Se me dirá que son obsesiones mías, que no hay motivo por ahora para pensar lo que pienso, pero quienes le conocen saben que el ex ministro de Justicia Ruiz Gallardón, otrora el más centrista y progre de sus compañeros de partido -todavía se recuerda aquella imagen suya de portada en la revista gay Zero (2006-2009)-, no llegó ser titular de la cartera que se le otorgó bajo la jefatura de don Mariano para pasar tres años al frente de la misma y decir adiós política, adiós, aunque fuera con unos substanciosos emolumentos como miembro del Consejo Consultivo de Madrid (le vendrán bien los ocho mil y picos euros mensuales porque, como comunicó al Congreso de los Diputados tras cesar en sus actividades parlamentarias, ser ministro ha empobrecido a don Alberto hasta el punto de tener una cuenta en números rojos).
Quienes tienen constancia de su ambición política -desmesurada, según algunas voces-, están por asegurar que cuando se puso al frente de la reforma restrictiva del nuevo proyecto de ley del aborto lo hizo a sabiendas de que podría ser rechazada, pero también convencido de que un sector importante del electorado de su partido compartiría con él esa reforma. Eso sería como tirar piedras a su propio tejado, dirán quienes no compartan esta opinión, pues a la postre le costó el cargo el pasado mes de septiembre.
Bien, el cargo sí, pero su ambición política sigue intacta, y además su marcha le ha permitido poner tierra de por medio con un gobierno que hace agua y un partido sumamente enfangado en la corrupción. Quienes le hayan escuchado, además, esta expresión el pasado viernes ante la retirada de su ley - "Lo único que me da es asco"-, deben considerar el grado de enojo que afecta al ex ministro: "No me importa que la ley se haya retirado porque lo haya promovido un lobby económico o que fuera por un beneficio electoral -dijo en su primera comparecencia pública tras su cese-. No hay un solo motivo que se pueda anteponer al deber moral de defender la vida. Lo único que sé es que me da asco".
Cuentan las cronicas que a Gallardón se le notaba muy cómodo en el el escenario donde se expresó con tanta contudencia. Se trataba de la inauguración del XVI Congreso Católicos y Vida Pública, organizado por la Universidad CEU San Pablo y la Asociación Católica de Propagandistas. Un congreso que lleva por título "La Familia siempre: desafíos y esperanza", y que cuenta con el máximo favor de la católica iglesia española, un tanto frustrada con la retirada del proyecto de ley de don Alberto y, consiguientemente, con el Gobierno del Partido Popular (PP).
No está este partido, según va, como para perder el apoyo de la una instititución que siempre tuvo en la historia de este país un líder político del que echar mano y un partido que se ciñera convenientemente a sus preceptos. ¿Será don Alberto ese líder? Todo dependerá del grado de desgaste que sufra el PP, previsiblemente mucho, de cara a las próximas elecciones. Si eso ocurriera, tengo por seguro que con su currículum y su indomeñable ambición política, Ruiz Gallardón no será a sus años un político retirado al que un día desautorizó públicamente su jefe y hubo de marcharse. Tal desenlace no cabe en tal personaje.
Quienes tienen constancia de su ambición política -desmesurada, según algunas voces-, están por asegurar que cuando se puso al frente de la reforma restrictiva del nuevo proyecto de ley del aborto lo hizo a sabiendas de que podría ser rechazada, pero también convencido de que un sector importante del electorado de su partido compartiría con él esa reforma. Eso sería como tirar piedras a su propio tejado, dirán quienes no compartan esta opinión, pues a la postre le costó el cargo el pasado mes de septiembre.
Bien, el cargo sí, pero su ambición política sigue intacta, y además su marcha le ha permitido poner tierra de por medio con un gobierno que hace agua y un partido sumamente enfangado en la corrupción. Quienes le hayan escuchado, además, esta expresión el pasado viernes ante la retirada de su ley - "Lo único que me da es asco"-, deben considerar el grado de enojo que afecta al ex ministro: "No me importa que la ley se haya retirado porque lo haya promovido un lobby económico o que fuera por un beneficio electoral -dijo en su primera comparecencia pública tras su cese-. No hay un solo motivo que se pueda anteponer al deber moral de defender la vida. Lo único que sé es que me da asco".
Cuentan las cronicas que a Gallardón se le notaba muy cómodo en el el escenario donde se expresó con tanta contudencia. Se trataba de la inauguración del XVI Congreso Católicos y Vida Pública, organizado por la Universidad CEU San Pablo y la Asociación Católica de Propagandistas. Un congreso que lleva por título "La Familia siempre: desafíos y esperanza", y que cuenta con el máximo favor de la católica iglesia española, un tanto frustrada con la retirada del proyecto de ley de don Alberto y, consiguientemente, con el Gobierno del Partido Popular (PP).
No está este partido, según va, como para perder el apoyo de la una instititución que siempre tuvo en la historia de este país un líder político del que echar mano y un partido que se ciñera convenientemente a sus preceptos. ¿Será don Alberto ese líder? Todo dependerá del grado de desgaste que sufra el PP, previsiblemente mucho, de cara a las próximas elecciones. Si eso ocurriera, tengo por seguro que con su currículum y su indomeñable ambición política, Ruiz Gallardón no será a sus años un político retirado al que un día desautorizó públicamente su jefe y hubo de marcharse. Tal desenlace no cabe en tal personaje.