Murcia siempre se ha caracterizado por contar con una gran iniciativa empresarial. Hasta hace unos años podía considerarse una tierra de negociantes espabilados pero de un tiempo a esta parte, esa herencia genética ha ido evolucionando hacia estructuras algo más sofisticadas. Supongo que como en otras provincias. Hasta aquí nada nuevo.
En los últimos años y debido claramente a la crisis que nos afecta, las políticas locales bombardean al ciudadano con lo que se ha denominado "emprender". Una palabra, en principio, excitante y llena de posibilidades y ciertamente prostituida por el uso constante de la misma y la pérdida de su contenido originario. El "emprendedor murciano" empieza a ser un personaje característico de esta tierra como pueda ser el trovero, el panochista o el jugador de bolos huertanos pero con un halo de "contemporaneidad de andar por casa" que nos caracteriza en letras mayúsculas y a ser posible con luces de neón.
Muchos somos los que hemos decidido echarnos la manta a la cabeza y empezar a andar. Algunos con convicción. Otros supongo que, habida cuenta del panorama, se han aferrado a esta opción para no quedarse en casa eternamente enganchados a Facebook, a las series o al porno. O a todo a la vez. Asi que aún sabiendo que no iba a ser fácil y considerándome una emprendedora ciertamente naïve, me lancé hace unos meses para llevar a cabo lo que es, sin duda, ilusionante para mí. Hice mi plan de negocio, las cuentas cuadraban y ale! a currar por mi y por todos mis compañeros.
El Gobierno invierte muy poco en cultura de un tiempo a esta parte, como todos bien sabemos, y todos nos peleamos como hienas por un mísero trozo de carne, pero aún así me decidí a probar todas las alternativas tanto oficiales como extraoficiales: becas, ayudas de fundaciones, microcréditos, tratos con la Comunidad Autónoma, con el Ayuntamiento, con otras asociaciones, mecenazgos... También vi casas grandes, muchas, muchísimas hasta que la casualidad me llevó a una un tanto hortera con un precioso jardin y cercana al centro. Una vez más estaba condenada porque la relación que mantuve con los dueños podría resumirse en la frase que me dijeron nada más conocerme: "¿Una residencia artística? ¿Y eso qué es? A ver si me vas a montar un puticlú!". Suspiré, me fumé un cigarro imaginario contemplando mi skyline de aires acondicionados y continué.
A mí me implantaron unos genitales desproporcionados para este cuerpo de mujer cuando nací y eso me ha permitido continuar en la brecha hasta que se me corra el rímel. Seguí y seguiré trabajando con ahínco. Sólo soy una persona cualquiera que lidia este momento que nos toca vivir, nada especial. Así que no nos cuenten cuentos. Éxito, espíritu emprendedor, oportunidades de negocio... son palabras huecas que ahora interesa fomentar desde la Administración para ver si los propios ciudadanos nos encargamos de bajar las cifras de paro y que sólo cobran sentido si uno se lo curra más que nunca. Toca arriesgarse, caerse y levantarse. Y no decaer. Eso no se aprende ni en la Asociacion de Jóvenes Empresarios ni en el Instituto de Fomento. Cojan aire, suelten una gran carcajada y corran, corran a por la ola.
En los últimos años y debido claramente a la crisis que nos afecta, las políticas locales bombardean al ciudadano con lo que se ha denominado "emprender". Una palabra, en principio, excitante y llena de posibilidades y ciertamente prostituida por el uso constante de la misma y la pérdida de su contenido originario. El "emprendedor murciano" empieza a ser un personaje característico de esta tierra como pueda ser el trovero, el panochista o el jugador de bolos huertanos pero con un halo de "contemporaneidad de andar por casa" que nos caracteriza en letras mayúsculas y a ser posible con luces de neón.
Muchos somos los que hemos decidido echarnos la manta a la cabeza y empezar a andar. Algunos con convicción. Otros supongo que, habida cuenta del panorama, se han aferrado a esta opción para no quedarse en casa eternamente enganchados a Facebook, a las series o al porno. O a todo a la vez. Asi que aún sabiendo que no iba a ser fácil y considerándome una emprendedora ciertamente naïve, me lancé hace unos meses para llevar a cabo lo que es, sin duda, ilusionante para mí. Hice mi plan de negocio, las cuentas cuadraban y ale! a currar por mi y por todos mis compañeros.
El Gobierno invierte muy poco en cultura de un tiempo a esta parte, como todos bien sabemos, y todos nos peleamos como hienas por un mísero trozo de carne, pero aún así me decidí a probar todas las alternativas tanto oficiales como extraoficiales: becas, ayudas de fundaciones, microcréditos, tratos con la Comunidad Autónoma, con el Ayuntamiento, con otras asociaciones, mecenazgos... También vi casas grandes, muchas, muchísimas hasta que la casualidad me llevó a una un tanto hortera con un precioso jardin y cercana al centro. Una vez más estaba condenada porque la relación que mantuve con los dueños podría resumirse en la frase que me dijeron nada más conocerme: "¿Una residencia artística? ¿Y eso qué es? A ver si me vas a montar un puticlú!". Suspiré, me fumé un cigarro imaginario contemplando mi skyline de aires acondicionados y continué.
A mí me implantaron unos genitales desproporcionados para este cuerpo de mujer cuando nací y eso me ha permitido continuar en la brecha hasta que se me corra el rímel. Seguí y seguiré trabajando con ahínco. Sólo soy una persona cualquiera que lidia este momento que nos toca vivir, nada especial. Así que no nos cuenten cuentos. Éxito, espíritu emprendedor, oportunidades de negocio... son palabras huecas que ahora interesa fomentar desde la Administración para ver si los propios ciudadanos nos encargamos de bajar las cifras de paro y que sólo cobran sentido si uno se lo curra más que nunca. Toca arriesgarse, caerse y levantarse. Y no decaer. Eso no se aprende ni en la Asociacion de Jóvenes Empresarios ni en el Instituto de Fomento. Cojan aire, suelten una gran carcajada y corran, corran a por la ola.
"Fórmula del éxito: Levántate temprano, trabaja duro, encuentra petróleo".
Paul Getty.