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Las fiebres del ébola

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Es cuestionable si es 38,6 ó 38 la fiebre necesaria para sospechar ébola en personas provenientes de los países afectados. Lo que sí tengo claro es que la "crisis" del ébola nos ha tomado la temperatura en varios frentes: en cuanto a preparación ante una crisis sanitaria -y la gestión durante la misma-, ante el grado de inequidad en salud que toleramos entre países del norte y países del Sur.... El rubor febril no sólo ha de sonrojar a España, receptora de dos casos confirmados, sino a todos los Gobiernos y organismos que, a priori, deberían liderar la respuesta internacional al drama que están viviendo estos países. Desde luego, a más de uno en la Comisión Europea, en la OMS y en otras agencias de Naciones Unidas, le debieron de saltar los colores al ver la pasividad con que se han tomado decisiones. La desgracia de esta epidemia, que lejos de ser una fiebre veraniega ha venido para quedarse una temporada, era que sólo afectaba a países pobres, que ya son blanco de otras epidemias que se cobran a diario muchas más muertes de las que ocasiona el ébola (malaria, tuberculosis, VIH, entre otras). La aparición de casos en países ricos, coincide con un aumento en la concienciación del problema, con un incremento de las ayudas filantrópicas, con los gabinetes de crisis, con las grandes portadas.... Nada nuevo bajo el sol.

No lo hemos hecho muy bien. Pero no creo que tengamos que culpar a nadie. Es evidente que hay personas con responsabilidades en el manejo de la crisis, que se han cometido errores, pero no es menos cierto que somos todos parte del engranaje que propicia que la situación sea la que es. Cada uno desde su posición. Es más, estoy de acuerdo con el comentario hecho por la OMS, de que no es ahora el momento de ponerse a analizar si la respuesta ha sido mejor o peor, ahora toca remangarse la camisa, y aliviar la situación de los países afectados, de poner en práctica los protocolos, de mejorarlos. De todas formas hay interrogantes que merecen cierta reflexión:

¿Cuáles son las medidas que ha tomado la comunidad internacional para proteger otros países que desde luego carecen de recursos para manejar el ébola como se hace en Estados Unidos o en España...? ¿Cuál es el esfuerzo que se está haciendo para proteger a Níger, a Malawi o a Mozambique (país desde el cual les escribo) para que, una vez identificado un caso, no se propague al igual que ha sucedido en Sierra Leona o Liberia? Si no se han identificado casos, me atrevo a decir que es, o porque no se han diagnosticado, o por cuestión de azar. En estos países está el verdadero riesgo de propagación y catástrofe. Me da la impresión que la mayoría de medidas preventivas o de alerta se centran sobre todo en países con pánico, más que en países con más necesidad. Se ha comentado que uno de los problemas clave es la falta de personal sanitario cualificado, que enlentece todas las tareas. Países como Cuba han confirmado la ayuda de 165 profesionales. ¿Cuántos efectivos sanitarios han enviado los países de la Unión Europea a la zona afectada? ¿Cuántos militares se habrían enviado si el conflicto fuera de otra índole? Por otra parte, la pregunta de si se debe repatriar a un afectado por ébola también debe ser contestada, en base a la evidencia existente, teniendo en cuenta los precedentes y los que se sientan.

Desde luego, las fiebres del ébola ponen de manifiesto lo que verdaderamente es un problema de salud global, que lejos de afectar a un país o a un sector, acalora y sofoca a todo el planeta, arrollando economías, destruyendo los frágiles sistemas sanitarios de algunos países, y generando un pánico y un estado de alerta, que hacía tiempo que no vivíamos. No será el último. Los problemas de salud global requieren una respuesta global, ágil y coordinada, no sólo en lo concerniente a la atención sanitaria y al control de la epidemia, sino también en todo lo necesario para reestablecer la brecha socioeconómica generada. En paralelo, propuestas como la que recoge esta publicación del Laboratorio de Ideas de ISGlobal, menos espasmódicas y más sostenibles -encaminadas a promover un sistema de protección social global que, entre otras cosas, garantice una cobertura universal en salud mínima y consiga reducir la vulnerabilidad de las poblaciones ante (por ejemplo) emergencias sanitarias como la que estamos viviendo-, tienen que seguir desarrollándose y convertirse en prioritarias en las agendas internacionales de cooperación y salud.

La situación actual ha de servir para mejorar las carencias y debilidades evidenciadas en la respuesta de la comunidad internacional a los problemas de salud global, que van más allá de la epidemia del ébola. Insistamos en lo que debemos aprender y pongámonos deberes. Es una responsabilidad colectiva. Si no, estaremos perdiendo una gran oportunidad, y, al mismo tiempo, perpetuando y ahondando las brechas de inequidad en salud.

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