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En un lugar de Luxemburgo, seis jóvenes de diferentes países quedan para hacer un picnic un domingo soleado a la una de la tarde. Todo muy europeo y muy cosmopolita. Pero hay algo que distingue ese encuentro: es 5 de julio, el día del referéndum griego, y el grupo está compuesto por dos griegas, una chipriota, dos portugueses y una española (sólo faltaría un representante italiano para completar las famosas siglas con las que se nombra despectivamente a los del sur de Europa...).
Al final, haciendo honor a la costumbre mediterránea, la comida no empieza a la hora fijada, pero, una vez allí, no pasan ni cinco minutos antes de que la conversación se deslice hacia territorio heleno.
Por un lado, hay escepticismo. Por otro, esperanza. Las chicas son conscientes de que es un día histórico para su país, y para Europa. Hasta esa mañana los sondeos daban un resultado muy ajustado, y temen que en unos meses la historia vuelva a repetirse y vuelvan al callejón sin salida de la austeridad y la deuda.
"Un círculo vicioso", así es como describen la situación en la que, aseguran, Grecia lleva sumida desde 2009. "Los Gobiernos corruptos han saqueado el país". Una frase que me suena muy española, comento yo. "Seguro que en Alemania han hecho lo mismo, pero sin dejar que la gente muera de hambre o se suicide", añade ella.
Las jóvenes lamentan no haber podido votar para el referéndum por estar fuera, al igual que ha ocurrido a los aproximadamente 500.000 griegos que emigraron de su país. "Quien sale de Grecia lo hace porque su situación allí no es buena, y además, viviendo fuera tomas perspectiva; seguro que la mayoría de esas personas votaría por el no", apunta una.
"¿Pero cuál es la pregunta exactamente?", se atreve a lanzar la portuguesa. "Buena pregunta", responden entre risas ellas. Tras explicar lo que en teoría hay en juego y lo que supondría el SÍ o el NO, acaban criticando que "lo que quiere Europa es deshacerse del Gobierno de Tsipras. "Quieren dejar a la izquierda lo más apartada posible".
En ese momento, nos quedamos callados. Resuena la palabra Europa, y nos damos cuenta de lo paradójico de la situación. "Me resulta contradictorio trabajar para unas instituciones que oprimen a nuestro país", estalla la mayor de las chicas. Ambas trabajan en el Parlamento Europeo, y tienen expectativas de seguir ahí. Sin embargo, desconocen si el futuro de su país pasa por esa misma hoja de ruta.
Qué curioso que la palabra paradoja -como tantas otras cosas- sea un préstamo del griego.