Opus Dei y a los que el Partido Popular algo les deberá, ellos sabrán qué. Porque, como bien se sabe, ni siquiera dentro de su partido consideraban esta ley necesaria y no todos se sienten cómodos con ella. Es más, a Rajoy, con su bagaje de creencia en el determinismo biológico, el tema del aborto le debe interesar un comino y, en todo caso, seguramente preferiría que los pobres no se reprodujeran con tal de que no le fastidiaran las estadísticas.

Pero claro, Rajoy debe intentar contentar a ese sector democristiano de votantes cuyo peso debe conocer la dirección del PP gracias a sus informes internos y que el resto de españoles identifica con los miles de fieles reunidos por Rouco Varela en su última fiesta en defensa de la familia cristiana, la cual, según parece, está a punto de desaparecer. Y quizá por eso, casualmente días antes de dicha fiesta, se hizo público el anteproyecto de ley del aborto.

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