Primera semana de diciembre de 2014... En Italia y en Bélgica mueren cobardemente asesinados dos jóvenes dirigentes de un nuevo partido que ha irrumpido con extraordinario ímpetu en el panorama político español: sus propuestas en materia económica y energética suponían un grave peligro para los poderes establecidos... Lo que figura a continuación es una conversación ficticia entre un policía español y otro italiano, que investigan las conexiones internacionales de la casta en del sector energético. El diálogo -nada habitual entre policías- forma parte de la novela Los crímenes de la secta, publicada por Editorial Verbum en marzo de 2015. Como es natural, cualquier similitud entre la realidad y los hechos referidos, solo puede deberse a la casualidad.
-¿Nacionalización de las eléctricas? Eso suena a comunismo, a estrategia venezolana o a algo incluso peor -dice el policía italiano.
-Nacionalización, al menos, de la distribución de la energía eléctrica y del suministro de gas a los consumidores. Y estímulo real de las energías renovables. Le recuerdo -responde el policía español-, que Enel es la empresa responsable de la distribución de la electricidad en Italia. Enel es una empresa pública italiana y ustedes no son comunistas, ¿verdad?
-¡Pero qué me dice! ¿Les han privatizado también la distribución de la energía en España?
-Ha sido progresivamente privatizada y gran parte del sector ahora está en manos de empresas extranjeras. Por ejemplo, Enel ha adquirido Endesa, la empresa española que se encarga de la distribución privada del gas y la electricidad en la zona donde yo vivo, en Madrid. Curiosamente, en Italia Enel actúa como una empresa pública, pero en nuestro país se comporta como una empresa privada, a través de Endesa y de las compañías que controlan la distribución energética y los servicios asociados al consumo de electricidad y gas. Las empresas del mismo grupo y sus firmas asociadas se cobran entre ellas tasas variables y peajes por el tránsito de energía de unos lugares a otros. Luego repercuten todo eso sobre el consumidor final.
-Madonna. Porca miseria. Y nosotros que nos quejamos en Italia de las tarifas. Supongo que las suyas estarán por las nubes. ¡Echando chispas!
-Proporcionalmente, en España pagamos la electricidad más cara de Europa. El precio final también incluye una compensación a las compañías eléctricas, denominado déficit de tarifa, en virtud del cual cada ciudadano, incluidos niños y ancianos, adeuda más de mil euros a las empresas del sector. Misteriosamente, esa deuda no deja de crecer. ¿Entiende? -dice Marcos Peñafiel.
-No. Pero me gustaría que me lo explicara, que me haga una síntesis...
-Además del pago de los peajes por la distribución de la energía -prosigue el policía español-, que los cobran las filiales de las mismas empresas que los establecen, el déficit de tarifa se calcula por la diferencia entre lo que los consumidores pagan y lo que el Gobierno prometió como beneficio a las compañías distribuidoras de energía eléctrica. Nadie sabe cómo se estableció ese cálculo. Posiblemente se trate de algo parecido a lo que en Italia se llamaba antes la escala móvil. Pero sí sabemos que ese mecanismo tiende a generar una deuda creciente a favor de las empresas.
-Delito. ¡El milagro de la multiplicación negativa! Y ese nuevo partido español, ¿propone no pagar la deuda energética?
-Es fácil deducir que una parte de esa deuda, y de otras deudas similares, puede ser ilegítima. Por eso plantean una auditoría rigurosa e independiente de la deuda, porque ha engordado al convertir en pública una parte de las deudas privadas... como ha sucedido en Grecia. En realidad, las empresas distribuidoras de energía no son más que una prolongación de las propias compañías eléctricas. Ellas se lo guisan, se lo comen, y amañan entre ellas mismas los datos de su contabilidad y de sus resultados financieros.
-Con la ayuda del Gobierno, está claro -surgiere el italiano.
-Con el beneplácito y la ayuda de distintos gobiernos y de los bancos. Todas las empresas juntas configuran un oligopolio en el que están presentes distintas compañías de varios países europeos, incluida Alemania. Pero las eléctricas alegan que no obtienen beneficios suficientes para recuperar el coste de sus inversiones, aunque todos saben que se trata de inversiones infladas y, por lo tanto, parcialmente ficticias.
