Tras las últimas elecciones municipales y autonómicas, parece obvio que comienza una nueva etapa política en nuestro país. Después de casi 30 años desde su anexión a la UE, España empieza a dar pasos reales hacia una integración genuina con sus vecinos europeos que puede que le dé las herramientas necesarias para competir en igualdad de condiciones. Por fin se aleja del modelo democrático-totalitario en la que estaba sumida en los últimos años, acercándose a una democracia moderna, pluripartidista y consensual, donde el dialogo - en lugar del sordo monólogo despótico- encuentra su sitio el centro de la vida política.
Cristalización del cambio social de 2011.
Y es que no hay cambio político sin cambio social, y este se empezó a gestar hace algún tiempo. El dinero europeo de los noventa se acabó, y la burbuja estalló llevándose por delante, entre otras cosas, la anestesia de la sociedad española. La ciudadanía se reorganizó, y desde principios de alto valor democrático propios de sociedades más dialogantes, prósperas y cosmopolitas, creó nuevas formaciones para adaptarse a la realidad de las muchas Españas.
La cristalización de este fenómeno tras las elecciones municipales ha generado un paisaje político mucho más equilibrado. Por un lado, la pérdida de cerca de tres millones de votos por parte del Partido Popular, la no recuperación de lo perdido por el PSOE, tanto como los resultados de estas plataformas políticas integradoras que son la punta de lanza de los movimientos sociales de 2011 (Manuela Carmena en Madrid, Ada Colau en Barcelona, o Compromis en Valencia) son la prueba de que el relevo en la asunción de la función pública por parte de ciudadanía esta siendo un hecho. Ciudadanía, que no de Ciudadanos; un partido tradicional de marca blanca para desencantados timoratos que, a pesar de cobijarse bajo el paraguas de la nueva política, vive de exmilitantes de otras formaciones, de la ambigüedad y del recelo que pueden producir estas nuevas formas de hacer politica.
Este equilibrio, al igual que en la UE, provoca que, a través de la necesidad de negociación, la toma de decisiones genere soluciones más eficaces dependientes de un proceso de consenso, y no de caprichos ideológicos; y que entre otros beneficios adicionales, permitirá compartir las mejores practicas de unos municipios a otros sin el obsoleto encorsetamiento bipartidista. Además, potencialmente, el resultado permitirá a las administraciones publicas españolas dotarse de mecanismos más efectivos para cumplir el mandato que los ciudadanos les han dado en las urnas. Por supuesto, este mandato incluye mejorar la situación económica general, no solo en cuanto a meros índices macroeconómicos, sino a nivel de la economía real de los hogares españoles, reduciendo la pobreza y acercándonos al nivel socioeconómico de vecinos como Holanda, Suecia o Bélgica. Como reza el lema de la UE "Unidos en diversidad".
No hagan buenos a los que se van.
Por mucho que se empeñen algunos en decir lo contrario, en la Europa del siglo XXI, las mayorías absolutas son el resultado claro de deficiencias estructurales en el sistema político. Este resultado puede reforzar la separación de poderes en nuestros país, normalizando los procesos de toma de decisiones, que sustituyan al decretazo sistematico. Alguno incluso puede que vean el germen de un modelo federal de Estado. En cualquier caso, y al igual que en la Unión Europea, este resultado abre la puerta a un modelo de gobierno multinivel, nos acerca a países de indudable reputación democrática y, no se sabe si por casualidad, los más pujantes desde el punto de vista económico. Sin embargo, al igual que en en el entorno de la UE, este nuevo sistema pluripartidista tampoco es la panacea por sí solo. Sin voluntad de acuerdo, cualquier formación podría desestabilizar o retrasar deliberadamente la toma de decisiones o, como en el caso de Belgica, generar situaciones de ingobernabilidad. Además, no se sabe si para bien o para mal, aún no hay datos sobre su rendimiento real en nuestro país. Esperemos que los nuevos alcaldes y sus equipos estén a la altura de esta gran oportunidad de demostrar que se puede construir un sistema público desde abajo, que recoja las distintas realidades y que devuelva a lo público la fuerza necesaria para plantar cara y traer el equilibrio ante el poder de las grandes corporaciones y sus esbirros.
La tormenta que viene.
Sea como fuere, a nivel regional y local ya esta todo el pescado vendido. Gran parte de los españoles ya han decidido apostar por el futuro, por el dialogo, por los suyos. Sin embargo, prepararense para diciembre, hagan acopio de suministro como si llegase un huracán, que aún está por venir la madre de todas las elecciones. La vieja política no va ceder su lugar así como así, y ya se prepara para defender con uñas y dientes su más preciada posesión, el control de la política económica española. Atacarán, irán a hacer daño, algún millonario o alguna empresa, marhuendas de la vida, amenazaran con irse de España, dirán que son los únicos que pueden mantener esto en pie y dirán que sin ellos , España se caerá en pedazos; y solo espero que tengan razón, y que su España del "al menos tenemos salud", de limpiabotas, de sangría y chiringuito (el que ellos tienen montado) caiga para dejar paso a una sociedad española que quiere estar, en lo bueno, a la altura de Europa, y que demanda respeto, justicia y un futuro digno.
