Si tienes intención de ir a trabajar al extranjero, como han hecho miles de españoles en los últimos años, asegúrate de que te pagan muy bien. Negocia todo lo que puedas tus condiciones laborales. Porque es probable que ya no puedas volver.
Cuando viajas desarrollas una mentalidad de ciudadano internacional, tan fascinante como desarraigada. En el tiempo transcurrido fuera (trece años en mi caso, pues me marché a Nueva York en 2001 para trabajar en la universidad) forjas una identidad que solo te define en ese lugar. Te cuesta readaptarte a tu país. A esta situación se le denomina "choque cultural de regreso", y suele ser más intenso que el que experimentas al llegar al extranjero, puesto que no esperas que reincorporarte a tu cultura sea un reto, de modo que no te preparas para ello. También te resulta difícil volver porque en cada lugar tienes algo esencial, que no te decides a abandonar.
Vas de visita a España, siempre con vivencias por contar, pero cada vez de una forma más autómata. Haces y deshaces el equipaje. Tu ropa sabe cómo doblarse. Las ruedas de tu maleta saben por dónde van cuando estás en el aeropuerto JFK, saben cómo girar, dónde parar, cómo subir a la cinta de facturación. Tus zapatos se deslizan de los pies en el área de seguridad, te encuentran pronto cuando sales del escáner. Ya no te molestas cuando el avión se retrasa. Embarcas, te acomodas en tu asiento, tu cuerpo sabe cómo dejar transcurrir las horas hasta que llegas al Prat del Llobregat, desembarcas y oyes al personal de tierra hablar en esa lengua que es la tuya también.
Cuando vuelves al extranjero continúas con tu vida, a menudo emocionante, pero un tanto difusa. Como si formaras parte de una película y su director hubiera dispuesto ese escenario, esas calles empedradas del Soho, esa gente desconocida que parece que si la tocas se va a desvanecer. Una sensación que quizás se debe a que, aunque estés integrado, en ese país no has nacido, no has cultivado amistades desde la infancia. Sientes que si cierras y abres los ojos estarás de nuevo en la calle donde creciste.
"Cuando regrese a Bruselas sentiré que mis cinco años en Nueva York han sido irreales", me comentó un día un compañero, a pesar de que su estancia aquí había sido satisfactoria. "Aunque tú sí habrás sido real", añadió. Me alegra saber que no soy un holograma.
El salario de los españoles en el extranjero
Desde el inicio de la recesión, alrededor de 460.000 españoles han emigrado, según el Instituto Nacional de Estadística. Si solo se cuentan los nacidos en España se trataría de unos 40.000, aunque probablemente esa cifra es bastante superior, ya que con frecuencia no se registran en el consulado. En general se considera que los que deciden quedarse varios años en el país de destino lo hacen debido a la coyuntura económica, pero a veces se debe a las dificultades que entraña la readaptación. El expatriado gana una riqueza cultural muy valiosa, pero pierde algo de su origen.
Esto debe tenerse en cuenta cuando se solicita un puesto de trabajo en el extranjero y se establecen las condiciones. "Yo solo pido lo máximo", me dijo recientemente un amigo español residente en Nueva York, tras reunirse con un empleado de recursos humanos para que le reconocieran cada año de su carrera profesional. Ocupa un puesto cualificado en una organización internacional, y percibe cerca de 6.000 dólares mensuales. En España le pagarían bastante menos por un trabajo parecido, pero su sueldo neoyorquino es justo, por la carestía de precios de esta ciudad pero también por el coste personal de vivir lejos.
En la entrevista de trabajo es poco probable que el empleador mencione ese coste, por lo que muchos terminan cobrando menos de lo que deberían. En Alemania (uno de los principales destinos, junto con Inglaterra, Francia y Estados Unidos), una cuarta parte de los españoles tiene un salario escaso y por debajo de su formación: menos de 1.300 euros mensuales, como indica la Oficina Federal de Empleo. No parece tan mal, dado que el sueldo medio en España es de unos 1.600 euros, pero en Alemania es de cerca de 2.500 euros. Aunque son muchos los ciudadanos alemanes que también perciben unos ingresos inferiores a lo que les corresponde, el español reside fuera: sus circunstancias suelen ser menos estables. Cierto es que gana en experiencia, pero no nos equivoquemos: eso no debería compensar su retribución.
Los españoles se enfrentan a una situación tan desfavorable en su país, con un desempleo de un 25% y el doble entre los jóvenes, que tienen pocas expectativas. "¿Es fácil para un español con estudios encontrar algo de lo suyo en Inglaterra que no sea fregando platos?", pregunta un participante de un foro virtual de la comunidad Spaniards.es. Pueden terminar conformándose con menos de lo que se les puede ofrecer, o incluso marcharse para trabajar gratis. El Servicio de Voluntariado Europeo ha recibido cerca de 4.000 trabajadores desde el 2007. Es una decisión loable, y uno debería trabajar principalmente por realización personal. Pero quien desee encontrar salidas profesionales remuneradas le conviene recordar que el voluntariado ofrece pocas garantías, que en algunos casos es otra manera de justificar el no pagarte por tu labor, y que la vida fuera tiene sus retos.
Trasladarse al extranjero puede ser una experiencia apasionante, que muchos de nosotros repetiríamos sin titubear, y puede ser una puerta al éxito profesional. Pero también supone vender tu sentido de pertenencia a un lugar. Así que busca al mejor postor.