-¡Ingeniería financiera!
-Magia contable para no pagar impuestos y para excluir de los mercados otras alternativas energéticas y otras formas de distribución de la electricidad. Su objetivo es aumentar la facturación y engordar las cifras de endeudamiento, lo que no deja de ser paradójico, se mire como se mire -responde el español.
-¿Y en su país nadie hace nada para cambiar esa situación?
-Al menos los políticos actuales no hacen nada. Al contrario. Cuando dejan la política pasan a formar parte de los consejos de administración de esas mismas empresas. Ellos se quedan muy contentos y los demás muy jodidos. Nos roban un poquito de dinero en cada recibo mensual y esas pequeñas cantidades sumadas hacen millonarios a algunos. Aunque a la hora de la verdad, los beneficiados pagan menos impuestos que nadie y se llevan el dinero fuera del país, como hacen los perros cuando esconden un hueso.
-¡Santo Dios! Así se explica que haya tantas manifestaciones en las calles de sus ciudades. Cada vez su país se parece más a Grecia. ¡Santa Madonna!
-Hay muchos más motivos para protestar, como la sanidad o la educación, pero no vamos a entrar ahora en esos temas. Muchos ciudadanos ven como inevitable lo que sucede. Pero otros muchos están cada vez más decididos a acabar con esa situación. Parecen dispuestos a darle la vuelta a la tortilla.
-¡La vuelta a la tortilla española! Eso son palabras mayores. ¿Y el nuevo partido político al que pertenecía la víctima pretende poner fin a todos esos privilegios? -pregunta el comisario italiano.
-Eso intentan. O eso es lo que dicen, al menos. ¡Ah! A los privilegiados y a los políticos que los respaldan les llaman la casta. ¿Le suena eso de la casta, verdad?
-Claro que me suena. Lo empezó a decir Beppe Grillo y ganó muchos adeptos. ¿Van a tener un nuevo Beppe Grillo en España?
-Espero que no. La propuesta española es distinta.
-Entonces, ¿van a tener ustedes un Berlusconi hispano?
-Pues espero que tampoco. Aunque la situación de nuestro país recuerda en algo a la que se vivió en Italia con el desprestigio de la clase política y la cadena de casos de corrupción que abrió el camino electoral a Berlusconi.
-¿Nacionalización de las eléctricas? Eso suena a comunismo, a estrategia venezolana o a algo incluso peor -dice el policía italiano.
-Nacionalización, al menos, de la distribución de la energía eléctrica y del suministro de gas a los consumidores. Y estímulo real de las energías renovables. Le recuerdo -responde el policía español-, que Enel es la empresa responsable de la distribución de la electricidad en Italia. Enel es una empresa pública italiana y ustedes no son comunistas, ¿verdad?
-¡Pero qué me dice! ¿Les han privatizado también la distribución de la energía en España?
-Ha sido progresivamente privatizada y gran parte del sector ahora está en manos de empresas extranjeras. Por ejemplo, Enel ha adquirido Endesa, la empresa española que se encarga de la distribución privada del gas y la electricidad en la zona donde yo vivo, en Madrid. Curiosamente, en Italia Enel actúa como una empresa pública, pero en nuestro país se comporta como una empresa privada, a través de Endesa y de las compañías que controlan la distribución energética y los servicios asociados al consumo de electricidad y gas. Las empresas del mismo grupo y sus firmas asociadas se cobran entre ellas tasas variables y peajes por el tránsito de energía de unos lugares a otros. Luego repercuten todo eso sobre el consumidor final.
-Madonna. Porca miseria. Y nosotros que nos quejamos en Italia de las tarifas. Supongo que las suyas estarán por las nubes. ¡Echando chispas!
-Proporcionalmente, en España pagamos la electricidad más cara de Europa. El precio final también incluye una compensación a las compañías eléctricas, denominado déficit de tarifa, en virtud del cual cada ciudadano, incluidos niños y ancianos, adeuda más de mil euros a las empresas del sector. Misteriosamente, esa deuda no deja de crecer. ¿Entiende? -dice Marcos Peñafiel.
