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Cómo mejorar las defensas

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Las defensas son esa parte importante de un conjunto que se encarga de evitar los ataques de algo exterior o extraño, a veces conocido, pero siempre temido. Por eso, todo ente u organismo organiza un sistema con el que protegerse de la agresión.

Al amigo Javier Macías, pediatra pucelano, le gusta repetir que la única defensa que hay que mejorar a día de hoy es la del Barcelona, que el Madrid ya hizo sus deberes con Ancelotti. Olvida tendenciosamente que la mejor defensa la tiene el Atlético de Madrid (#AupaAtleti).

Existe la obsesión en general de que en estos tiempos de fríos otoñales y de cara al invierno hay que mejorar las defensas, supervitaminarse y mineralizarse, como diría Super Ratón. Es un lema repetido hasta la saciedad en anuncios de todo tipo. Yogures aguados, comidas para perros, suplementos alimenticios al estilo pienso de engorde para niños, muchos son los formatos y anuncios que sugieren que aumentan las defensas y te quedas más guapo. Y la verdad es que las defensas siempre están altas y atentas. Cuando bajan, ocurre el desastre: el cáncer donde se cuela entre las líneas alguna célula indeseada. O, en los síndromes de inmunodeficiencia adquirida (Sida y otros), enfermedades graves que suponen un quebranto de la última línea y dejan expuesto al cancerbero al disparo del agresivo delantero contrario para meter el gol definitivo, que podrá parar o no, pero eso es otra cuestión, y no vamos a hablar de porteros, sino de defensas.

En los niños, el problema parece más grave. Como son más bajitos, parece que están más indefensos, pero no es cierto. Veámoslo de otro modo: el niño, desde su nacimiento está expuesto a todos los ataques que le vienen del exterior. Su madre, a través de la leche materna, le ofrece herramientas, tácticas de defensa, un buen sistema, como hace el Cholo Simeone con sus muchachos. Consigue que uno tras otro los ataques de gérmenes sean controlados y que esa defensa todavía amateur se convierta en profesional y en una de las mejores que su hijo pueda tener. Leche materna y buenos alimentos cuando llegue la edad, esa es la mejor estrategia para crear una línea defensiva de Champions.

No olvidemos la equipación e instrucción táctica que debe recibir cualquier portento zaguero. Ese material se lo aportan las vacunas, experiencia y aprendizaje de cómo actuar cuando llegue el temido crack ofensivo. Sin esta base, la línea tendrá más agujeros que un queso de Gruyère.

Cuando se inicia el periodo de escolarización, ya sea en la escuela infantil o el colegio, el niño va a recibir muchos y nuevos ataques de los gérmenes que pululan en la colectividad. Los amigos llevan otros virus y bacterias diferentes a los que ya conocía el niño y que sabía manejar. Ahora le llegan nuevas oleadas de delanteros ávidos de gloria por marcarle un gol al bien defendido muchacho. Cada ataque de la linea ofensiva contraria, llámese virus catarral, virus de gastroenteritis, virus de bronquitis, otitis, neumonías, sarampión, gripe y otros cientos de ataques que puede sufrir suponen un movimiento de la defensa, bascular de uno a otro lado, agruparse, zancadillear y ser zancadilleado, faltas, alguna tarjeta amarilla, lo que sea con el objetivo de mantenerse imbatido, esa es la enfermedad, una buena defensa actuando. Eso hace que el organismo sea cada vez más potente, más maduro en sus respuestas: dos veces por el mismo sitio no les va a funcionar.

No hay que ver las repetidas enfermedades infantiles como fracasos inmunitarios, sino todo lo contrario. Ese niño siempre mocoso está librando una batalla para mantener su portería a cero, está peleando porque tiene una gran defensa, está aprendiendo estrategia y madurando. Si no tuviera defensas, el gol ya habría venido en forma de gravísima enfermedad. Es su buena defensa la que elimina gérmenes uno tras otro, y ahí están los padres como buenos entrenadores, ofreciéndole una alimentación adecuada y sana, fomentando el entrenamiento y ejercicio diario para fortalecerse. Sinceramente, no veo a Luis Enrique ofreciendo un actimel a sus flojos defensores para mejorar en el próximo partido.

Debemos aprender a identificar a nuestros enemigos y saber en todo momento de qué lado estamos:

La fiebre, por ejemplo, es ese plus de adrenalina que todo jugador tiene en el momento de la internada por la banda, se activa, acelera su corazón, actúa sin detenerse a pensar, es acción, es anticipación, fuerza defensiva. ¿Os imagináis en ese momento al entrenador o a la mamá del jugador entrando al campo para darle un paracetamol y que se le pase?

Los mocos son ese embarrado, ese juego a veces duro, sin violencia, eso sí, que todo defensa debe exhibir, un juego envolvente que incapacite al atacante, enredándolo en regates imposibles e interminables hasta que pierde el balón. ¿Os imagináis que en ese momento la mamá del jugador entre al campo para ofrecerle un jarabe al central a ver si deja el camino expedito al atacante?

El buen defensa debe alimentarse bien, no en exceso, sino con calidad, hacer ejercicio y entrenar a diario, pero ante todo no debe drogarse, no debe buscar atajos para mejorar artificialmente, el buen entrenador no ofrecerá a sus pupilos productos milagrosos de farmacia o herbolario, ni productos que ha visto en la tele que prometen subir no se qué.

Intenta ver la educación de tu hijo como un entrenamiento, eres su mánager, vas a conseguir de tu hijo que sea un Grande, con mayúsculas, probablemente no sepa tocar un balón en su vida, ni falta que hace, pero conseguirás que se vea como un Grande, orgulloso de sí mismo, autónomo y con autoestima.

Eso es tener buenas defensas para la vida.

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