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El Museo como garante de la libertad de expresión

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Cajita de fósforos (2005), del colectivo feminista Mujeres Públicas, en el Museo Reina Sofía.




La caja de cerillas más famosa del arte contemporáneo seguirá expuesta en el Museo Reina Sofía. Quizá algunos no sepan que estas semanas los ultracatólicos han sentido atacada su libertad de fe por una pieza artística del tamaño de una caja de cerillas. El gran revuelo ha surgido en torno a la obra Cajita de fósforos, del colectivo argentino Mujeres Públicas, que muestra en la caja la imagen de una iglesia ardiendo junto a la archiconocida frase de Kropotkin "la única iglesia que ilumina es la que arde".

Esta obra desató la protesta, aunque a medida que las noticias surgían y se cruzaban comentarios en las redes, parece que les han ofendido otras partes de la exposición, como un vídeo del mismo colectivo de las manifestaciones públicas en defensa el aborto legal y la libre decisión de la mujer sobre su maternidad. Con estas premisas, Hazte Oír recoge firmas pidiendo que se retire la obra, mientras la Asociación Española de Abogados Cristianos, directamente, exige el cese del director, Manuel Borja Villel.

En el catálogo de razones que se están dando para reclamar la retirada de la obra es recurrente el argumento de que atenta contra la libertad de los católicos. Quizá cabría pensar que los ofendidos son tan sólo un determinado grupo, ya que no todos de católicos están en el mismo saco ideológico que Hazte Oír y sus acólitos.

Cuando las creencias son tan amplias y diversas, uno sólo debería hablar por sí mismo. No sólo esto: siendo comprensible la indignación en cuestión de fe cuando se promueven ataques hacia una religión desde un organismo público o de carácter político, cabe recordarles a Hazte Oír que el Museo Reina Sofía es un museo. Un museo de arte contemporáneo. La pregunta es cuántos de los actuales 20000 firmantes de la protesta censora han visitado la exposición.

La exposición Un saber realmente útil, recoge una reflexión en torno a las pedagogías críticas en el presente, con obras de distintos colectivos que muestran las formas de pensamiento hoy. Como museo de arte contemporáneo, y dado que el arte actual no se limita exclusivamente a la pintura, se incluyen manifestaciones como performances: estudiar las concentraciones feministas del aborto con todo el display que conlleva (música, teatralizaciones, canciones, iconos...) es también un hecho visual y, como tal, se reflexiona en un museo, en un espacio para lo visual.

Los fundamentalistas de Hazte Oir deben saber que el museo contemporáneo es un contenedor de debate, de opinión, un generador de ideas. Responde a un modelo del siglo XX que va más allá de ser una simple pinacoteca que aloja pinturas para mirar desde una distancia. El museo invita a entrar y formar parte de la comunidad, porque el Museo de Arte Contemporáneo somos todos los que formamos parte de la sociedad..., y en una sociedad moderna existe el derecho a la libre expresión.

La caja de cerillas, que va camino de convertirse en la más famosa de la historia del arte es simplemente eso, una caja con un dibujo y unas palabras escritas (muy repetidas, por otra parte, como para ofender un siglo después). No puede ofender la obra en sí, porque esa caja es lo que es, una obra, una cajita, que muestra un pensamiento de un grupo feminista.

El Museo Reina Sofía está en la obligación de mostrar la pieza, como museo del presente que recoge lo que está ocurriendo en la sociedad de hoy. El museo es un contenedor de ideas que surgen de la sociedad y hacen que el museo siga vivo.

Si se sienten ofendidos porque la obra hace defensa del aborto legal, acudan con argumentos válidos a un debate sobre el aborto con las feministas que defienden este derecho, pero no a culpar a un Museo de Arte Contemporáneo que está obligado a mostrar lo que ocurre en el presente y a invitar a pensar sobre nuestra realidad. Esto es lo que hace esta exposición, mostrar una pieza que responde a un momento concreto en el siglo XXI, donde las mujeres han tenido que volver a exigir la libertad de decidir sobre sus cuerpos.

Celebro que el Museo Reina Sofía haya resuelto no retirar ni la exposición ni la pieza porque, como ciudadana española que cree en la democracia, me sentiría muy ofendida en mi creencia y mi fe: la libertad de la cultura, la cultura en libertad.


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