Cristalización del cambio social de 2011.
Y es que no hay cambio político sin cambio social, y este se empezó a gestar hace algún tiempo. El dinero europeo de los noventa se acabó, y la burbuja estalló llevándose por delante, entre otras cosas, la anestesia de la sociedad española. La ciudadanía se reorganizó, y desde principios de alto valor democrático propios de sociedades más dialogantes, prósperas y cosmopolitas, creó nuevas formaciones para adaptarse a la realidad de las muchas Españas.
La cristalización de este fenómeno tras las elecciones municipales ha generado un paisaje político mucho más equilibrado. Por un lado, la pérdida de cerca de tres millones de votos por parte del Partido Popular, la no recuperación de lo perdido por el PSOE, tanto como los resultados de estas plataformas políticas integradoras que son la punta de lanza de los movimientos sociales de 2011 (Manuela Carmena en Madrid, Ada Colau en Barcelona, o Compromis en Valencia) son la prueba de que el relevo en la asunción de la función pública por parte de ciudadanía esta siendo un hecho. Ciudadanía, que no de Ciudadanos; un partido tradicional de marca blanca para desencantados timoratos que, a pesar de cobijarse bajo el paraguas de la nueva política, vive de exmilitantes de otras formaciones, de la ambigüedad y del recelo que pueden producir estas nuevas formas de hacer politica.
Este equilibrio, al igual que en la UE, provoca que, a través de la necesidad de negociación, la toma de decisiones genere soluciones más eficaces dependientes de un proceso de consenso, y no de caprichos ideológicos; y que entre otros beneficios adicionales, permitirá compartir las mejores practicas de unos municipios a otros sin el obsoleto encorsetamiento bipartidista. Además, potencialmente, el resultado permitirá a las administraciones publicas españolas dotarse de mecanismos más efectivos para cumplir el mandato que los ciudadanos les han dado en las urnas. Por supuesto, este mandato incluye mejorar la situación económica general, no solo en cuanto a meros índices macroeconómicos, sino a nivel de la economía real de los hogares españoles, reduciendo la pobreza y acercándonos al nivel socioeconómico de vecinos como Holanda, Suecia o Bélgica. Como reza el lema de la UE "Unidos en diversidad".
No hagan buenos a los que se van.
Por mucho que se empeñen algunos en decir lo contrario, en la Europa del siglo XXI, las mayorías absolutas son el resultado claro de deficiencias estructurales en el sistema político. Este resultado puede reforzar la separación de poderes en nuestros país, normalizando los procesos de toma de decisiones, que sustituyan al decretazo sistematico. Alguno incluso puede que vean el germen de un modelo federal de Estado. En cualquier caso, y al igual que en la Unión Europea, este resultado abre la puerta a un modelo de gobierno multinivel, nos acerca a países de indudable reputación democrática y, no se sabe si por casualidad, los más pujantes desde el punto de vista económico. Sin embargo, al igual que en en el entorno de la UE, este nuevo sistema pluripartidista tampoco es la panacea por sí solo. Sin voluntad de acuerdo, cualquier formación podría desestabilizar o retrasar deliberadamente la toma de decisiones o, como en el caso de Belgica, generar situaciones de ingobernabilidad. Además, no se sabe si para bien o para mal, aún no hay datos sobre su rendimiento real en nuestro país. Esperemos que los nuevos alcaldes y sus equipos estén a la altura de esta gran oportunidad de demostrar que se puede construir un sistema público desde abajo, que recoja las distintas realidades y que devuelva a lo público la fuerza necesaria para plantar cara y traer el equilibrio ante el poder de las grandes corporaciones y sus esbirros.
La tormenta que viene.
Sea como fuere, a nivel regional y local ya esta todo el pescado vendido. Gran parte de los españoles ya han decidido apostar por el futuro, por el dialogo, por los suyos. Sin embargo, prepararense para diciembre, hagan acopio de suministro como si llegase un huracán, que aún está por venir la madre de todas las elecciones. La vieja política no va ceder su lugar así como así, y ya se prepara para defender con uñas y dientes su más preciada posesión, el control de la política económica española. Atacarán, irán a hacer daño, algún millonario o alguna empresa, marhuendas de la vida, amenazaran con irse de España, dirán que son los únicos que pueden mantener esto en pie y dirán que sin ellos , España se caerá en pedazos; y solo espero que tengan razón, y que su España del "al menos tenemos salud", de limpiabotas, de sangría y chiringuito (el que ellos tienen montado) caiga para dejar paso a una sociedad española que quiere estar, en lo bueno, a la altura de Europa, y que demanda respeto, justicia y un futuro digno.