Cuando viajas desarrollas una mentalidad de ciudadano internacional, tan fascinante como desarraigada. En el tiempo transcurrido fuera (trece años en mi caso, pues me marché a Nueva York en 2001 para trabajar en la universidad) forjas una identidad que solo te define en ese lugar. Te cuesta readaptarte a tu país. A esta situación se le denomina "choque cultural de regreso", y suele ser más intenso que el que experimentas al llegar al extranjero, puesto que no esperas que reincorporarte a tu cultura sea un reto, de modo que no te preparas para ello. También te resulta difícil volver porque en cada lugar tienes algo esencial, que no te decides a abandonar.
Vas de visita a España, siempre con vivencias por contar, pero cada vez de una forma más autómata. Haces y deshaces el equipaje. Tu ropa sabe cómo doblarse. Las ruedas de tu maleta saben por dónde van cuando estás en el aeropuerto JFK, saben cómo girar, dónde parar, cómo subir a la cinta de facturación. Tus zapatos se deslizan de los pies en el área de seguridad, te encuentran pronto cuando sales del escáner. Ya no te molestas cuando el avión se retrasa. Embarcas, te acomodas en tu asiento, tu cuerpo sabe cómo dejar transcurrir las horas hasta que llegas al Prat del Llobregat, desembarcas y oyes al personal de tierra hablar en esa lengua que es la tuya también.
Cuando vuelves al extranjero continúas con tu vida, a menudo emocionante, pero un tanto difusa. Como si formaras parte de una película y su director hubiera dispuesto ese escenario, esas calles empedradas del Soho, esa gente desconocida que parece que si la tocas se va a desvanecer. Una sensación que quizás se debe a que, aunque estés integrado, en ese país no has nacido, no has cultivado amistades desde la infancia. Sientes que si cierras y abres los ojos estarás de nuevo en la calle donde creciste.
"Cuando regrese a Bruselas sentiré que mis cinco años en Nueva York han sido irreales", me comentó un día un compañero, a pesar de que su estancia aquí había sido satisfactoria. "Aunque tú sí habrás sido real", añadió. Me alegra saber que no soy un holograma.
El salario de los españoles en el extranjero
Desde el inicio de la recesión, alrededor de 460.000 españoles han emigrado, según el Instituto Nacional de Estadística. Si solo se cuentan los nacidos en España se trataría de unos 40.000, aunque probablemente esa cifra es bastante superior, ya que con frecuencia no se registran en el consulado. En general se considera que los que deciden quedarse varios años en el país de destino lo hacen debido a la coyuntura económica, pero a veces se debe a las dificultades que entraña la readaptación. El expatriado gana una riqueza cultural muy valiosa, pero pierde algo de su origen.
Esto debe tenerse en cuenta cuando se solicita un puesto de trabajo en el extranjero y se establecen las condiciones. "Yo solo pido lo máximo", me dijo recientemente un amigo español residente en Nueva York, tras reunirse con un empleado de recursos humanos para que le reconocieran cada año de su carrera profesional. Ocupa un puesto cualificado en una organización internacional, y percibe cerca de 6.000 dólares mensuales. En España le pagarían bastante menos por un trabajo parecido, pero su sueldo neoyorquino es justo, por la carestía de precios de esta ciudad pero también por el coste personal de vivir lejos.
En la entrevista de trabajo es poco probable que el empleador mencione ese coste, por lo que muchos terminan cobrando menos de lo que deberían. En Alemania (uno de los principales destinos, junto con Inglaterra, Francia y Estados Unidos), una cuarta parte de los españoles tiene un salario escaso y por debajo de su formación: menos de 1.300 euros mensuales, como indica la Oficina Federal de Empleo. No parece tan mal, dado que el sueldo medio en España es de unos 1.600 euros, pero en Alemania es de cerca de 2.500 euros. Aunque son muchos los ciudadanos alemanes que también perciben unos ingresos inferiores a lo que les corresponde, el español reside fuera: sus circunstancias suelen ser menos estables. Cierto es que gana en experiencia, pero no nos equivoquemos: eso no debería compensar su retribución.
Los españoles se enfrentan a una situación tan desfavorable en su país, con un desempleo de un 25% y el doble entre los jóvenes, que tienen pocas expectativas. "¿Es fácil para un español con estudios encontrar algo de lo suyo en Inglaterra que no sea fregando platos?", pregunta un participante de un foro virtual de la comunidad Spaniards.es. Pueden terminar conformándose con menos de lo que se les puede ofrecer, o incluso marcharse para trabajar gratis. El Servicio de Voluntariado Europeo ha recibido cerca de 4.000 trabajadores desde el 2007. Es una decisión loable, y uno debería trabajar principalmente por realización personal. Pero quien desee encontrar salidas profesionales remuneradas le conviene recordar que el voluntariado ofrece pocas garantías, que en algunos casos es otra manera de justificar el no pagarte por tu labor, y que la vida fuera tiene sus retos.
Trasladarse al extranjero puede ser una experiencia apasionante, que muchos de nosotros repetiríamos sin titubear, y puede ser una puerta al éxito profesional. Pero también supone vender tu sentido de pertenencia a un lugar. Así que busca al mejor postor.