Estamos en directo. Horario de máxima audiencia. Soy uno de los tertulianos habituales del programa Saquemos algo en claro. Llevamos ya un buen rato discutiendo sobre diversos temas de actualidad: corrupción, ébola, reforma del TC, etc. No importa que sean dispares. Como buenos tertulianos, hablamos excátedra de todos ellos, con aplomo y sin dudar. Da igual que el asunto sea científico, político o religioso. Somos tertulianos, somos invencibles. Somos expertos en TO-DO.
Nuestro estilo a la hora de discutir deja bastante que desear. Para conseguir el turno de palabra, pegamos voces o pisamos las frases al que está hablando. En nuestro día a día no somos tan maleducados pero la corrección en las formas no hace subir la audiencia. Por eso, cuando dos tertulianos discutimos educadamente en directo, la directora del programa -que es un bicho corrosivo- aparece por detrás, pero fuera de plano y al tertuliano más blando le hace un gesto como de arrancar un coche girando una llave de contacto imaginaria. Significa "apriétale las clavijas". El tertuliano hace caso y se monta otra vez la verdulería, que es lo que la cadena quiere.
Hoy tenemos a un tertuliano nuevo. Hasta ahora no ha intervenido apenas. Tiene un pelo sospechoso. Apuesto a que es un peluquín. Hace un gesto con la mano como queriendo pedir la palabra. La cámara 3 se fija en él. Va a comenzar su intervención y lo hace de la peor manera posible:
-Vamos a ver, señores, seamos serios...
Dios Santo, ha dicho seamos serios. ¡HA DICHO SEAMOS SERIOS! ¿Acaso no hemos sido serios hasta ahora? ¿Todo lo que hemos dicho han sido gilipolleces y lo que tú vas a decir es lo único serio, la verdad suprema? Me encantaría levantarme de mi asiento, cruzar el plató y arrancarte la cabeza en prime time. Pero todo esto se quedará en nada, en un calentón más. Y me tragaré todos los "seamos serios" que se digan hoy aquí, porque soy un moñas.
Pero estoy cayendo en la cuenta que mi psicólogo siempre me recomienda externalizar los pensamientos recurrentes y liberar así la presión interior que me provoco yo solo. Y la frase favorita de mi padre es "ante la duda, sinceridad". Bueno, contaré hasta cinco para tranquilizarme: Uno...dos...tres... ¡Pero, qué coño!
-¡HAS DICHO SEAMOS SERIOS!
La frase me sale a todo volumen y el plató se queda en un silencio sepulcral. La cámara 2 se gira hacia mí.
-¿Acaso no hemos sido serios hasta ahora? ¿Todo lo que hemos dicho han sido gilipolleces y lo que tú vas a decir es lo único serio, la verdad suprema?
-Bueno, no te pongas así -el tertuliano nuevo no sabe cómo reaccionar- ... Es una frase hecha. No he querido ofenderte en ningún momento.
Por el rabillo del ojo veo cómo la directora se acerca por detrás y le hace el consabido gesto de que me apriete las clavijas. Debe estar encantada con los subidones de audiencia que dan estos desahogos.
-Me encantaría levantarme de mi asiento, cruzar el plató y arrancarte la cabeza en prime time- No quiero dejarme nada en el tintero. Qué bien se queda uno cuando lo externaliza todo...
El tertuliano nuevo, que ya ha visto a la directora hacer el gesto de la llave de contacto, la mira incrédulo y musita:
-¿En serio? ¿Puedo?
La directora del programa vuelve a hacer el gesto dos veces más, con rabia y apretando los dientes, incitándole a apretarme las clavijas. El tertuliano nuevo, que entiende el gesto a su manera, se levanta, cruza el plató, me agarra un pezón como quien agarra una llave y lo retuerce con violencia provocando mis alaridos de dolor. La directora, entra en plano para separarnos, pero no es necesario porque yo me he zafado ya de mi agresor y le he soltado un directo:
-Tienes un pelo sospechoso. Apuesto a que es un peluquín.
La directora nos mira incrédula a los dos. Aprovechando que tiene la guardia baja le suelto:
-¡Eres un bicho corrosivo!
