El 1 de mayo de 2014 como el de años anteriores tiene para el movimiento sindical una principal preocupación: el empleo. Justo cuando asistimos a una programada y sostenida campaña publicitaria del Gobierno para anunciar el fin de la crisis y el comienzo de la recuperación, es conveniente huir de esta melodía de seducción y detenerse en el análisis frío de los datos y especialmente, en la situación real de las personas, porque de lo contrario nos devorará la publicidad y acabaremos engullidos por la retórica de la fabulación.
El 1 de mayo, en primer lugar, es una jornada esencialmente reivindicativa, que subraya para los sindicatos su voluntad inquebrantable de pelear contra las políticas de ajuste, de rechazar la estrategia neoliberal de demolición del Estado social y de reiterar que es posible otra política orientada a reactivar la actividad económica, el empleo y los sistemas de protección social. No vamos a aceptar ni ahora ni nunca que el nuevo paradigma tras la crisis provocada por las ideas, grupos y personas que hoy marcan el camino de salida, sea compartir que ya no será posible disponer en el futuro de los servicios y prestaciones sociales que han definido el modelo social europeo.
En la misma onda reivindicativa, CCOO renueva su compromiso con la solidaridad internacional, con los pueblos que luchan por conquistar la democracia, y con las personas que se ven obligadas a dejar sus países en busca de pan, trabajo y/o libertad. Nuestra activa presencia en la Confederación Sindical Internacional así lo demuestra, y allí donde las trabajadoras y trabajadores y sus organizaciones luchen por sus derechos, estará CCOO.
Sin empleo no hay recuperación
Asistimos desde hace unos meses a una ordenada campaña oficial para anunciar el final de la crisis y el inicio de la recuperación. Una rebuscada estrategia de números y secuencias estadísticas que huyen como de la peste de la situación real de las personas. ¿Alguien puede decir en su sano juicio, que un país que suma 6 millones de personas en paro, ya no está en crisis; un país que sigue destruyendo empleo y que lo crea a un ritmo desesperante -con esta intensidad necesitaríamos 16 años para recuperar el empleo de 2008-; un país con una caída del PIB en 2013 del 1,2% y una deuda pública que sigue incrementándose como consecuencia de las necesidades de financiación -este año 240.000 millones de euros- de la economía española; un país que ha visto adelgazar sus políticas públicas y su ya insuficiente Estado de bienestar; un país con estas estadísticas reales está en el buen camino?
CCOO lo ha dicho hace mucho tiempo. El motor de la recuperación está en la reactivación de la demanda interna, que representa el 74% de la demanda agregada del país (demanda interna + exportaciones). En esta dirección evolucionó la economía en el tercer trimestre de 2013, perdiendo fuelle la demanda externa debido a una menor desaceleración de las importaciones frente a otra mayor de las exportaciones. Pero sigue siendo, la de la demanda interna, una escasa aportación y esto es lo que habría que apuntalar y no se hace. Algo que no se logrará si los salarios no inician una senda de recuperación, si seguimos teniendo el nivel de desempleo que tenemos, si se reduce la capacidad adquisitiva de pensionistas y jubilados, si retrocede la protección social o se recorta la inversión productiva.
Hay que afirmar que un crecimiento débil y sin empleo no es recuperación, porque ni se traslada a la mejora de las condiciones de vida de la gente ni permite generar ingresos suficientes, tanto a las familias como a las empresas y Administraciones Públicas, haciendo más largo y sobre todo más doloroso el proceso de desendeudamiento. De la misma forma que urge una reforma fiscal basada en la suficiencia de recursos para financiar los objetivos de gasto, la equidad para que opere en función de la capacidad económica de las personas y entidades; la transparencia, para que los impuestos sean entendidos por la ciudadanía; la corresponsabilidad fiscal y la eficiencia.
La economía española debe resolver los problemas de fondo que la tienen maniatada desde hace muchos años. Una insoportable tasa de paro, un sistema bancario que sigue sin financiar la economía real, serias restricciones en la política fiscal y presupuestaria, un fuerte crecimiento de la deuda pública, una estructura productiva desequilibrada, un sector agrario que precisa de nuevos impulsos hasta ahora no resueltos por la nueva Política Agraria Común.
Por eso, en España y en Europa hay que dar un giro a las políticas económicas. Un giro en la dirección propuesta por la CES, para dedicar el 2% del PIB a un Plan de Inversiones que cree en los próximos 10 años 11 millones de empleos en toda Europa. Un volumen de recursos, gestionado fundamentalmente por el Banco Europeo de Inversiones, que no debe asustar a nadie y menos a las autoridades políticas y económicas de la UE, porque nunca se alcanzarán las cifras dedicadas a sanear el sistema financiero de los países de la Unión. Si hay voluntad política, habrá recursos y la ciudadanía encontrará razones para creer en la utilidad de las instituciones comunitarias y de la propia Unión Europea. Un plan, no obstante, al que deben engancharse con decisión y coraje los gobiernos nacionales, para incentivar planes de choque en sus respectivos países y situar el empleo como prioridad de sus políticas.
Estos son los principales objetivos de los sindicatos este primero de mayo. Y este es el emplazamiento que hacemos a las formaciones políticas que acuden a las elecciones europeas del 25 de mayo. No pueden seguir instaladas en el debate doméstico de baja intensidad y cruzado de lugares comunes, sobre todo en lo que afecta a los partidos mayoritarios. Deben descubrir sus cartas, explicar con claridad sus objetivos y responder a las demandas del movimiento sindical sobre el plan de inversiones que Europa necesita, el nuevo contrato social europeo, la consolidación del estado de bienestar o la refundación democrática de Europa.
