La primera vez que vi tu cara pensé que te habías escapado de una serie de dibujos de animados. Te imaginé formando parte de la pandilla de Scooby-Doo en busca de la mansión encantada de mis fantasías infantiles. Después, cuando empezaste a hablar, por poco se me corta la mayonesa que intentaba ligar con el túrmix. ¡Eureka! ¡Este chico me gusta!, me dije mientras rebañaba con los dedos el milagro recién realizado de los huevos y el aceite que se transformaron en salsa mayonesa.
Mi querido Iñigo Errejón, en todo este tiempo convulso y vertiginoso que hemos compartido, mi afecto hacia a ti no ha disminuido. Como la medallita del amor, hoy te quiero más que ayer pero menos que mañana. Ya sé que en estos últimos meses se os han querido presentar como una nueva versión de Los Vándalos de más allá del río Orinoco, dispuestos a acabar con el Estado de bienestar, el Corte Inglés, la siesta, el botijo español y todo lo que se os ponga por delante. De nada ha servido ver a Pablo Iglesias rindiendo pleitesía y entregándole la serie Juego de Tronos al nuevo y flamante rey de España junto con esa figura llena de bondades democráticas que es el ministro Margallo. A mí, dicho sea de paso, me hubiera gustado mucho más- por coherencia y simpatías republicanas- verlo en el bloque de los que decidieron plantar al monarca en su visita a la capital de la comunidad europea, pero allá cada uno con sus estrategias y servidumbres mediáticas. De todas formas, estarás conmigo, que peor lo tiene, en esto del acoso y derribo, el presidente de la Generalitat de Catalunya al que solo le falta que le acusen de introductor del mosquito tigre en el territorio español y haber provocado la caída de la bolsa de Shangai.
Que sepas que cada vez que te vemos asomar por la tertulia de algún espacio televisivo, mi perro Totó- otro fan incondicional tuyo- y yo corremos hacia el sofá y nos ponemos delante del televisor para escucharte con atención. Totó no deja de menear la cola con excitación cada vez que das algún dato económico, y a mí, qué te voy a decir, se me cae la baba de gusto escuchándote con esa serenidad reflexiva y nada de altanería- a diferencia de otros compañeros tuyos- cuando diseccionas el panorama social y político. Y que conste, por si nadie te lo ha dicho, que no quedas nada repipi ni pedante. Estoy seguro que a más de una mamá pogre y hasta del PP les despiertas deseos maternales cuando mueves tus ojos miopes mientras hablas de la necesaria transformación de la sociedad.
Que sepas que cada vez que te vemos asomar por la tertulia de algún espacio televisivo, mi perro Totó- otro fan incondicional tuyo- y yo corremos hacia el sofá y nos ponemos delante del televisor para escucharte con atención
Viendo lo que nos espera para la próxima temporada parlamentaria (ahí está el Kent Barbie de la política española, Albert Rivera- al que por cierto, le ha salido una especie de clon llamado Pablo Casado- y su discurso, lo más parecido al de los seres vacíos: "Ni carn ni peix". O la incógnita de saber si volveremos a contar con la ahora Rosa-algo marchita-Díez y su verbo encendido contra los irreductibles-nacionalistas-aldeanos-periféricos), deposito en ti mis hoy bastante escépticas esperanzas de un futuro menos demagógico, justo y racional. Si Dios quiere y el PP no nos lo impide.
Ya sé que la cosa política te tentará con su manzana del pragmatismo, pero espero que seas fuerte ante todas las trampas que te encontrarás en el camino. Mira por dónde, Iñigo, quién nos iba a decir que una presidenta autonómica del Partido Popular como la señora Cifuentes anunciaría el restablecimiento de la sanidad para los sin papeles. Y es que las cosas cambian como el título de aquella película. Y si quieren, que nos sigan llamando utópicos. Las cosas cambian. Ahora te dejo, voy a ver si me desahogo un poco con el alcalde de Tordesillas que acaba de decir la majadería del siglo a propósito del toro de la Vega: "El toro siente dolor, pero no sufre". Caramba con estos socialistas tan ilustrados.
