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Joan Laporta como muestra del péndulo azulgrana

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"No descarto presentarme a las elecciones del Barça". Palabras de Laporta una vez liberado de toda carga sospechosa. Ahora ya vuelve a ser, sólo, el presidente del mejor Barça de la historia.

Que el expresidente no defina cuáles son sus futuras intenciones es una indicio de que está más cerca de presentarse que de renunciar a la que fue su casa durante siete años. El poder atrae, y el del Barça más. Pero si realmente Laporta quiere lo mejor para el club, debe comprender que lo más correcto es olvidarse de cualquier retorno y no cometer los mismos errores que Sandro Rosell.

La actual junta entró como un elefante en una cacharrería y quiso cambiar un método y estructura que hasta entonces funcionaban a la perfección. Y no gracias a Laporta, que méritos tuvo, sin duda, sino a la realidad deportiva del equipo. Rosell quiso diluir cualquier rastro del pasado para reforzar su presente y pecó de un personalismo tan exagerado que le hizo marchar por la puerta trasera sin despedirse, en medio de pleitos y batallas legales contra antiguos compañeros de junta. No era únicamente la búsqueda de la verdad. Rosell vomitó su ostracismo de cinco años con una represalia hipócrita: aquel voto en blanco en la asamblea no anhelaba la paz social, sino mantener sus manos limpias.

Tampoco se entiende el incoherente recurso posterior de su predecesor en el cargo, Josep M. Bartomeu. Lo que podría ser un acto de justicia se convierte en un acto de orgullo al renunciar a la ejecución de los avales. El fútbol mueve demasiado ego.

Laporta, empujado por su victoria y las demandas de gran parte de los socios azulgranas, se siente legitimado para responder con la misma moneda: el hundimiento del adversario desde la presidencia. Y este escenario no sería nada más que la continuidad de un trastorno institucional que no ha comportado ningún beneficio a la entidad. El Barça vive en un péndulo que se mueve de bando a bando, incapaz equilibrarse, y que Jan volviera sería otro empuje desestabilizador. En su comparecencia, ya mencionó a Cruyff y Guardiola, en un claro intento de mostrar quiénes son sus aliados y desde qué lado habla. Precisamente los dos ex entrenadores, aparte de por sus éxitos, han quedado marcados por su animadversión a Núñez y Rosell, los del otro lado; enemigos públicos de Laporta.

El club no puede convertirse en una gran atalaya desde donde se toman venganzas personales. Ya hace demasiado que el equipo no es dominador en el continente y la prioridad es revertir la situación deportiva, gloriosa no hace tanto. Gracias Jan y Sandro por vuestro tiempo, o no; pero el Barça no os necesita. Hasta siempre.

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