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Perdónales, Gaizka, perdónales

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Perdónales, Gaizka, perdónales. Fuiste comprensivo en la primera tontería y te largaste con coherencia tras la segunda interrupción. "No nos enteramos", te dijeron. No me extraña. Habladores de la nada, eruditos sin ideas. Periodistas insensibles. Periodistas sin complejos. Me pregunto si el Almería ha retirado ya el pase a los señores en cuestión o si el esperpento vivido en la sala de prensa del Juegos del Mediterráneo quedará como todo en este país. En nada.

Perdónales, Gaizka, perdónales. Lo ocurrido en Almería es la muestra de un propiocentrismo alarmante y de una incapacidad empática impúdica. O conmigo, o contra mí. Y así nos va. A golpes de sospecha. Nuestro sentido de la pluralidad se estanca en lo individual y nuestra evolución intelectual avanza al ritmo de los cangrejos. Del revés. Sí señores, así es la España de algunos. O de muchos, ya no lo sé. De demasiados sin duda.

Perdónales, Gaizka, perdónales. No es que tenga intención alguna de venir aquí a dar lecciones de patriotismo, sentimiento nacional o corrección lingüística. Lo que me abruma es que sean los mismos profesionales de la comunicación, aquellos en quien confío mi saber, los que veten realidades ajenas. Descartada la utopía de la objetividad, nos quedaba la honrada subjetividad, que pedía el maestro Puyal. Pero no. También de eso vamos escasos.

Perdónales, Gaizka, perdónales. No es cuestión de criminalizar a todos los presentes en la sala de prensa. Ni mucho menos. El manejo de la situación de Juan José Moreno, jefe de prensa local, fue exquisito, como las disculpas posteriores de la entidad. Pero sí de reflexionar hasta que punto el centralismo poda existencias confluentes. El editorial del periódico deportivo con más lectores tildaba a Garitano de poco sensible y Eduardo Inda seguía a lo suyo, en una muestra más de un pensamiento demasiado real. "En mi casa se habla lo que yo quiera".

Perdónales, Gaizka, perdónales. Su casa es gris y huele a rancio, a cerrado. Sus alfombras están llenas de polvo y hace tiempo que las persianas están bajadas para no tener que aguantar a los niños del vecino. Su casa es triste. Triste como el que viste de 2015 pero piensa de 1975. Como el que crece pero no evoluciona. Como el que avanza pero perece. Triste porque creen que sí, pero no, no se enteran.

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