Mi querido Iñigo Errejón, en todo este tiempo convulso y vertiginoso que hemos compartido, mi afecto hacia a ti no ha disminuido. Como la medallita del amor, hoy te quiero más que ayer pero menos que mañana. Ya sé que en estos últimos meses se os han querido presentar como una nueva versión de Los Vándalos de más allá del río Orinoco, dispuestos a acabar con el Estado de bienestar, el Corte Inglés, la siesta, el botijo español y todo lo que se os ponga por delante. De nada ha servido ver a Pablo Iglesias rindiendo pleitesía y entregándole la serie Juego de Tronos al nuevo y flamante rey de España junto con esa figura llena de bondades democráticas que es el ministro Margallo. A mí, dicho sea de paso, me hubiera gustado mucho más- por coherencia y simpatías republicanas- verlo en el bloque de los que decidieron plantar al monarca en su visita a la capital de la comunidad europea, pero allá cada uno con sus estrategias y servidumbres mediáticas. De todas formas, estarás conmigo, que peor lo tiene, en esto del acoso y derribo, el presidente de la Generalitat de Catalunya al que solo le falta que le acusen de introductor del mosquito tigre en el territorio español y haber provocado la caída de la bolsa de Shangai.
Que sepas que cada vez que te vemos asomar por la tertulia de algún espacio televisivo, mi perro Totó- otro fan incondicional tuyo- y yo corremos hacia el sofá y nos ponemos delante del televisor para escucharte con atención. Totó no deja de menear la cola con excitación cada vez que das algún dato económico, y a mí, qué te voy a decir, se me cae la baba de gusto escuchándote con esa serenidad reflexiva y nada de altanería- a diferencia de otros compañeros tuyos- cuando diseccionas el panorama social y político. Y que conste, por si nadie te lo ha dicho, que no quedas nada repipi ni pedante. Estoy seguro que a más de una mamá pogre y hasta del PP les despiertas deseos maternales cuando mueves tus ojos miopes mientras hablas de la necesaria transformación de la sociedad.
Que sepas que cada vez que te vemos asomar por la tertulia de algún espacio televisivo, mi perro Totó- otro fan incondicional tuyo- y yo corremos hacia el sofá y nos ponemos delante del televisor para escucharte con atención.
Que sepas que cada vez que te vemos asomar por la tertulia de algún espacio televisivo, mi perro Totó- otro fan incondicional tuyo- y yo corremos hacia el sofá y nos ponemos delante del televisor para escucharte con atención
Viendo lo que nos espera para la próxima temporada parlamentaria (ahí está el Kent Barbie de la política española, Albert Rivera- al que por cierto, le ha salido una especie de clon llamado Pablo Casado- y su discurso, lo más parecido al de los seres vacíos: "Ni carn ni peix". O la incógnita de saber si volveremos a contar con la ahora Rosa-algo marchita-Díez y su verbo encendido contra los irreductibles-nacionalistas-aldeanos-periféricos), deposito en ti mis hoy bastante escépticas esperanzas de un futuro menos demagógico, justo y racional. Si Dios quiere y el PP no nos lo impide.
Ya sé que la cosa política te tentará con su manzana del pragmatismo, pero espero que seas fuerte ante todas las trampas que te encontrarás en el camino. Mira por dónde, Iñigo, quién nos iba a decir que una presidenta autonómica del Partido Popular como la señora Cifuentes anunciaría el restablecimiento de la sanidad para los sin papeles. Y es que las cosas cambian como el título de aquella película. Y si quieren, que nos sigan llamando utópicos. Las cosas cambian. Ahora te dejo, voy a ver si me desahogo un poco con el alcalde de Tordesillas que acaba de decir la majadería del siglo a propósito del toro de la Vega: "El toro siente dolor, pero no sufre". Caramba con estos socialistas tan ilustrados.