"¡Sal con tu pareja!", dicen siempre los expertos. "El hecho de estar casado y tener una familia no significa que la chispa tenga que apagarse. Coquetead. ¡Mantened viva la llama!".
Es un gran consejo. De verdad que lo es. Suena fantástico... en teoría. Más o menos como cuando, antes de tener hijos, juras y perjuras que nunca vas a darles comida precocinada o que no les vas a dejar jugar con tu móvil para que se estén calladitos 10 minutos. Pero, ¿qué pasa cuando intentas ponerlo en práctica? Bueno, resulta que a veces no es del todo práctico. Vamos, que estoy casi segura de que cuando me estoy lavando los dientes, llevo un pijama con comida pegada y le cuento a mi marido que se me quedó un poco de caca al cambiarle el pañal al niño, ah, y, por cierto, ¿pagamos la factura del agua del mes pasado?, soy la última persona con la que él quiere coquetear.
No digo que no sea importante intentar mantener la conexión como pareja; lo es. Y las relaciones llevan su trabajo. Pero también los hijos, y todas las obligaciones que conllevan. Cuando intentas hacer equilibrios con todo, normalmente los niños salen ganando. Aunque trates de mantener la llama encendida, el estar casado y con hijos es otra historia totalmente distinta. Por ejemplo, salir una noche no tiene nada que ver con lo que solía ser. Vamos a analizarlo.
PREPARARSE
Pareja sin hijos: Te das una vuelta tranquilamente por el centro comercial porque esa noche quieres estrenar ropa. Ah, y quizás también un lápiz de ojos o algo de maquillaje. Incluso manicura nueva, si te da tiempo. Llegas a casa, te das un buen baño, una sesión de exfoliación e hidratación, y te rasuras todo lo rasurable mientras tu música favorita suena a todo volumen. Como un spa, pero en casa. Y aún te queda tiempo de sobra para perfeccionar tu maquillaje, peinado y modelito. Más una buena ropa interior. ¡Qué emoción! Esta noche va a ser increíble.
Padres: Rebusca en el armario algo que te siente bien y que no lleves a diario. Imposible. Bueno, lo que sea. Ojalá pudieras pasarte por el centro comercial para comprarte algo. Te das cuenta de que los niños han usado tu lápiz de ojos para dibujar; rápidamente te diriges hacia la tienda del barrio. Llegas a casa, miras el reloj, te vuelves loca porque el paseo hasta la tienda se ha comido tu presupuesto de tiempo. Te duchas deprisa, te pasas la cuchilla por las piernas y, si acaso, por las axilas y las ingles si te sobran un par de segundos. Ignoras a los niños, que están llamando a la puerta. Decides si secarte el pelo o dejártelo húmedo. Te echas un poco de maquillaje. Te metes como puedes en unas bragas supuestamente reductoras. Por favor, no empieces a sudar, que se te va a notar en la blusa. ¡Qué emoción! En cuanto puedas salir de casa, esta noche va a ser increíble.
SALIR DE CASA
Pareja sin hijos: Coges el bolso, el móvil, las llaves. Un último vistazo en el espejo. Abres la puerta. Y te vas.
Padres: Te aseguras de que los niños han comido y de que la cocina no está hecha un desastre. Le dejas a la niñera los números de teléfono e instrucciones especiales en caso de emergencia. Te despides de los niños. Te preguntas por qué actúan como si fueses a abandonarlos para siempre. Les das besos y abrazos e intentas que no te manchen la ropa de comida o de mocos. Te quitas a los niños de encima, que no se despegan de tus piernas. Te deslizas como puedes por la puerta. Te das cuenta de que te has olvidado el teléfono. Vuelves y repites la operación con tus hijos, que siguen en plan empalagoso.
LA CITA
Pareja sin hijos: Van a un restaurante de lujo o a un bar exclusivo. Piden sin mirar los precios. Se ríen y conversan de forma animada sobre películas y acontecimientos actuales. Miran periódicamente su teléfono para ver si alguien más le ha dado a "me gusta" en su Facebook. Se preguntan a dónde ir después; la noche es joven y las opciones, ¡infinitas!