El 1 de mayo, en primer lugar, es una jornada esencialmente reivindicativa, que subraya para los sindicatos su voluntad inquebrantable de pelear contra las políticas de ajuste, de rechazar la estrategia neoliberal de demolición del Estado social y de reiterar que es posible otra política orientada a reactivar la actividad económica, el empleo y los sistemas de protección social. No vamos a aceptar ni ahora ni nunca que el nuevo paradigma tras la crisis provocada por las ideas, grupos y personas que hoy marcan el camino de salida, sea compartir que ya no será posible disponer en el futuro de los servicios y prestaciones sociales que han definido el modelo social europeo.
En la misma onda reivindicativa, CCOO renueva su compromiso con la solidaridad internacional, con los pueblos que luchan por conquistar la democracia, y con las personas que se ven obligadas a dejar sus países en busca de pan, trabajo y/o libertad. Nuestra activa presencia en la Confederación Sindical Internacional así lo demuestra, y allí donde las trabajadoras y trabajadores y sus organizaciones luchen por sus derechos, estará CCOO.
Sin empleo no hay recuperación
Asistimos desde hace unos meses a una ordenada campaña oficial para anunciar el final de la crisis y el inicio de la recuperación. Una rebuscada estrategia de números y secuencias estadísticas que huyen como de la peste de la situación real de las personas. ¿Alguien puede decir en su sano juicio, que un país que suma 6 millones de personas en paro, ya no está en crisis; un país que sigue destruyendo empleo y que lo crea a un ritmo desesperante -con esta intensidad necesitaríamos 16 años para recuperar el empleo de 2008-; un país con una caída del PIB en 2013 del 1,2% y una deuda pública que sigue incrementándose como consecuencia de las necesidades de financiación -este año 240.000 millones de euros- de la economía española; un país que ha visto adelgazar sus políticas públicas y su ya insuficiente Estado de bienestar; un país con estas estadísticas reales está en el buen camino?
CCOO lo ha dicho hace mucho tiempo. El motor de la recuperación está en la reactivación de la demanda interna, que representa el 74% de la demanda agregada del país (demanda interna + exportaciones). En esta dirección evolucionó la economía en el tercer trimestre de 2013, perdiendo fuelle la demanda externa debido a una menor desaceleración de las importaciones frente a otra mayor de las exportaciones. Pero sigue siendo, la de la demanda interna, una escasa aportación y esto es lo que habría que apuntalar y no se hace. Algo que no se logrará si los salarios no inician una senda de recuperación, si seguimos teniendo el nivel de desempleo que tenemos, si se reduce la capacidad adquisitiva de pensionistas y jubilados, si retrocede la protección social o se recorta la inversión productiva.
Hay que afirmar que un crecimiento débil y sin empleo no es recuperación, porque ni se traslada a la mejora de las condiciones de vida de la gente ni permite generar ingresos suficientes, tanto a las familias como a las empresas y Administraciones Públicas, haciendo más largo y sobre todo más doloroso el proceso de desendeudamiento. De la misma forma que urge una reforma fiscal basada en la suficiencia de recursos para financiar los objetivos de gasto, la equidad para que opere en función de la capacidad económica de las personas y entidades; la transparencia, para que los impuestos sean entendidos por la ciudadanía; la corresponsabilidad fiscal y la eficiencia.
La economía española debe resolver los problemas de fondo que la tienen maniatada desde hace muchos años. Una insoportable tasa de paro, un sistema bancario que sigue sin financiar la economía real, serias restricciones en la política fiscal y presupuestaria, un fuerte crecimiento de la deuda pública, una estructura productiva desequilibrada, un sector agrario que precisa de nuevos impulsos hasta ahora no resueltos por la nueva Política Agraria Común.
Por eso, en España y en Europa hay que dar un giro a las políticas económicas. Un giro en la dirección propuesta por la CES, para dedicar el 2% del PIB a un Plan de Inversiones que cree en los próximos 10 años 11 millones de empleos en toda Europa. Un volumen de recursos, gestionado fundamentalmente por el Banco Europeo de Inversiones, que no debe asustar a nadie y menos a las autoridades políticas y económicas de la UE, porque nunca se alcanzarán las cifras dedicadas a sanear el sistema financiero de los países de la Unión. Si hay voluntad política, habrá recursos y la ciudadanía encontrará razones para creer en la utilidad de las instituciones comunitarias y de la propia Unión Europea. Un plan, no obstante, al que deben engancharse con decisión y coraje los gobiernos nacionales, para incentivar planes de choque en sus respectivos países y situar el empleo como prioridad de sus políticas.
Estos son los principales objetivos de los sindicatos este primero de mayo. Y este es el emplazamiento que hacemos a las formaciones políticas que acuden a las elecciones europeas del 25 de mayo. No pueden seguir instaladas en el debate doméstico de baja intensidad y cruzado de lugares comunes, sobre todo en lo que afecta a los partidos mayoritarios. Deben descubrir sus cartas, explicar con claridad sus objetivos y responder a las demandas del movimiento sindical sobre el plan de inversiones que Europa necesita, el nuevo contrato social europeo, la consolidación del estado de bienestar o la refundación democrática de Europa.