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La partida del 'mentiroso' de Alexis Tsipras

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Jean-Claude Juncker acusó el lunes al primer ministro griego, Alexis Tsipras, de jugar una partida del mentiroso con la Comisión Europea. Es muy posible que Juncker esté en lo cierto, pero cabe igualmente argumentar que dadas las inflexibles condiciones de la troika Tsipras se ha comportado sencillamente del modo más razonable posible.

Antes de entrar en el meollo de la cuestión, me gustaría echar la mirada hacia atrás para recordar que Yorgos Papandreu ya planteó un referéndum durante las negociaciones del segundo rescate financiero a Grecia en 2011, y que acabó renunciando al mismo por la falta de consenso dentro de su propio Gobierno y por la presión del nefasto dúo Merkozy.

Aunque la situación de las negociaciones hoy es muy parecida a la de entonces, muchas cosas han cambiado en cuatro años: Tsipras preconiza votar NO a lo que Papandreu quería proponer votar SÍ, el whatever it takes de Mario Draghi salvó al euro de un fin que parecía inminente, la Comisión Europea se cargó a Papandreu, democráticamente elegido, para reemplazarlo por un tecnócrata, y Papandreu hizo el resto para cargarse al PASOK al pactar con Nueva Democracia.

Y sobre todo, los cuatro últimos años han hecho de Grecia un país un 20% más pobre, una situación sin parangón en Europa desde la Gran Depresión. Y si pese a todo, a alguno le queda alguna duda sobre la eficacia de las políticas de austeridad, que sepa que Grecia está hoy además mucho más endeudada y su capacidad para financiarse es nula. El daño ocasionado ha sido tanto que el coste de salir del euro es cada vez menor para los griegos. Eso sí, todo hay que decirlo, Grecia ya registra un superávit primario: a saber, descontando los intereses de la deuda, Grecia ingresa más de lo que gasta.

El punto clave de la negociación entre Tsipras y la Comisión Europea era la magnitud del superávit primario que la próxima generación de griegos va a tener que generar durante muchos años para pagar la deuda. Parece ser que las posiciones iniciales de Grecia eran no rebasar el 2% del PIB, mientras que la Comisión Europea les pedía un 4%. La diferencia entre una cifra y otra puede parecer trivial, pero no lo es: un 2% del PIB representa aproximadamente el presupuesto anual en universidades, como me señaló Thomas Piketty en una entrevista el año pasado, y un 2% anual supone igualmente reembolsar la deuda en el doble de tiempo que haciéndolo al 4%.

La única cosa positiva que Grecia puede extraer de los últimos cuatro años es cierto capital moral, puesto que nadie con un poco de buena fe -excluyo a Rajoy- puede negar que Grecia haya aplicado las políticas consideradas serias por la Comisión Europea, y hasta sus últimas consecuencias, con los resultados antes mencionados.

Pese a todo, la Comisión Europea sigue proponiendo a Grecia más de lo mismo: la consabida austeridad. La estrategia de Tsipras, probablemente aconsejado por su ministro de Finanzas, que es experto en teoría de juegos, parece haber sido forzar el mejor acuerdo posible para Grecia y someterlo por sorpresa a referéndum. En el juego del mentiroso, la estrategia óptima es farolear preferentemente cuando la suerte con los dados no acompaña y actuar de forma imprevisible: exactamente lo que Tsipras y Varoufakis han hecho.

Al parecer, Juncker no se esperaba algo así, y se siente engañado, hay que intentar entenderle. Ahora bien, esta negociación, como las anteriores, no es una negociación al uso, y a riesgo de parecer paranoico, cabe dudar de la buena fe de la troika y de que realmente se quiera ayudar a los griegos como se pregona, lo que en cierta medida excusa las teatrales escenificaciones de Tsipras y Varoufakis,

El mejor acuerdo que Tsipras ha podido arrancarle a Merkel y Schäuble y que va a someter a referéndum es, y perdón por la expresión, una mierda: subida del IVA, bajada de las pensiones y un superávit primario del 3,5% anual. Exactamente lo contrario que el mandato que los griegos dieron a Tsipras y con el que ganó confortablemente las elecciones en enero, por lo que Tsipras no puede implementar una nueva ronda de recortes sin perder la cara o sin un mandato del pueblo que contradiga al anterior.

Ahora bien, el referéndum hace posible que no haya acuerdo, por lo que Europa entera, pero especialmente Grecia, se adentra en un terreno desconocido. Creo sin embargo que los griegos deben estarle agradecidos a Tsipras por dejar su destino en sus propias manos, mientras que los europeos debemos estarle agradecidos por no sucumbir al pensamiento único, por el que la troika pretende que creamos que la única opción existente es someterse a su dictado.

El abanico de posibilidades ofrece ahora los siguientes cuatro escenarios:
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Al escenario C se le puede asignar una probabilidad prácticamente nula. Técnicamente, la propuesta de la Comisión que se votará el domingo era un borrador, pero nadie, salvo quizás un halcón como Hans-Werner Sinn, entendería que a estas alturas de la partida Europa rompiera la baraja pese a que los griegos aceptaran el juego.

Casi todo el mundo, Alexis Tsipras incluido, conviene en que es mejor un acuerdo que ningún acuerdo, lo que nos lleva a los escenarios A y B. El escenario A (que Grecia vote por la propuesta existente) es el oficialmente preferido por todos los gobernantes europeos a excepción del griego, que apuesta por B y un nuevo acuerdo. Merkel y Schäuble, a los que probablemente se una Guindos con tal de ganar puntos para asegurar sus ambiciones personales, van a hacer todo lo posible por hacernos creer a todos que B es sencillamente imposible. Lo que quiere decir que si los griegos votan que NO el domingo, el lunes nos despertaremos en un mundo parecido a D, o el anunciado caos.

En el corto plazo, D significaría para los griegos extender el corralito que el domingo habrán conocido ya durante una semana, y posteriormente vuelta al dracma y devaluación. Si bien en el largo plazo, al igual que ya pasó en Argentina o en cierto modo en Islandia, D permitiera volver a la senda del crecimiento, habrá que ver si los griegos se arriesgan a tomar ese camino.

Tsipras ha lanzado sin embargo un órdago a la grande, y da a entender que si el domingo gana el , aceptará la situación descrita como A, pero probablemente renuncie a su cargo. Es por lo tanto muy posible que Tsipras acompañe pronto a Suárez y a Gorbachov en el ilustre club de perdedores audaces, que con un coste personal enorme consiguieron acabar derrocando maquinarias estatales disfuncionales, aunque sus enemigos lograran acabar con ellos. Solamente hay una cosa que es segura en estos momentos, y es que aunque dejen en breve sus ministerios, ni Alexis Tsipras ni su ministro Yanis Varoufakis serán los próximos presidentes del Eurogrupo, lo que probablemente sea una pena, pero personalmente les honre.

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