Padres: Van a una cadena de restaurantes porque tienen un cupón de descuento. O a un sitio fino, pero piden pollo porque es lo más barato. Se sienten un poco frívolos por beber vermut con la comida. Disfrutan al no tener que partir el filete a nadie, ni pedir a los niños que salgan de debajo de la mesa o dejen de hacer pompas con la leche. Miran su teléfono periódicamente para asegurarse de que la niñera no ha llamado. Te prometiste que no hablarías de los niños. Deja de hablar de los niños. Sigues mirándote el reloj, porque a la niñera le pagáis por horas. En cualquier caso, ya estás muerta de cansancio. A las 11 sueles estar en la cama y, además, esta mañana los niños te despertaron a las seis.
DESPUÉS DE LA CITA
Pareja sin hijos: Vuelven a casa. Piensan si la cita acaba ahí o si quieren alargarla. Si acaba ahí, entras a casa, te quitas el maquillaje, te pones ropa cómoda y te tiras los pedos que te estabas aguantando. Te vas a la cama. Duermes tranquilamente. Te levantas cuando te dé la gana. Y si la cosa se alarga... enciendes unas velas, abrís una botella de vino, pones música suave y muestras esa ropa interior tan mona y esas piernas tan bien depiladas. ¡Fiu fiu
Padres: Vuelta a casa. Pagan a la niñera, intentan no pensar en todo lo que han gastado en una noche. Ven a los niños durmiendo y les sorprende lo mucho que los han echado de menos, a pesar de haber estado ilusionados por salir. Te quitas el maquillaje y esa especie de faja reductora, y te pones ropa cómoda. Bostezas. Piensas si dedicar unos minutos a vuestra "intimidad matrimonial" o iros directamente a dormir. Babeas un poco en la almohada hasta que uno de los niños se despierta en mitad de la noche y te pide un vaso de agua o te cuenta una pesadilla o te dice que se ha hecho pis. Te despiertas a la luz del alba para preparar el desayuno a unos niños hambrientos, porque, ¿quién si no va a hacerlo?
¿Lo veis? Mantener la llama encendida es importante, pero se complica ligeramente cuando los niños -y todo lo relacionado con ellos- se unen al pack.
Creo que hasta que no sean mayores, me conformaré con una serie y unas palomitas, y agradeceré que a mi marido no le importe demasiado si tengo pelos en las piernas o si llevo ropa vieja.
Siempre y cuando no tenga caca debajo de las uñas.
Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de The Huffington Post y ha sido traducido del inglés.
Traducción de Marina Velasco Serrano
Es un gran consejo. De verdad que lo es. Suena fantástico... en teoría. Más o menos como cuando, antes de tener hijos, juras y perjuras que nunca vas a darles comida precocinada o que no les vas a dejar jugar con tu móvil para que se estén calladitos 10 minutos. Pero, ¿qué pasa cuando intentas ponerlo en práctica? Bueno, resulta que a veces no es del todo práctico. Vamos, que estoy casi segura de que cuando me estoy lavando los dientes, llevo un pijama con comida pegada y le cuento a mi marido que se me quedó un poco de caca al cambiarle el pañal al niño, ah, y, por cierto, ¿pagamos la factura del agua del mes pasado?, soy la última persona con la que él quiere coquetear.
No digo que no sea importante intentar mantener la conexión como pareja; lo es. Y las relaciones llevan su trabajo. Pero también los hijos, y todas las obligaciones que conllevan. Cuando intentas hacer equilibrios con todo, normalmente los niños salen ganando. Aunque trates de mantener la llama encendida, el estar casado y con hijos es otra historia totalmente distinta. Por ejemplo, salir una noche no tiene nada que ver con lo que solía ser. Vamos a analizarlo.
PREPARARSE
Pareja sin hijos: Te das una vuelta tranquilamente por el centro comercial porque esa noche quieres estrenar ropa. Ah, y quizás también un lápiz de ojos o algo de maquillaje. Incluso manicura nueva, si te da tiempo. Llegas a casa, te das un buen baño, una sesión de exfoliación e hidratación, y te rasuras todo lo rasurable mientras tu música favorita suena a todo volumen. Como un spa, pero en casa. Y aún te queda tiempo de sobra para perfeccionar tu maquillaje, peinado y modelito. Más una buena ropa interior. ¡Qué emoción! Esta noche va a ser increíble.