-No. Pero me gustaría que me lo explicara, que me haga una síntesis...
-Además del pago de los peajes por la distribución de la energía -prosigue el policía español-, que los cobran las filiales de las mismas empresas que los establecen, el déficit de tarifa se calcula por la diferencia entre lo que los consumidores pagan y lo que el Gobierno prometió como beneficio a las compañías distribuidoras de energía eléctrica. Nadie sabe cómo se estableció ese cálculo. Posiblemente se trate de algo parecido a lo que en Italia se llamaba antes la escala móvil. Pero sí sabemos que ese mecanismo tiende a generar una deuda creciente a favor de las empresas.
-Delito. ¡El milagro de la multiplicación negativa! Y ese nuevo partido español, ¿propone no pagar la deuda energética?
-Es fácil deducir que una parte de esa deuda, y de otras deudas similares, puede ser ilegítima. Por eso plantean una auditoría rigurosa e independiente de la deuda, porque ha engordado al convertir en pública una parte de las deudas privadas... como ha sucedido en Grecia. En realidad, las empresas distribuidoras de energía no son más que una prolongación de las propias compañías eléctricas. Ellas se lo guisan, se lo comen, y amañan entre ellas mismas los datos de su contabilidad y de sus resultados financieros.
-Con la ayuda del Gobierno, está claro -surgiere el italiano.
-Con el beneplácito y la ayuda de distintos gobiernos y de los bancos. Todas las empresas juntas configuran un oligopolio en el que están presentes distintas compañías de varios países europeos, incluida Alemania. Pero las eléctricas alegan que no obtienen beneficios suficientes para recuperar el coste de sus inversiones, aunque todos saben que se trata de inversiones infladas y, por lo tanto, parcialmente ficticias.
-¡Ingeniería financiera!
-Magia contable para no pagar impuestos y para excluir de los mercados otras alternativas energéticas y otras formas de distribución de la electricidad. Su objetivo es aumentar la facturación y engordar las cifras de endeudamiento, lo que no deja de ser paradójico, se mire como se mire -responde el español.
-¿Y en su país nadie hace nada para cambiar esa situación?
-Al menos los políticos actuales no hacen nada. Al contrario. Cuando dejan la política pasan a formar parte de los consejos de administración de esas mismas empresas. Ellos se quedan muy contentos y los demás muy jodidos. Nos roban un poquito de dinero en cada recibo mensual y esas pequeñas cantidades sumadas hacen millonarios a algunos. Aunque a la hora de la verdad, los beneficiados pagan menos impuestos que nadie y se llevan el dinero fuera del país, como hacen los perros cuando esconden un hueso.
-¡Santo Dios! Así se explica que haya tantas manifestaciones en las calles de sus ciudades. Cada vez su país se parece más a Grecia. ¡Santa Madonna!
-Hay muchos más motivos para protestar, como la sanidad o la educación, pero no vamos a entrar ahora en esos temas. Muchos ciudadanos ven como inevitable lo que sucede. Pero otros muchos están cada vez más decididos a acabar con esa situación. Parecen dispuestos a darle la vuelta a la tortilla.
-¡La vuelta a la tortilla española! Eso son palabras mayores. ¿Y el nuevo partido político al que pertenecía la víctima pretende poner fin a todos esos privilegios? -pregunta el comisario italiano.
-Eso intentan. O eso es lo que dicen, al menos. ¡Ah! A los privilegiados y a los políticos que los respaldan les llaman la casta. ¿Le suena eso de la casta, verdad?
-Claro que me suena. Lo empezó a decir Beppe Grillo y ganó muchos adeptos. ¿Van a tener un nuevo Beppe Grillo en España?
-Espero que no. La propuesta española es distinta.
-Entonces, ¿van a tener ustedes un Berlusconi hispano?
-Pues espero que tampoco. Aunque la situación de nuestro país recuerda en algo a la que se vivió en Italia con el desprestigio de la clase política y la cadena de casos de corrupción que abrió el camino electoral a Berlusconi.