Por fin aparecen los de seguridad y nos sacan a rastras de los estudios centrales. Me da tiempo a gritar, para que toda España me oiga:
-¡Somos tertulianos! ¡Somos invencibles!
Nuestro estilo a la hora de discutir deja bastante que desear. Para conseguir el turno de palabra, pegamos voces o pisamos las frases al que está hablando. En nuestro día a día no somos tan maleducados pero la corrección en las formas no hace subir la audiencia. Por eso, cuando dos tertulianos discutimos educadamente en directo, la directora del programa -que es un bicho corrosivo- aparece por detrás, pero fuera de plano y al tertuliano más blando le hace un gesto como de arrancar un coche girando una llave de contacto imaginaria. Significa "apriétale las clavijas". El tertuliano hace caso y se monta otra vez la verdulería, que es lo que la cadena quiere.
Hoy tenemos a un tertuliano nuevo. Hasta ahora no ha intervenido apenas. Tiene un pelo sospechoso. Apuesto a que es un peluquín. Hace un gesto con la mano como queriendo pedir la palabra. La cámara 3 se fija en él. Va a comenzar su intervención y lo hace de la peor manera posible:
-Vamos a ver, señores, seamos serios...
Dios Santo, ha dicho seamos serios. ¡HA DICHO SEAMOS SERIOS! ¿Acaso no hemos sido serios hasta ahora? ¿Todo lo que hemos dicho han sido gilipolleces y lo que tú vas a decir es lo único serio, la verdad suprema? Me encantaría levantarme de mi asiento, cruzar el plató y arrancarte la cabeza en prime time. Pero todo esto se quedará en nada, en un calentón más. Y me tragaré todos los "seamos serios" que se digan hoy aquí, porque soy un moñas.
Pero estoy cayendo en la cuenta que mi psicólogo siempre me recomienda externalizar los pensamientos recurrentes y liberar así la presión interior que me provoco yo solo. Y la frase favorita de mi padre es "ante la duda, sinceridad". Bueno, contaré hasta cinco para tranquilizarme: Uno...dos...tres... ¡Pero, qué coño!
-¡HAS DICHO SEAMOS SERIOS!
La frase me sale a todo volumen y el plató se queda en un silencio sepulcral. La cámara 2 se gira hacia mí.
-¿Acaso no hemos sido serios hasta ahora? ¿Todo lo que hemos dicho han sido gilipolleces y lo que tú vas a decir es lo único serio, la verdad suprema?
-Bueno, no te pongas así -el tertuliano nuevo no sabe cómo reaccionar- ... Es una frase hecha. No he querido ofenderte en ningún momento.
Por el rabillo del ojo veo cómo la directora se acerca por detrás y le hace el consabido gesto de que me apriete las clavijas. Debe estar encantada con los subidones de audiencia que dan estos desahogos.
-Me encantaría levantarme de mi asiento, cruzar el plató y arrancarte la cabeza en prime time- No quiero dejarme nada en el tintero. Qué bien se queda uno cuando lo externaliza todo...
El tertuliano nuevo, que ya ha visto a la directora hacer el gesto de la llave de contacto, la mira incrédulo y musita:
-¿En serio? ¿Puedo?
La directora del programa vuelve a hacer el gesto dos veces más, con rabia y apretando los dientes, incitándole a apretarme las clavijas. El tertuliano nuevo, que entiende el gesto a su manera, se levanta, cruza el plató, me agarra un pezón como quien agarra una llave y lo retuerce con violencia provocando mis alaridos de dolor. La directora, entra en plano para separarnos, pero no es necesario porque yo me he zafado ya de mi agresor y le he soltado un directo:
-Tienes un pelo sospechoso. Apuesto a que es un peluquín.
La directora nos mira incrédula a los dos. Aprovechando que tiene la guardia baja le suelto:
-¡Eres un bicho corrosivo!
Por fin aparecen los de seguridad y nos sacan a rastras de los estudios centrales. Me da tiempo a gritar, para que toda España me oiga:
-¡Somos tertulianos! ¡Somos invencibles!