Padres: Rebusca en el armario algo que te siente bien y que no lleves a diario. Imposible. Bueno, lo que sea. Ojalá pudieras pasarte por el centro comercial para comprarte algo. Te das cuenta de que los niños han usado tu lápiz de ojos para dibujar; rápidamente te diriges hacia la tienda del barrio. Llegas a casa, miras el reloj, te vuelves loca porque el paseo hasta la tienda se ha comido tu presupuesto de tiempo. Te duchas deprisa, te pasas la cuchilla por las piernas y, si acaso, por las axilas y las ingles si te sobran un par de segundos. Ignoras a los niños, que están llamando a la puerta. Decides si secarte el pelo o dejártelo húmedo. Te echas un poco de maquillaje. Te metes como puedes en unas bragas supuestamente reductoras. Por favor, no empieces a sudar, que se te va a notar en la blusa. ¡Qué emoción! En cuanto puedas salir de casa, esta noche va a ser increíble.
SALIR DE CASA
Pareja sin hijos: Coges el bolso, el móvil, las llaves. Un último vistazo en el espejo. Abres la puerta. Y te vas.
Padres: Te aseguras de que los niños han comido y de que la cocina no está hecha un desastre. Le dejas a la niñera los números de teléfono e instrucciones especiales en caso de emergencia. Te despides de los niños. Te preguntas por qué actúan como si fueses a abandonarlos para siempre. Les das besos y abrazos e intentas que no te manchen la ropa de comida o de mocos. Te quitas a los niños de encima, que no se despegan de tus piernas. Te deslizas como puedes por la puerta. Te das cuenta de que te has olvidado el teléfono. Vuelves y repites la operación con tus hijos, que siguen en plan empalagoso.
LA CITA
Pareja sin hijos: Van a un restaurante de lujo o a un bar exclusivo. Piden sin mirar los precios. Se ríen y conversan de forma animada sobre películas y acontecimientos actuales. Miran periódicamente su teléfono para ver si alguien más le ha dado a "me gusta" en su Facebook. Se preguntan a dónde ir después; la noche es joven y las opciones, ¡infinitas!
Padres: Van a una cadena de restaurantes porque tienen un cupón de descuento. O a un sitio fino, pero piden pollo porque es lo más barato. Se sienten un poco frívolos por beber vermut con la comida. Disfrutan al no tener que partir el filete a nadie, ni pedir a los niños que salgan de debajo de la mesa o dejen de hacer pompas con la leche. Miran su teléfono periódicamente para asegurarse de que la niñera no ha llamado. Te prometiste que no hablarías de los niños. Deja de hablar de los niños. Sigues mirándote el reloj, porque a la niñera le pagáis por horas. En cualquier caso, ya estás muerta de cansancio. A las 11 sueles estar en la cama y, además, esta mañana los niños te despertaron a las seis.
DESPUÉS DE LA CITA
Pareja sin hijos: Vuelven a casa. Piensan si la cita acaba ahí o si quieren alargarla. Si acaba ahí, entras a casa, te quitas el maquillaje, te pones ropa cómoda y te tiras los pedos que te estabas aguantando. Te vas a la cama. Duermes tranquilamente. Te levantas cuando te dé la gana. Y si la cosa se alarga... enciendes unas velas, abrís una botella de vino, pones música suave y muestras esa ropa interior tan mona y esas piernas tan bien depiladas. ¡Fiu fiu
Padres: Vuelta a casa. Pagan a la niñera, intentan no pensar en todo lo que han gastado en una noche. Ven a los niños durmiendo y les sorprende lo mucho que los han echado de menos, a pesar de haber estado ilusionados por salir. Te quitas el maquillaje y esa especie de faja reductora, y te pones ropa cómoda. Bostezas. Piensas si dedicar unos minutos a vuestra "intimidad matrimonial" o iros directamente a dormir. Babeas un poco en la almohada hasta que uno de los niños se despierta en mitad de la noche y te pide un vaso de agua o te cuenta una pesadilla o te dice que se ha hecho pis. Te despiertas a la luz del alba para preparar el desayuno a unos niños hambrientos, porque, ¿quién si no va a hacerlo?
¿Lo veis? Mantener la llama encendida es importante, pero se complica ligeramente cuando los niños -y todo lo relacionado con ellos- se unen al pack.
Creo que hasta que no sean mayores, me conformaré con una serie y unas palomitas, y agradeceré que a mi marido no le importe demasiado si tengo pelos en las piernas o si llevo ropa vieja.
Siempre y cuando no tenga caca debajo de las uñas.
Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de The Huffington Post y ha sido traducido del inglés.
Traducción de Marina Velasco Serrano